El proyecto de Ley de Presupuesto 2025 que Milei presentó el último domingo por cadena nacional tiene entre sus objetivos rehabilitar a la Argentina como tomador de deuda en el mercado financiero internacional. ¿Cómo? Pues llevando el «superávit primario» (es decir, sin contar los pagos de deuda pública) por encima de los montos de deuda prontos a vencer. Si la recaudación cae durante el próximo año, los «gastos» del Estado se reducirían discrecionalmente para mantener el superávit primario por encima de los vencimientos.
Es una idea de ajuste absolutamente brutal y desmedido que nadie aclara cómo se llevaría a cabo. Sin ir más lejos, el próximo año vencerán 13.000 millones de dólares en capital de deuda con el FMI. Hace pocas semanas trascendió un cambio de personal en la misión argentina de dicho organismo de crédito. Una señal clara de que el propio Fondo ya tiene planeado una renegociación de la deuda. Ni siquiera el Fondo cree posible que el ajuste de Milei pueda abarcar los vencimientos en puerta.
«Si conseguimos recaudación adicional [de dónde vendría esa recaudación adicional, no se aclara], la plata se utilizará para repagar deuda o para bajar impuestos», dijo el presidente ultraderechista.
Falacias
Como siempre, el discurso económica de Milei estuvo plagado de irracionalidades y aberraciones teóricas (si puede llamarse así a la amalgama de doctrina y mistificación del liberalismo mileísta). La lógica que plantea LLA es que históricamente la deuda pública se utilizó para paliar el déficit fiscal. «Durante los últimos 123 años, hubo déficit fiscal durante 113 años» sentenció Milei en su estilo profético.
Lo que no mencionó fue que justamente el pago de deuda externa fue uno de los principales ítems del déficit. De hecho, si se toma únicamente el dato de déficit primario (sin deuda) los años de déficit son 26 años, llegando a 87 en ese período. Incluso en los años de la «Argentina potencia» de la que tanto habla el gobierno hubo endeudamiento usurario. La historia nacional tiene en sus orígenes esta dinámica financiera propia de los países semicoloniales. No hace falta más que recordar el préstamo de Baring Brothers.
Otra falacia es el supuesto de que la deuda pública fue históricamente a financiar el déficit. Históricamente, el déficit se financió no con deuda sino con emisión monetaria. Lo que nos lleva a otra de las falacias mileístas: la igualación de emisión e inflación. Esta es una burrada propia del liberalismo vernáculo y de la nueva derecha anti científica.
Desde hace décadas, los países con mayor deuda pública y mayores niveles de emisión son Estados Unidos, Japón y China. Todos ellos tienen niveles de inflación infinitamente menores que los argentinos. ¿Por qué? Porque la inflación no es de ninguna manera, como dice estúpidamente Milei, una consecuencia del déficit y su cobertura con emisión.
Pero en casos como el argentino responde siempre en última instancia al grado de desarrollo productivo relativamente bajo con respecto al desarrollo internacional. Solo partiendo desde esa desigualdad puede entenderse la debilidad crónica del peso bajo un modelo productivo sumido al dominio del capital imperialista.