Las múltiples vías para la construcción del partido

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Una reflexión general a partir de la histórica jornada del “ni una menos”

 

 “(…) el tema de los ‘multiplicadores’ en materia de crecimiento partidario es difícil pensarlo en abstracto: habitualmente está ligado a la búsqueda de algún “vehículo” para producir este salto en calidad (una campaña electoral puede servir a tal efecto, lo mismo que el vuelco a una determinada lucha de impacto nacional, o lo que sea). Lo decisivo aquí es si esos “vehículos” van en el sentido estratégico de la construcción de la organización como partido revolucionario” (“¿Cómo no romperse la nuca en el salto hacia las masas?”, Roberto Sáenz).

Como señalamos en el editorial de este número acontecimientos como el “ni una menos”, el paro general del 9 y conflictos triunfantes como el de aceiteros han venido a “romper” la parsimonia del año electoral.

Es verdad que no tienen la fuerza para provocar una desestabilización general; hasta por el hecho que la continuidad del movimiento en las calles contra el femicidio o un nuevo paro general no es mecánica, ni depende de la voluntad de la izquierda.

Sin embargo, han dejado enseñanzas sobre las que queremos reflexionar desde el ángulo general de los problemas de la construcción del partido.

De lo social a lo político  

El marco general de la esta reflexión es el siguiente: en nuestro país están en curso una serie de procesos desde abajo que en las condiciones de una crisis general (y de encontrar un “canal de expresión” por la vía de la izquierda revolucionaria), podrían producir un salto histórico en el desarrollo de la lucha de clases.

¿De qué estamos hablando? Del hecho que en el seno de la nueva generación obrera y de trabajadores en general, del movimiento estudiantil, del movimiento de mujeres e, incluso, electoralmente, la izquierda ha venido ganando posiciones de manera sistemática.

Todo un conjunto de desigualdades domina este proceso general; sin embargo, se podría decir que existe una serie “vacancias” que el arte de los revolucionarios pasa por ver cómo “llenar”.

Nuestro partido tiene responsabilidades crecientes en el movimiento de mujeres a partir del lugar que ha ido conquistando con Las Rojas, tarea que debe abordarse desde la perspectiva de su construcción global y de hacer pie entre los sectores más concentrados de la clase obrera. Esto no debe significar, sin embargo, ningún sectarismo respecto de las tareas específicas que plantea la construcción de una masiva agrupación de mujeres.

En todo caso, el desafío de transformar a la izquierda en una fuerza histórica no se procesa de igual forma en todos los terrenos.

En el movimiento obrero, el más estratégico evidentemente, emerge una nueva generación que se ve confrontada con un aparato sindical que a pesar del “vaciamiento” que vive, sigue siendo poderoso; más aun teniendo en cuenta el apoyo que tiene de parte de las instituciones, el gobierno y la patronal: la histórica “estatización” del viejo movimiento obrero argentino.

La base “ideológica” de este fenómeno es la siguiente: la conciencia de los trabajadores sigue siendo típicamente burguesa en la medida que está dominada por los problemas inmediatos, reivindicativos.

Cuanto más nos acercamos a los sectores concentrados de los trabajadores, a las ramas principales de la industria, la lucha se hace más dura: ahí están los ejemplos de Gestamp y Lear para testimoniarlo.

Tampoco es sencilla la cosa en el terreno electoral. Es verdad que la izquierda ha logrado progresos que podrían considerarse históricos para sus estándares. Pero habría que saber, también, que el terreno electoral funciona como una suerte de lente de aumento o disminución; que la relación entre los votos y la fuerza orgánica en el seno de la clase obrera admite todo tipo de desigualdades: que una no se deduce mecánicamente de la otra.

El ingreso a la vida política de un nuevo sector

Ya en el movimiento de mujeres pasa algo particular. Claro que se trata de algo mucho menos orgánico de lo que ocurre en el movimiento de trabajadores. Al mismo tiempo, y como mostro él “ni una menos”, se trata de una “sensibilidad” que crece y excede con mucho el movimiento organizado del sector.

