El gobierno negacionista del Presidente y su gabinete de “primera” creó expectativas en los genocidas condenados y cumpliendo prisión, de que pronto iban a estar en libertad… ¡Domiciliarias inmediatas! Fue su consigna de recibimiento del gobierno libertario.

Pero, aunque ya las “domiciliarias” son una triste e injusta realidad desde antes del actual gobierno, habiéndose incrementado en los años anteriores en forma impresionante, todavía no se han podido “institucionalizar” con resoluciones como las que pretendían. Una de ellas, que los mayores de 70 años debían estar en sus casas.

Ya conocemos los casos múltiples de los que están en sus casas y se los vio paseando por el sur del país, celebrando con amigos cumpleaños en otras casas o en las suyas con fiestas multitudinarias.

No reclaman estar en sus casas para estar bien cuidados, porque ellos lo están en los lugares de detención, tienen atención médica de excelencia y trato más que preferencial de parte de sus colegas de armas.

Pero aún así, con todas a favor, siguen reclamando, ahora sí “se acuerdan” de que existen, por sus “derechos humanos”…

Pero la firmeza de familiares, sobrevivientes, luchadores y la memoria histórica que ha echado anclas en nuestro país y, a pesar de multitud de inconvenientes (y retrocesos como los señalados), les complican la situación a más de uno.

Es el caso del represor Julio César Nast, alias “El ronco”, condenado por el Tribunal de Rosario por su actuación represiva en la Jefatura de Policía de Rosario, como integrante del Servicio de Informaciones en dos sentencias. A 22 y a 14 años en las causas FECED II y III e imputado también en la causa que lleva el número IV. No le faltan acusaciones a la “destacada” actuación de este señor en sus funciones represivas.

El genocida gozaba de prisión domiciliaria desde 2020 por la pandemia de Covid… y en esta instancia pidió su continuación… por la segunda condena. Pero como ésta aún no está firme, fue desestimado el pedido y el señor volverá al presidio.

Una buena en medio de muchas pálidas, pero que, no solo hace justicia con un genocida, sino que estimula y alienta la pelea gris y cotidiana, que no se ve, pero que está presente, en todos/as los/as que siguen, en los juzgados, en las calles, en la constancia cotidiana de mantener el tema vivo y transmitiéndolo a las nuevas generaciones que toman el guante de esta pelea monumental.

A todos los genocidas: ¡Cárcel común y efectiva! ¡Paremos las injustas domiciliarias!