“Wenn einmal die Arbeiterstände dahinter kommen, daß sie uns durch Bildung und Tugend jetzt leicht übertreffen können, dann ist es mit uns vorbei.”
(Si los estamentos de los trabajadores consiguen comprender que a través de la Formación y la Virtud, pueden hoy fácilmente superarnos, entonces será nuestro final.)[1]
Nietzsche
Una incómoda verdad:
“¿Quién garantizará que la moderna Democracia (moderne Demokratie), el todavía más moderno Anarquismo (modernere Anarchismus) y de manera especial aquella tendencia (Hang) hacia la ‘Commune’, hacia la forma más primitiva de la sociedad (primitivsten Gesellschafts-Form), por otro lado usual en todos los socialistas de Europa, no significa esencialmente un gigantesco contragolpe (Nachschlag) –y que la Raza de los Señores (Herren-Rasse), la de los Arios (Arier), no está incluso sucumbiendo fisiológicamente?” (Fragmente IV (1877-79). Así, sin cortapisas ni metáforas, se expresa el filólogo-filósofo Nietzsche en su etapa más madura. Un recuerdo queda marcado a fuego en su pensamiento: esa disposición horrenda hacia la Commune de París, el espectáculo degenerado de una insurrección armada, la primera en la historia de los trabajadores asalariados en la capital de la mayor potencia europea. Para Nietzsche la Commune no es simplemente un acontecimiento puntual, un accidente, un dérapage fruto de circunstancias fortuitas.
La palabra alemana “Hang” utilizada por el filólogo-filósofo tiene la connotación de inclinación, propensión, disposición objetiva e irresistible hacia algo, incluso se la puede entender como una forma de pasión. Nietzsche es suficientemente lúcido para notar que 1871 ya no era 1848, y mucho menos 1793. Y Nietzsche, gran lector de Historia y Política,[2] lo comprendió casi al mismo nivel de un Marx o de Bakunin. Como todos los intelectuales de su época sufrió una conmoción que se reflejó en su propia obra filosófico-política. Subrayar el carácter eminentemente político-pedagógico de los textos de Nietzsche (y su íntima coherencia reaccionaria) no significa reducirlo a una lectura estrecha o forzada. En todo momento su Radikalismus aristocrático produce excedencia teórica que van más allá de la agenda política del momento. Nietzsche, contra la hagiografía oficial, no sólo tiene una constante preocupación por la Historia y la Política coyuntural, sino que interpreta la Historia universal como un agón, un combate a muerte, “una lucha entre estamentos y clases” (Stände-und Classenkampf).
Su primer escrito juvenil, poco citado por el Nietzschéisme, “Napoleon III als Praesident” (Napoleón III como presidente, 1862),[3] es ya una singular alabanza aristocrática al “Gran Genio dominante” (Herrschergenie), que como naturaleza despótica subyuga a la masa y al “hombre ordinario” (gewöhnliche Mensch) con la legalidad del orden jerárquico de las cosas, con la moralidad que le dona la intencionalidad misteriosa de la Naturaleza. Mientras Marx realizaba una crítica feroz al corrupto Carlos Luis Napoleón Bonaparte en el famoso El 18 Brumario…, llamándolo “jefe del lumpenproletariado parisino”, Pierre-Joseph Proudhon lo calificaba sin más de contra-révolutionnaire y el escritor republicano Víctor Hugo despectivamente le llamaba en un valiente panfleto le petit Napoleón, comparándolo con un pashá o un sultán,[4] Nietzsche legitima su golpe de estado desde el punto de vista de la superioridad natural de un Amo y Señor: Napoleón III, a quién llama “una esperanza para los pobres y campesinos de Francia”, tiene “derecho” de apoderarse del Estado para evitar que caiga en “las manos indignas” (unwürdigen Händen) de la Canaille: republicanos y socialistas. Nietzsche alaba “la represión de la prensa republicana” (Unterdrückung der republikanischen Presse), una de las herramientas claves en el dominio de la opinión pública; muy bien informado, en el texto aparecen muchos nombres de teóricos del Liberalismo, del Socialismo romántico y de políticos neojacobinos como Louis Blanc, Ledin-Rollin, Cavignac, Lamartine, Thiers, Victor Hugo, Eugéne Sue, todos ellos volverán a la acción durante el período de la Commune de París.
