(…) [El] 22 de noviembre de 1860, [Marx] reafirmó e incluso fortaleció su planteo en una carta a Bertalan Szemere en la cual insistió que Engels debía ser considerado su ‘alter ego’. Respecto de las habilidades intelectuales de Engels, Marx le escribió a Adolf Cuss, el 18 de octubre de 1853, este ‘ser es una verdadera enciclopedia caminante’, Engels ‘es capaz, alcoholizado o sobrio, de trabajar a cualquier hora en el día y la noche, es un escritor rápido y endiabladamente veloz in the uptake’”

Paul Blackledge, “¿Engels vs. Marx? Two hundred years of Frederick Engels”, monthlyreview, 1/05/20

Marx y Engels es un tema muy complejo y amplio. El pensamiento de Marx y Engels es tan vasto, tan universal, que no creo que haga falta entre nosotros reafirmar la vigencia inmensa del pensamiento marxista, el pensamiento fundado por Marx y Engels y la vigencia inmensa de la lucha de clases.

El objetivo de esta charla es aclarar algunas cuestiones centrales que tienen que ver con el abordaje del marxismo de nuestra corriente.

El objetivo es la emancipación humana

Lo primero a decir es que nuestra tradición es la tradición del marxismo clásico y revolucionario: es la síntesis de una misma tradición que son dos tradiciones.

El marxismo revolucionario nos es más contemporáneo, lo leemos más, lo estudiamos más. Eventualmente, el marxismo clásico se lea algo en la facultad (de una manera rebajada, distorsionada y fragmentaria). Pero a la hora de los cursos, de la actividad, nos dedicamos más al marxismo revolucionario, que es un poco el “marxismo en acción”: Lenin, Trotsky, Rosa, Gramsci y algunos otros grandes revolucionarios. Les estoy transmitiendo una definición absolutamente unilateral; práctica a los efectos de lo que les quiero decir.

Aunque también tienen obra global, desde ya: obra económica, obra teórica, obra histórica, incluso, en cierto modo, obra filosófica1; si ustedes me dicen que la acción cotidiana en tanto que militantes revolucionarios es la militancia, dónde uno ve representada la acción, la práctica política habitual, aunque proyectada a la escala monumental de revoluciones históricas hechas y derechas, la vamos a encontrar en Rosa, Lenin, Trotsky y Gramsci.

Vemos ahí las herramientas de la acción política, las herramientas de la construcción del partido: un abordaje del marxismo vinculado a la acción. Por supuesto: se trata de una reflexión “exquisita” sobre la acción porque es profunda, muy rica, el punto más alto al cual llegó el marxismo revolucionario.

Pero si nos preguntamos sobre los fundamentos teóricos, estratégicos, programáticos, la visión del mundo, la crítica del capitalismo y a las sociedades de clase, hay que ir a Marx y Engels. A los fundadores del marxismo como concepción crítica del estado de cosas en las sociedades contemporáneas, que son las sociedades de clase.

Es decir: en Lenin, en Trotsky y en Rosa vamos a encontrar una cuestión que suena “fea”, pero para que se entienda, que es “marxismo aplicado” (está mal dicho así, es esquemático, no lo tomen literal sino entre comillas).

Pero si ustedes se interrogan sobre los fundamentos de la crítica al estado de cosas, a los fundamentos de una sociedad que se sigue basando en relaciones de explotación y opresión, de desigualdad, donde una persona le pisa la cabeza a otra persona, y no una sociedad pensada en el sentido de relaciones entre iguales, ahí tenemos la crítica de Marx y Engels2.

Y relaciones entre iguales no quiere decir personas uniformes, como era el modelo del estalinismo. Iguales, por el contrario, en el sentido de igualdad de condiciones de existencia, que permitan el despliegue pleno de cada personalidad, de cada individualidad.

