(…) el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser, no se afirma él, por tanto, en su trabajo, sino que se niega en él, que no se siente bien, pero infeliz, que no desarrolla ninguna energía física y espiritual libre, sino que mortifica tu física y arruina tu espíritu. Por lo tanto, el trabajador sólo se siente cercano a sí mismo [cuando] está fuera del trabajo y fuera de sí mismo [cuando] está en el trabajo. Está en casa cuando no trabaja, y cuando trabaja, no está en casa. Por tanto, su trabajo no es voluntario, sino forzoso y obligatorio. Por tanto, el trabajo no es la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer necesidades fuera del trabajo. Su extrañeza es evidente aquí [de una manera] tan pura que, tan pronto como no hay coerción física o de otro tipo, la gente huye del trabajo como una peste. El trabajo exterior, el trabajo en el que el hombre se exterioriza, es un trabajo de abnegación, de mortificación. […] Sin duda. El trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero cuevas para el trabajador. Produce belleza, pero deformación para el trabajador. Reemplaza el trabajo con máquinas, pero devuelve a una parte de los trabajadores al trabajo bárbaro y convierte a la otra parte en máquinas. Produce espíritu, pero produce imbecilidad, cretinismo en el trabajador. (Marx apud Penã, 2015, p. 26).
Este trabajo es el segundo capítulo de «Entregadores de aplicativos: a luta de um novo proletariado«, de próxima aparición en portugués.
Con el desarrollo del capitalismo contemporáneo y sus fuerzas productivas[1], nos encontramos, hoy, frente a un marco productivo internacional que ha ido asumiendo un nuevo “modo particular de acumulación capitalista al producir una nueva forma de mediación de la subsunción del trabajo” (Franco; Ferraz, 2019, p. 845), materializado por la combinación de un alto “desarrollo tecnológico y degradación del trabajo” (Abílio, 2020, p. 112), que afecta directamente las condiciones de vida de las masas trabajadoras.
Las causas del surgimiento y consolidación del trabajo precario en plataformas son – dialécticamente – producto de un desarrollo histórico en el que se produjo una reorganización productiva internacional, que desencadenó intensas innovaciones tecnológicas, en un intento por recuperar las tasas de apreciación y crecimiento del capital y que , para Antunes, 1973 es un punto de ruptura frente a una profunda crisis del sistema capitalista (¿Qué es la uberización del trabajo?, 2023). Este período corresponde a una reducción del tiempo de rotación del capital constante (fijo) a partir de estas intensas innovaciones tecnológicas, una nueva etapa del imperialismo posterior a la Segunda Guerra Mundial llamada “capitalismo tardío” por Ernest Mandel en la que se expresó un salto tecnológico en la microelectrónica. . , impulsando un aumento de la productividad industrial y la amplificación de las fuerzas productivas. Como factor complementario a este panorama, la crisis de 2008, expresión de la intensificación de la crisis del capitalismo (apreciación del capital) abierta en los años 1970, las grandes empresas radicalizaron el proceso de desregulación, informalización y flexibilización del trabajo, oponiéndose así a la legislación social. de protección laboral mínima a nivel internacional (¿Qué es la uberización del trabajo?, 2023).
Como dinámica social que constituye lo que llamaremos la “nueva morfología” del trabajo, una tendencia internacional hacia una enorme disposición de la fuerza de trabajo y la reversión del trabajo contratado y regulado, de origen taylorista-fordista, que dominó el último siglo (Antunes, 2020), trabajo informal-digital, flexible e intermitente. Eso es:
El trabajo en las TIC [Tecnologías de la Información y la Comunicación] está guiado por un proceso contradictorio, ya que combina tecnologías del siglo XXI con condiciones de trabajo heredadas del siglo XX [y también del XIX]. Asimismo, combina estrategias de intensa emulación e implicación, en forma de flexibilidad toyotizada, con técnicas de gestión tayloristas-fordistas de control del trabajo. (Antunes, 2020a, p. 97).