Otro escrito juvenil, hablamos de “Fatum und Geschichte” (Destino e Historia, 1862)[5] se encuentra empapado de Biologismo metapolítico; allí se compara al ser humano con una evolución de la piedra, mediando las plantas (un tema que volverá en su edad madura) y los animales. En esa época lee a los autores más esquemáticos de la Naturphilosophie, la Filosofía de la Naturaleza, médicos-filósofos ya olvidados como Carl Gustav Carus o Lorenz Oken. Aquí también encontramos una postura política reaccionaria, concreta y decidida: “Es una tontería pretender inculcar a la Humanidad entera estereotipos, por decirlo de alguna manera, de una forma especial de Estado (Form des Staates) o sociedad: todas las ideas sociales y comunistas (socialen und communistischen Ideen) caen en ese mismo error.” Otro trabajo juvenil curioso por su elección es sobre la primera figura de la historia germánica, Ermanarich, el rey de los Ostrogodos, cuyo dominio se extendía desde el Mar Negro hasta el Báltico y cuya leyenda se desarrolla a partir de la crónica latina de Jordanes –De origine actibusque Getarum, escrita alrededor del 552- a lo largo de por lo menos siete siglos, contaminándose con leyendas nórdicas y danesas y con la saga nibelunga. Nietzsche realiza un trabajo de carácter filológico en octubre de 1863 titulado “Ermanarich, Ostgothenkönig. Eine historische Skisse” (La leyenda del rey de los Ostrogodos, Ermanarich. Un esbozo histórico),[6] sobre cuyos resultados expresa su “parcial” satisfacción. El trabajo procura recuperar el núcleo originario, histórico, de la figura auténticamente germánica de Ermanarich. El tema del heroísmo de carácter (Heldencharakter) se conecta desde el principio con el Destino, con la cuestión de la muerte de Dios, con el Götterdämmerung, el crepúsculo de los dioses y un fuerte Naturalismo cósmico donde la Vida siempre retorna. Tampoco es casualidad la elección de su trabajo filólogico juvenil más elaborado sobre Theognis de Megara, la Disserttatio de Theognide Megarensi (1864).[7] Este puede ser considerado su primer trabajo científico y se basa en la obra fragmentada del radical poeta aristocrático dorio. Theognis se enfrentaba a la democratización en Corinto, y Nietzsche se identifica con su pathos reaccionario, y en un anacronismo que ya veremos en sus obras futuras, lo identifica tout court con un Junker prusiano. Seguramente llegó a Theognis vía Schopenhauer, quien lo cita afirmativamente en su Parerga und Paralipomena (1851). Nietzsche comienza su trabajo justo en el momento en que se debate en toda Europa el tema de la esclavitud debido a la Guerra de Secesión entre el Norte y el Sur en los EEUU, por lo que muchas afirmaciones reivindican la actualidad del análisis literario-político de Theognis. Así, por ejemplo, cita un poema donde el poeta asevera que es una locura criminal modificar el orden de la Naturaleza intentando “educar” como hombre libre a un ilota, a lo que Nietzsche subraya la idea: “con la formación nunca podrá hacer de algo malo algo bueno”. Theognis deploraba la contaminación de la sangre noble con la plebeya, los matrimonios mixtos, y afirmaba que “de los nobles aprenderás cosas nobles, pero si te mezclas con los inferiores, perderás incluso tu propia identidad”. Ya en su madurez Nietzsche jamás olvidará esta filiación juvenil e identificará a Theognis, vís-a-vís, con ser el portavoz más auténtico de la Aristocracia griega.[8]
Nietzsche valorará su caracterización de los nobles como los buenos, agathos, y como los titulares de toda religión verdadera, toda justicia y de toda virtud; al partido popular, los futuros Untermenschen, los pobres e ilotas, como todo lo malo, kakos, esto es: aquellos en quienes se da toda corrupción de costumbres, toda falta de religiosidad verdadera y toda criminalidad posible. Nietzsche traduce kakos como malus e incluso como niger. Y Nietzsche lo fundamenta y razona como ventrílocuo a partir de la situación personal histórico-social de Theognis. Hasta tal punto que muchas cartas de juventud las firma con el nombre del poeta dorio. El joven estudiante de Filología vuelve a razonar uniendo la problemática de la Grecia arcaica con los problemas actuales europeos: “Theognis parece como un gran señor feudal cultivado y venido a menos… lleno de odio mortal hacia el pueblo ascendente… a Theognis le golpea un destino trágico que le moldea multidimensionalmente y dulcifica su carácter, llevándole a ofrecer la imagen de una naturaleza típica de aquella Nobleza de Sangre antigua, llena de espíritu, algo corrompida y ya poco tensa, situada entre un tiempo viejo y una época nueva… una mente característica de esas figuras nobles que representan a la aristocracia en vísperas de una revolución popular, a una aristocracia que se ve amenazada para siempre de sus privilegios y que se lanza con igual pasión tanto por la existencia de su casta como por su propia existencia”. El Nietzsche maduro nunca olvidó el profundo mensaje reaccionario del poeta que aparece en un lugar central de su libro Zur Genealogie der Moral (Sobre la genealogía de la moral, 1887) y en fragmentos póstumos. Debemos aclarar aquí una característica que tenía Nietzsche como lector: él sí creía en la unidad entre obra y autor, entre Vida y Mundo y su interés iba más que a la obra al propio autor como totalidad de carácter. De allí esa característica de sus textos: hay pocos títulos, pocas “obras” citadas, y sin embargo muchos autores en las sombras. Esta particularidad se hacía reversible a la hora de la crítica: su Kritik a una obra siempre es ad hominem. Entre otros pensadores que influyeron de manera sobresaliente sobre el Nietzsche filósofo metapolítico se destaca Ralph Waldo Emerson, quién es leído con admiración desde 1862 y a quién llama “el excelente Emerson”,[9] incluso el Nietzsche maduro dirá que es “el autor más rico en pensamientos del siglo”.[10] Los escritos juveniles “Fatum und Geschichte”, del que ya hablamos, y “Willensfreiheit und Fatum” (Libertad de la Voluntad y Destino, 1862),[11] están fuertemente influenciados por el espíritu de Emerson (con párrafos casi plagiados) y no es casualidad la afinidad electiva. Emerson, amigo de otro gran reaccionario Carlyle, es un ensayista conservador-democrático empeñado en celebrar la existencia de unos seres superiores por naturaleza, los Genius: “Las personas inteligentes tienen un derecho sobre las ignorantes… la Naturaleza sólo tiene sentido en función de producir lo excelente”. Muchos investigadores incluso llegan a sostener que el concepto de Übermensch, el superhombre nietzscheano, está directamente influido por los conceptos Plus Man, Beyond-Man, Divine Person y Over Soul que figuran en los ensayos de Emerson, leídos y re leídos por Nietzsche hasta su período de locura. En especial en su ensayo “Over Soul” (Alma Superior, 1841) y su libro Nature (Naturaleza, 1836). “Alma Superior” es un concepto que Emerson toma de los textos védicos, en la Teología hindú de castas el Paramatman. Emerson, a quién Nietzsche llama “Bruder-Seele” (alma gemela) y a sus textos “ambrosía pura”, es una de sus influencias más profundas y sólo puede ser comparada a Schopenhauer en extensión e intensidad, aunque apenas lo mencione en sus libros.
