Artículo aparecido en francés en Socialisme o Barbarie
Después de tres elecciones consecutivas y casi dos meses de espera, Macron finalmente ha encontrado a su nuevo Primer Ministro. Es Michel Barnier, un político republicano con un currículum de lujo: ¡homofóbico, antiinmigrante y bien anclado en la derecha! A pesar de este golpe antidemocrático con el apoyo de la extrema derecha, la crisis política está lejos de terminar. ¡Es necesario organizarse para derrocar a Macron y al régimen autoritario de la Quinta República! Por una Asamblea Constituyente soberana y un gobierno de los trabajadores. Hay que arrancar todas nuestras demandas democráticas y sociales con la fuerza de la huelga y la movilización en las calles.
Un golpe antidemocrático: Macron elige un primer ministro de derecha con el apoyo de la extrema derecha
Emmanuel Macron optó por nombrar un primer ministro de entre los Republicanos, el grupo más pequeño de la Asamblea Nacional. De este modo, un grupo parlamentario minoritario consigue situarse en condiciones de formar un gobierno muy a la derecha, con el apoyo más o menos explícito de RN. El hombre elegido quedó tercero en las elecciones primarias de un partido que había perdido ampliamente las elecciones presidenciales de 2022. Se trata de Michel Barnier, de 73 años, ex comisario europeo encargado de las negociaciones del Brexit. Barnier es conocido por su homofobia, estuvo en contra de la despenalización de la homosexualidad en 1981; por su desprecio por los derechos de la mujer, votó en contra del reembolso del aborto por parte de la seguridad social en 1982; por su odio hacia los migrantes, con la propuesta de una moratoria a los migrantes o incluso la creación de un nefasto Ministerio de Migraciones; así como por su postura sobre las pensiones, apoyando una edad de jubilación a partir de los 65 años.
Desde un punto de vista democrático, se trata de una burla olímpica de la opinión mayoritaria expresada por los electores en las urnas, que se movilizaron para impedir la llegada al poder de un gobierno reaccionario de extrema derecha. Después de las elecciones europeas, de la sorpresiva disolución del Parlamento y de las dos vueltas de las elecciones legislativas, Macron tomó una decisión que destrozó las expectativas de la población y que traicionó la expresión democrática de los electores. Después de haber gobernado con el artículo 49.3 y de haber impuesto la antipopular reforma de las pensiones, Macron se permitió convocar elecciones cuando quiso y como quiso, para luego nombrar al Primer Ministro de su elección sin tener que dar ninguna explicación a la sociedad. Esto revela un autoritarismo antidemocrático que nos obliga a cuestionar el régimen político.
Michel Barnier es una figura que no desagrada a la extrema derecha. En efecto, las largas negociaciones y castings organizados por el Presidente de la República intentaron encontrar el nombre del compromiso para escapar de la operación de censura de la extrema derecha. El acuerdo se encontró en la figura de Barnier, un hombre que ya llevó el programa de la extrema derecha hace dos años y que no será censurado por el partido de Le Pen. Dotado de su escudo anticensura, Barnier podría incluso encontrar mayorías entre los macronistas, los Republicanos y la extrema derecha, para aplicar un programa de gobierno aún más reaccionario y antisocial, opuesto a la voluntad mayoritaria de la sociedad que se expresó contra la extrema derecha.
Esta decisión representa, en forma y contenido, un golpe antidemocrático contra las aspiraciones de los trabajadores. La alianza Macron-Barnier-Le Pen se hizo dándole la espalda a la sociedad, razón por la cual este gobierno es ilegítimo. A pesar de este nombramiento, la crisis política sigue abierta. El gobierno muestra su fragilidad y el régimen autoritario de la Quinta República revela su cara más antidemocrática. La movilización en las calles aún podría abrir nuevas brechas para que la crisis política desde arriba se convierta en una revuelta desde abajo.
El impasse del reformismo y el papel de la dirección sindical
Los partidos de la izquierda reformista han puesto todas sus fuerzas en los últimos meses en una estrategia puramente electoral y respetuosa con las instituciones. El Nuevo Frente Popular, un frente de conciliación de clases desde Poutou hasta Hollande, comenzó restaurando la buena salud del Partido Socialista y resucitando a viejos políticos servidores del capital. Para la segunda vuelta, se dieron como perspectiva política la táctica de retirarse para que salgan electos a Elisabeth Borne, Gérald Darmanin y otros diputados macronistas, con el pretexto de luchar contra la extrema derecha. Después de las elecciones, hubo que esperar muchas semanas para ver surgir un débil proyecto de convivencia con Macron, encarnado por Lucie Castets, una burócrata más cercana al PS y a la patronal que a las aspiraciones de los trabajadores.