Este proceso contradictorio señalado por Antunes no debe parecernos una sorpresa, sino una combinación dialéctica que demuestra cómo la intensificación del proceso productivo coincide de manera compensatoria y necesaria con una mayor explotación del trabajo (de trabajadoras y trabajadores), incluyendo formas de valor más absoluto con el importante aumento de la jornada laboral. Esto nos muestra que, frente a una reproducción crítica del capital y desde el punto de vista de este capital y su valorización, para la producción de valor es necesario un aumento compensatorio de la explotación del trabajo, que se acerque, en términos de subsunción formal, de formas pasadas de explotación laboral. Sin embargo, el trabajo plataformatico no se limita, evidentemente, sólo a la subsunción formal, a la producción de plusvalía absoluta, sino también a la subsunción real del trabajo al capital basada en el control actual por parte de la maquinaria digital de la fuerza de trabajo en una escala nunca antes vista. visto antes:
Una vez que este trabajo pasa a ser dirigido y comandado por el capital (…) [en el que] la subsunción real del trabajo a la relación capitalista busca transformar continuamente los procesos de producción material (y socialmente) en formas más adecuadas para la extracción de más valor (. ..) [y] de reproducir la propia relación capitalista en sus bases, es decir, la separación del trabajador de los medios de producción (Colombini, sd, np).
Esta dinámica se expresa como consecuencia de la intensificación del proceso productivo a través de nuevas tecnologías para la reproducción ampliada del capital:
Hay una contradicción básica en la economía capitalista. El objetivo de la producción es el beneficio, no la satisfacción de las necesidades sociales. La creciente inversión en tecnología para sustituir el trabajo humano, que crea valor, conduce a una tendencia a la baja en la rentabilidad. En cierto momento, esta tendencia entra en conflicto con el desarrollo de las fuerzas productivas. La larga caída de la tasa de ganancia del capital en todo el mundo ha frenado la inversión productiva y, en consecuencia, el aumento de la productividad laboral. Cada vez resulta más difícil ampliar las «fuerzas productivas». El capitalismo no está cumpliendo su «misión histórica» en la que Keynes expresó tanta confianza hace 90 años. (Roberts, 2021, s.p.).
En términos más generales, podemos decir que existe una innegable y profunda transformación en el mundo productivo que recae sobre los hombros de los explotados y oprimidos, bajo la dinámica misma de la realización del capital a través de la obtención de plusvalía, dotada de una tendencia hacia la expansión destructiva de las condiciones de trabajo junto con las innovaciones tecnológicas: una relación contradictoria, un desequilibrio técnico, económico y social vinculado a la naturaleza metabólica del capitalismo (su esencia) y las condiciones necesarias para la reproducción ampliada del capital.
Esta relación puede entenderse como una tendencia constante, a partir de la formulación de Marx de la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia como condición inherente a la relación entre la inversión que da lugar a innovaciones tecnológicas, que reemplazan el trabajo humano (expansión del trabajo muerto ), y las contratendencias que serían los mecanismos político-económicos para frenar o intentar revertir esta descomposición en la tasa de ganancia de los capitalistas. Estas dos caras de la misma moneda del modelo de producción capitalista no existen la una sin la otra. En este contexto, Roberts afirma correctamente que:
La tendencia es la ley que, tal vez, anule [las] tendencias contrarias. Pero [las] contratendencias pueden retrasar, revertir o ralentizar la tendencia por un tiempo. QTTL [tendencia decreciente de la tasa de ganancia] dice que la tasa de ganancia caerá con el tiempo; pero no cae todo el tiempo debido a las tendencias contrarias. De hecho, las contratendencias operan de tal manera que dan un carácter cíclico al funcionamiento de QTTL.[2]. (Roberts, 2019, pág. 5).
Por lo tanto, el actual y significativo desarrollo tecnológico se combina, dada la acentuación de la contradicción capital-trabajo, con una mayor explotación del trabajo, condición que se presenta como un dispositivo constitutivo de contratendencias para contener la crisis de apreciación del capital –de los capitalistas–. ‘ ganancias. Cuanto más crítico es el estado del capital, su capacidad de valorización, mayor es el desarrollo de las fuerzas productivas, mayor es la necesidad de apropiarse del excedente de trabajo de otras personas –para ejercer poder y control sobre el tiempo social del trabajo no remunerado– y, por tanto, , paradójicamente, nos encontramos ante formas arcaicas de explotación laboral basadas en una reanudación y expansión de la extracción de plusvalía absoluta con el uso de innovaciones tecnológicas, haciendo de la superación de la crisis capitalista algo circunstancial y, por tanto, dialécticamente, preparando nuevas otras crisis. Demostraremos estas formas más adelante.