Existe otro trabajo de juventud, poco citado por el Nietzschéisme, se trata de un breve estudio para una conferencia sobre las condiciones religiosas de los emigrantes alemanes en los Estados Unidos de América, titulado “Die kirchlichen Zustände der Deutschen in Nordamerika” (1865).[12] Aquí Nietzsche rebate la tesis de su indiferencia por su época o por los asuntos político-sociales, analiza con máxima atención y detalle las condiciones sociales de un país en guerra civil por la cuestión de la esclavitud. El talante de la conferencia es un desprecio expreso por los demócratas alemanes emigrados a América después de la derrota de las revoluciones de 1848, que estaban en el primer plano de la propaganda y la agitación en la lucha por la abolición de la esclavitud, en particular Friedrich Kapp, un activista amigo y corresponsal del filósofo Feuerbach, de gran influencia en la izquierda hegeliana y en el propio Marx. El Aristocratismo precoz era un signo distintivo de Nietzsche, basta señalar la anécdota autobiográfica falsa de creerse descendiente de una aristócrata familia polaca (Niëtzky)[13] y que en su sangre corría verdadera sangre azul, o la anécdota de que su primera reacción al ser nombrado profesor en Basilea fue buscar un criado personal. La judeofobia cultural juvenil, que nunca llegó a ser un antisemitismo sistemático, era el compañero ideal del anticomunismo, así como una actitud misógena con respecto a las mujeres. Su admiración apasionada por el “Prusianismo” es, mutatis mutandi, una admiración sin reservas por la forma Estado militar de los junkers, del propio ejército prusiano como modelo de construcción de una nueva comunidad de señores y siervos, y de la guerra como purificadora del vano Progreso burgués.
Siendo estudiante en Leipzig (1865-1867) se interesa profundamente en la entonces llamada “cuestión social” y en el creciente desarrollo del movimiento obrero alemán, como lo subraya un biógrafo inteligente como Ross.[14] En un fragmento póstumo de su época juvenil escribe: “Marchar en fila. Aversión por el Genio (Genius). El ‘hombre social’= Socialismo”. Las manifestaciones de Nietzsche sobre acontecimientos históricos y políticos durante los años de juventud se multiplican y revelan a alguien interesado, muy bien informado y con una posición política determinada. En una carta a su madre y a su hermana de 1866, analiza la guerra expansionista de Prusia contra Austria y sus anexiones, calificando de “espléndido” a Bismarck y declarándose un “prusiano fanático”. En la estela de la guerra asistió en 1867 a asambleas nacionalistas, milita en una pequeña asociación de bismarckianos nacional-liberales que pedía en su programa… ¡la anexión de Sajonia a Prusia! El líder de esta fracción política era Heinrich von Treitschke, destinado a ser el historiador oficial del Segundo Reich. En el verano de 1866 se compromete con alma y vida en la campaña política, ¡Nietzsche un militante de base!, para el parlamento Nord alemán a favor de un candidato llamado Stephani,[15] quién perdió las elecciones. “Nacional” en tanto que Stephani abogaba por la construcción de un imperio alemán liderado por Prusia; “liberal”, en el sentido que su programa tenía algunas tibias medidas adoptadas del Liberalismo de corte renano. La campaña fue amarga y al partido de Nietzsche, pro prusiano, se lo calificaba con lógica de traidor a las necesidades regionales de Sajonia. El resultado de las elecciones fue un desastre y Treitschke dedujo que la unificación alemana sólo podría lograrse desde arriba, desde la fuerza y el autoritarismo de Bismarck. Ya en estas elecciones Nietzsche da muestras de su idea centralista fuerte de Estado, y muestra su desprecio al limitado sächsischen Particularismus, al regionalismo sajón que pretendía mantener su autonomía federal con respecto a Prusia.
Las señales pueden multiplicarse. Era claro que el filólogo-filósofo Nietzsche era reaccionario en su Filosofía política ex ante de conocer a Schopenhauer, Wagner o a Burckhardt. Salvo liquidando o reprimiendo etapas completas de su desarrollo intelectual, salvo eliminando lo que efectivamente escribió de puño y letra, salvo intentando trastocar sus textos en alegorías y metáforas espirituales, salvo obviando su propia práctica, es imposible no asumir el núcleo filosófico-político de Nietzsche. Es más: es imposible mantener la coherencia del pensamiento de Nietzsche si no se lo comprende como una denuncia militante y Kulturkritik a la Modernidad y la Revolución. Hagiógrafos y editores-traductores intentan salvar-exorcisar al filólogo-filósofo reduciéndolo a diversas lecturas “parciales” (crítico del Nihilismo, crítico de la Cultura y la Razón científica, crítico de la Moral, metafísico del Arte, filósofo trágico de la Estética, etc.) o interpretaciones cercanas al absurdo (Taminiaux, Nehamas, Vattimo o Sloterdijk).[16] Por ejemplo, para señalar un interprete influyente en la academia como Deleuze, éste reduce El Nacimiento de la Tragedia a “une nouvelle conception du tragique.”. Todas tienen un denominador común: son textualmente arbitrarias, por lo que sólo teniendo bien presente la Kulturkritik reaccionaria al Jetzeit burgués y la denuncia militante reaccionaria a la revolución es posible aprehender la unidad/coherencia del pensamiento filosófico-político de Nietzsche y eliminar contradicciones que sólo existen en la telaraña ideológica de sus intérpretes. Uno de los problemas al leer a Nietzsche, además del ideológico y la mala fe, es su propio estilo. Nietzsche decía que la mayoría de los pensadores escriben mal porque no nos comunican tan sólo sus pensamientos, sino también “el pensar de sus pensamientos”. Un buen Stil, máxime cuando las metas son la verdad cruda y dura, debe mimetizar y minimizar las trazas de cómo se ha llegado a esa conclusión, minimizar el acto de rumiar, borrar las huellas del derrotero. Nietzsche era especialista en borrar “marcas” no sólo por su antiacademicismo visceral (no hay aparato de notas erudito ni bibliográfico) sino por el propio efecto retórico del texto. Es extremadamente difícil recuperar su modo de investigación, reconstruir su programa científico, su Forschungwiese, su modo de investigación como diría Marx. El laboratorio de Nietzsche es un lugar oscuro, donde los cajones están bajo doble llave. Sus textos desde las Consideraciones Intempestivas en adelante, adoptan la forma del aforismo, la sentencia, el guiño y la contraseña entre líneas, formas antisilogísticas, inmediación simpatética y liquidación de toda mediación conceptual. Y la forma en el estilo tiene su porqué. La Darstellungwiese, el modo de exposición, tiene un sentido filosófico-político: se deben poner en discusión dos milenios de historia decadente de Occidente, o sea: se debe reconstruir también una forma de escribir que ya no coincide con su contenido. Y el ejemplo antitético para Nietzsche es el literato y el hombre de prensa. Al Nietzsche castrado que hay que leer “como se escucha música” según la infeliz frase de Colli (o leerlo de segunda mano o directamente no leerlo) le oponemos el Nietzsche real de carne y hueso, el apasionado por la Historia y la Política de su tiempo, el militante de base prusiano o wagneriano, el que escribía que “la Política es ahora el órgano del Pensamiento en su totalidad”. Su primera obra, El Nacimiento de la Tragedia, era el manifiesto político del “partido de la Vida” de Richard Wagner, el compositor reaccionario, teutómano y antisemita. Por detrás y más allá de los griegos, el “anzuelo” del libro de Nietzsche es una crítica en toda regla a la Modernidad bourgeois y en última medida a la Democracia y al propio Socialismo. La decadencia de la época trágica de los griegos (décadence que se proyecta en milenios sobre la sociedad actual) era un complejo encarnado en un personaje siniestro y plebeyo: Sócrates, el paradigma del “hombre teórico” enfrentado al “hombre trágico”, al “homo Schopenhauer”, al “espíritu libre”, al “buen europeo” al hombre dionisíaco, a Zarathustra. El Socratismus es sinónimo, en el trabajo deconstructivo del filólogo-filósofo, a Communismus.
