“Con el compromiso de siempre y la responsabilidad que me cabe, rompo el silencio para compartir con ustedes mi inquietud sobre la dolorosa y delicada circunstancia que atraviesa la República Argentina”. Así arranca el artículo que escribió Mauricio Macri para La Nación el pasado 13 de septiembre.
Resulta un relanzamiento de su participación en la política luego de la derrota electoral en 2019, derrota política que lo dejó como el único gobierno que no ha logrado la reelección desde 1983. Luego de pasar casi un mes de viaje en Europa, con paradas en Francia y Suiza, y de varios meses por fuera de la política, Macri “rompe el silencio” aprovechando el momento de debilidad que está transitando el gobierno de Fernández, que viene de constantes retrocesos ante los planteos de la derecha y el empresariado. Para mencionar algunos, tenemos el caso Vicentín y la cuarentena (ahora inexistente), siendo el más reciente la asonada por parte de la policía bonaerense, premiada con un aumento del salario del 50%.
Así es que mediante este artículo lo primero que Macri busca es dialogar con su base social conservadora apelando a apilar frases hechas que no dicen nada pero agradarán a los oídos de quienes quieren escucharlo: la Constitución, la República y la democracia (burguesas), etc. Es curioso que hable como si su gobierno hubiese sido ejemplo del respeto a la «institucionalidad» que, de todas formas, bien sabemos que favorecen a la clase dominante. Simplemente recordemos que arrancó su gobierno poniendo a dedo a través de un DNU jueces en la Corte Suprema y que impuso el acuerdo con el FMI entre cuatro paredes, no solo sin pasar por el Congreso, sino ignorando la voluntad popular que se escuchaba por todos lados: ningún trabajador quería volver con el Fondo.
En fin, luego de la caracterización que hace de la situación actual, y sin dejar de lado el tema de la reforma judicial y la quita de puntos en la coparticipación a Larreta, pasa a, lisa y llanamente, criticar la cuarentena como medida sanitaria. No sorprende que se alineara con los sectores más reaccionarios de la política nacional, que descaradamente defienden primero las ganancias y en algún último lugar ven que es inevitable tener que aplicar alguna medida cosmética para “hacer como si” les interesara la salud de los trabajadores.
En un claro apoyo a los anticuarentena, Macri dice que “Se utilizan las restricciones sanitarias para impedir la libre circulación de las personas, y solo pueden hacerlo aquellos que estén habilitados a extender una declaración jurada que se debe someter a la consideración de las autoridades”. Para Macri va primero el derecho a acumular ganancias de la clase capitalista (que + fue la primera en exigir la reapertura económica), la salud es una de sus últimas preocupaciones. La mezcolanza de tierraplanistas y antivacunas reaccionarios conmueven a Macri:
“El panorama dramático descripto tiene su contracara: en la Argentina emergió algo nuevo. Ciudadanos movilizados y atentos que han ganado las calles. Desde la lucha contra la resolución 125, la exigencia de verdad sobre la muerte del fiscal Nisman, las marchas del SíSePuede, o el más reciente 17-A, la conciencia cívica se expresa”.
Lo más grave es que reivindique una política negacionista en materia sanitaria, en pos del “libre” mercado (y el libre contagio). Y lo hace de manera cobarde, sin decir nada propio de la pandemia. Reivindica de esta forma las movilizaciones por derecha que al grito de “¡abajo la infectadura!” vienen saliendo en distintos lugares del país a exigir “que se respete la Constitución y la República” y se levante la cuarentena. A lo que Fernández podría contestar: “¿De qué cuarentena me hablan?”.
Por último, cierra apelando abiertamente a los prejuicios y a incentivar la oposición entre los sectores más pobres y la clase media:
“Es la República o la republiqueta; es Democracia o demagogia; es elecciones libres o no habrá transparencia en los resultados; es seguridad o vivir con miedo; es el Estado de Derecho o es la jungla; es la propiedad o es la apropiación; es libertad de expresión o censura; es educación o adoctrinamiento”. Este párrafo parece poco más que una acumulación de palabras. Lo que no significa que no agrade a los que querían escucharlas.
Para Macri, es la propiedad privada y la policía que desapareció a Facundo Castro, y no anda a medias tintas al momento de expresar de qué lado de la mecha está. Todo el vocabulario cívico que utiliza tiene el sentido de introducir su apoyo a los sectores más reaccionarios del país y colocarse en contra de la toma de tierras en Guernica, por ejemplo, y a favor de la policía (bonaerense y de cualquier lado) que reprime todos los días a los pibes en los barrios.
Por otro lado, no hay que dejar de señalar que Alberto Fernández viene cediendo a este sector y encarando los problemas que se le plantean por derecha. No ha tomado ninguna medida de fondo para reforzar el sistema de salud ni para salvaguardar a los trabajadores ante los recortes salariales, despidos, aumentos de precios, etc. Ni que Fernández fuera una carmelita “comunista” descalza, como los sectores más de derecha lo quieren ver. Ya todos sabemos que la cuarentena no existe hace mucho tiempo, que una gran parte del sector productivo hace meses que ha vuelto a sus puestos de trabajo sin protocolos sanitarios que no sean un verso, que los hospitales están al borde del colapso, que el personal de salud está exhausto y que todo es en aras de las ganancias de unos pocos, sector que tanto Macri como Fernández representan, más allá de las diferencias.