La cuarta revolución industrial, la llamada Industria 4.0, comenzó en la última década de este siglo en Alemania, la cual, para Ricardo Antunes, “es una expansión exponencial de las tecnologías digitales [TIC], con el surgimiento del ‘internet de las cosas’. ‘ [ en] (…) una nueva fase de hegemonía informacional-digital, bajo el mando del capital financiero” (Antunes, 2020b, p.13-5), trae consigo un nuevo modelo productivo del capitalismo contemporáneo – el capitalismo de plataforma[3]– que ha convulsionado el mundo del trabajo debido a un desequilibrio entre trabajo vivo y trabajo muerto, con, posiblemente, la expansión exponencial del primero:
Las supuestas nuevas formas de organización del trabajo asociadas al uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y a las empresas que se presentan como plataformas o aplicaciones son, en realidad, estrategias de contratación y gestión del trabajo que enmascaran el carácter asalariado presente en las relaciones que establecen. . La negación de los salarios es un elemento central de la estrategia empresarial porque, bajo la apariencia de una mayor autonomía (un eufemismo para eludir los salarios y transferir riesgos), el capital busca, de hecho, ampliar el control sobre el trabajo para intensificar la explotación y su sujeción. (Antunes; Filgueiras, 2020. p. 29).
Una vez más, el nuevo modelo productivo se denomina economía colaborativa, gig-economy, economía de plataformas, crowdsourcing, economía on-demand, uberización, crowdwork, trabajo digital, etc. Aparece, en su momento, como una nueva y supuesta solución a las crisis y contradicciones socioeconómicas. Sin embargo, aún en proceso de expansión y consolidación, este nuevo modelo de industria no tardó en evidenciar su carácter contradictorio que, debido a la acentuación de las tendencias hacia la informatización en la nueva era digital, convierte a aquellos a quienes Marx (2008) llamó “personas”. que simplemente trabajan” – en este caso, el nuevo proletariado del capitalismo de plataforma.
Enfatizamos, categóricamente, con la intención de inhibir todas y cada una de las interpretaciones dudosas, que el desarrollo tecnológico no está a punto de resolver la contradicción capital-trabajo, como si tal contradicción fuera sólo un error en el camino civilizador y no una condición vital del capitalismo. sociabilidad. Por lo tanto, los conflictos de distribución material entre clases sociales (explotadores y explotados) –y no la simple competencia entre capitalistas– son, en última instancia, la base de la transformación técnica misma.[4].
Para Nick Srnicek, el surgimiento y crecimiento de las empresas de plataformas –el autor se centra en un análisis más específico del caso de las empresas Uber y Deliveroo– parte de un contexto de “(…) flujo de capital excedente en una era de ultra -bajas tasas de interés y difíciles oportunidades de inversión, no como la vanguardia que está destinada a revivir el capitalismo”. (Srnicek apud Woodcock, 2020, p. 29).
En este sentido, nos parece pertinente caracterizar aquí de qué hablamos cuando hablamos de plataformas digitales, es decir, empresas plataforma y, más específicamente, aquellas vinculadas al ámbito de las actividades de entrega y transporte que son “geográficamente adheridas”. ]” (Graham; Woodcock, 2018, p. 245) y que “realizan su función concreta, permitiendo una acción eficiente e instantánea, a través del control remoto del trabajo” (Tozi et al., 2019, p. 181). Estamos de acuerdo con Scholz que afirma que plataformas como Uber y Deliveroo –podríamos añadir a este campo otras empresas de plataformas como iFood, 99, Lalamove, Rappi, etc.– son, en realidad, empresas de trabajo y no simplemente startups tecnológicas”, lo que significa dependen de la disponibilidad y abundancia de mano de obra barata [de reserva del ejército] y de un entorno regulatorio permisivo”, lo que necesariamente implica “un futuro con salarios bajos para millones de personas”. (Scholz apud Woodcock, 2020, p. 29).
