Los fondos nauseabundos de las peores cloacas del sistema político argentino llevaron su peste al aire libre con la votación del veto de Milei a la (poca) recomposición de las jubilaciones. Con 87 votos por el veto, el Congreso aprobó en minoría (157 diputados votaron en contra) que el ajuste lo tienen que pagar los jubilados.
La «división de poderes» de la democracia liberal quedó al descubierto (otra vez) como poco más que una fachada. Una sola persona, el delirante presidente el país, pudo pasar por arriba de lo votado por el Congreso por la facultad de veto que le da la Constitución. No importa que formalmente el que vota las leyes sea el Poder Legislativo, que por algo lleva ese nombre. Para que una ley pase el veto presidencial debe reunir al menos dos tercios de los votos en ambas cámaras legislativas.
Después de comprar los votos del PRO y la UCR (que es lo único que ha bajado de precio en Argentina), Milei pudo festejar que los jubilados de la mínima no cobren ni 300 mil pesos. Porque sí, lo festejó públicamente desde twitter, más frecuentado por Milei que cualquier despacho u oficina de trabajo. Ni una palabra sobre la miseria a la que condena a los jubilados, ni siquiera para mentir diciendo que es provisional, que las cosas van a mejorar. Simplemente sintió como un triunfo que los jubilados sean pobres. Ahora se puede preocupar tranquilo por su nuevo viaje de vacaciones con su hermana con fondos del Estado.
El ajuste lo pagan los jubilados
«Posverdad» le dicen ahora a mentir. Ya es común, ya se ha repetido hasta el cansancio, ya es slogan de oposición: ¿para cuándo paga «la casta»? La demagogia de campaña era eso, demagogia y oportunismo electoral. En criollo, Milei es un mentiroso sinvergüenza.
Para junio del 2024, el mayor ajuste en los gastos del Estado bajo el gobierno «libertario» habían sido las jubilaciones, el 31% del total. Le siguió la inversión en obra pública con el 23,6%, los subsidios (luz, gas, transporte, etc.) con el 12% y luego los «gastos de funcionamiento» con el 10,8%. Es decir, un tercio de lo ajustado fue pagado directamente por los bolsillos de los jubilados. Y esa cifra está atrasada, porque no contempla los recortes de medicamentos cubiertos por el PAMI. Uno de cada tres pesos del «superávit fiscal» trucho fue directamente sacarle plata de los bolsillos a los viejos para que vayan a los balances de gestión del Ministerio de Economía.
La mínima no llega a los 300 mil pesos, la Canasta Básica de los jubilados es de más de 800 mil pesos. Desde diciembre, el poder de compra real de la jubilación mínima cayó casi un 6%. Entre 2015 y 2024, el haber mínimo con bono incluido cayó en términos reales un 49%. Solo este año, el total del «gasto» en jubilaciones se desplomó alrededor del 23%. Todo según los informes de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC).
La ley vetada por Milei implicaba un aumento miserable, una recomposición de apenas el 8%. Pero era algo. Para él, todo intento de que los jubilados sean un poco menos miserables es de «degenerados fiscales». Pero con hacer algunos números basta para saber que tenemos en frente a un gobierno miserable que odia a los pobres. La recomposición previsional vetada tenía un «costo» de alrededor del 0,44% del PBI. Mientras tanto, con la Ley Bases habían dispuesto que no paguen el impuesto a los Bienes Personales quienes los tuvieran por menos de 100 millones de pesos. Esa medida tuvo un costo total de ingresos para el Estado equivalente al 0,41% del PBI. Casi lo mismo que el aumento a los jubilados.
Los números hablan por sí solos. El ajuste a los jubilados no era algo inevitable. Es la aplicación del dogma liberal y neoliberal: mientras más pobre es la mayoría, más rica es; mientras más ricos son los ricos, más ricos son los pobres aunque sean más pobres.