Por supuesto que puede haber ambición, prestigio, etcétera. No puede haber, va a haber. Alguien que pueda tocar mejor el piano que otro, por supuesto. Lo que se llama la “emulación socialista”: determinado nivel de ambición cultural, artística, científica o lo que sea.

Pero si ustedes preguntan qué encontramos en Marx y Engels, la respuesta es: encontramos un abordaje profundo, crítico, a aquella sociedad que es la sociedad capitalista –tanto como a las sociedades clasistas anteriores-, que se funda en relaciones sociales donde un determinado grupo de personas le pisa la cabeza a otros.

Ustedes saben acerca de la explotación del trabajo y de la plusvalía. Pero hay que apropiarse de una reflexión más profunda vinculada a si puede aspirarse a relaciones solidarias, a relaciones humanas de solidaridad, o si todas las relaciones sociales están condenadas a ser de “competencia”, no en el sentido de ser mejores deportistas, o mejores historiadores o lo que sea, que está perfecto y es connatural al desarrollo de la personalidad, sino en el sentido que las relaciones de competencia capitalistas esconden, en realidad, dos tipos de relaciones estructurales de desigualdad: relaciones de explotación y relaciones de opresión, que son los dos órdenes de relaciones sociales básicas -sin olvidarnos de la relación de la humanidad con la naturaleza para su reproducción, las fuerzas productivas.

Estos dos tipos de relaciones abarcan toda el área de lo social (de vuelta, sin olvidarnos de las fuerzas productivas): la explotación y el poder, dicho en general.

Por supuesto que en Marx y Engels, su objeto específico era la crítica de la sociedad capitalista (esto más allá que significara una crítica a todas las sociedades de clase). Parece simple, quizás, porque existen otras críticas al capitalismo desde ángulos románticos, o lo que sea.

Pero lo concreto es que no vamos a encontrar, fuera del marxismo, una crítica tan sistemática a esta sociedad que se basa en estas relaciones de desigualdad entre las personas.

En Marx y Engels encontramos una crítica demoledora a la sociedad insolidaria, de clase. Una crítica actualísima bajo la actual pandemia. Demoledora porque es profunda, radical. Y Marx afirmaba que ser radical era ir a la raíz y que en el hombre la raíz es el hombre mismo. Es decir, la raíz de la desigualdad había que buscarla en sus relaciones sociales, más allá que la humanidad debía conquistar en su desarrollo las condiciones materiales para su emancipación.

Obviamente que se trata de una crítica “exquisita”, compleja; una conquista del pensamiento humano. Engels es más accesible. Pero si tomamos El Capital es complejo, hay que esforzarse.

En general, los textos marxistas contienen una inmensa riqueza y requieren de trabajo, no son simples de abordar. Marx tiene textos bellísimos. Porque no se trata de estudiar, simplemente, El Capital, sino la obra completa de Marx y de Engels, cuya riqueza y universalidad son inmensas3.

Hay en la obra de Marx y Engels un contenido profundamente humanista. En su texto biográfico sobre Marx y Engels, un clásico, el marxólogo bolchevique David Riazanov textualiza así a Marx: “Soy hombre, entonces nada de lo que es humano me es ajeno”, lo que traducido al siglo actual, con su sensibilidad actual, sería: “Soy humano y, entonces, nada de lo humano me es ajeno”.

El sentido de eso es también por otra cuestión: nuestra lectura de Marx está cruzada por la experiencia del último siglo, no es una abstracción. No es un abordaje “destilado” de una suerte de Marx y Engels “a-temporales”, a-históricos.

Nuestra lectura de Marx y Engels es una lectura interesada, informada por el aprendizaje crítico de la experiencia de la burocratización de las revoluciones del siglo pasado, amén de la crítica del capitalismo en el siglo XXI con todos sus nuevos problemas.

Crítica a las revoluciones del siglo pasado –más bien, a las contrarrevoluciones burocráticas del siglo XX- uno de cuyos rasgos principales fue la idea de que la revolución podía “avanzar”, no importaba si lo hacía pisándole la cabeza a los trabajadores y trabajadoras; una contradicción en los términos.

