Desplome de las bolsas

Las razones detrás del «lunes negro» y la crisis financiera

El lunes 3 de agosto del 2024, la Bolsa de Tokio vivió lo que se llamó "lunes negro", su peor caída desde 1987. Rápidamente, el desplome se contagió a todas las bolsas de valores del mundo y llegó al corazón internacional de las finanzas, Wall Street. Las razones detrás de la crisis financiera.

Lo que llamaron «lunes negro» fue el desplome del índice Nikkei, el principal de la Bolsa de Tokio, de un impresionante 12,4%. Es la peor caída desde 1987, que también fue bautizado como «lunes negro». Este derrumbe se suma a la ya gran caída del viernes anterior, de un 6%. Y, sin embargo, lo que estalló en Tokio tiene su origen en Estados Unidos.

Como suele suceder en crisis financieras como esta, lo que hay detrás de un derrumbe espectacular es una crisis ya largamente cocinada en la «economía real» (usamos comillas porque no hay economía capitalista «real» sin finanzas). El «lunes negro«, que contagió rápidamente a todas las bolsas de valores del mundo e hizo cundir el pánico entre los grandes inversores, tiene dos detonantes: la subida de la tasa de interés en Japón y un informe sobre la evolución del empleo en Estados Unidos.

Pero los detonantes son la gota que rebalsó el vaso. Las causas de fondo vienen de bastante antes. Las principales economías del mundo vienen viviendo año tras año de crecimiento mediocre o directo estancamiento. Todavía se viven las consecuencias de la pandemia e, incluso, de la crisis del 2008. Las únicas excepciones parecían ser China (que crece mucho más lentamente que antes) y Estados Unidos. Pero hace mucho que crece el temor de que el débil crecimiento de la potencia norteamericana (que sigue siendo el centro de la economía mundial) se convierta rápidamente en recesión. Los motivos no faltan.

Detonantes del «lunes negro»: Estados Unidos y Japón

Como es sabido, el desplome del índice Nikkei se debió al derrumbe de las acciones de empresas de Estados Unidos en Japón. Los inversores que, desde Tokio, dirigían su dinero a comprar activos estadounidenses intentaron a toda costa deshacerse de ellos. Es que, con la suba de las tasas de intereses dispuestas por el Banco Central de Japón, comenzaba a derrumbarse el mecanismo de enriquecimiento conocido como «carry trade«.

Las cosas se daban más o menos así. El Banco Central de Japón prestaba yenes a bajísimas tasas de interés, del 0,1%. Con una inflación esperada de alrededor del 2% en el año, las tasas de intereses reales resultaban negativas. Quien recibía los yenes, pagaba el monto que se le prestó más el 0,1% de interés. Con una inflación por encima de ese interés, el banco de hecho subsidiaba el préstamo.

Con el «carry trade» es que los especuladores se aseguraban una ganancia aún mayor. Con los yenes que recibían compraban dólares, que usaban para compra de acciones o bonos del tesoro de Estados Unidos. La tasa de interés dispuesta por la Reserva Federal está allí en máximos de más del 5%. Es decir, recibían un préstamo a una tasa de interés del 0,1% y a la vez prestaban ese mismo dinero por una tasa de interés de más del 5%. Devolvían los yenes con el interés dispuesto por el Banco de Japón y se embolsaban la diferencia del 5%. En eso consiste el «carry trade» que tenía a la Bolsa de Tokio como uno de sus escenarios favoritos en todo el mundo, respaldado por la seguridad que da que Japón sea la tercera economía mundial.

Pero, con la suba de las tasas de interés dispuesto por el Banco de Japón y los datos de un informe pesimista sobre la economía de Estados Unidos, estalló el esquema. El informe en cuestión decía que creció levemente la tasa de desempleo respecto a junio, del 4,1 al 4,3%. Si bien no parece mucho, ese dato daba por tierra con ciertas expectativas de crecimiento sostenido de la economía yanqui. Goldman Sachs cambió su pronóstico de que las posibilidades de una recesión pasaban de ser del 15% al 25% en los próximos 12 meses.

Y eso remite a la Reserva Federal de los Estados Unidos, su banco central. Los grandes capitalistas comienzan a criticar su atraso en recortar las tasas de interés de referencia para los préstamos en dólares.

La Reserva Federal, la inflación y el «lunes negro»

Después de la crisis del 2008, la Reserva Federal tuvo por años una política similar a la que describimos más arriba del Banco de Japón. Su tasa de interés de referencia era, en términos reales, negativa. Con esa política intentaban acelerar los préstamos y la circulación de dinero, darle un impulso a la golpeada economía tras la Gran Recesión.

Los préstamos baratos, o directamente subsidiados, buscaban que grandes, medianas y pequeñas empresas tomaran créditos para la inversión. A la vez, buena parte del consumo de los hogares yanquis (la mayoría) se sostiene también con el crédito. La Reserva Federal, así, subsidiaba no solamente las inversiones sino también el consumo. 

Jerome Powell

Esta realidad se vino a pique con la crisis inflacionaria post pandemia. Mientras el dólar perdía poder de compra, las tasas de interés negativas de préstamos sostenían a su vez un dólar artificialmente barato. La solución del presidente de la Fed, Jerome Powell, fue entonces encarecer el dólar subiendo las tasas de interés. Hoy están en máximos históricos respecto a las últimas dos décadas.

