Líneas 144 y 137, trabajadoras en pie de lucha

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Por Marina Hidalgo Robles

 

La denuncia de Thelma Fardín y la Colectiva de Actrices Argentina, desató un maremoto de denuncias de pibas y mujeres que vieron en su valentía la oportunidad de animarse a hablar. Las redes sociales y los whatsap estallaron con cantidad de compañeras contando abusos sexuales vividos en algún momento de su vida.

El problema del abuso sexual y, más específicamente, del abuso sexual en los lugares de trabajo se instaló como otro de los grandes problemas que vivimos las mujeres. Pero también se puso sobre la mesa la nula respuesta del gobierno de Macri y del Instituto Nacional de las Mujeres de Fabiana Tuñez, para resolverlo.

Durante horas, cada día de la última semana, vimos en la pantalla de la tele las placas que instaban a denunciar cualquier tipo de abuso llamando a las líneas 144 y 137, que dependen del INAM y del Ministerio de Justicia, respectivamente. La publicidad que el gobierno de le dio a estas líneas podrían hacer suponer que ambos números corresponden a programas nacionales de atención y acompañamiento a las víctimas. Pero no.

Detrás de cada llamada se encuentra una trabajadora precarizada, con la garantía de sus derechos al mínimo, y la amenaza de despidos sobre sus espaldas. Mucho compromiso, pero pocas respuestas concretas para ofrecer.

Tan poco interés tienen Macri y Tuñez por resolver los problemas de las mujeres,  que justo una semana antes de la denuncia de Thelma y la catarata de consultas, en la Línea 144 hubo 5 despidos. Incluso antes de los despidos las condiciones en las que se desempeñan quienes atienden a las mujeres en situación de violencia o que han sido abusadas, son de extrema precarización.

Para empezar, cada turno no supera las 20 compañeras (una línea que debería ser de atención nacional). Esto genera que las llamadas deban ser atendidas con la presión de tener en espera a otras mujeres que llaman por estos temas tan sensibles y urgentes. Por supuesto que, además, es imposible dar abasto con las necesidades de la totalidad de la población que se atiende.

La gran mayoría de las trabajadoras de la 144 son contratadas, con la amenaza de despidos constante y a veces efectiva. Las trabajadoras monotributistas no cuentan con los derechos elementales como vacaciones, aguinaldo, ART y licencias por enfermedad. Poder ejercer algunos de esos derechos depende de la negociación que pueda hacer con sus directivos.

A estas condiciones se le suma la recarga de trabajo. En toda la línea trabajan alrededor de 150 operadoras para las 24hs de los 7 días de atención. El avance de la lucha de las mujeres, de la mano del fenómeno del NiUnaMenos, trajo como consecuencia casi inevitable que las llamadas se multipliquen, aumento que no tuvo su correlato con la ampliación de la planta: es decir, más trabajo para las mismas. Ni hablar de eventos como el que estamos transitando con el #MiraComoNosPonemos que hacen estallar las líneas. No es menor en estos casos, entender la complejidad del trabajo realizado. Si los Call Centers en general son contemplados como trabajo insalubre por la presión y la demanda constante, el hecho de recibir llamados de personas que relatan experiencias terribles como las situaciones de violencias o los abusos sexuales, incrementa por mucho el estrés experimentado.

Y aunque es sabido el nivel de estrés con el que se trabaja en los programas de atención a todas las formas de violencia contra las mujeres, el estado no garantiza espacios de cuidado y contención para las y los trabajadores. Las supervisiones externas que permiten reflexionar y mediatizar el malestar que genera el contacto cotidiano con tales problemáticas sólo existe donde los y las compañeras logran gestionarlo como forma de autocuidado. Tampoco hay capacitaciones que permiten la actualización del conocimiento, quedando esto también a la decisión de cada profesional.

Puede parecer raro hablar de supervisiones en los lugares de trabajo, pero para que una profesional pueda acompañar a quien ha sufrido el daño del abuso o la violencia, es indispensable tener la preparación suficiente, que no sólo lo otorga el conocimiento teórico. La consecuencia directa es que las compañeras se agotan, con niveles muy altos de angustia y en muchos casos no pudiendo continuar en la tarea.