Se hizo abstracción de la revolución como herramienta de emancipación de los explotados y oprimidos y se la rebajó a una idea economicista, productivista, donde lo que importaba era el supuesto “desarrollo de las fuerzas productivas” en abstracción de los seres humanos. Se impuso una idea instrumental de la transición al socialismo, donde la producción –per se- se emancipó del desarrollo humano4.

Sin embargo, el objetivo principal de la revolución socialista y de la transición al socialismo no es, en realidad, desarrollar la economía. El objetivo principal es emancipar a la clase obrera –y a todos los explotados y oprimidos junto con ella-. La economía es sólo su fundamento material. Si un trabajador o una trabajadora tienen que trabajar 14 horas por día, podemos decir que muy emancipados –en el sentido de su participación en los asuntos universales de la sociedad de pleno derecho-, no van a estar. La emancipación de los trabajadores y trabajadoras, la emancipación humana, está vinculada a reducir la jornada laboral y aumentar el tiempo libre (entre otras determinaciones).

El stajanovismo de los años 305, o sea, la súper explotación de la clase obrera soviética para “desarrollar el socialismo”, no era muy socialista. El objetivo de la transición al socialismo, de la revolución social, es emancipar a la clase trabajadora, las mujeres y la juventud. Para eso hay que hacer la revolución mundial primero, además de desarrollar la economía. Pero el desarrollo de la economía es la condición material para esa emancipación, no un objetivo en sí mismo.

Un abordaje «societal»

El pensamiento marxista no es un pensamiento “económico”: es un pensamiento integral, científico, materialista, dialéctico, vinculado a las vías científicas, reales, materiales de la emancipación humana.

No es economía. El Capital no es una obra de economía en el sentido reduccionista, vulgar del término. Es una obra de crítica de la economía política que sienta los fundamentos materiales de la emancipación humana. Es mucho más profunda y mucho más global que una mera “economía”6.

Y si se quiere estudiar esta obra profunda, global, hay que sentarse en la silla y leer a Marx y Engels. Para leer a Lenin, a Trotsky y a Rosa, también hay que sentarse y además militar, obvio. Pero para leer a Marx hay que sentarse un poco más, es más complejo. Hay que poner atención, tomar apuntes, subrayar, etcétera, ¡y no podes levantarte porque el tipo no te deja levantarte! Hay que meterle esfuerzo a la cosa.

Por lo demás, y dialécticamente, la militancia es una actividad que no parte de “leer mucho a Marx”. Hay gente que lee mucho a Marx y no entiende nada. La militancia parte de una determinada sensibilidad, de una toma de posición valorativa7. Uno nunca dice “me leí todo Marx, ahora empiezo a militar”… Para leer todo Marx hace falta toda la vida. Yo tampoco leí todo Marx; ¡posiblemente me muera sin leer a todo Marx y milito hace casi 40 años!

Primero leo todo Marx y después voy a militar”… No. Es imposible. Además, ¡no entendés nada si no militás; si uno no se compromete con la lucha de los explotados y oprimidos! Es al revés: sólo se entiende a Marx y Engels si se milita; si no se milita no se entiende nada, al menos de marxismo8.

Sólo se entiende realmente el pensamiento crítico del marxismo en la militancia, en la actividad, en la acción, en la empatía con el otro, en la lucha por la emancipación de los trabajadores, contra la opresión de la mujer, en la sensibilidad con el otro.

Capaz Bill Gates, que tiene cierto nivel cultural, se pone a leer a Marx. Pero sin empatía con los explotados, no lo vas a entender. Y la empatía es una cuestión del orden de lo humano, de la sensibilidad, de que nada de lo humano te sea ajeno (y también empatía con la naturaleza9).

Pero también vale la reversa, claro está: sin reflexión teórica la militancia es pura pragmática, pierde las perspectivas estratégicas (de ahí que la politización y la formación marxista sean fundamentales para cualquier militante y para el partido como un todo).

