“Ahora, [Milei] deberá avanzar de esta victoria en el plano simbólico y enunciativo [Jacquelin se refiere a como la Asamblea Legislativa escuchó en silencio su discurso provocador mientras las gradas del tercer piso lo aplaudían a rabiar] a la dimensión de los hechos concretos y, sobre todo, palpables para la mayoría de los argentinos, a los que les pidió ‘paciencia y confianza’ para atravesar los duros meses por venir hasta que puedan percibir los beneficios del paraíso perdido” (Claudio Jacquelin, La Nación, 4/03/24)
Estamos en una realidad marcada por contrastes feroces, por lo cual la idea de totalidad no es tan sencilla. Podemos irnos para un lado o para el otro y hay que encontrar la “línea media” (la diagonal), porque estos contrastes feroces están en pleno desarrollo[1]. Esta realidad no hay que aplanarla, hay que saber combinar los contrastes, los ángulos, las conversaciones que en un lugar son de una manera y en otros lugares de otra, además de la guerra de todos contra todos en la izquierda que a veces parece sin ton ni son.
- El discurso de Milei
Primero está la caracterización del discurso de Milei del 1º de marzo. Fue una jornada rara, todo un operativo que en realidad fue defensivo pero con un tono agresivo en la forma, en la puesta en escena. El súper operativo de seguridad dificultó la movilización de repudio, pero tampoco el gobierno movilizó a nadie. La generalidad de las cosas que dijo, fue un discurso demagógico de ultraderecha sin bajadas a tierra de medidas concretas, lo que tampoco facilitó que se sucedieran los cacerolazos.
Fue una jugada para esconder que lo apoyan todos los poderes fácticos –los que están fuera de la política: empresarios, el gobierno de Estados Unidos, FMI, etc., lógicamente, algo nada menor– pero no tiene base de apoyo movilizada. En eso no se parece a Bolsonaro, todo es repetir el mantra del 56%. Esto no quiere decir que no mantenga apoyo en sectores importantes de la población (decir lo contrario sería un error completo). Pero su problema –al menos, hasta ahora- es que no puede mostrarlo activamente en las calles, más allá de una concentración limitada el día que asumió. No hay una movilización masiva de extrema derecha –repetimos, al menos no hasta ahora.
Entonces es contradictorio, porque fueron un discurso y un operativo muy agresivos –y que no se pueden relativizar–, pero al mismo tiempo defensivos. El gobierno tiene rasgos bonapartistas; es el gobierno más agresivo desde la última dictadura militar (esto sin duda alguna. No se parece ni a Macri ni a Menem salvo en aspectos formales; es parte de otra coyuntura internacional marcada por un momento fuertemente reaccionario y polarizado).[2] Y el ajuste es bonapartista porque es brutal. Pero el gobierno de Milei convive de manera compleja con un régimen que no es bonapartista sino democrático-burgués bien girado a la dercha, entonces esa contradicción entre el carácter del gobierno y el del régimen sigue presente. Y esto es lo que da lugar a todo el “rosqueo” a nivel parlamentario, de los gobernadores, el arbitraje que aquí y allá ejerce la justicia, etc.
Lo segundo es que el discurso fue economicista. Dijo que vienen más contrarreformas –sin nombrar el tema del aborto, posiblemente para no insuflarle aire a la movilización del 8/03. Fue un discurso para justificar el ajuste, los “cien años de crisis”, la “paciencia social”, etc. Y fue un discurso de pura demagogia de extrema derecha, lo que es una novedad y complejo de rebatir entre el gran público (no son tanto los argumentos lo que logran rebatir las cosas entres las amplias masas desheredadas sino el dramatismo creciente de la crisis social). Porque agarra desde la derecha cosas reales, como que los sindicalistas son “una casta que debería ser elegida con una sola renovación”; en eso va completamente en la línea de Trump y Bolsonaro. Habló de “El país de cartón pintado que heredamos de los K”, al que en realidad no heredamos simplemente de los K sino del empresariado (o más bien sí porque se negaron sistemáticamente a tomar toda medida mínimamente por la izquierda o al menos de soberanía), que quitó sus inversiones de la Argentina porque no quería pagar las concesiones al Argentinazo; la culpa que les toca a los K es no haber tomado medidas radicales frente a esa fuga extraordinaria de capitales y ganancias, seguir con el pago fraudulento de la deuda y un sinfín de traiciones coronadas ahora con la maxi traición de su apuesta a la gobernabilidad de Milei (la “oposición” puramente institucional a sus medidas, decir, declamativa).[3] Milei mechó en su discurso liquidar los convenios por actividad e ir a convenios por empresa, mechó la reforma laboral, etc., pero el centro fue justificar el ajuste macro.