Esta es la filosofía política latente del Nietzsche en la medianía de su desarrollo intelectual pero válido como una lectura total de su obra, como un hilo rojo de Ariadna. Y en esto nos ceñimos al propio catecismo del Nietzschéisme: Eugen Fink considera que El Nacimiento de la Tragedia y textos coetáneos “contienen casi todos los elementos de la filosofía de Nietzsche”.[17] Otro nietzscheano, Michel Haar, también coincide con nuestra perspectiva: “lo esencial del intento nietzscheano se encuentra ya en ese primer libro que Nietzsche no dejará de re elaborar, de defender y, en definitiva, de realizar: El Nacimiento de la Tragedia”.[18]
El cielo por asalto: la Commune como símbolo y ejemplo
La insurrección popular que estalló en París el 18 de marzo de 1871 fue un “acontecimiento” nunca antes visto en la Historia de Europa. El primer gran combate a muerte entre el proletariado y el novísimo sistema de dominación burgués. Fue una conmoción social que atravesó como un relámpago todo Occidente y el equivalente a la toma de La Bastilla. Tenemos que comprender el rango epocal del acontecimiento para entender esta conmoción. Desde las revoluciones fallidas de 1848 reina la paz social en toda Europa, una pax victoriana, apenas interrumpida por las breves guerras fronterizas y de corta duración de Bismarck. El Progreso burgués parece una realidad palpable, crece la nueva clase media, y solo el relámpago de un pueblo en armas, de los communards tomando el poder en la capital más importante de Europa, quebrará este idílico sueño. “La batalla de París no es sino un pequeño combate de vanguardia. Nos queda por vivir el episodio principal en Europa. Antes que transcurran muchas décadas, el grito del proletariado parisino: ‘Guerra a los castillos, Paz en las chozas, Muerte a la miseria y a la ociosidad’ será el grito de combate de los trabajadores europeos” -decía el fundador de la socialdemocracia alemana, August Bebel en un pleno del parlamento alemán en mayo de 1871 frente al “Canciller de Hierro” von Bismarck. Aunque Engels y Marx (y con ellos la Iº Internacional) no habían apoyado previamente la rebelión (en realidad se oponían),[19] una vez iniciada la rebelión social dieron su reconocimiento. Marx habló entonces de “la magnífica revolución de París” y en una carta famosa a Kugelmann del 12 de abril de 1871 afirmaba que “el próximo intento de la Revolución Francesa será, ya no transferir de unas manos a otras, como hasta ahora se ha hecho, la maquinaria burocrático-militar, sino el ‘destrozarla’, y ésta es la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. Ése es también el empeño de nuestros heroicos camaradas de partido en París. ¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisinos! La historia no conocía hasta ahora semejante heroísmo que se compare al de estos parisinos, prestos a asaltar el cielo, contra los siervos del Sacro Imperio Romano-Germánico-Prusiano, con sus mascaradas antediluvianas, que huelen a cuartel, a iglesia, a junkers y, sobre todo, a filiteísmo”.[20]
Palabras proféticas. La Commune se había transformado en el téster, la prueba de fuego, el reactivo ideológico para el Populismo napoleónico, el Liberalismo, el Republicanismo, el neojacobinismo y los ideales de la democracia formal. Contra la opinión contemporánea, la Commune no fue simplemente una “sublevación ciega” de pequeños burgueses arruinados y del lumpenproletariado parisino, por el contrario y al igual que otras insurrecciones y sublevaciones paralelas, en Lyon (donde participó tragicómicamente Bakunin), St. Etienne y Marsella, fue un acto radicalmente revolucionario. Aspiraba y pretendía, en su programa máximo, a una total transformación de la organización social y política de Francia sobre la base de una federación de municipios autónomos. Sus dudas y ambivalencias, sus medios inadecuados, sus formas políticas híbridas, sus liderazgos se deben a que en aquel momento histórico se daba una encrucijada entre dos épocas y dos “movimientos” obreros (dos composiciones sociales): la de las revoluciones burguesas “desde abajo” estilo 1792 (ya caducas y reaccionarias: bloque histórico de clase media y trabajador artesanal) y el preludio de las revoluciones con partidos centrados en el proletariado asalariado. El insurgente-tipo parisino era un trabajador, promedio de 30 años de edad, empleado de la construcción, jornalero o metalúrgico, aunque en las instancias de poder popular el proletariado estaba subrepresentado. La “batalla popular por París” (como le denominó Rimbaud) además contó con la contribución discursiva y práctica de una izquierda revolucionaria (Blanqui, Delescluze, Flourens) y una izquierda burguesa (neojacobinos, proudhonistas, republicanos radicales, autonomistas municipales) que se había desarrollado a lo largo de los últimos veinte años. Pese a las denuncias en la prensa reaccionaria, de las que se hará eco Nietzsche, la Internacional era minoritaria en la Commune: el grupo político más fuerte eran los jacobinos pequeños burgueses y luego los blanquistas, y al final saintsimonnistes y seguidores de Proudhon. Solamente dos miembros del consejo comunal se reconocían plenamente como marxistes.