Pero si esto es “lo esperable” en este tipo de trabajo, se ve mucho más agravado al ser un trabajo realizado en el marco de este estado: un estado garante de la violencia, el abuso y la impunidad. Porque si las compañeras ponen el mayor de su compromiso para atender a cada mujer que llama, para escuchar y contenerla, para formarse constantemente, sus posibilidades no pueden llegar muy lejos. Es que además de la línea de atención telefónica, el gobierno no garantiza ningún tipo de respuesta que les resuelva el problema a las mujeres y niñas.

No hay programas de atención y contención nacionales donde se las pueda derivar. Los protocolos de salud se limitan a un cóctel de pastillas para prevenir la infección de enfermedades (en caso de violación), y sólo se aplica en aquellos hospitales donde las profesionales han logrado instalarlo (siempre peleando contra los intentos de imponer la obligatoriedad de la denuncia policial). El estado no garantiza los patrocinios jurídicos especializados, sólo el 5% de las denuncias llegan a juicio. Quienes son víctimas de violencia quedan a la deriva sin una respuesta por parte del estado, y las trabajadoras cargan con la frustración de no poder acompañar hasta el final a quienes son atendidas en estos programas.

El cinismo del gobierno de Macri al publicar su “preocupación y esfuerzo” para combatir la violencia contra las mujeres se choca de frente contra la realidad. Después de votar con represión el Presupuesto que destina sólo $11 por mujer, ¡nos quiere hacer creer que las mujeres les importamos!  Su único interés al publicitar los números de atención, no es ayudar ni combatir nada, sino engrosar sus estadísticas de llamados, sin importar qué resultados reales hay en la vida de esas personas – de hecho, ambas líneas de atención fueron creadas para atender situaciones de “violencia doméstica”, no de abuso sexual, lo que requiere una formación e intervención particular. Los números que se alcancen con el estallido provocado por la denuncia de Thelma, les va a dejar las estadísticas impecables para cumplir sus metas a fin de año, aunque las despedidas sigan en la calle y los programas se sigan vaciando.

Frente a esta situación de la que no escapa ningún programa social de atención a las problemáticas de género, la organización de las compañeras fue una de las primeras respuestas que han encontrado. Así como las trabajadoras de la Salud frente a la degradación del Ministerio, o las compañeras de la línea 137 que se organizaron contra las amenazas de despidos. Ahora las trabajadoras de la 144 que denuncian el vaciamiento del organismo. Todas iniciativas que surgieron desde abajo, frente a la pasividad de entrega de la burocracia de la Verde y Blanca, (agrupación kichnerista que dirige ATE), que siempre privilegió sentarse a negociar y conversar los funcionarios que organizar la lucha contra el ataque del gobierno.

Pero hay lago que está claro, y es que no vamos a conseguir ganar todos los derechos que nos corresponden a las y los trabajadores, ni los programas de atención que necesitan las víctimas, si no damos la pelea hasta el final. No podemos bajar ninguna consigna, ninguna pelea por miedo a perder. Cuando nos dicen que hay que pelear por lo posible, que hay que unir los pañuelos verdes y celestes, desconocen la fuerza que tenemos las trabajadoras y las mujeres organizadas, ¡desconocen la enorme fuerza que tenemos cuando gritamos MiraComoNosPonemos! ¡Fue esa la fuerza la que instaló el debate y conquistó la mayoría social por la legalización del aborto! ¡Fue esa la fuerza, la que rompió el silencio de años que esconde los abusos sexuales que sufrimos! Y esa es la fuerza que ahora tiene que impulsar la pelea de las trabajadoras para defender nuestros puestos de trabajo y los programas de atención.

Así comenzó a gestarse una red de trabajadoras, que busca confrontar a la desidia y vaciamiento de las políticas estatales, la organización por abajo de quienes día a día sostenemos los Programas. Está claro que a este gobierno poco le importa la integridad sexual y la vida de las niñas, niños y mujeres, y menos los derechos de los y las trabajadoras que nos desempeñamos en estos ámbitos. Garantiza impunidad a los violentas y abusadores, niega la ESI y el Aborto Legal, y despide y precariza a las trabajadoras.

Por eso pelear por Thelma y por todas las niñas y mujeres que ahora se animan a denunciar, es también pelear por los derechos de las trabajadoras que sostienen los programas mínimos que quedan en pie, exigiendo mayor presupuesto para su atención.

¡Basta de despidos. Reincorporación ya!

Basta de precarización.  Pase a planta permanente.

Presupuesto para programas de atención integral contra todas las formas de violencia y abuso.

¡Basta de impunidad!

#MiraComoNosPonemosLasTrabajadoras

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