La militancia es un elemento de sensibilidad político-social-humana; no es primariamente un elemento “intelectual”. Aunque lo intelectual, por supuesto, comienza inmediatamente a reactuar; uno empieza a activar y quiere entender más, militar y estudiar.

Y porque tampoco se trata de militar sin estudiar, sin aplicarse teórica y estratégicamente. El concepto de praxis del marxismo es, justamente, la fusión de ambos términos, teoría y práctica (de ahí la importancia, repetimos, de la formación).

Y sí, es verdad que entendemos más lo que hacemos que lo que no hacemos; es lógico. Sobre todo lo entendemos si, además de hacerlo, reflexionamos teóricamente sobre nuestra práctica.

Si vamos a hacer una charla sobre cómo sería el desembarco de un astronauta en Júpiter, voy a dar la charla, me siento acá, los miro y me van a decir: “estás diciendo cualquier cosa”… Y sí, qué quieren que les diga, ¡si nunca estuve en Júpiter!

Si me piden que de una charla sobre qué significa caminar por Júpiter, ¿qué puedo decirles? Ahora, si es una charla sobre la lucha de clases, etc., bueno, obvio, ahí tenemos una experiencia compartida. ¿Cuántos de ustedes estuvieron en Júpiter? Ninguno, obvio, lógico. Obviamente que vamos a entender más lo que hacemos, es así.

Aunque también hay que entender cosas que uno no hace, lógicamente. Porque el universo es muy grande y la naturaleza –que tiene sus propias leyes- nos precede en gran medida, y también hay que entenderla –y respetarla-.

Pero, en fin, lo que les quiero decir es una verdad de Perogrullo: cuesta leer a Marx, cuesta mucho. Engels es más accesible. Hal Draper, marxista norteamericano, destacaba esta característica: Marx siempre era más “cacofónico” para escribir, Engels más llano.

Lo mismo destaca David Riazanov: “Es una característica de Marx: a pesar de todo su talento literario, no tenía facilidad para el trabajo [para escribir, suponemos quiere decir Riazanov, porque Marx trabajaba como un “caballo”]. Elaboraba siempre largamente sus obras, sobre todo si se trataba de un documento importante (…) lo quería perfectamente redactado, de modo que pudiera resistir la acción del tiempo (…)” (Marx y Engels).

El marxismo clásico y el marxismo revolucionario son esta combinación de Marx y Engels y los grandes revolucionarios del siglo pasado. Pero, les repito: si ustedes quieren ir a los fundamentos, fundamentos además abordados siempre de manera crítica, no doctrinaria, porque el marxismo se enriquece todo el tiempo, vive en la interacción con la lucha de clases, no es una cosa que tenés ahí como un dogma en una “caja fuerte”; se recrea y se “reinventa” constantemente, tienen que ir a Marx y Engels.

Y si me preguntan un texto para empezar a leer, vinculado a esta introducción que les estoy haciendo, les diría que estudien los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 e, inmediatamente después, las primeras 100 páginas de La ideología alemana, donde queda ya fundada -de manera decisiva- la concepción materialista de la historia.

¿Son difíciles los Manuscritos? Sí. Pero se deja leer. Y es un texto apasionante. Si se sientan con una birome y un papel para hacer anotaciones, se pueden leer.

Entonces, bueno, esta es la primera cuestión. También se puede empezar por el Manifiesto Comunista, claro está. Pero los Manuscritos económico-filosóficos tienen una gran universalidad y una gran actualidad, sobre todo puestos bajo el contraste de la experiencia del siglo pasado, de las “revoluciones burocratizadas”.