El ajuste a los jubilados, la recesión económica y el «superávit fiscal» trucho tenían por objetivo uno solo: bajar la inflación. Y hace meses que la inflación «bajó» pero se estabilizó en algo más del 4% mensual. Puede parecer baja, pero es mucho más que los peores índices de crisis bajo Macri y el kirchnerismo en sus primeros tres mandatos. Milei dice que aplicó «el ajuste más grande de la historia de la humanidad» (así mide las cosas, el piojo histórico se quiere sentir tan importante como el descubrimiento de la rueda). Pero los «resultados» del «ajuste más grande de la historia de la humanidad» son de malos a mediocres: la recesión más grande en décadas y los jubilados miserables por uno de los índices de inflación más altos del mundo y de la historia reciente argentina.
Todas las ventas caen, menos las de diputados del PRO y la UCR
¿Alguien se acuerda ya de que el proyecto de recomposición previsional (de nuevo, miserable) lo había presentado la UCR? Nadie, y por buenos motivos. ¿Y el macrismo? Se vende por promesas electorales. Ni siquiera es necesario el dinero, han retrocedido a venderse por trueque.
La sanción en el Congreso de la recomposición de las jubilaciones había tenido el voto positivo de la UCR (en ambas cámaras) y el PRO (en Senadores). Usaron a los jubilados como moneda de cambio para negociar con Milei.
La posición del PRO fue de automático apoyo al veto. Macri se reunió con Milei precisamente para negociar el apoyo, que de todas formas le iban a dar. No termina de saberse a fondo qué es lo que negociaron, pero es obvio que la estrategia del macrismo para sobrevivir como partido es la de convertirse en mileístas con otro jefe, mileístas de segunda, como si no fuera lo suficientemente vergonzoso ser mileístas de primera.
Mientras tanto, 5 diputados de la UCR se reunieron con Milei el día anterior a la sesión que garantizó el veto para asegurar que votarían a favor del veto. Días antes habían hecho encendidos discursos sobre lo mal que estaba ajustar a los jubilados. Unas horas de rosca les bastaron para darse vuelta de que estaba bien ajustar a los jubilados. ¿Qué les prometieron a cambio? No se sabe. Pero sí se sabe que «el superávit fiscal no se toca», así que podemos estar seguros de que se vendieron barato.
Todo es especulación electoral. Tanto el PRO como la UCR vienen viviendo hace años de ser el antikirchnerismo de derecha. Y ahora ese espacio político lo ocupa Milei. Esperan que les regale un poco de ese espacio para las elecciones del 2025.
¿Y el peronismo? «Gire a la derecha en dirección hacia el 2025»
No es un secreto para nadie que el peronismo deshoja la margarita y se lamenta de su triste suerte tras el miserable fracaso del gobierno de Alberto Fernández. Pero en el peronismo no hay solamente «confusión» tras la derrota: también hay complicidad.
Para empezar, la CGT. En las primeras jornadas legislativas, cuando se discutía la Ley Bases, parecía que el gobierno podía no llegar a estabilizarse. Las movilizaciones masivas fueron las que lograron que caiga la primera versión de la «Ley Ómnibus». Paulatinamente, las direcciones sindicales se dedicaron de manera lenta pero segura a tratar de vaciar la oposición en la calle al gobierno mileísta. De las jornadas masivas de enero y febrero pasamos al abandono casi absoluto cuando finalmente se sancionó la Ley Bases. Así, el gobierno de Milei logró estabilizarse (por ahora), porque consiguió las herramientas para gobernar. Después de eso, la CGT se dedica a reunirse con el Papa, de lo que nadie se entera, y a hacer otras cosas, de las que tampoco nadie se entera. Lo mismo puede decirse de las CTA.
La burocracia sindical «cumple» y se moviliza… sin denunciar la reforma en ningún lugar de trabajo, ni militar la movilización, ni convocar a nadie a ir, ni hacer un paro de medio segundo por lugar de trabajo. Cualquier trabajador que va al baño en medio de su jornada laboral está luchando más que toda la CGT entera.
«Pero el peronismo votó contra Milei en el Congreso», podrán decir algunos compañeros que simpatizan con ellos. Sí… y no. Para empezar, sin movilización los bloques «dialoguistas» han demostrado ser capaces de ayudar a que Milei logre lo que quiera en el Poder Legislativo. Solamente la protesta ha torcido su vocación de felpudos.
