A pesar de la vocación de lamebotas expresada mil veces por Milei, Trump no perdonó a la Argentina con sus aranceles en su Liberation Day. La tarifa del 10% impuesta para todos los productos argentinos podría afectar rápidamente varios rubros clave de las industrias exportadoras del país.
Estados Unidos es el tercer socio comercial del país. El último año, Argentina exportó hacia el gigante norteamericano por un valor superior a los U$S 6.000 millones. Entre las ramas que más podrían sufrir por los aranceles están los aceites crudos de petróleo, que generó U$S 2.500 millones el año pasado (38% del total). Le siguen el oro, con unos U$S 1.100 millones el año pasado (17% del total), las naftas (U$S 300 millones) y la carne (U$S 200 millones).
En total, la reducción de las exportaciones argentinas podría ir de los 300 a los 900 millones de dólares. Sería una baja de entre el 5% y el 15% sobre el valor total exportado a EEUU. Esto alcanzaría en sí mismo para revertir el superávit comercial que Milei tanto presumió al cierre del último año, con un saldo positivo de U$S 228 millones.
Las regiones más afectadas
Buenos Aires, Santa Fe, Chubut y Córdoba serían las provincias más afectadas por la caída de las exportaciones. Buenos Aires exportó por un valor de 1.200 millones de dólares durante el año pasado, valor que podría caer entre 100 y 200 millones. Los sectores más afectados serían la minería de oro, los frigoríficos y los combustibles.
Un escenario similar sería el de Santa Fé. La provincia del Litoral exporta por 800 millones hacia el país norteamericano. Podría efectivizarse una caída de entre 80 y 150 millones, sobre todo en volúmenes de aceite de soja y biodiesel. En Chubut podría caer la exportación de energía y aceite de petróleo, perdiendo entre 50 y 100 millones de los U$S 500 millones que se exportaron el año pasado. En Córdoba la caída sería menor (entre 30 y 60 millones respecto los 400 millones exportados anualmente).
En todos los casos, pero sobre todo en el interior, la caída de las exportaciones empujará a la destrucción de puestos de trabajo por parte de las patronales. Santa Fé y Córdoba podrían ejemplificar despidos en la agroindustria. Sobre todo en las instalaciones que se dedican al crushing de soja.
El fantasma de la estanflación
Es cierto que Trump se declaró «abierto a negociar» con la Argentina (así como con muchos otros países) la cifra final de los aranceles que se aplicarán. Pero los golpes más duros hacia la economía local podrían no venir directamente de los gravámenes sino de su impacto sobre la economía mundial.
Es obvio para todo el mundo que la guerra de aranceles trumpista pone sobre la mesa la posibilidad bien concreta de una enorme recesión en el corto plazo. En varios países (incluido EEUU) la caída de la bolsa es la más fuerte en al menos 40 años. La JP Morgan aumentó la probabilidad de recesión en sus previsiones, del 40% al 60%.
Y el temor ante la eventual recesión ya generó un desplome de los precios internacionales de las commodities. La soja cayó un 3%. El petróleo cayó 7% y llegó a su nivel más bajo desde la última recesión fuerte (la pandémica), quedando en los U$S 62 el barril.
Esta tendencia trae aparejada una presión devaluatoria sobre las monedas de muchos países, sobre todo los dependientes. Sudáfrica, Colombia, Brasil, Chile y Nueva Zelanda son algunos de los que ya devaluaron sus monedas entre el 2% y el 3% el último viernes.
El caso argentino no es distinto, pero sí peor. El peso argentino ya cuenta con fuertes presiones devaluatorias propias debido a la falta crónica de divisas que caracteriza la estructura productiva nacional. La caída de los precios de las materias primas del agro, el petróleo y la minería podrían carcomer rápidamente las flacas reservas del BCRA.
Y la historia es conocida en la Argentina: con falta de divisas llega la inflación. El fantasma que Milei escondió bajo la alfombra podría volver aumentado, fruto de la no resolución de ninguno de los problemas económicos estructurales y del quiebre del orden internacional que impone Trump.