También fue un discurso para intentar retomar la iniciativa política luego del impasse –en dicho terreno, no en materia económica donde siguió adelante a toda velocidad- que produjo la caída de la ley Ómnibus. Impasse que de todos modos tuvo la dificultad que nadie de las fuerzas de masas (lease las mil fragmentos de lo que fue JxC, el peronismo, el kirchnerismo y la burocracia) recogió la iniciativa política perdida por Milei –repetimos porque es importante que la iniciativa del ataque económico feroz y bonapartista la mantuvo–. El “pacto de mayo” es un ultimátum al personal político: “voten la ley ómnibus y el DNU y acordamos”, en un “pacto” que consiste en diez principios ultra reaccionarios y ultra capitalistas pero que tambión son ambiguos respecto de su “bajada a tierra”; por ahora son una generalidad que no contiene ninguna medida concreta y augura nuevas contradicciones y crisis en las alturas.[4]
Lo que anunció es que quiere volver a la carga con la ley Ómnibus –aparentemente en su versión original…– y que salga el DNU, que sigue trabado en la Justicia y tiene muchos problemas en el Congreso –la comisión bicameral parece ir a paso de tortuga, al menos hasta ahora. En el Senado habría número para rechazarlo, por eso Villarruel quiere postergar eternamente su tratamiento, aunque el tiempo se le acaba. De todas formas, muchas de sus medidas más brutales en el terreno económico están realizándose, como el saqueo de las obras sociales privadas, los alquileres, el aumento de las tarifas, la dolarización extrema de los precios. Decimos «extrema» porque muchas cosas están más caras que en EE.UU. y esto en la Argentina de hoy, que es un país del “quinto mundo” venida abajo.
También fueron una vergüenza los “dialoguistas” y, sobre todo los K, que no tiraron ni un chasqui boom mientras Milei daba su discurso, ni siquiera cuando se burló de los 30 mil desaparecidos. El papel del FITU también fue un papelón: se sentaron mansos y tranquilos a escuchar el discurso provocador de este reaccionario poniendo sobre sus bancas sencillamente un cartelito cuando podrían no haber asistido o retirarse cuando Milei metió la provocación de desconocer el genocidio de la dictadura.
Volviendo a los K, ahí tenemos una inmensa dificultad. Los K están en la capitulación absoluta, peor que la burocracia sindical. Esto es porque no tienen programa alternativo y se juegan a recoger los restos de lo que quede en 2027 y porque tienen miedo de que el país se vaya a la recontra izquierda (lo que es una posibilidad abierta en la etapa).[5] La única alternativa política que queda es la izquierda (todo lo demás ya fue probado; lógicamente que para la emergencia de la izquierda hace falta un ascenso histórico de masas), y esa es, en parte, la razón de la “guerra fratricida” entre las corrientes de la izquierda que se ha verificado durante estos meses.
La capitulación del kirchnerismo es una dificultad muy grande, porque las organizaciones de masas las siguen dirigiendo ellos y por ello hay que ir más allá de los necesarios frentes únicos y unidad de acción que puedan llevarse adelante, apuntando a desbordarlos.
- Una etapa reaccionaria de crisis permanente[6]
La pauperización es feroz, cuesta hasta seguirla porque es terrible. CABA es literalmente una toldería con zonas sin luz, gente vendiendo ropa usada, gente mayor vendiendo golosinas en las esquinas. Ajuste queda corto, es una palabra del pasado: lo que estamos viendo es un ataque económico-social feroz, sin mediaciones, a las condiciones de vida de la población.[7]
Los salarios se derrumban a ojos vista, empieza la escalada de los despidos –todavía relativamente “moderados”-, se ve en CABA gente en situación de calle como hace décadas no se veía (y encima el gobierno reaccionario de Jorge Macri sacó una resolución “lombrosiana”–de todos modos, de difícil concreción practica- de internarlos de manera forzada; una aberración mayúscula de corte “fascistizante”)[8], las plazas son una “toldería” donde se acumulan puestos de venta de ropa usada y así de seguido y eso que estamos hablando de la Capital Federal y no del gran Buenos Aires o el interior del país donde las condiciones son mil veces peores. El dato objetivo es que según la UCA la pobreza en enero de este año llegó al 57.4%, el nivel más alto en 20 años [9].
A su vez, la burguesía reclama contrarreformas estructurales que tienen que ser legalizadas, porque si no, son fácilmente revertidas (Gita Gophinath le dijo lo mismo a Milei en una entrevista reciente con él). Hay cosas que por decreto no se pueden hacer, como la contrarreforma laboral, jubilatoria y fiscal (aunque es el intento del DNU -todavía vigente pero frenado en la justicia- y lo era la de la ley Óminubus que ahora sería enviada nuevamente –y de manera íntegra- al Congreso; se vera). En materia de seguridad no se sabe cuán lejos puede ir realmente: en las marchas pequeñas hay que cuidarse, en las grandes no pasa nada. El viernes no pasó nada; pero la Bullrich tampoco quería dar un espectáculo de represión (la realidad es que el protocolo reaccionario y bonapartoide esta cuestionado pero no derogado sobre todo en lo que hace a las paradas que tienen centralidad política).