Porque lo que se vio el 3 de junio en Plaza Congreso (y en las plazas de todo el país) es el esbozo del ingreso a la vida política de una generación de mujeres de la mano de la pelea contra la violencia bajo las condiciones de barbarie de este sistema capitalista (y patriarcal).

Las organizadoras de la jornada salieron literalmente “corriendo” del acto al verse desbordadas por semejante muchedumbre, pero a nadie le importó: la convocatoria no era más que una excusa para que pudieran expresarse, para que fueran protagonistas de la jornada.

Columnas como la de Las Rojas organizadas por nuestro partido en todo el país (y que se llenaron de activistas, de compañeras y compañeros sensibilizados por esta pelea), configuraron el ala izquierda organizada de esta movilización expresando otros tantos procesos donde los revolucionarios van transformándose en la fuerza representativa más avanzada.

De todos modos el arte está, precisamente, ahí: como traducir esa fuerza social en política, como pasar de esa representación en la amplia vanguardia en una fuerza histórica; y como transformar en esa lucha a Las Rojas en una organización más importante (y en un vía para el ingreso al partido de nuevos militantes).

Se trata del desafío general de la izquierda revolucionaria en relación a este movimiento particular: salir de la marginalidad, ganar la dirección de sectores más amplios.

Piel de lagarto

Nuestro partido tiene el orgullo de haber estado a la vanguardia de la movilización del 3.

Las históricas columnas de Las Rojas en todo el país son un testimonio de ello. De ahí las enormes posibilidades constructivas que se nos han abierto para construir nuestra agrupación de mujeres a partir de esta jornada.

No puede decir lo mismo el FIT.

Su ubicación fue, verdaderamente, vergonzosa. Enfrascado en una “guerra interna” por candidaturas, el frente de izquierda faltó a la cita y fue incapaz de sacar un solo renglón de convocatoria a la marcha.

Lo que ensayaron el PO y el PTS inicialmente –aunque por separado- fue una convocatoria sectaria que no lograron sostener ni un minuto ante el carácter progresivo de la convocatoria.

El PTS al menos tuvo el reflejo de movilizar a su partido, aunque no se notó entusiasmo en sus columnas. El caso del PO fue dramático: su “piel de lagarto” llegó al punto que estuvieron desdibujados en la jornada en Congreso, con una representación minúscula, ubicados detrás del palco y priorizando un acto en Ferro al servicio de su interna con el PTS (acto que pasó sin pena ni gloria).

El PO parece creer que la construcción de las organizaciones revolucionarios es algo que se lleva a cabo desde afuera de los procesos reales; como si fuera una suerte de “costra” que se les adosa a los procesos de lucha de los explotados, y no como una construcción que surge orgánicamente de los mismos.

Tal fue la insensibilidad con que abordaron la jornada, la “exterioridad” de su construcción en el movimiento de mujeres, que faltaron a una cita histórica de esta lucha.

Una oportunidad histórica en el movimiento de mujeres

Lo característico de la situación del país y de la izquierda en el seno de ella, es que se van acumulando condiciones para un salto cualitativo en materia de la maduración política de vastos sectores.

La izquierda viene acumulando fuerzas en los más diversos terrenos sin que se hayan vivido quiebres o retrocesos cualitativos desde el 2001.

Es verdad, a la vez, que la representación de las masas la detentan fuerzas burguesas como el FpV, la burocracia sindical, etcétera.

También es cierto que el país no vive todavía una radicalización política.

Sin embargo, la acumulación de la que estamos hablando está ocurriendo: la izquierda revolucionaria está progresando, y de profundizarse las condiciones objetivas, podría crearse el marco para un salto en calidad.

Las jornada del 3 de junio ha mostrado que entre el movimiento de mujeres crecen también las condiciones para una construcción revolucionaria, construcción que debe hacerse sin perder sus perspectivas estratégicas, pero al mismo tiempo sin disolver lo que son sus tareas específicas.

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