Por otro lado, la base tecnológica en manos de algunos capitalistas, que han llevado adelante y consolidado esta nueva morfología del capital-trabajo, es presentada por la comunidad empresarial.[5]“como empresas de tecnología, ‘intermediarias’ entre ‘consumidores y productores’, constituyendo un mercado ‘bilateral’, con externalidades atravesadas por redes” (Vanlenduc apud Antunes; Filgueiras, 2020, p 63). Sin embargo, esto no se corresponde con la realidad, con el carácter procedimental de este nuevo tipo de economía. Es categóricamente falso. Por tanto, está claro que esta narrativa, ligada al mito del “emprendimiento”, constituye una parte central del arsenal político-ideológico de las empresas de plataforma para promover sus intereses, apropiarse, controlar y ejercer poder sobre el tiempo de trabajo social no remunerado –básico. condición para garantizar el beneficio de los capitalistas (la sociabilidad del capital). Vamos a ver:
Las plataformas –en sus más variadas tipologías– son, por un lado, la encarnación de la acumulación y extracción de valor a partir de mecanismos de datos y mediaciones algorítmicas; por otro lado, representan su cara más visible (o interfaz amigable), infiltrándose en las prácticas sociales con la promesa de ofrecer servicios personalizados y provocando dependencia de sus infraestructuras en la web y en diferentes sectores de la sociedad. (…) Además, consideramos las plataformas como infraestructuras digitales que son, al mismo tiempo, medios de producción y medios de comunicación, sirviendo tanto para trabajar como para interactuar, siendo un locus de comunicación y actividades laborales. Las plataformas actúan como procesos de producción en medio de la circulación del capital y, como medio de comunicación, contribuyen a la aceleración de esta circulación, reduciendo el tiempo de rotación [y los costos], reduciendo los tiempos muertos y acelerando la producción. (Grohmann, 2020, p. 95).
Por lo tanto, las plataformas digitales no son herramientas tecnológicas igualmente disponibles al servicio del supuesto desarrollo social progresivo, como cínicamente afirma el sector empresarial. Son parte de un “imperativo que no es sólo tecnológico, sino también financiero y político” (Grohmann, 2020 p. 97) en el que las aplicaciones son un producto directo del desarrollo histórico “de la gestión laboral [por parte de los capitalistas] (… ) lo que inevitablemente implica intentos de supervisar, controlar, motivar y disciplinar a los trabajadores” (Woodcock, 2020, p. 31) para la apropiación privada de mano de obra excedente o de trabajo excedente no remunerado.
Por lo tanto, “ante la falta de compromiso formal para continuar contratando servicios, estas empresas presentan el argumento de que los trabajadores realizan actividades sólo cuando quieren y donde quieren”. (Antunes; Filgueiras, 2020, p. 63). Es evidente, entonces, que la negación del reconocimiento de las aplicaciones como empresas de empleo es una manipulación retórica por parte de los capitalistas –un disimulo consciente– para ocultar no sólo la relación entre las empresas de plataformas asalariadas y los trabajadores, sino la esencia de lo que hay en ellas. Hay un hecho detrás de esta nueva y violenta forma de explotar a los trabajadores: la precariedad masiva del trabajo como condición vital para la acumulación capitalista en este siglo XXI.
En este caso, los algoritmos, que son “conjuntos definidos de pasos estructurados para procesar instrucciones/datos con el objetivo de producir resultados” (Graham; Woodcock, 2018, p. 245) imponen un salto cualitativo en la gestión y el control del trabajo, que, por Marx, sería el “terreno oculto de la producción” (Woodcock, 2020, p. 30). Esto se debe a que, ahora sin un jefe de carne y hueso, “sólo” con determinaciones algorítmicas (una nueva forma de capataz), los repartidores se ven obligados a seguir estrictamente las órdenes de las aplicaciones (sin ningún tipo de transparencia). Esto implica una determinación algorítmica del interés empresarial de la disposición espacial de los correos en los centros urbanos (su disposición geográfica diaria), los montos pagados por las carreras y una serie de obligaciones operativas y de conducta que hacen que los correos dependan de jornadas laborales de 10, 12 y 14 horas. horas al día para ganar un salario digno. Todo ello bajo el riesgo permanente de ser desconectados sumariamente de las plataformas.