Estamos en una etapa reaccionaria que se abrió antes de las elecciones, cuando Milei empezó a dominar la agenda política. Pero es una etapa reaccionaria con crisis permanente, que puede virar porque puede explotar, no es que no “vuela una mosca”; tiene elementos de etapa transitoria porque hay –aunque desigualmente– mucho proceso por abajo de rechazo y movilización, y el gobierno no tiene margen para evitar eso. Con los gobiernos bonapartistas se puede pasar de una situación ultra reaccionaria a una pre revolucionaria (ese es elemento de situación transitoria que marca Trotsky en relación a los gobiernos reaccionarios que pueden ir a su consolidación o a la “revolución”. Si el país explota cambia la etapa, pero tiene que explotar: hay una carrera de velocidades que continúa.
Todas las editoriales de los diarios burgueses son un embole (aburridas). Además de demasiado superestructurales en sus análisis, todas terminan igual: “o esto o lo otro”; dan pronósticos alternativos: al no haberse consumado una derrota de la clase trabajadora (aunque empujan desde arriba para ese lado, obviamente), no pueden asegurar nada.
Es evidente que Milei no tiene nada que ver con los gobiernos anteriores que hubo en la Argentina desde 1983 (tuvimos razón en relación al PTS y el PO cuando nos adelantamos a definirlo como un “gobierno de declaración de guerra a la clase obrera” tan temprano como a mediados de agosto del año pasado).[10] Hay una lectura “nacionalista” que consiste en comparar a Milei con Menem o Macri; lo que es delirante, porque Milei es parte –lógicamente que con sus especificidades[11]– de un fenómeno político mundial, no es un producto exclusivamente “argentino” sino parte de un ensayo mundial de la extrema derecha. Macri era todavía una versión reaccionaria del extremo centro y del apogeo –aunque ya entrando en crisis desde el 2008- de la globalización.
Al gobierno de Milei no se lo puede mirar sólo desde Argentina, aunque tiene un plan para la Argentina que es reventar de manera colonial todo vestigio de industrialización. Pero es parte de una coyuntura internacional que está muy reaccionaria y esos atributos le vienen del mundo, no solo de la Argentina. Tiene cosas que atrasan porque Argentina atrasaba respecto de las contrarreformas que ya se aplican hace rato en el mundo, ya que la relación de fuerzas creada por el Argentinazo limitó ese proceso. Por esto los capitales se fugaron del país y el país se transformó –dicho abusivamente y sólo de modo descriptivo- en una “toldería decadente”.[12]
- Los elementos dinámicos que cruzan la coyuntura
Ya señalamos que estamos en una coyuntura de crisis permanente donde el gobierno se juega su existencia todos los días (quizás algo más “estabilizado” en estos momentos pero con todo siempre a punto de explotar).
Se acabó el impasse político, pero ahora el que tiene que mover las fichas es el gobierno. ¿Manda la ley Ómnibus de vuelta al Congreso? El DNU está estancado, la Corte espera que se pronuncie el Congreso, está en la Bicameral y nadie se quiere hacer cargo (también los k siguen presionando porque sesione el Senado y habría un número “consolidado” para su rechazo). Esto augura nuevas jornadas políticas que están fuera del calendario oficial, que suelen ser las más disruptivas, aunque las jornadas del “calendario oficial” que se avecinan, el 8 y el 24, también pueden llegar a serlo. Cuando hay disrupción recomienza la combinación de plaza y palacio.
Aunque los gobernadores salieron a decir “qué bien el Pacto de Mayo” (la crisis abierta con ellos la semana pasada no facilita las cosas, la realidad les aprieta el zapato, aunque también es verdad que todos quieren la gobernabilidad de Milei), lo cierto es que falta mucho para eso (para los tiempos que se manejan bajo un gobierno como el de Milei) y el gobierno tiene que rearmar toda su orientación, porque tuvieron una derrota política con la caída de la Ómnibus (la primera de su gobierno).
Después está la miríada de luchas reivindicativas, que tienen dos aspectos. Por un lado permiten un canal de descontento. Pero la burocracia sindical está –conscientemente- por detrás de la situación: con luchas reivindicativas no frenás al gobierno, como se ve en el hecho de que el gobierno no haya decretado conciliación obligatoria en ninguno de estos conflictos (una mojada de oreja a ellos que los deja al desnudo en su relativa “impotencia” en estos conflictos por sector que, además, en muchos casos se arreglan pero al final del día no son homologados). Para enfrentar al gobierno hace falta una huelga general política.
