
Por Tofi Mazú, con la colaboración de Dani L.
Desde el momento en que se hizo público el fallo por el caso de Lucía Pérez, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se estremece de solo leerlo. Se trata de 66 hojas de pura basura, que vienen a desarrollar un ataque sin tapujos contra la conquista que significa haber instalado los derechos de las mujeres en la agenda política, ganando la simpatía de amplias capas de la sociedad. 66 hojas, que buscan desestimar y desprestigiar la masividad de los reclamos por nuestros derechos y la organización de cientos de miles de compañeras. Estamos hablando de una condena ejemplificadora, que desenvuelve la reacción de los conservadores, agentes del patriarcado capitalista, contra el sector más activista actualmente dentro del conjunto de las y los explotados y oprimidos, a escala planetaria: el movimiento de mujeres
El #NiUnaMenos y la pelea en las calles
Las Rojas venimos sosteniendo que las condenas absolutorias, así como las penas mínimas, a violadores y femicidas son una herramienta clave para sostener desde el Estado la opresión hacia las mujeres. La famosa “cultura machista” no existiría sin las instituciones que se encargan de amparar a quienes ejercen la violencia contra las mujeres, trans y travestis. La Justicia no falla en nuestra contra y a favor de los violentos solamente porque es atrasada o culturalmente machista: lo hace de forma consciente, para dejar en claro que nuestras vidas no valen nada. Por eso, en incontables casos, fue crucial la movilización popular de las organizaciones feministas y la izquierda, de las víctimas y de las familias y amigos de las mismas para la conquista de condenas progresivas. Un caso emblemático, ejemplo de que con la lucha se gana, es el de nuestra compañera Iara Carmona, que obtuvo después de cuatro años de pelea a brazo partido junto a Las Rojas y su mamá cárcel para el violador Marcelo Cuello el mismísimo 13J.
Desde el primer #NiUnaMenos que esta cuestión se volvió de vital importancia para el movimiento de mujeres; se empezó a hablar de la necesidad de enfrentarse en las calles a la Justicia patriarcal. Se empezó a concebir a la violencia hacia las mujeres como una cuestión política y social de primer orden; y cada vez más compañeras abrazan la fundamental idea de que son el Estado y sus funcionarios los responsables políticos de sostener esta barbarie, de educar en la impunidad. Es por eso que, a la par de la necesidad de mantenernos movilizadas ante cada caso, insistimos en que en el programa del movimiento de mujeres debe estar la destitución de todos los jueces y funcionarios que amparan la violencia hacia las mujeres, trans y travestis.
La marea verde y la respuesta de los reaccionarios
La marea verde fue un salto en calidad y cantidad. No hace falta ya explicar este fenómeno en detalle. Pero sí tener en cuenta la maravillosa experiencia que millones de personas supimos vivir, llevando adelante una de las batallas políticas más importantes de nuestra era en la Argentina. Nadie puede negar que, mientras en el mundo se yerguen monstruos como Bolsonaro, Trump o el monstruito cínico de Macri, las mujeres somos una contra-tendencia que enfrenta por izquierda este giro a la derecha mundial. La ola verde es parte de eso. Pero, como ya dijimos, esos monstruos están gobernando y, como tales, se dan cantidad de herramientas para contrarrestar el avance de las mujeres. El resultado de Senadores y las campañas contra la ESI son parte de la respuesta reaccionaria a las luchas del feminismo. También, el refuerzo de la Justicia patriarcal. No se puede entender este fallo de otra forma que no sea una respuesta misógina del gobierno y el Poder Judicial contra la generación verde, nacida de la pelea por el #NiUnaMenos, y madurada al calor de la militancia independiente de cantidad de organizaciones de izquierda y el movimiento de mujeres.
Un fallo históricamente misógino
Gran cantidad de citas de este misógino fallo ya se han ido viralizando y ponen la piel de gallina. Pero todas juntas, una tras otra, conforman una totalidad con pocos precedentes. Cabe mencionar que, desde el comienzo, el fallo está encarado desde la perspectiva de que lo que se está discutiendo es si Farías y Offidani se dedicaban a vender drogas o no. El femicidio y la violación sufridos por Lucía aparecen en el medio, como un hecho anecdótico que podría haber sucedido o no; que simplemente ocurrió y puso en evidencia la actividad delictiva de los acusados. Tanto es así, que se los condena a 8 años de cárcel… por vender estupefacientes. Ahora bien, toda esa pantomima tiene una función muy perversa: hablar de cómo es imposible dictaminar que Lucía fue violada, estableciendo un terrible perfil de «mujer violable» y de «mujer imposible de violar». Volveremos sobre esto más adelante.