[21] En esta composición existían y chocaban tres tendencias que no supieron dotar a la Commune de un claro programa constitucional, unificar nacionalmente el resto de Francia con la insurrección y terminaron obsesionadas en medidas “robespierristas” (anticlericales) sobre las políticas sociales. El primer decreto de la Commune fue la abolición del ejército. Las medidas sociopolíticas se limitaron a prohibir el trabajo a destajo nocturno en la industria de la panificación, establecer un precio fijo del pan, suspender el pago de alquileres y deudas comerciales durante el período de excepción, la expropiación de fábricas cerradas o en quiebra, la planificación de cooperativas, la clausura de las casas de empeño del Estado. En el plano educativo se separó la Iglesia del Estado, se expropió al clero, se estableció un sistema de formación universal y gratuita para ambos sexos así cómo mejoras salariales a los maestros. El pueblo en armas liquidó el Parlamentarismo en el acto: los que aprobaban las leyes las ejecutaban y la “falsa independencia” del Poder Judicial fue eliminada. Todos los representantes debían ser elegidos (incluidos los jueces) y podían ser destituidos por sus electores; sus sueldos equiparados al salario mínimo vigente, la medida práctica más cercana al Socialismo. Se eliminaba instintivamente la escisión entre Economía y Política, humus de la forma de dominio burguesa.[22] En algunas de sus medidas desesperadas se podía entrever una nueva forma revolucionaria: nueva centralización, legislación directa, unicameralismo, sufragio directo, desprofesionalización de la administración pública y la política, un Poder Ejecutivo colegiado, subordinado y de bajo perfil. El acto más simbólico fue el derribo de la columna Vendôme, símbolo de chauvinismo y nacionalimperialismo francés (las conquistas imperiales de Napoleón).
El ciclo revolucionario se desplegó en etapas que luego se repetirían en la revolución rusa de 1917: guerra interimperialista-crisis nacional por la derrota-ruptura interclasista-guerra civil-toma del poder. La Commune desató en su momento (y después) una abundante contra-propaganda reaccionaria con el propósito de vaciarla de sentido histórico, denigrar su trascendencia o minimizar su amplia representatividad. Se difundió la idea grotesca de que era un putsch de la chusma envidiosa, una orgía resentida y manipulada por profesionales hasta la teoría del complot pagado por los prusianos; se acusó a la revolución parisina de ser una conjuración criminal manipulada por una asociación terrorista llamada “la Internacional Comunista”. Según el testimonio de Lissagaray “la canalla literaria que, como amo único de periódicos y librerías, durante años ha fabricado la leyenda sobre las cosas y hombres de la Commune.” El generalísimo prusiano von Moltke, Genius militar de Bismarck, admirado por Nietzsche (incluso visitaba a su familia), se asustaba del “horrible régimen de la Commune… donde clubs revolucionarios demagógicos han manipulado criminalmente a una ciega multitud. Una muchedumbre harto ocupada en asegurar su dominación en el centro de París por medio de la destrucción, del incendio y de las ejecuciones”.[23] El mundillo gran bourgeois de la Cultura se estremeció: “un espantoso episodio” (el historiador Renan, autor admirado por Nietzsche); “la Commune es un retroceso a las tinieblas del Feudalismo” (Flaubert); “no sólo en Francia sino en toda Europa el suelo de la civilización occidental tiembla” (el conservador Tocqueville, otro autor admirado por Nietzsche); “una explosión provocada por la gran ‘cuestión social’. Aunque el orden ha sido restaurado en Francia no hay que olvidarse que la enfermedad sigue en el organismo” (el historiador Burckhardt, amigo personal y padrino académico de Nietzsche).[24] En el otro bando un Bakunin exaltado entraba en un café revolucionario y sin dudar exclamaba: “¡Las Tuileries están ardiendo! Invito una copa a todos!”. El futuro líder del Anarquismo europeo resumía que “la Commune ha sido una negativa audaz, bien pronunciada, del Estado.” Un joven periodista y poeta llamado Jean Nicolas Arthur Rimbaud llegaba a pie a París, enrolado con fervor en los “Tiradores de la Revolución”, conmocionado por el heroísmo de los desposeídos, escribirá sus poema sobre los communards, “a travers París insurgé!” incluso ensayará un esbozo para darle una constitución definitiva a la Commune inspirándose en Rousseau y Babeuf.[25] La rebelión social no se circunscribía a la capital, ni mucho menos, a pesar de intentar ser una “dictadura del ejemplo”. La Commune no sólo se instauró en Paris: las ciudades más grandes del sur de Francia, algunas a pocos kilómetros de Basilea, se declaran comunas revolucionarias el 23 de marzo de 1871.[26] La grave acusación de que la Commune no era más que el fruto fascineroso de la Internacional era tenaz. Las cancillerías europeas intercambiaban expedientes sobre la organización y sus militantes; lo mismo hacían difundiendo teorías conspiracionistas los diarios monárquicos y conservadores en París. Pero la A.I.T. era en realidad una organización miserable y pobre, sólo la inspiración teórica, sólo intelectualmente podría considerarse su hija espiritual. Cinco días después de haber sido elegida en elecciones libres, fue un 28 de marzo, comienzan las operaciones militares contra París, apoyadas por tropas liberadas por ¡el mismo Bismarck! para reprimir a los insurrectos. La Commune fue finalmente vencida, su ejemplo no tuvo imitadores en Europa, ni siquiera en la propia Francia, como temían conservadores y reaccionarios. Igualmente fueron setenta y dos días que conmovieron al Mundo. Cinco monarquías europeas enviaron felicitaciones al verdugo y el Papa vio en el descarnado aplastamiento y matanza posterior el castigo divino por la propagación maligna del “Racionalismo” ateo francés.
