El «discurso» que dictó Victoria Villarruel desde la Sala Azul de la Cámara Alta podría haber sido perfectamente pronunciado por Jorge Rafael Videla. Desde su atril, la vicepresidenta prometió enjuiciar a ex montoneros, que según ella buscaban «lograr la disolución nacional, la desunión entre los argentinos y que flameara un trapo rojo ajeno la nuestras costumbres tradicionales a lo que la Patria argentina es, fue y será«.
Las resonancias anticomunistas imitan el discurso macartista que tiñó el genocidio en Argentina y otros países latinoamericanos tocados por la doctrina de Seguridad Nacional yanqui. La iniciativa «antimontonera» es un recurso conocido de los sectores negacionistas argentinos.
La nefasta trampa de la «verdad completa»
El relato de la «verdad completa» y la «teoría de los dos demonios» son ambas palabras para el amparo y la justificación del genocidio. También la afirmación de que en Argentina hubo una «guerra».
La idea es invertir la carga de las responsabilidades entre el Estado y la sociedad, los terroristas serían «los del trapo rojo», no los genocidas que asesinaron, torturaron y masacraron sistemáticamente desde el propio Estado con el fin de aniquilar físicamente cualquier forma de oposición política.
Hablando con propiedad, este tipo de discursos deberían estar penados por la ley en tanto buscan negar históricamente un genocidio que ha sido investigado, probado y juzgado gracias a décadas de luchas masivas de los movimientos de Derechos Humanos. No sólo no es ese el caso, sino que en esta oportunidad son las propias instituciones del Estado las que le dieron cabida a este acto aberrante y pro – genocida.
La «verdad completa» es que Argentina venía de décadas en las que ningún gobierno constitucional podía terminar su mandato y dar paso a otro gobierno institucional. Comenzó con el golpe contra el gobierno de Yrigoyen en 1930, siguió con el derrocamiento de Perón en 1955, luego (con el peronismo proscrito) con la caída por la fuerza de Frondizi primero e Illia después. ¿Cómo no iban a crecer varias generaciones de personas que creyeran que no se iba a violentar la voluntad popular sin sacarse de encima al «partido militar»?
El relato negacionista comienza por condenar «la violencia de la guerrilla» y sigue por justificar los crímenes de los genocidas. En ese discurso, la violencia la habrían comenzado Montoneros o el ERP… y no las décadas de golpes militares. Según esta mentira completa, los genocidas simplemente estaban respondiendo. La «verdad completa» no es más que justificación del genocidio. No es nada casual que los defensores de las «víctimas del terrorismo» pongan siempre al frente a los pocos casos en los que dicha «víctima» no es directamente un golpista y represor de las Fuerzas Armadas. Con nombres como el de Rucci quieren defender todos los nombres que vienen detrás.
Incluso denuncian a la guerrilla de los 70′ por su actividad bajo «gobiernos constitucionales». Pero resulta que los responsables de todos los golpes militares anteriores seguían bien activos, acechando, matando y reprimiendo. La Triple A es uno de los nombres más oscuros de la violencia militar y paramilitar, pero no es el único.
Los métodos de la guerrilla no son los nuestros, y opinamos que fueron políticamente contraproducentes. Los 70′ no comenzaron con un atentado: esa década política comenzó el 29 de mayo de 1969, con el Cordobazo. Fue la movilización obrera y popular la que puso en jaque a los militares, no la guerrilla. No por nada la inmensa mayoría de los desaparecidos registrados son activistas obreros y estudiantiles desarmados, no miembros de los grupos armados. Pero incluso hablando de la guerrilla, hablamos de grupos civiles mal armados contra el Estado. El mismo que venía reprimiendo y dando golpe tras golpe desde hace décadas. No hay ninguna «guerra» en casos así. No se pueden poner las cosas en un mismo plano. El único «terrorista» fue el Estado.
Mezclar a Montoneros con la causa AMIA, como se hizo en el acto de Villarruel, también es completamente absurdo. La guerrilla de los 70′, pese a lo equivocado de sus métodos y posiciones políticas, se enfrentaba centralmente a los represores del Estado argentino y sus cómplices. El atentado de la AMIA fue un atentado terrorista brutal propiamente dicho, el peor de la historia argentina, que tuvo por objetivo población civil indefensa.
La interna con Milei
¿A quién pretende juzgar Villarruel y qué causas pretende reabrir? Para empezar, ella no tiene ninguna atribución para abrir ninguna causa. Lo tiene la Justicia. ¿Por qué entonces esa promesa? Para empezar, quiere construir un perfil político propio diferenciado de Milei, y para eso quiere ganarse la confianza de la «familia militar» de la que es parte.
Pero que la invitada estrella del acto haya sido Claudia Rucci puede tener también como objetivo «marcar la cancha» en la interna con Milei. Ariel Lijo, el candidato a la Corte Suprema del presidente, fue el último en archivar la causa Rucci en el 2012.
Los últimos «antecedentes» de la interna habían sido justamente por la visita de legisladores oficialistas a genocidas condenados y presos. Hace pocos días Milei dejó trascender que esa no era «su agenda» sino la de Villarruel. “No es un tema nuestro” dijeron ahora. No es trata, obviamente, de ninguna diferencia de principios. Milei, en el debate presidencial, repitió palabra por palabra el discurso de Menéndez de justificación del genocidio en el Juicio a las Juntas. La cháchara de que «hubo una guerra» en la que hubo «excesos». Todos ellos quieren impunidad. Las diferencias entre ellos son tácticas o, más simplemente, peleas por protagonismo político.