Lo transversal es el odio creciente a Milei por la pauperización y la degradación social (ojo, la población sigue dividida pero como se señaló en el Comité Central de nuestra organización los mileidistas aparecen a la defensiva). No sé si creerles del todo a las encuestas. Conforme pasan las semanas, va teniendo menos justificaciones (además, el porcentaje de inflación en marzo rebotaría al 20% nuevamente por el aumento de las tarifas, compras escolares, precios en general, etc.).
- Lo reivindicativo y lo político
Esos son los elementos dinámicos que tienen que conjugarse para que la situación se haga explosiva[13]. Lo que está claro es que en todos los casos hay que combinar lo reivindicativo con lo político, porque no hay ninguna alternativa sin echar a Milei; eso también es una confirmación: no hay gradualismo con este gobierno, es cualquier cosa menos un “gatito mimoso” (PTS dixit, que lo repite cada vez que puede); la palabra peligro aparece en todo el contexto mundial, es parte del momento, lo mismo que los giros bruscos e imprevistos y los escenarios totalmente alternativos y abiertos.[14]
El problema que hay es que la circunstancia de “peligro” (imprevisibilidad y desborde) te lleva a cuestionar la continuidad del gobierno, que es lo que la burocracia no quiere hacer. Por ejemplo, en las huelgas docentes (para colmo divididas; una vergüenza mayúscula) no se incluyó el reclamo de que no se declare a la educación servicio esencial. Pero ese es el elemento político central de la lucha educativa, porque si hay que garantizar el 75% de presencia, ¿quién lucha por la educación? Es una contrarreforma tatcheriana ese planteo.
Hay casos que son más políticos directamente, como lo que se preanuncia en el movimiento estudiantil (¡el estudiantazo que sin duda alguna se viene!). Las asambleas tienen elementos políticos también. Las huelgas reivindicativas no son directamente políticas, hay que meterles ese elemento (hay pelear por esa orientación; por introducirle ese elemento amén de romper el rutinarismo y buscar la forma de radicalizar). Incluso las luchas contra despidos son más políticas en un punto. La de Télam es una lucha política, porque se trata del derecho a la información pública (aunque estuviera sesgada siempre por lo k, tenían cierta “obligación” de cubrir cosas más allá de los intereses de esa fuerza); lo del INCAA también, la cultura, el INADI.[15] La huelga docente no lo es directamente, hay que transformarla en lucha política (es decir, una lucha que cuestione en los hechos la continuidad del gobierno). Un criterio transversal para el partido en su intervención en el movimiento de trabajadores es, sin desconocer sectariamente lo reivindicativo, lógicamente, construir la consigna política para cada conflicto, porque si no unís lo político con lo sindical, Milei nos cocina. (Lógicamente que siempre habrá continuidad de la lucha de clases y terreno de construcción revolucionario, pero la circunstancia será más defensiva y de resistencia. Hoy estamos en un plano superior a la resistencia sin duda alguna: estamos en un plano de defensa activa que puede desbordarse en un segundo momento de contraofensiva como señalamos en nuestro plenario de cuadros de diciembre pasado.)
Obvio que una huelga general ahora sería política aunque no se diga, porque el gobierno es –todavía- frágil; pero si le dejan tiempo es un problema. La carrera de velocidades corre para los dos lados, para el gobierno y para el movimiento de masas. Entonces en cada intervención tiene que haber elementos de tipo político, porque estamos en un momento extraordinario, y hay que tener una ubicación extraordinaria; y lo extraordinario hoy es que lo reivindicativo no alcanza (la lucha rutinaria no alcanza para voltear a Milei).
- La disputa a mordiscones en la vanguardia
Tenemos una ubicación desigual pero sólida, orgánica, en el movimiento estudiantil, y es muy probable que se venga un lío terrible en la Universidad que combinará frente único, unidad de acción y acción independiente. Podemos ir a una marcha común de la comunidad educativa universitaria con las autoridades, con un programa alternativo, pero no sé si les va a gustar mucho cuando digamos que hay que tomar las facultades… En el sector el partido está cumpliendo un rol importante; en abril o mayo se acaba el presupuesto y los rectores y decanos ya están poniendo el grito en el cielo (medio desesperados, aunque con la orientación general de un “dialogo” que no lleva a ninguna parte. Mirá si vas a “dialogar” con el monstruo de la Pettovello y sus lacayos en el área). Las corrientes están débiles o distraídas en el movimiento estudiantil.[16]
En el movimiento obrero, en los conflictos, hay que intervenir lo más disruptiva y políticamente que podamos, porque sin la disrupción gana Milei.