Como digresión respecto de la inversión de medios y fines que significa universalmente la burocracia, que adquiere cierta existencia como “fin en sí”, podemos citar lo siguiente (un ejemplo traído de otro contexto): “De manera burocrática, la burocracia se venga cotidianamente del intelectual [aunque atención que muchísimas veces los intelectuales son base social de la burocracia estatal, RS], en la medida que se somete a exigencias, que de ser atendidas correctamente, le toman todo el tiempo de investigación, haciendo así, que los medios y fines se inviertan para regocijo de la burocracia, ella misma una inversión en sí [es decir, una formación que tiende a transformarse en fin en sí, RS]. Característica de la época de los monopolios, la burocratización de la vida, expresión administrativa de una ‘vida administrada’, hace que la forma (abstracta) se sobreponga al contenido (concreto) de las cosas, y que el objeto, esto es, las normas, procedimientos y exigencias, acaben por cosificar al sujeto, a saber, nosotros, las personas –como, de modos diferentes, expusieron Weber y Lukács. De medio para posibilitarnos vivir mejor [supuestamente, RS], la burocracia se convierte, hace ya tiempo, en señora de nuestra vida (…)”. (Felipe Demier, esquerdaonline), una apreciación aguda de algunas de las características universales de la burocracia.

La arbitrariedad con que están manejando la pandemia en todos los países, todos los gobiernos y Estados, en relación a la población de a pie, y también, la forma en que están superados por los acontecimientos, la inutilidad e irracionalidad de esta burocracia, la “abstracción” de innumerables medidas que se anuncian por arriba y nunca llegan abajo –o llegan malamente-, son expresión universal de estos rasgos generales de la burocracia, y recordatorios de que el marxismo postula la tendencia a la superación de toda burocracia -¡y de todo Estado!- con la población tomando crecientemente en sus manos todos los asuntos10.

Naturaleza y sociedad

En fin, para no ser injustos con Engels, que también es extraordinario –es más profundo muchas veces de lo que parece a primera vista-, les recomiendo un texto hermoso de él, sin terminar como la mayoría de los textos de Marx y Engels, pero que es actualísimo en el marco de la actual crisis pandémica y ecológica, fragmentario pero aún así de enorme riqueza, La dialéctica de la naturaleza, como para ver que no hay compartimentos estancos entre la sociedad y la naturaleza.

Al contrario: la sociedad vive en constante interpenetración con la naturaleza; determinada pero también re-actuante sobre la misma (pido perdón por la larga cita que intercalamos aquí): “Con el hombre penetramos en la historia. Los animales también poseen una historia, la de su descendencia y gradual evolución hasta llegar a su estado actual. Pero esa historia se hace para ellos, y en la medida en que participan en ella, eso ocurre sin que lo sepan o lo quieran. Por otro lado, cuanto más se alejan los seres humanos de los animales en el sentido más estrecho de la palabra, más hacen ellos su historia en forma consciente, más se reduce la influencia de los efectos imprevistos y de las fuerzas incontroladas sobre dicha historia, y el resultado histórico corresponde con mayor exactitud al objetivo prefijado” (Engels, Dialéctica de la naturaleza, pp.37).

Y agrega: “Pero si aplicamos esta medida a la historia humana, inclusive a la de los pueblos más desarrollados de la actualidad, advertimos que aún existe una colosal desproporción entre los objetivos previstos y los resultados obtenidos, que predominan los efectos imprevistos y que las fuerzas incontroladas son mucho más poderosas que las puestas en movimiento de acuerdo a un plan.

Y esto no puede ser de otra manera mientras la actividad histórica más esencial de los hombres, la que los elevó del estado animal al humano y la que constituye la base material de todas sus otras actividades, a saber, la producción de lo que necesita para vivir, o sea, en nuestros días, la producción social, se encuentra sometida ante todo al juego recíproco de efectos no deseados, provocados por fuerzas no dominadas, y mientras sólo por excepción logre los fines que persigue, pero con mayor frecuencia consiga exactamente lo contrario de lo que desea”(ídem).