La estrategia del frente republicano y la barrera electoral a la extrema derecha no dieron frutos, porque se jugó sólo en el terreno institucional sin salir de un régimen que limita todas las posibilidades democráticas y porque permitió restablecer los partidos de gobierno en alianza con la extrema derecha. Tras este fracaso, esos mismos políticos reformistas empiezan a proclamarse como la alternativa para 2027, o a recurrir a mecanismos institucionales como el artículo 68, como si a Macron se le pudiera obligar a dimitir sólo a través de canales institucionales. Pero otro camino es posible, aquí y ahora, y es en el terreno de la lucha de clases donde debe desarrollarse.
En este sentido, el papel de la dirección sindical está muy lejos de estar a la altura de la situación. Durante las elecciones, los sindicatos se contentaron con convocar a votar por el NFP haciendo sonar la alarma de fascista sin convocar ningún día de huelga o movilización nacional.
De momento, la CGT prevé una movilización lejana en el tiempo el 1 de octubre para encajar, una vez más, en el calendario parlamentario vinculado al presupuesto de 2025. Se trata de una nueva jornada de movilización aislada y sin futuro que plantea el problema de los salarios, pero sin ninguna articulación con las cuestiones democráticas o el cuestionamiento del poder político de Macron. Peor aún, en este momento de crisis política descubrimos que la líder de la CGT Sophie Binet participará en un debate durante la fête de l’Humanité con Patrick Martin de MEDEF para discutir «la empresa del mañana». El diálogo social con nuestros enemigos de clase es una forma muy particular de luchar contra los empresarios para obtener mejores condiciones de vida para los trabajadores.
¡Derrocar a Macron y a la Quinta República para arrancar todas nuestras demandas! Por una Asamblea Constituyente Soberana y un Gobierno de los Trabajadores
Las manifestaciones del 7 de septiembre, inicialmente previstas por Francia Insumisa como un llamamiento a la movilización para que Lucie Castets se convierta en Primera Ministra, experimentaron un pequeño aumento de participación tras el nombramiento de Michel Barnier. Sin embargo, la legítima ira expresada durante las manifestaciones contrasta con la vaguedad de las perspectivas de la izquierda sindical y política.
Debemos hacer campaña para derrocar a Macron y su régimen autoritario. Esta perspectiva ya estuvo presente durante las movilizaciones de los Chalecos Amarillos y contra la reforma de las pensiones. Pero el “despido” de Macron propuesto por la izquierda reformista no caerá del cielo ni seguirá patrones institucionales. Hay que retomar el camino de la movilización social en las calles con un verdadero plan de batalla acorde a la situación, organizando asambleas generales de forma independiente en los lugares de estudio y trabajo para organizar la movilización. Una huelga general política podría abrir una vez más la perspectiva de la dimisión de Macron para poner fin a su gobierno reaccionario que sólo responde a las necesidades de los capitalistas.
Macron está deslegitimado y su poder sigue muy debilitado con varias derrotas electorales consecutivas. Para intentar mantenerse en el poder y aprovechar la crisis política imponiendo nuevos ataques reaccionarios, se apoyó en los elementos más antidemocráticos del régimen. Por eso Macron debe caer, y con él, el régimen autoritario de la Quinta República. Sobre la base de esta demanda, la movilización por una Asamblea Constituyente soberana podría abrir el camino a un debate democrático para reconstruir el país sobre bases democráticas y de la clase trabajadora.
Primero debemos imponer un programa de lucha y movilización social y democrática para obtener todas las demandas de los trabajadores, entre ellas: la derogación de la reforma de las pensiones, el aumento general de los salarios y la revalorización del salario mínimo, la apertura de fronteras y la recepción de inmigrantes, el fin de la política colonial de Francia en Kanaky y en otros lugares, la solidaridad con el pueblo palestino, para poner fin al genocidio.
Abramos la perspectiva de un gobierno de los trabajadores, para poner fin a Macron, a la extrema derecha, a su régimen autoritario y a toda la explotación del sistema capitalista.