En las asambleas hay que disputar. Aunque sin el movimiento obrero no derrotamos a Milei, hay que disputar a muerte en la vanguardia, y la clase obrera no es lo que está a la vanguardia ahora, empezó a moverse pero todavía no irrumpió (aunque hay que prepararse desde ahora mismo para su irrupción).
Hay que tener claro que la disputa en la vanguardia es a muerte y que ahí se juegan estrategias distintas aunque en las reuniones de coordinación prácticamente no se discute de política (un delirio) sino solamente de cuestiones organizativas que solapan las discusiones políticas.
El partido tiene que ubicarse bien a la izquierda planteando que sin echar a Milei no hay salida (lógicamente que eso no puede agitarse por ahora, sino defender las consignas transitorias que lleven a ese lugar), amen de levantar consignas globales, democráticas y reivindicativas y empujar espacios de coordinación reales, asambleas regionales, la radicalización y masificación de los procesos de lucha (¡romper el rutinarismo y el corporativismo!) y disputar a dentelladas en todos los terrenos.
Por otra parte, hay una combinación de tácticas defensivas y ofensivas. El plenario fue un poco “unilateral”, nos quedó mucho de frente único y unidad de acción, y poco de organización independiente y desborde. Genéricamente, para el 8 y el 24 hay una plaza común pero con dos documentos separados. No se puede ir detrás de los K que le dan gobernabilidad a Milei (es imposible aceptar ese abrazo del oso).
Para el 8 de marzo hay frente único de hecho por el punto del derecho al aborto, y hay diferencias en cuanto a desafiar el protocolo marchando, porque los K no quieren desafiar nada (su estrategia es institucionalista y “hay 2027”; una orientación criminal). Para el 24 de marzo parece que no va a haber ninguna unidad de acción, porque los K quieren que vayamos detrás de ellos, y eso no lo podemos hacer porque son una “oposición” de cartón pintado.
Pero no hay que confundir las direcciones con los estratos intermedios, que sí abren espacio para la unidad de acción y los frentes únicos (y sería completamente sectario no aprovecharlos como parece ser la orientación del PTS). Por ejemplo, en los consejos universitarios hay elementos de frente único y unidad de acción, porque Cristina quiere hacer la de Lula pero Bolsonaro fue menos dramático que Milei. Milei es más destructor, y la política k de esperar a 2027, los rectores no pueden seguirla porque se les cae la universidad encima.
Al mismo tiempo, hay elementos de organización independiente que hay que disputar, desde los centros de estudiantes hasta posiciones sindicales. El cacerolazo educativo que organizamos desde Filosofía y Letras de la UBA fue un éxito y hay que transformar toda ocupación de una facultad, todo conflicto por despido, la UEPC de Córdoba e instancias así en lugares de organización y coordinación, amén de pelear en las asambleas por una orientación que las lleve a apoyar las luchas.[17]
Y hay que buscar todas las brechas donde el FITU se divide; hay que aprovecharlo para buscar aliados. Evitar por todos los medios que se unifiquen corporativamente contra nosotros (en general, no es lo que está ocurriendo porque el proceso es demasiado grande para respuestas rutinarias de un frente electoral).[18] Planteamos la exigencia de paro general (político) de 48 horas ya, e impulsamos que el Encuentro del 13 de abril sea lo más real y representativo posible.[19]
Después están las consignas que venimos utilizando: derrota del plan global de Milei (porque su ataque es global y no sólo económico), abajo el DNU y el protocolo, no a la nueva ley Ómnibus, agregándole abajo determinados ministros como podría ser la Bullrich en una futura represión, o abajo Caputo, etc., y hay que buscar alguna consigna por la positiva contra el Pacto de Mayo. Con el tiempo tienen que ir apareciendo consignas por la positiva más allá del paro general y los elementos organizadores independientes (que, sin duda, son extremadamente importantes).
La idea de encuentros regionales de ocupados, desocupados, estudiantes, movimiento feminista, etc., queda quizás abstracta todavía, pero tengámosla a mano.[20] Todo es guerra, hay que buscar aliados para pasar a la contraofensiva; el campamento fue un elemento de contraofensiva, estuvo bárbaro y “alineamos” a la tropa estudiantil, pero hay que ver en la experiencia real cómo hacernos valer en todos los casos.
Es un camino de “doble vía” el que está transitando la lucha de clases, pero hay que encontrar los puntos de apoyo para la acción, para que la vía vaya para este lado: voltear a Milei y abrir una salida obrera y popular, anticapitalista y socialista.[21]
6. A modo de cierre
Esta claro que no hay cómo manejarse sin definiciones en una circunstancia como la actual: la etapa es reaccionaria. La degradación social es un elemento reaccionario y puede ir para cualquier lado, para la lucha y la explosión, o para la desmoralización.