Sería inútil y excesivo remarcar las represalias “propias de un Tamerlán” (Marx dixit) del gobierno francés de Versalles en París y por toda Francia. En la llamada Semain Sanglante (21 al 28 de mayo de 1871) la represión encabezada por Thiers fue feroz: 20.000 asesinados, excediendo en mucho cualquier antecedente moderno; la persecución contra los communards siguió incluso hasta 1877. Según el informe oficial de la justicia militar hubo 17.000 víctimas y 13.400 condenas sumarias, de ellas 270 a pena de muerte. Bakunin resumía la masacre: “Soy un partidario de la Commune de París que, por haber sido masacrada, sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y clerical, no por eso ha dejado de hacerse más vivaz, más poderosa en la imaginación y en el corazón del proletariado de Europa.”[27] La Internacional fue puesta fuera de la ley y el gobierno de Thiers empezó a organizar detenciones a nivel europeo e internacional contra la A.I.T. y los communards que habían logrado huir. El ministro de exteriores, Jules Favre, emitió una circular famosa en junio de 1871 reclamando la extradición de los comuneros y líderes, estableciendo por primera vez una acción política policíaca común en Europa. La acogida de esta nueva forma represiva fue favorable en Alemania, Austria, Hungría y Rusia, países en los que se iniciaron espectaculares procesos contra los “conspiradores” de la Internacional. Como curiosidad el gobierno español del liberal Práxedes Mateo Sagasta (siete veces presidente) declaró fuera de la ley a la Internacional por decreto del 16 de enero de 1872; el visionario Sagasta además se dirigió a los otros gobiernos propuso una especie de Europol, para intercambiar informes policíacos, expedientes de las organizaciones y seguimiento individual de los miembros y simpatizantes de la A.I.T. Los amos de Europa fueron más lejos, no se contentaron con fusilar sumariamente o enviar a los condenados deportados de por vida a la Guyanne Francesa. Lo que se quería era aplastarla totalmente, usando todos los recursos y procedimientos políticos, administrativos e ideológicos por medio de una acción común que permitiera quebrar la voluntad de los países neutrales que servían de refugio humanitario, como Inglaterra, Bélgica, pero especialmente Suiza. Los ministros de los tres imperios más reaccionarios (Alemania, Austria-Hungría y Rusia) se reunieron en Salzburgo con un único punto en la agenda: la Internacional como enemigo principal y acciones para anular sus actividades y “en interés del mantenimiento del orden y de las buenas costumbres en Europa Central, a cooperar por todos los medios en el aplastamiento de la Internacional”. Uno de los países más solidarios y humanitarios con respecto a los refugiados de la Commune así como de la persecución continental a la Internacional, fue justamente Suiza. Las autoridades helvéticas, ante el horror in situ de Nietzsche, respetaron de manera escrupulosa la neutralidad y concedieron amplio derecho de asilo a los perseguidos políticos. Un caso llegó a todos los periódicos y tuvo en vilo a la opinión pública suiza, el de Eugène Razoua, redactor del Réveil de París, comandante de plaza de la Escuela Militar, muy popular entre las tropas del norte de París, quien llegó a cartearse con el mismo Marx.[28] Durante la represión post-Commune fue detenido en Ginebra por orden del gobierno francés el 17 de julio de 1871 con el estatus jurídico de un criminal común. Gracias a la movilización de los socialistas y miembros de la AIT de la sección suiza, fue liberado después de un mes de detención. Los diarios de Basilea siguieron con atención el día a día de este conflicto internacional con Francia. De esta manera la libertad de acción de la Internacional en Suiza jamás se pudo cuestionar. También los communards refugiados tuvieron la posibilidad no sólo de tener asilo sino de formar su propia sección y editar periódicos, folletos y libros, dar a conocer la contra Historia de la Commune. No es casualidad: el movimiento internacionalista suizo sobrevivió no sólo a la reacción europea de 1871, sino también a la crisis interior de la A.I.T. entre Bakunin y Marx. Pero: ¿cómo repercutía en el apolítico filólogo-filósofo Nietzsche el primer asalto al cielo de los trabajadores europeos?
[1] En: Nachlass, Hefte 29, 216, 1873.
[2] Sobre la influencia y las lecturas de los economistas, historiadores, políticos y agitadores en Nietzsche: Brobjer, Thomas, H., “Nietzsche’s Knowledge, Reading and Critique of Political Economy”, en: Journal of Nietzsche Studies 18 (Fall 1999), 57-70; “Nietzsche’s Knowledge of Marx and Marxism”, presented at the Nietzsche-conference organized by the Stiftung Weimarer Klassik in Weimar, with the theme ‘Nietzsches Bibliothek und Lektüre’, 21-23 Sept. 2002 y “Nietzsche’s Relation to Historical Methods and Nineteenth-Century German Historiography”, History and Theory, 46 (2), p. 155–179. Muy útiles: Escobar, Roberto; Nietzsche e la filosofia politica del XIX secolo, Il Formichiere, Milán, 1978, y Losurdo, Domenico; Nietzsche, il ribelle aristocratico. Biografia intellettuale e bilancio critico, Bollati Boringhieri, Turín, 2002; en especial la segunda parte. Véase nuestro libro: Nietzsche contra la Democracia; Montesinos, Barcelona, 2010; y nuestro reciente ensayo: “Nietzsche lector oblicuo de Marx”, en: A Trabe de ouro, Nº. 113, 2020, pp. 53-76.
[3] En: KGW I-2, p. 357–62.