El error de la fiscal: una excusa para no contemplar la violencia de género
Para casi cualquier persona, es de sentido común que no se puede abordar un caso como éste, contando con elementos de dudosa certeza dentro de la investigación. Pero para la Justicia, esto no pareciera ser relevante (en un principio). Así fue que la fiscal natural de la causa, la Dra. Sánchez, salió en su momento a declarar que las lesiones anales que había sufrido la víctima eran producto de un empalamiento, dato no confirmado por la autopsia de Lucía. Esto es un problema evidente, pero lo peor de todo es que esta inconsistencia es uno de los principales elementos de los que se sirvieron los pérfidos jueces Carnevale, Urso y Viñas para absolver a los violadores y femicidas de Lucía.
«Así las cosas se ha mencionado y fue de público conocimiento que la Fiscal natural de esta causa brindó una conferencia de prensa a medios locales y nacionales donde expuso sin ningún tipo de tapujo que la menor Lucía Pérez había fallecido producto de una agresión sexual inhumana provocada por un empalamiento anal, despertando de esa manera una serie de reacciones de lo más dolorosas, fundamentalmente para los padres de la menor que hasta el día de hoy tienen que llevar a cuestas esta horripilante historia surgida de la propia imaginación de la Dra. Sánchez, ya que como lo dijera en el debate la propia madre de Lucía, fue la Fiscal quién personalmente le dijo que su hija había sido drogada y violada y que por esa violación había muerto«. Este párrafo es un extracto del fallo, donde se evidencia cómo de forma terriblemente falaz, los jueces a cargo utilizan el error de la primera fiscal de la causa, para desacreditar las pericias que sí confirmaron la violación de Lucía. Según ese párrafo, lo que habría salido de la imaginación de la fiscal es el conjunto de vejaciones que sufrió la joven, y no solo el empalamiento.
A partir de este elemento, páginas del fallo abordan cómo es que este error de la fiscal habría provocado reacciones en la familia y también en el movimiento de mujeres (el fallo habla de «organizaciones de derechos y humanos» y «personas ajenas a la causa»). Reacciones dolorosas que serían desmedidas y poco atinadas; que es una cuestión del imaginario popular que Lucía fue violada y tras esa situación terminó muerta. Que es por el error de la fiscal, que estamos todas confundidas, que no hubo violencia de género. Efectivamente, amparándose en el dolor de la familia de la joven por la inconsistencia de la fiscal, arremeten contra el movimiento de mujeres. Están al límite de decir que somos «feminazis exageradas». Ocurre que estos jueces no se olvidan de que fue por Lucía Pérez que las mujeres salimos a la calle a hacerle el primer paro a Macri.
Como tantos otros jueces junto con ellos, éstos consideran que sólo es verdad aquello probado en el expediente. Elaboran la sentencia a la luz de solamente su propia mirada, desdeñando y renegando de la práctica política de esta sociedad y de la experiencia del movimiento de mujeres, que hace años se organiza para exigir justicia. Una justicia real, que ellos no están dispuestos a entregar en la mayoría de los casos. Con su accionar de repudio al movimiento de mujeres, no hacen más que confirmarnos la importancia de seguir en la calle marcándoles la cancha.
La buena víctima y la víctima imposible
«¿Era Lucía una adolescente que podía ser fácilmente sometida a mantener relaciones sexuales sin su consentimiento? «. Sí, esta pregunta forma parte del fallo, para luego concluír que Lucía Pérez no podría haber sido violada. Que tenía carácter fuerte. Que le iba bien en la escuela, pero que faltaba mucho. Que fumaba marihuana. Que había tenido relaciones sexuales con hombres mayores. Que se enviaba por whatsapp fotos semi-desnuda con un amigo de su mejor amiga. «Adelanto que -a mi entender- este interrogante propuesto debe ser contestado también de manera negativa, siendo innegable que Lucía tenía una personalidad que distaba mucho de ser sumisa».
Acá aparecen dos cuestiones de vital importancia para entender este fallo. En primer lugar, que niega por completo la situación de desigualdad y vulnerabilidad en la que nos encontramos las mujeres. Con ese interrogante y semejante respuesta, intentan borrar el básico concepto de que toda mujer puede ser violada, porque en esta sociedad todas nosotras sufrimos la desventaja social, material y económica que serlo significa. En relación a esto, aparece la perversa idea de que hay mujeres «violables» y mujeres «que no pueden ser violadas», como si se tratara simplemente de decirle a los abusadores que no deseamos ser violentadas… Se crea a partir de este absurdo la imagen de una mujer sumisa, responsable, que no consume drogas y no tiene sexo. Esa mujer es una buena víctima, ella puede ser violada. Su contracara es una mujer como Lucía, una mujer de carácter fuerte, que ejerce y disfruta de su vida sexual, que fuma marihuana y le gusta el reggae, que sale con sus amigos… Toda una serie de elementos que, según estos jueces, la vuelven una mala víctima, una mujer imposible de ser violada. «Lucía quién no se mostraba como una chica de su edad y que además había referido mantener relaciones con hombres de hasta 29 años (…) Lucía a pesar de su edad, tenía la capacidad suficiente como para decir no a los avances o propuestas que le habrían formulado sujetos a los que le había comprado droga», concluye el juez.