La astucia de la historia es que es una etapa reaccionaria de crisis permanente que puede virar en pre-revolucionaria (esa definición todavía no estaba clara en el plenario; lo de la crisis permanente). En el Plenario Nacional atajamos el ataque, que lo vimos primero que ninguna otra corriente y encima con la valentía de hacer un plenario nacional para toda la militancia. Porque Milei tiene la crisis que tiene a tres meses de gobierno, pero es un peligro completo. Pero al mismo tiempo, por sus características anarquizantes, vive en crisis permanente y cada día que pasa se juega un poco su existencia (es también verdad que en las últimas semanas moderó un poco su ritmo en el terreno político; se verá ahora que pasa luego del llamado al “Pacto de Mayo”).
Lo que hace fratricida y a veces locoide la lucha en la izquierda es que todos los días hay una eventual oportunidad, y todos los días hay un eventual ataque, y tenemos que seleccionar, elegir y pelear, pero la definición es completa: si es solo etapa reaccionaria está mal, no tendría el elemento dialéctico, de transición. Es una etapa reaccionaria de crisis permanente que se puede dar vuelta en cualquier momento.
Milei continuó la “matraca económica”, pero desde el punto de vista político tuvo un freno, y esto del “Pacto de Mayo” tiene el problema de que para mayo falta un mucho todavía: marzo y abril serán dos meses de crisis permanente; difícilmente de estabilización. Intenta procesar en seis meses, con un gobierno minoritario, unas relaciones de fuerzas forjadas en la Argentina en muchas décadas.[22] Eso también hace al carácter del gobierno, mucho más disruptivo y vertiginoso que el de Bolsonaro.
El sistema político y la burocracia quieren dar gobernabilidad, son unos traidores completos, pero el “Pacto de Mayo” no va a ser sencillo; quieren un Milei más moderado que no se ve por ningún lado (más allá de las fragilidad y “debilidades” que efectivamente tiene, lo que no va en menoscabo de su agresividad permanente). Después de que los insultó de arriba abajo, declararon “pero nos llamó al diálogo”… Pero hay dos eventos de crisis en puerta, porque Milei quiere que previamente le voten el DNU y la ley Ómnibus (algunos denuncian eso como un “chantaje”). A priori, le quieren dar gobernabilidad a otro Milei, no a este, pero Milei es este. Es una totalidad compleja donde lo que decidirá es la lucha de clases.
Los “estratos” del kirchnerismo son distintos, hay que tener cuidado en eso; estoy a favor de la idea de que hacemos unidad de acción (donde se puede) para desbordar a la burocracia, pero no podés poner todos los estratos al mismo nivel. Tenemos que girar a la izquierda para disputar más, radicalizar, pero no al sectarismo. Sería un error pensar que todo es igual, porque entonces no hay brechas, y una situación prerrevolucionaria se compone de los dos elementos: los de arriba se empiezan a dividir y los de abajo no se la bancan más.
Hay un tercer problema: hay que disputar la vanguardia, no las masas, no podemos disputar las masas hoy (salvo por la vía del papel de Manuela Castañeira que está súper instalada y es una conquista partidaria en ese terreno fundamental; el del diálogo con amplios sectores); hay que disputar la vanguardia donde la vanguardia está. La UEPC tiene que ser una referencia para toda la vanguardia en Córdoba, esa es la tarea para la UEPC; si no, es solo sindicalismo (es una pelea que los compañeros/as ya están dando en ese ámbito; la pelea contra el sindicalismo). En la universidad es estudiantazo, ocupación de facultades; que todo el mundo “venga al pie” de las facultades.[23]
Por otra parte, insistimos que el FITU no cumplió ningún rol durante el discurso de Milei a la Asamblea Legislativa. Esto genera confusión y no se entiende porque esta posición de adaptación cuando podrían haberse ausentado de la sesión o irse en el medio de ella y generar así un hecho político que no estuvo al tiempo de diferenciarse del silencio sepulcral de los k.[24]
Para unificar la acción del partido la consigna es disputar la vanguardia adonde se exprese, nos sirve como reflejo escuchar que en tal fábrica o barrio la gente dice tal cosa, pero eso no nos da ninguna herramienta de acción.
Lo otro es que elevar lo sindical a lo político es fundamental, porque no vamos a echar a Milei con lo reivindicativo, y efectivamente la necesidad es echarlo. El 24 de enero fue un paro re político, pero los paros por sector que están haciendo ahora son para descomprimir.
Se combinan los espacios de acción y frente único con la construcción independiente. Hay espacios donde se pueden hacer acciones unificadas, y otros en los que no, porque los K te piden rendición incondicional con un solo documento.