[4] El régimen de Napoleón III quizá debería ser considerado el primer caso de Populismo burgués o moderno. Hugo, Víctor; “Napoleón el pequeño”, en: Obras Completas, Tomo III, p. 913, Editorial Aguilar, Madrid, 2004, además su Histoire d’un crime escrito en 1852; Marx, Karl; “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, en: Marx, C; Engels, F.; Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1974, p. 404; Proudhon, Pierre, Joseph; La Révolution Sociale Démontrée par le Coup D’etat Du 2 Décembre, Meline, Cants et comp., Bruxelles, 1852. Víctor Hugo tuvo que exiliarse, mientras Proudhon pasó tres años en la cárcel por sus escritos contra Napoleón III.
[5] En: BAW, II, p. 54–59.
[6] En: BAW, I, p. 297.
[7] En: FS, Vol. III. Para Karl Jaspers, Theognis de Megara es clave en el desarrollo intelectual de Nietzsche.
[8] En: GM, I, 5.
[9] En: B, II, 3, p. 258.
[10] En: KSA, 9, 12, p. 151.
[11] En: BAW, 2, p. 54-62.
[12] En: KGA, I, 4.
[13] Respondiendo a un pedido de Brandes a fines de 1888 redacta una pequeña biografía para su conferencia sobre Nietzsche que le envía por correo: “Mis antecesores han sido nobles polacos (Nietzky)…”; en: Brandes, Georg; op. cit.; p. 96.
[14] Ross, Werner; op. cit.; p. 145-9.
[15] Se trata de Martin Eduard Stephani (1817-1885), político de Leipzig, que desde 1865 era Vizebürgermeister de la ciudad. Pertenecía a la corriente del Deutsche Fortschrittspartei, un partido proprusiano y con tendencias conservadoras. Finalmente Stephani, aún derrotado, sumó suficientes votos como para asumir como diputado del Reichstages des Norddeutschen Bundes en 1867. Véase menciones en su correspondencia: B, Briefwechsel, Band 4, Nachbericht zur ersten Abteilung Briefe von und an Friedrich Nietzsche Oktober 1849 – April 1869, De Gruyter, Berlin-New York, 1993; páginas 2, 198 y 200. La actividad política del joven Nietzsche y su adhesión a los deutscher Nationalliberaler es ignorada por la gran mayoría de biógrafos y el Nietzschéisme en general. Sobre Stephani: G. Wustmann: “Stephani, Edward”, en: Allgemeine Deutsche Biographie (ADB), Band 36, Duncker & Humblot, Leipzig 1893, p. 89. Sobre la política agresiva de expansión imperial de Prusia y debates antes de la unificación de Alemania, además del rol político de Stephani: Buch, Florian; Grosse Politik im Neue Reich. Gesellschaft und Aussenpolitik in Deutschland 1867-1882; Kassel University Press, Bielefeld, 2004. Como curiosidad de la descuidada hermeneútica del Nietzschéisme la militancia de Nietzsche por Stephani sólo es nombrada al pasar y sin datos, entre la enorme y farragosa bibliografía nietzscheana, en la biografía de Janz, op. cit., Tomo I, p. 191 y en el libro de Keith Ansell-Pearson: An Introduction to Nietzsche as Political Thinker, de 1994, p. 25. Sobre la peculiaridades del liberalismo alemán, De Ruggiero, Guido; Historia del Liberalismo europeo, Ediciones Pegaso, Madrid, 1944, capítulo III “El Liberalismo alemán”, p. 161. Se pueden encontrar pistas de la militancia política proprusiana de Nietzsche en su correspondencia: carta a von Gersdorff, 20 de febrero de 1867, en: B, I, p. 198.
[16] Nehamas, Alexander, Nietzsche. La vida como literatura, Turner-FCE Madrid, 2002; Sloterdijk, Peter, El pensador en escena. El materialismo de Nietzsche, Pre-Textos, Valencia, 2000; Taminiaux, Jacques; Le théâtre des philosophes, Millon, Grenoble, 1995; Vattimo, Gianni; El sujeto y la máscara, Editorial Península, Barcelona, 1989; e Introducción a Nietzsche, Península, Barcelona, 1983. No nos olvidamos del Nietzsche “antiimperialista” del filósofo español Julio Quesada, en su libro Un pensamiento intempestivo.
[17] Fink, Eugen; op. cit.; p. 38: “El Nacimiento de la Tragedia contiene casi todos los elementos de la filosofía de Nietzsche.”.
[18] Haar, Michael; “Friedrich Nietzsche”; en: Historia de la Filosofía. La filosofía en el siglo XIX, Siglo XXI editores, México, 1979, p. 407. Haar presenta a Nietzsche como una especie de apolítico esteta estoico en: Nietzsche et la métaphysique, Gallimard, París, 1993.
[19] Como puede comprobarse en el Segundo Manifiesto sobre la Guerra franco-alemana del 9 de septiembre de 1870; allí se afirma que “todo intento de derrocar al nuevo gobierno republicano, con el enemigo llamando casi a las puertas de París, sería una desesperada torpeza.”
[20] Los escritos más importantes sobre la Commune de 1871 de Marx, además de su importante correspondencia, se encuentran en la La Guerra Civil en Francia, Bürgerkrieg in Frankreich. Adresse des Generalrats der Internationalen Arbeiterassoziation, 30. Mai 1871, editado originalmente en ingles: The Commune of París: being the Addresses of the International Workingmen’s Association on the Franco-German war of 1870, and the pamphlet of the same body, the ‘Civil war in France’ of 1871; with an introduction by Friedrich Engels; translated from the German by E. Belfort Bax, Twentieth Century, London, 1895. Ahora en: Marx, Karl/Engels, Friedrich; Werke, Dietz Verlag, Berlin. Band 17, 5, Auflage 1973, unveränderter Nachdruck der 1 Auflage 1962, Berlin/DDR, p. 313-365, (en español: Engels, Friedrich: Marx, Karl; Obras Escogidas; Editorial Progreso, Moscú, 1974, tomo II). Los textos más importantes de Engels y Marx sobre la Commune han sido recogidos en una útil compilación: La Comuna de París, Editorial Akal, Madrid, 1979. Las opiniones de Bakunin sobre la Commune fueron escritas del 5 al 23 de junio de 1871 con el título de Préambule pour la seconde livraison de l’Empire knouto-germanique, luego Reclus lo modificó por el de La Commune de París et la notion de l’état, Aux Bureaux des Temps Nouveaux, París, 1899 (en español: Bakunin, Mikhail, Obras II. La revolución social en Francia II, Ediciones Júcar, Madrid, 1978, p. 183). Sobre la reacción del mundo literario francés, Psichiari, Henriette: “French writers and the Commune”, en: Revolution & reaction: the París Commune 1871, edited by John Hicks & Robert Tucker, University of Massachusetts Press, Amherst, 1973, p. 185-191.