Y luego concluye de manera brillante: “Darwin no sabía qué amarga sátira escribía sobre la humanidad, y en especial sobre sus compatriotas, cuando mostró que la libre competencia, la lucha por la existencia, que los economistas celebran como la máxima conquista histórica, es el estado normal del reino animal. Sólo la organización consciente de la producción social, en la cual la producción y distribución se llevan a cabo de manera planificada, puede elevar a la humanidad por encima del resto del mundo animal en lo que se refiere al aspecto social, tal como la producción en general lo hizo con el género humano en el aspecto específicamente biológico” (ídem, 38).

En fin, coloqué una larga y hermosa cita de Engels donde lo que podríamos acotar es que la biología dialéctica da cuenta que también en el mundo animal existe una re-actuación de los organismos sobre el medio ambiente que los transforma hasta cierto punto –otra cuestión es que este factor activo no es consciente al estilo humano, desde ya- y, además, está toda la experiencia histórica del siglo pasado que nos ha dejado enseñanzas críticas respecto de cómo debe operar la planificación socialista en la transición, que no tiene nada que ver la planificación burocrática –una instancia repleta de irracionalidades– con la planificación democrática socialista.

1 Es el caso de Lenin en textos como Materialismo y empirocriticismo, o sus Notas a la Ciencia de la Lógica de Hegel o en Trotsky sus apuntes metodológicos de comienzos de los años 30, etcétera.

2 Como digresión vale aquí un ángulo de comparación entre Marx y Weber: mientras Marx era materialmente optimista respecto de las posibilidades de la emancipación humana, y esto cruza su obra, el caso de Max Weber está determinado por una suerte de “esencialismo pesimista”, un determinismo donde sus ángulos críticos al capitalismo son románticos, mirando al pasado, y no, como Marx, hacia el futuro, que incluso apreciando determinadas conquistas del inicio de la humanidad, el inicial régimen social cooperativo, podía apreciarlas proyectadas hacia adelante sobre la base de todo el desarrollo humano (aunque jamás perdiendo de vista que, en realidad, hay dos tendencias actuantes: el socialismo o la barbarie): “Se trata, por lo tanto, de una ‘duda optimista’ apoyada sobre las posibilidades ilimitadas de la praxis social humana, que remiten en última instancia a la tendencias a la emancipación, a sus bases antropológicas primeras” (Ernest Mandel, “Emancipación, ciencia y política en Karl Marx”, 1986, www.ernestmandel.org).

3 La obra de Marx y Engels sólo se entiende en su universalidad, estudiándola de conjunto, no enfocándose en una u otra obra incluso si se trata de El capital, el texto de Marx más ambicioso. Sólo se entiende la obra de Marx y Engels no solamente militando, en lo que insistiremos inmediatamente sino, en el sentido teórico del término, estudiándola de manera integral, apreciando todos los costados del asunto.

4 Incluso Mandel, dirigente trotskista francés, que muchas veces tuvo posiciones a-críticas en relación a la ex URSS, pero que también realizó reflexiones sugerentes sobre la burocratización sobre todo al final de su vida, afirma lo siguiente: “Es bastante seguro hablar de un punto de partida axiomático que puede ser expresado por la fórmula: ‘sólo el hombre es el objetivo supremo del hombre’ (la expresión de hombre remite evidentemente a toda la humanidad, no solamente a su expresión masculina). Esta fórmula está fundamentada en un punto de vista antropológico. Un marxista ortodoxo, esto es, actuando en el espíritu de Marx, continúa comprometido con la obligación de combatir todas las relaciones sociales inhumanas. Sólo es posible librarse de esta obligación si hubiera pruebas de que las relaciones inhumanas favorecen la humanización del hombre mismo aunque él sea presentado pretendidamente ruin, agresivo, contaminado por el pecado, lo que es evidentemente absurdo. Incluso si transferimos el infierno de vuelta a la tierra, esta no es una razón para acomodarse, o para proclamar que es una etapa de transición necesaria rumbo al paraíso. Millones de individuos no aceptarán eso, de cualquier manera, ni psicológicamente ni prácticamente. Ellos experimentan el infierno como infierno. Ninguna mistificación puede impedir que a largo plazo se rebelen contra ese infierno. Es un deber elemental luchar al lado de ellos contra toda condición inhumana. Esa es la obligación que guió a Marx durante toda su vida. Y debería guiar a todos nosotros” (Mandel, Ídem).

