Si bien el dólar tuvo una jornada alcista en términos internacionales, es indiscutible que el peso argentino fue la moneda más golpeada. Si países como México, Chile y Uruguay vieron sus monedas retroceder frente al dólar en torno al 1% o menos, Brasil se vio más golpeado con algo menos del 2%. Argentina está de nuevo en el podio con casi el 3% en el intercambio minorista y aún más en el mayorista, donde la moneda verde llegó a tocar los 45 pesos. Los movimientos del dólar de hoy tuvieron por origen una regresión del euro respecto a la moneda yanqui por la desaceleración de la producción industrial de Alemania y Francia. Pero las cosas no son solamente externas: si la economía mundial estornuda, a Argentina le da neumonía.

Los trabajadores lo miran ya con odio, los empresarios con hastío de su ineptitud y sin embargo Macri dice cosas como «en todas partes; hay cosas que pasan que tienen que ver con el mundo. Hoy tenemos una política monetaria seria; producimos casi la misma cantidad de dólares que necesitamos. Si el mundo se devalúa frente al dólar no quiere decir que, porque estemos más sólidos, no nos vamos a devaluar” (La Nación). El verso de la “solidez” viniendo de boca del presidente del país con la moneda más devaluada del mundo en los últimos años (sólo detrás de Venezuela) no sólo no convence a nadie, llena de bronca a quienes ya venían sufriendo su ajuste y ya hasta cansó a quienes lo apoyaron desde el principio, los suyos, los empresarios. La frase de Macri suena a capitán de barco con plena confianza en el futuro de su nave mientras ésta se hunde irrefrenablemente.

 

“Hoy tenemos una política monetaria seria; producimos casi la misma cantidad de dólares que necesitamos.” Es difícil realmente saber sobre la base de qué fantasía Macri habla con tanta soltura. En verdad, la realidad desmiente sin matiz posible alguno el doctrinarismo de la política monetaria liberal de esa afirmación. Ajustando brutalmente a miles de trabajadores y frenando la emisión, la inflación sigue siendo galopante y no hay indicio alguno de que vaya a bajar. En realidad, el “equilibrio” entre dólares producidos y los que se necesitan sólo existe (y ni siquiera, porque los dólares no dejan de irse del país) si no se tiene en cuenta el pequeño, insignificante, detalle ¡de las obligaciones de pago!

La solidez de la que habla Macri es menos que un mito: Argentina está prácticamente en default, y si no se llegó a ese punto todavía es por la ayuda a Macri del FMI. En los últimos dos años (2017 y 2018) se fugaron del país unos 50 mil millones de dólares y para los próximos dos (2019 y 2020) acumula obligaciones de pagos de 80 mil millones. El Fondo tiene un compromiso de asistencia para cubrir el 55% de las obligaciones de pago del gobierno para el 2019, pero hacia el 2020 cae a un 14%. Nadie sabe cómo hará el próximo gobierno para pagar las sumas de las deudas: la recesión económica con inflación no hace más que profundizarse.

El juego de manos que quiso hacer el gobierno pasando de las Lebac a las Leliq fue básicamente pasar de un problemático e inestable tipo de deuda a otro problemático e inestable tipo de deuda. Nada cambió: los especuladores vienen, compran pesos baratos, con ellos compran Leliq, se llevan la internacionalmente altísima tasa de interés del 60% y, ante la menor duda, las venden y se llevan los dólares (muchos más que los que trajeron). La política financiera del macrismo consiste en comprar una estabilidad que nunca llega regalándole dinero del Estado a los especuladores que siempre que pueden se van. Y cuando se van, venden sus pesos en masa y su cotización se derrumba. La respuesta del gobierno a esto es siempre básicamente la misma: subir la tasa de interés o vender dólares baratos. Es decir, regalar más dinero. El macrismo apaga el fuego echándole alcohol.

“Hoy tenemos una política monetaria seria; con la entrada de la cosecha y con los dólares que nos envía el FMI tendremos una cuenta corriente equilibrada.” Macri le prende velas a san FMI, los sojeros y sus dólares. Pero poco consuelo tendrá. La deuda del FMI habrá que pagarla y ni siquiera está claro cuando ingresarán los dólares de la cosecha de abril. Los sojeros, poco patriotas y menos aún agradecidos, probablemente tardarán en liquidar sus dólares a la expectativa de nuevas devaluaciones. El acuerdo con el FMI estipula que el gobierno debe dejar correr el dólar incluso hasta los cincuenta pesos. No hay exportador que no sepa lo suficiente de negocios para entender que le conviene liquidar los billetes verdes de la exportación cuando coticen 50 pesos en vez de 45.

La absoluta incapacidad de contener la corrida cambiaria deja todavía más la sensación de desgobierno, de incapacidad de manejar los asuntos. Ya la propia clase capitalista comenzó a hartarse del macrismo y su evidente fracaso, la búsqueda de una alternativa más seria ya empezó.

Mientras tanto, quienes sufren las consecuencias de la devaluación son los trabajadores. La política de Macri es descargar sobre nuestras espaldas su crisis mientras los empresarios se llenan los bolsillos (con plata del Estado). Hay que imponerle a los traidores de la CGT un paro general para exigir el congelamiento de los precios y del dólar, aumento general de salarios y la prohibición de despidos y suspensiones.

 

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