Después, tenemos el problema de que todas las consignas son “no a”, el único “sí a” es al paro de 48 horas (el Encuentro, claro está). Está el “Pacto de Mayo”; suponiendo que lo puedan hacer, es un pacto de unidad nacional: ¿qué le contrapones?
Lo importante es ubicar al partido en la pelea en la vanguardia y que a cada reclamo se le sume un elemento político, terreno en el cual la burocracia hace silencio. La Ctera no agarró lo del servicio esencial porque puede que estén a favor…
Tampoco vimos que el PO agarrara a fondo lo de sacar la intermediación de los planes, que es para desorganizar al movimiento de desocupados, “que las familias coman en su casa” dijo Milei. Si sólo denuncias el ajuste y no el elemento desorganizador del colectivo de los desocupados, te cocinan.
La única corriente que no gobernó el país es la izquierda, y eso está flotando en el ambiente y plantea un desafío estratégico para la izquierda y el partido.
[1] Agradezco la colaboración de Patricia Fanjul en la edición de este informe-texto.
[2] Ver a este respecto “Se reabrió una época de crisis, guerras y revoluciones”, izquierda web.
[3] Por ejemplo su reacción en relación al cierre de Telam es un escandalo. Más allá que es un tema todavía en abierto porque el gobierno no sabe cómo encarar el tema legal, está el problema que la comisión interna de Telam apoyados por el SIPREBA vaciaron los edificios en vez de quedarse adentro, lo que sería una posición de fuerza muchísimo más categórico que el acampe en la puerta.
[4] Hay que tener presente que el tipo de “bonapartismo” de Milei tiene sus características propias. Tiene el apoyo cerrado del empresariado y los “poderes facticos” pero le genera contradicciones con el personal político de esta misma burguesía que además de los negocios vive para garantizar la gobernabilidad del país capitalista y de sus provincias.
[5] El guión de Cristina es repetir el de Lula en Brasil sumado a la garantía que le dio Milei de que no irá presa. Es una política traidora y antipopular hasta la coronilla porque Milei es mil veces más destructivo de lo que fue –es- Bolsonaro en Brasil. Una política de “institucionalidad” en toda la regla mientras que Milei cuestiona abiertamente la institucionalidad todos los días. Juega cotidianamente dentro y fuera de la institucionalidad mientras que el kirchnerismo no saca los piés del plato de la misma –algo que ni se le ocurre; algo con semejanzas genéricas al papel de la socialdemocracia en Alemania en la década del 30, lógico que con las diferencias cósmicas del caso (la socialdemocracia pedía en el Congreso de dicho país a la policía que reprimiera a las bandas fascistas; ridículo y traidor porque la policía estaba penetrada hasta los tuétanos por los fascistas y simpatizaba –lógicamente- con ellos).
[6] Es un esquematismo pensar que, per se, las etapas tienen que ser largas. Más bien, lo que las configura es el reordenamiento más o menos estructural de ciertos elementos de la realidad que van más allá de una cierta situación o coyuntura. De todo modos en este terreno hay todo tipo posible de combinatorias temporales (Ciencia y arte de la política revolucionaria). Y como veremos enseguida la etapa reaccionaria abierta desde antes del triunfo de Milei (más bien a partir que comenzó a marcar la agenda desde abril del 2023 en medio de un escenario de pasivización total), debido a su carácter disruptivo y desorganizador y que las relaciones de fuerzas están siendo desafiadas pero para nada estás resueltas –como demostraron las jornadas históricas del 20/12, 27/12, 21/01 y las jornadas frente a la Ómnibus además de los cacerolazos, los conflictos reivindicativos que crecen, etc.
[7] Lamentablemente la híper-inflación que está viviendo el país -en los hechos- siempre tienen dos vías de desarrollo: por un lado puede llamar a la explosión social, por otro puede “pasivizar” a la espera que la situación mejore a partir de las promesas de un gobierno. Mirar la realidad de frente, tal cual es, tiene su importancia en momentos tan impredecibles como estos aunque siempre evitando el impresionismo para no cederle ni una pulgada de más a nuestros enemigos.
[8] Cesare Lombroso fue un criminalista positivista y darwinista social de finales del siglo XIX que decía que los criminales o cualquier laya de personas marginalizadas lo eran por razones “genéticas”…
[9] La acumulación de pobreza en los barrios populares del gran Buenos Aires es dramática con los comedores populares cerrándose por la falta expresa de envíos a los mismos que resolvió el gobierno. Gobierno que llama a destruir las formas de organización colectiva en los comedores y reenvía la asistencia de las Iglesias Evangélicas y Católica. Los movimientos sociales se transformarían de sujetos socio-políticos (más allá de las direcciones que tienen y de los elementos clientelares entre las organizaciones filo k) en pobres receptores pasivos de asistencia.