La inflación bajó, entonces, de un pico del 9% entre 2021 y 2022 a un más normal 3% anual hoy. Según argumenta el economista marxista británico Michael Roberts, la baja de la inflación se debió menos a la política monetaria de la Fed que a la normalización de la producción y las cadenas de suministro luego de la salida de los confinamientos de la pandemia.

El motor de la economía capitalista es la búsqueda de ganancias. Si las tasas de interés son demasiado altas, la única forma de que su maquinaria siga funcionando es si hay ganancias por encima de ellas. Y eso no es exactamente lo que viene pasando en Estados Unidos. Su crecimiento económico dependía de las bajas tasas de interés desde hace mucho. Las tasas de interés actuales del 5,25-5,5%, sumamente altas, indujeron una retracción de los préstamos para la inversión y el consumo. No hay sector de la economía yanqui que, con inmensas ganancias, logre arrastrar al resto. Y, pese a todo, la inflación sigue siendo un gran problema.

Las críticas a la Fed sostienen, entonces, que ésta se atrasó demasiado en recortar las tasas de interés. Su dirección, encabezada por Powell, sigue temiendo que bajarlas vuelva a acelerar la inflación; que está contenida, pero no ha desaparecido. Semejante escenario sería desastroso: estanflación en Estados Unidos.

Pero el informe recibido por la Bolsa de Tokio parecía confirmar lo que ya se temía: que la recesión de la economía norteamericana comenzaba a ser un hecho. Los especuladores del «carry trade», entonces, temen que frente a este escenario la Fed se vea obligada a hacer recortes de las tasas de interés mucho más aceleradas que las anteriormente esperadas. De un día para el otro podrían licuarse todas sus ganancias por tomar préstamos en Tokio para prestar ese dinero en Nueva York. Porque, si de un lado subían las tasas de interés de Japón, bajaban las de Estados Unidos. De ahí que comenzaran a desprenderse de sus acciones yanquis en masa, generando el efecto dominó que arrastró al resto de las bolsas del mundo.

Como vemos, la crisis bien «real» de la economía yanqui está detrás de la crisis «financiera».

La grandes tecnológicas y el «lunes negro»

En abril, Marcelo Yunes argumentaba en Izquierda Web que podía estar gestándose una gran burbuja bursátil en los mercados de Bolsa globales. El lunes negro parece estar confirmando ese pronóstico:

Los mercados de Bolsa globales tuvieron en el primer trimestre de este año su mejor performance en cinco años, liderados por Wall Street y, dentro de la Bolsa de Nueva York, por los gigantes tecnológicos (las “siete magníficas”, que en realidad ya no son siete sino cuatro o cinco). Sin embargo, los récords bursátiles esconden performances muy distintas entre las grandes tecnológicas –como las citadas “siete magníficas”: Alphabet (Google), Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla– y casi todo el resto.

 

En octubre de 2023, el índice Standard & Poor’s 500 (las 500 mayores compañías que cotizan en Wall Street) habían pegado un salto de 2,4 billones de dólares en valor de mercado desde comienzos de año. Pero si se desagrega esa cifra entre las “siete magníficas” y el resto, el resultado es que aquéllas (que a la vez eran las siete más grandes de toda la lista) subieron 3,4 billones de dólares de capitalización bursátil, mientras que las otras 493 perdieron en conjunto 1 billón de dólares. Desde entonces, las “siete magníficas” han resultado ser cuatro: Alphabet, Apple y Tesla quedaron muy por detrás de las otras y no superaron el promedio del “S&P 493” (AI revoir”, TE 9390, 30-3-24).

Algunos de los índices más preocupantes del «desenganche» entre los récords bursátiles y el desempeño real de las ganancias comenzaban a acercarse a valores parecidos a crisis como… el crack de 1929.

Otros indicadores de la economía mainstream al respecto también son preocupantes. Uno de ellos, al que nos hemos referido en otras oportunidades, es la ratio entre precio (valor de Bolsa total de la firma) y ganancias, ajustado por ciclos económicos (sigla inglesa CAPER). Pues bien, en este momento, esa ratio para el conjunto de las compañías del S&P 500 está hoy en 34,3 (es decir, el valor de Bolsa es 34 veces el volumen de las ganancias). Esa ratio, además, supera el factor 30 prácticamente desde el año pasado. Eso sólo ocurrió dos veces antes en la historia de Wall Street: en 1929 (CAPER 31,5) y en 1999, antes del estallido de la burbuja de las punto.com (CAPER 44,2) (“Problems in the horizon”, TE 9386, 2-3-24).

Cuando los índices bursátiles y las ganancias reales están llevan una brecha tan enorme, suelen sucederse los «correctivos» como el lunes negro, el desplome de la bolsa del 2008… y el crack de 1929. A la vez, como el capitalismo necesita del crédito y las acciones bursátiles para existir, sus crisis reactúan sobre la producción, el empleo y el consumo.

Puede haber varias respuestas a la crisis del «lunes negro». Pero todo indica que ninguna garantiza crecimiento a largo plazo. El crecimiento y las ganancias fuera de la especulación financiera siguen siendo demasiado mediocres. Si la Fed finalmente bajara las tasas de interés, podría devenir en un nuevo salto inflacionario… en medio de un creciente estancamiento. La crisis financiera puede o no «solucionarse» mañana, en un mes o un año. Pero es la fiebre de una enfermedad subyacente más profunda, es un síntoma. Los cambios en la política monetaria pueden tratar de pasar de la crisis financiera a la crisis inflacionaria, en ambos casos con crecientes riesgos de estancamiento o recesión. Lo que parece que no pueden hacer es evitar la crisis.

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