A propósito del libro de Roberto Sáenz: El Marxismo y la transición Socialista[1]
“Es un hecho que el problema del Capitalismo de Estado en el sistema soviético fue tácitamente sepultado. En los debates posteriores e internos del partido bolchevique no se hallan ya huellas de él».
Valentino Gerratana
“El gobierno político del productor no puede coexistir con la perpetuación de su esclavitud social”
Karl Marx
¿Es posible recrear el Estado de la Commune?: Para Marx “el París laborioso, reflexivo, combatiente y sangrante, que casi olvida, en la incubación de una sociedad nueva, a los caníbales acampados a sus puertas, estaba radiante de entusiasmo por su iniciativa histórica… era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, resultado de la lucha de las clases que producen contra las clases que poseen, y es la forma política al fin descubierta, bajo la cual se podrá realizar la emancipación económica del trabajo”. Su conclusión de la derrotada experiencia no dejaba lugar a dudas: “el gobierno político del productor no puede coexistir con la perpetuación de su esclavitud social”. La Commune era “la antítesis directa del Segundo imperio francés”, pero, es importante subrayarlo, para Marx no era todavía de la forma Estado burguesa, tal la ambivalencia histórica del acontecimiento. Autonomía y Federalismo más Colectivismo eran las consignas y palabras señeras de la Commune. Por primera vez en la Historia la clase obrera ha sido hegemónica, había alcanzado un nivel de autonomía inédito, liderando la construcción de un breve bloque histórico revolucionario y las clases subalternas, que habían sido fatalmente subsumidas por la burguesía en 1848, reconocieron su corto liderazgo. Marx lo resumió poco después: “la mayoría de la Commune no era socialista ni podía serlo”, y resumió el heroico acto del proletariado como “la simple sublevación de una ciudad en condiciones excepcionales.” Luxemburg afirmaba que “la Commune no pudo introducir el Socialismo por razones internas, por la manera en la que estaba planteada la cuestión obrera en Francia.” Interesante observación…
El impacto de la Commune en Marx, como sabemos, no quedó reducido a su presencia en cartas y declaraciones, llegó a hasta su obra cumbre, Das Kapital (1867), que incorporó los avances prácticos y los errores estratégicos de la Commune en su edición en lengua francesa de 1872. Antes de la rebelión parisina, Marx había escrito que solamente el trabajo asociado libremente podía acabar con el Fetichismo de la mercancía; ahora, que los communards habían hecho exactamente eso, con cooperativas y las industrias municipalizadas-nacionalizadas, se requería comprobar el resultado práctico revolucionario en la Historia. Lo que se había aclarado era que “la producción cooperativa misma no ha de convertirse en una falsedad y un trampa” debe, sí o sí, estar bajo el control de una “forma política transitoria” (Marx jamás nombra a la Dictadura del proletariado) de los propios trabajadores. La lección negativa del cooperativismo, así como el tema del poder financiero decisivo de los bancos, será bien aprendida por Lenin y los bolcheviques despues de octubre de 1917.
En la edición francesa del tomo I de Das Kapital, que Marx consideraba una versión nueva con valor científico independiente de la original en alemán, en su epílogo señalaba que había modificado la sección sobre el Fetichismo de la mercancía, y bajo la influencia del laboratorio contradictorio y unilateral de la Commune se preguntaba: “¿De dónde surge entonces el carácter enigmático del producto del trabajo, tan pronto como se asume la forma de la mercancía? Evidentemente de esa forma misma”. Previo a la Commune este tema no estaba nada claro, ni para Marx, ni para los proudhonnistes, ni para los saintsimonistes ni para los autonomistas municipales, socialistas o anarquistas. La experiencia fallida del cooperativismo generalizado, sin eliminar la forma-mercancía, había iluminado y reformado el alma misma de El Capital. Al liberar al trabajo de los límites de la producción de valor demostraba que se podían construir comunidades y formas de apropiación sin el despotismo del Capital o la mediación de las cosas. Y la clave era la “forma valor”; por eso, decía Marx como corolario de las enseñanzas prácticas, “ellos, los communards, no tienen ideales que realizar más que liberar los elementos de la nueva sociedad”. ¿No era acaso el Capitalismo de Estado una forma engañosa y perversa de mantenimiento del fetichismo de la mercancía, del mantenimiento, ahora bajo el manto ideológico de la nacionalización jurídica, de la subsunción de la clase obrera a la nueva Burocracia?
En su libro Sáenz reivindica el modelo de la Commune, en especial su igualitarismo, medida ampliamente elogiada por Engels, Marx y Lenin, como mecanismo práctico de evitación de la continuidad y reforzamiento de la Burocracia. El pueblo en armas liquidó el Parlamentarismo en el acto: los que aprobaban las leyes las ejecutaban y la “falsa independencia” del Poder Judicial fue eliminada. La Burocracia también tiene su lógica burguesa en la partición de poderes. Todos los representantes debían ser elegidos (incluidos los jueces) y podían ser destituidos por sus electores; sus sueldos equiparados al salario mínimo vigente, la medida práctica más cercana al Socialismo. La Commune trató de implantar una forma de apropiación de los productores. Se eliminaba instintivamente la escisión entre Economía y Política, humus de la forma de dominio burguesa. En algunas de sus medidas desesperadas se podía entrever una nueva forma revolucionaria: nueva centralización, legislación directa, unicameralismo, sufragio directo, desprofesionalización de la administración pública y la política, un Poder Ejecutivo colegiado, subordinado y de bajo perfil. La propia experiencia de la Commune no es otra cosa que una lucha de clase mortal contra la centralización.