[10] Y, lógicamente, también tuvimos razón cuando planteamos con claridad “No votes a milei. Ninguna confianza en Massa. A partir de ahí libertad de acción”. Es decir, no igualamos lo inigualable: Milei y Massa porque siendo dos alternativas ultra-burguesas expresaban matices de importancia en relación al régimen político, lo que sólo se ha evidenciado de manera mucho más categórica a lo largo de estos meses.
[11] Varios compañeros/as han señalado estas especificidades en la reciente reunión de nuestro Comité Central.
[12] Es necesario un análisis más pormenorizado del “plan económico” de Milei (si es que tiene algo más consistente que la financierización, el fiscalismo y la mercantilización y extrema apertura desindustrializadora del país) y de la situación económica actual, pero no es el objetivo de este texto.
[13] En las circunstancias de giro pre-revolucionario siempre hay una condensación de elementos que si se mantienen separados no permiten ese salto en calidad. Esa potencialidad pre-revolucionaria es la que está presente en la actual etapa por el carácter minoritario y a la vez disruptivo del gobierno y por su impronta de desorganización social.
[14] Convivir con la imprevisibilidad no es fácil, pero es un rasgo de la nueva etapa mundial y no solamente de la Argentina. Imprevisibilidad que hace a las circunstancias de polarización política; a circunstancias reaccionarias y/o revolucionarias.
[15] El lío de Télam es que la que no quiere radicalizar es su dirección… aunque de todos modos, lógicamente, hay que rodear su lucha de toda la solidaridad (aunque también ver la forma de cómo pelear porque se metan de nuevo en la redacción).
[16] La tarea es preparar un estudiantazo nacional para enfrentar la motosierra de Milei en la Universidad; un estudiantazo donde el movimiento estudiantil recupere sus mejores tradiciones y no vaya detrás de nadie sino en coordinación con los otros claustros.
[17] Las asambleas son muy importantes pero por su composición y envergadura no tienen la dimensión “soviética” que ellos pretenden; siquiera por ahora tienen el tamaño de las asambleas del 2001. Y aun así y todo es un error sectario desconocerlas.
[18] Esto no quita que tengamos una política sectaria en relación a nuestras futuras relaciones con él (algo que no depende de nosotros, evidentemente). La izquierda en general es una referencia política de importancia en el proceso actual y no se puede perder de vista ni por un instante este elemento.
[19] Esto no va a depender de la sola voluntad de la izquierda. Dependerá que entren más fuerzas orgánicas en la pelea. Por eso peleamos porque el Encuentro se postergue todo lo posible, y fue correcta esa orientación.
[20] Próximamente nuestra corriente sindical 18D va a discutir en un sendo plenario nacional esta y otras iniciativas para el trabajo en el movimiento de trabajadores/as.
[21] No se trataría de un nuevo Argentinazo sino de algo que esté en un escalón de clase y político superior a lo que fue dicha experiencia.
[22] Analistas marxistas como el brasilero Valerio Arcary se apresuró a decretar la “derrota histórica” en la Argentina cuando el triunfo de Milei. Además de llamar al voto a-crítico a Massa (una posición derechista innecesaria porque con llamar a no votar a Milei se evitaba el sectarismo), anunciar derrotas cuando las relaciones de fuerzas están abiertas es una línea de gravísimas consecuencias (se le cede todo el terreno al enemigo). Los hechos de estos últimos meses lo han desmentido rotundamente.
[23] El PTS inventó una teoría ad-hoc señalando que el estudiantado es “policlasista” como si las asambleas populares no lo fueran. También que una parte grande de los estudiantes votaron a Milei. Pero esto es así solamente en las facultades despolitizadas, no en las que son centros de politización (que son las humanísticas en general). El PO por su parte plantea que el movimiento estudiantil no va cumplir “ningún rol”, pero ahora estaría cambiando de posición.
Es un error completo descartar por anticipado una radicalización de un estudiantado universitario que sigue siendo de masas y cada vez más con composición de trabajadores y trabajadoras.
[24] Myriam Bregman tuvo mucha presencia durante el debate de la (primera) Ómnibus por su enfrentamientos con Espert y la defendemos frente a los ataque reaccionarios de este “fascista”. Pero al mismo tiempo pareció todo un juego de “chicanas” con pocos argumentos y explicación política hacia “fuera de la ventana” como pedía Rosa Luxemburgo en relación al rol de los diputados revolucionarios. Es un hecho que toda la izquierda estuvimos fuera del Congreso haciendo el aguante y enfrentando la represión de la Bullrich y que eso nos prestigia frente a sectores crecientes de la población. Pero además de “figurar” hay que lograr establecer un dialogo con amplios sectores y explicitar una salida alternativa al gobierno de extrema derecha.