[21] En especial Léo Frankel, designado delegado de Trabajo, Industria y Finanzas, que tenía contacto personal con Marx. Sobre la Commune el libro clásico de su historia general sigue siendo el de Jellinek, Frank, The París Commune of 1871, Gollancz, London, 1937. Sobre sus orígenes históricos y sociales, Gillemin, H.; Les origins de la Commune, Tome I: Cette curieuse guerre de 70. Thiers – Trochu – BazaineGallimard, París, 1956, Tome II : L’héroïque défense de París, París, Gallimard, 1959; Tome III, La capitulation, París, Gallimard, 1960. Una historia más moderna: Christiansen, Rupert; París Babylon: The Story of the París Commune, Penguin, London, 1996. Las mejores memorias siguen siendo la de Lissagaray, H. Prosper-Olivier; Historia de la Comuna, Editorial Estela, Barcelona, 1971, y Michel, Lousie; Mis recuerdos de la Comuna, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1973. Sobre la Commune como modelo de la dictadura del proletariado en la teoría marxista de la transición al Socialismo: Ehrenberg, John; The Dictatorship of the Proletariat. Marxism’s Theory of Socialist Democracy, Routledge, New York, 1992. El historiador Jacques Rougerie ha hechos últimamente estudios decisivos y novedosos sobre la Commune, de su composición social así como de las organizaciones participantes, la Internacional, personalidades y líderes y el militantismo social; véase entre otros: Paris libre, 1871, Éditions du Seuil, París, 2004; y: Paris insurgé, La Commune de 1871, Gallimard, París, 2006.
[22] Marx lo resumió poco después: “la mayoría de la Commune no era socialista ni podía serlo”, y resumió el heroico acto del proletariado como “la simple sublevación de una ciudad en condiciones excepcionales.” Rosa Luxemburg más tarde afirmaba que “la Commune no pudo introducir el Socialismo por razones internas, por la manera en la que estaba planteada la cuestión obrera en Francia.”
[23] Von Moltke; op. cit.; p. 335. El Feldmariscal Helmuth Karl Bernhard Graf von Moltke escribió sus memorias de la Guerra Franco-Prusiana en 1887, fueron publicadas en 1891 con el título de Geschichte des Deutsch-Französischen Krieges von 1870–71 e inmediatamente traducidas al español. Las relaciones íntimas poco señaladas por hagiógrafos del Nietzscheanismus entre el genio militar prusiano y Nietzsche quedan huellas en su correspondencia privada: Nietzsche, Friedrich; Briefwechsel: Briefe von und zu Friedrich Nietzsche, Januar 1875-Dezember 1879. Gesamtregister zur zweiten Abteilung, Trenkle, Franziska / Bollinger, Andrea, ed. by Pieper, Annemarie, De Gruyter, Berlin-New York, 2001, págs. 43, 44 y 45. También le confirma en una carta del 10 de abril de 1888 a Brandes haber frecuentado socialmente la familia del Graf von Moltke en Lugano.
[24] Sobre el tema, la obra clásica sigue siendo la de Paul Lidsky: Les ecrivains contre la Commune, Maspero, París, 1970; además los siguientes trabajos de Henri Mitterand : “Les écrivains et la Commune”, en: Nouvelle critique, no. 229, nouv. sér. no. 48, 1971, p. 54-61 ; y: Anne Roche-Gérard Delfau: “La Commune et le roman français”; en: Le Mouvement social, No. 79, y : La Commune de 1871 Actes du colloque universitaire pour la commémoration du centenaire, Paris, les 21-22-23 mai 1971 (Apr. – Jun., 1972), pp. 293-318.
[25] Sobre Rimbaud y la Commune el libro clásico es el de Pierre Gascard; Rimbaud et la Commune, Gallimard, París, 1971. Además: Fowlie, Wallace; “Rimbaud and the Commune”, en: Revolution & reaction: the París Commune 1871, op. cit., p. 168-171. Existe un debate sobre la adhesión o no de Rimbaud a los communards. Véase: Chambon, Jean Pierre; “Rimbaud versaillais? ou, l’art de changer son fusil d’épaule”, en: Revue des Deux Mondes, nouv. sér., no. 6, 1971, p. 554-60. Ernest Delahaye, amigo íntimo de Rimbaud en Charleville, escribió uno de los primeros libros sobre el poeta, que publicó en 1923. En él cuenta que él y Rimbaud estuvieron juntos en marzo, en las Ardenas, y discutieron con entusiasmo sobre la Commune, que interpretaron como el advenimiento del Socialismo en Francia
[26] Reflejado en el principal diario de la ciudad: Basler Nachrichten, edición 25, mars, 1871.
[27] Papeles oficiales de la Commune y datos de la brutal represión detalladas en un documento de la misma Iº Internacional: Le Livre noir de la Commune de Paris. Dossier complet. L’internationale dévoilée, Bruxelles, Office de Publicité, 1871. La masacre de los communards es descripta en detalle por Louise Michel en el capítulo IV, “La hecatombe”, op. cit., p. 283 y por Lissagaray en el volumen 2, cuarta parte, “La venganza”, op. cit., p. 97.
[28] Sobre Eugéne Angèle Razoua y la historia de los communards exiliados en Suiza: Vuilleumier, Marc; “Les proscrits de la Commune en Suisse (1871)”, en: Revue Suisse d’histoire, t. 12, fasc. 4, 1962, p. 501. Sobre las fuertes presiones del gobierno francés de Thiers: Jellinek, Frank; op. cit., p. 383.