5 El movimiento por el cual la burocracia estalinista alentaba a determinados trabajadores a “emularse” imponiéndole el ritmo de producción a los demás supuestamente en aras “del desarrollo del socialismo”…

6 Durante demasiado tiempo se ha pensado que el marxismo era economía. Incluso connotados pensadores y autores marxistas desarrollaron, unilateralmente, ese ángulo o aspecto de la realidad que es real, existe la economía, claro, pero perdiéndose de vista que el abordaje marxista e integral, total, “societal”, y no meramente económico, aunque la economía –y también la ecología- son la base material de la humanidad, la base material de todos los demás desarrollos.

7 Valorativa en sentido de humana, de una sensibilidad por los asuntos colectivos de la humanidad, de una empatía por el otro o la otra.

8 Aunque hay que estudiar en la universidad, si es posible, y recibirse, la academia tiene poco que ver con el marxismo. Se pueden hacer estudios académicos y se puede aprender de la academia, pero el marxismo se aprende realmente en la dialéctica de la lucha política, en la dialéctica de la lucha de clases y en la dialéctica de la construcción del partido; no existe otra escuela mejor que la militancia para entender el marxismo.

9 Por otra parte, y como digresión, hace al concepto marxista de riqueza que la riqueza no es acumular bienes como tales, sino satisfacer las necesidades humanas; más adelante volveremos sobre esto.

10 Un ejemplo extremo de burocracia fue la del nazismo: “El expediente es uno de los elementos básicos de funcionamiento de la burocracia: todo tiene que estar escrito y todo tiene que trasladarse por escrito de un nivel a otro. Auschwitz hubiera sido imposible sin un funcionamiento de la máquina burocrática alemana hasta sus últimas consecuencias. El exterminio de tantos millones de personas supone todo un proceso de burocratización que funciona como una máquina. No sólo para que los trenes llegaran en el momento oportuno. Dentro del campo había un proceso de burocratización muy fuerte, especialmente en los primeros tiempos, cuando todavía no habían sido masificados. Se fotografiaba uno a uno todos los que entraban al campo y se les tomaba la filiación. Y a mí me impactó ver en una pared fotos de los expedientes burocráticos, dentro del campo de Auschwitz. Uno de esos expedientes trataba de un prisionero que había hecho sus necesidades delante del barracón, cosa que lógicamente estaba prohibida [¡no es descartable que fuera en son de protesta!, hasta en esas circunstancias extremas hay humanidad, R.S.]. Entonces, en el oficio estaba el informe del soldado, firmado, y decía: ‘El preso número tal ha hecho sus necesidades en el barracón y debe ser castigado’. Ese oficio pasa al oficial de turno, que lo firma agregando: ‘Castíguese. Pase al siguiente oficial’, el siguiente oficial le da el visto bueno y también tiene la firma. Y después, da la vuelta: ‘Cúmplase el castigo’, y está la firma del oficial que debe hacer cumplir el castigo. El expediente recorrió toda la jerarquía de la burocracia militar que se ocupaba del campo de Auschwitz. Después, cuando se abarrota el campo, ya no hay burocracia posible. Entonces, ya murieron por miles y por millones sin dejar ningún rastro en el asentamiento burocrático del campo”. (José María González García, “La burocracia es una forma organizada de ser irracionales”, reportaje en el diario Clarín, 2005), lo que puede ser leído, por elevación, como una lógica general de la burocracia que termina desbordada por los eventos, sin perder de vista las proporciones de las cosas, podría ser una alegoría de la burocracia estatal en la actual pandemia.

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