Entonces, resulta evidente que para estos jueces el hecho de tener 16 años no importa; el consumo de sustancias, la vestimenta, sus desempeño académico y social, etcétera son más importantes que los datos objetivos de la autopsia y lesiones. Su muerte como hecho pasa a un segundo plano.
A una persona que sufre un delito contra la propiedad ningún fiscal le pregunta cómo estaba vestida. Tampoco si había consumido o consume regularmente estupefacientes. A las víctimas de delitos contra su propiedad se les respeta su intimidad, no se las re victimiza. Pero los delitos que implican reconocer la desigualdad estructural en la que nos encontramos las mujeres en esta sociedad patriarcal escapan a los intereses de los millonarios machistas que tenemos por jueces.
Estas ideas vienen a reforzar el concepto de mujer que esta sociedad pretende. El mismo rol que cumple, por ejemplo, la violencia doméstica cuando cantidad de mujeres son golpeadas o asesinadas por sus parejas y ex parejas. Lo mismo que ocurre cuando violentan a una adolescente que sale de noche con sus amigos. Solo que esta vez, es directamente la Justicia quien vuelve a violentar a Lucía y todas las Lucías del mundo, cuando no son «lo que se espera» de una piba de 16 años. Estas ideas buscan aleccionar a un género entero y convertir a las víctimas del patriarcado capitalista en descarriadas que se los buscaron. Buscan también, reforzar las condiciones sociales que terminan dando piedra libre a todos los machistas que anden sueltos.
Mención aparte, merece el estereotipo que ese fallo establece del violador. El violador sería una persona enferma, ajena al mundo, que acosa por celular y tiene cara de perverso. Según los jueces de esta causa, un hombre que compra medialunas y leche chocolatada no podría ser un violador, sino alguien que quería merendar con ella. Alegan que, como la joven fue llevada al hospital, entonces no habrían tenido intención de ser violentos con ella. La idea de «femicidio» para esta Justicia, parecería que solo aplica si fue premeditado o efectuado con un arma blanca o de fuego. El caso de que una mujer haya sido drogada a la fuerza y violada hasta generarle un dolor insoportable no es para ellos un femicidio.
El sistema judicial da vergüenza patriarcal
Por todo lo expuesto previamente, queda en mayor evidencia el carácter patriarcal de la Justicia. También, la inoperancia de la misma, la falta de cuidado con la información y la integridad emocional de quienes aman a Lucía. Y lo más perverso, es haber utilizado ese dolor y esa desinformación para que los violadores y femicidas quedaran impunes. Todo el sistema judicial es una vergüenza, que utiliza los estereotipos patriarcales para fallar en contra de las mujeres. Incluso, más allá de que no cuenta con el presupuesto y la voluntad política para su implementación, es preciso aclarar que tenemos una ley para prevenir sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres que los propios jueces desconocen y violan en sentencias como ésta. Estamos hablando de la misma Justicia que hace dos días dio una pena excarcelable (de 3 años) a Petrillán, que asestó cinco puñaladas a su ex pareja, Érika Gallego, delante de sus hijos ¿La mujer sobrevivió? Para este sistema, ese es el precio de una tentativa de femicidio.
La Justicia es patriarcal, es de clase y es reaccionaria. Por eso quisieron el 2×1 a los genocidas, por eso dictaminaron que la Gendarmería no fue responsable en el caso de Santiago Maldonado. La Justicia no es ciega, no es objetiva, no es independiente. La Justicia hace política, en defensa de los intereses de la minoría explotadora, del status quo y del gobierno. La Justicia falló en contra de Lucía Pérez para fallar en contra del movimiento de mujeres.
Hay una pelea abierta entre el movimiento de mujeres, el gobierno y todas las instituciones del Estado y las Iglesias. La rebelión de las mujeres se extiende como plaga, dejando en claro que no podemos seguir viviendo en un mundo que nos considera incubadoras o material descartable. Los reaccionarios responden con condenas como ésta, porque nos tienen miedo: porque los desafiamos y porque somos cada vez más conscientes de nuestra potencialidad.
Queda por delante seguir organizadas, participar de la asamblea del próximo lunes y acompañar a la familia de Lucía en la apelación que presentarán tras este fallo insultante. Nos queda seguir en las calles hasta lograr la destitución de Carnevale, Urso y Viñas y de todos los jueces, fiscales y funcionarios que amparen la violencia machista. Con la pelea en las calles podemos y debemos hacer caer este fallo misógino.