Pero no es solamente eso. Pongamos la «Ley Bases» de ejemplo. Cuando se aprobó en el Senado, se sabía que estaba empatado y que definía el voto de Villarruel. Fueron 36 votos contra 36. Pero la votación «en particular» del «Paquete Fiscal» fue diferente: Wado de Pedro votó 6 veces a favor, Alicia Kirchner 5, José Mayans 6, Juan Manzur 6, etc. El diablo está en las votaciones en particular.
Es un hecho, el peronismo le da gobernabilidad a Milei y juega al 2025. Ahora se discuten sus internas. La próxima presidencia del PJ probablemente sea un anticipo de las candidaturas para el año que viene. Pero aprovechando la situación política y tratando de ganarse los favores de la clase capitalista argentina, sin duda por abajo y cada vez más en su discurso público por arriba, vienen girando cada vez más rápidamente a la derecha.
El ejemplo más obvio del giro a la derecha del peronismo es la propia CFK. En su carta-debate de twitter, en vez de denunciar la creciente precarización laboral, lo da como un hecho inevitable de la naturaleza de las «nuevas tecnologías». Dice que el peronismo «no supo leer» las nuevas épocas, en las que negrear a los trabajadores es una fatalidad inevitable del destino. Está mintiendo, obviamente. Quiere que el peronismo vuelva a tener la confianza de la clase dominante y pueda gobernar después de que Milei haya hecho el «trabajo sucio» del ajuste.
Ni hablar de los voceros del peronismo que culpan de todos los males a los «progres», como el cuasi marginal de Moreno; y los comunicadores que firmemente quieren instalar un sentido común peronista más conservador, como Rebord.
Una estabilización muy débil
La estabilización política de Milei está atada a que haya algo de «calma» económica. El apoyo implícito o explícito de otras fuerzas políticas le resulta tan necesario como el aire, pero no basta. Los trabajadores y sectores de clase media que todavía lo apoyan, o no lo rechazan explícitamente, esperan que cumpla al menos algo de sus promesas. Que el ajuste derive en algo de previsibilidad y, sobre todo, que baje la inflación.
Por lo pronto, sacando la política de las calles y el hastío con «los políticos» después de los escándalos de Alberto Fernández, han logrado expulsar a millones del debate político. La situación es mala para la inmensa mayoría, que la sobrevive sin esperar que su participación política cambie nada. Ese es el resultado (antidemocrático) de garantizar la «gobernabilidad», que la mayoría de la gente esté cada día un poco más apartada de la definición de su futuro. La recesión te hace pobre lenta pero seguramente, día a día más miserable, sin saltos abruptos como los de las hiperinflaciones o cuasi hiperinflaciones. Varios años de menemismo y Alianza acumulados fueron necesarios para el 2001. Hasta poco antes de ese diciembre, la mayoría de la gente seguía esperando con paciencia hasta que no se pudo más. Así es que este gobierno logra arruinar la vida de millones, y que esos millones apenas se enteren. Del debate político se pasa al debate de la supervivencia día a día. La sesión en diputados que garantizó el veto a la recomposición previsional pasó sin que la mayoría piense que se iba a definir nada ahí.
Como hemos dicho, la inflación se ha mantenido sostenidamente «alta» para parámetros normales, pero más baja que los caóticos últimos meses del 2023 y primeros del 2024. Pero tanto esos índices inflacionarios como el «superávit fiscal» están atados con alambre. El «rebote» económico «en V» profetizado por el mileísmo es más que poco probable, es imposible en estas condiciones. La recaudación fiscal real cae, y hace necesario más ajuste para mantener el superávit trucho. El año que viene, el Estado argentino debe afrontar los primeros grandes pagos de su deuda externa y no tiene los dólares para eso. Se sumarán así presiones para devaluaciones bruscas y nuevos saltos inflacionarios. Aún la miserable y relativa «estabilización» económica de los últimos meses es muy débil, y se puede desplomar con una leve ventisca internacional. Para que el futuro no sea de miseria creciente para las amplias mayorías trabajadoras, necesitan volver a entrar a la escena política de la que las quieren apartar el gobierno, la «oposición dialoguista» y el peronismo.