Pero… ¿qué es la Burocracia? ¿La necesidad de la necesidad? Lenin la resumía como un fenómeno típicamente burgués, que consistía en “la posición privilegiada de los empleados como órganos del Poder estatal”, una institución “que constituye el órgano indispensable de la sociedad burguesa”; la Burocracia moderna, junto con el Ejército, eran las “dos instituciones más características del período burgués del Poder estatal centralizado”. La Burocracia burguesa no es simplemente una gestión exterior de la sociedad sino que ella es esencial tanto a la apropiación práctica capitalista como a su dominación estatal. Para Sáenz sin embargo la Burocracia “es meramente el personal de alguna clase social fundamental”, “decantación de una capa social privilegiada específica”, “apropiadora del sobreproducto social”, “una formación social constituida a partir del Estado, que tendió a darse fundamentos propios en la sociedad, partiendo de la expropiación-estatización de la propiedad burguesa”. Relacionando esta nueva Burocracia con el Capitalismo de Estado, afirma que “al estar los medios de producción estatizados, quien los maneje obtiene un poder social comparable, aunque no idéntico, al de una clase social forjada en la sociedad civil”; aunque el problema de fondo no es el fatalismo de la “estatización” en sí sino del nuevo aparato económico de Estado en el cual la reproducción del viejo aparato burocrático ruso negaba por esencia toda forma de apropiación comunista. Este proceso burocratizador era acompañado, simultáneamente, y en consonancia, con la perversa dialéctica Partido y Estado, muchas veces subestimada en la Sovietología, que copptaba, subsumía y subordinaba administrativamente las instituciones autónomas de clase. La solución estaba a la vista de los bolcheviques: regeneración de la democracia directa y revolución cultural.
El llamado a una cruzada contra la Burocracia fue muy temprano en la historia de la URSS, ya en 1919 en el programa oficial de partido bolchevique se estimulaba a combatir con una lucha decidida el “Burocratismo”, lo que indica una tendencia que afectaba gravemente tanto al Estado como al Partido, lo que indica una suerte de perversa continuidad de la maquinaria administrativa burguesa del Zarismo, re-instalada y re-acondicionada por diversas circunstancias, y la novísima República soviética. También en ese programa se volvía a convocar, como solución eficaz y práctica, a seguir “la ruta trazada por la Commune de París”. Las bases propias de la Burocracia ya estaban ahí, y no habría que esperar los años de la NEP o la colectivización forzosa para justificar ante la Historia su existencia y poder confiscatorio.
Lo interesante y paradójico del caso de la URSS, como señala Sáenz, es que la ansiada unicidad de la Economía y la Política en la apropiación durante la Transición, meta de todo Estado proletario, empieza a ser efectiva, no como se puede esperar desde abajo, desde la clase obrera y sus instituciones de autogestión y democracia directa, sino desde paradójicamente desde arriba, desde los arcanos secretos de la vieja y renovada Burocracia: “en esta “clase política” dominio y explotación se unifican: las categorías económicas y las categorías políticas aparecen fusionadas” señala Sáenz. La Burocracia deviene Partido y el Partido deviene Burocracia. Y esta tendencia retrógrada o más bien reconstitutiva de la Burocracia clásica burguesa, en su forma zarista (más autónoma, más autocrática, más iliberal), nos está indicando que el Bolchevismo finalmente no “rompió al aparato burocrático-militar” (Marx dixit), veremos como muchas tendencias burocráticas y no igualitarias se inician en el propio Ejército Rojo, inercias que terminaron viendose reforzadas por las enormes fuerzas centrípetas centralizadoras que generaron la Guerra Civil y finalmente la NEP. Precisamente en el quiebre absoluto, constatable, con el viejo aparato “radica la condición preliminar de toda revolución verdaderamente popular” como recordaba Marx. El Estado cuasi proletario de 1917 no logró nunca reabsorberse en algún mecanismo de apropiación comunista, ni en las formas institucionales del Proletariado, sean instituciones históricas creadas desde abajo (consejo, soviet, etc.) como las nuevas generadas por la joven República soviética. La Burocracia burguesa fue co-originaria casi desde su nacimiento con el Estado proletario. ¿Capitalismo burocrático específico (Castoriadis) o Capitalismo de Estado dirigido por una burguesía estatal autócrata? El Stalinismo aparece ahora como resultado de un largo proceso en segundo plano más que como un acto bonapartista.
[1] Roberto Sáenz; El Marxismo y la transición socialista, Tomo I: estado, poder y burocracia. Un debate estratégico insoslayable, editorial Prometeo, Buenos Aires, 2024.