Destaco, a continuación, dos discursos de colegas y compañeros repartidores, realizados en sesiones plenarias virtuales para la organización de una de nuestras huelgas (Breque dos APPs) que desmantelan la cínica narrativa empresarial del “emprendimiento”:
«Hoy en día, iFood requiere más que el trabajo formal».(2023)
“Qué difícil es llegar a casa después de 12 horas en la calle y tener que explicarle a mi esposa y a mi familia que no pude ganar dinero ese día”.(2023).
Ante todo esto, no podemos dejar de llamar la atención sobre la contrarreforma laboral de 2017 que modificó más de cien artículos de la Consolidación de Leyes del Trabajo (CLT). Una medida implementada por Michel Temer y mantenida por el actual gobierno liberal-social de Lula-Alckmin, una coalición que intenta normalizar el régimen burgués, como condición básica para el permiso legal, ideológico, político y económico para la consolidación, mantenimiento y expansión del “gig Economy” o cualquier otro término utilizado como eufemismo para ocultar la precariedad estructural del trabajo en nuestro país y en el mundo. Tal “reforma” se presenta como la máxima representación de la ideología liberal (evidentemente infundada) de que para crear empleos es necesario destruir los derechos laborales, es decir, que los derechos laborales son, para los parásitos capitalistas, en última instancia, el problema central de tantos países. que puedan contratar mano de obra. De hecho, los derechos laborales conquistados a través de la lucha del proletariado a lo largo de la historia son una espina clavada: no para crear empleos, sino para aumentar la tasa de ganancia del grupo de explotadores. Así, el Estado, como producto directo de los antagonismos irreconciliables entre clases sociales y como representación del dominio de la minoría explotadora sobre la mayoría explotada (Lenin, 2017) -la forma que emerge de un conflicto latente e irresuelto a nivel social- base, en las entrañas de la sociedad, como máquina de opresión de una clase sobre otra- expresa con este caso su carácter de garante de los intereses de las empresas de plataforma y del empresariado en general (los capitalistas propietarios de los medios de producción).
Sin embargo, no queremos irresponsablemente, como hacen los reformistas, indicar que frente a la precarización del trabajo por la informalidad, la intermitencia y la flexibilidad, hay que “elogiar” a la CLT como máxima garantía de condiciones de trabajo dignas y, por tanto, de materiales para el pleno desarrollo social de los explotados y oprimidos. Por el contrario, la legislación laboral de 1943 había sido, desde un principio, extremadamente selectiva entre quienes tenían derechos o no, negándose como legislación a todas las personas ocupadas y restringiéndose sólo a los trabajadores de la industria y el comercio (Abílio; Krein; Manzano, 2023 ). A pesar de las dinámicas de amplificación económica del país entre 1930 y 1980, bajo la limitada y restringida garantía de los derechos laborales, empleos que representaban salarios muy bajos y desiguales con alta rotación de ocupaciones y pésimas condiciones laborales para la gran mayoría de los asalariados -especialmente cuerpos negros en nuestro país (Abílio; Krein; Manzano, 2023). Según los mismos autores, el empleo asalariado en el país logró ocupar como máximo dos tercios de la Población Económicamente Activa (PEA) en su pico; Hoy en día, aproximadamente el 39% de la población ocupada se encuentra en condiciones de trabajo informal según el IBGE.
Históricamente, entonces, el Estado brasileño como representación política de los intereses de los capitalistas nacionales e internacionales “(…) permitió que prevaleciera la competencia predatoria entre los proveedores de mano de obra (…) al no crear siquiera un sistema de protección que organizara el mercado de trabajo, ni alternativas más masivas de ocupaciones en áreas sociales” (Abílio; Krein; Manzano, 2023, p. 231). En este sentido, es necesario entender que las condiciones históricas y actuales del trabajo regulado son un factor clave para que, hoy, las empresas de plataforma puedan llevar a cabo esta nueva forma de explorar el trabajo, expresando una vez más el carácter de clase del Estado en el capitalismo. sociedad. ¿Por qué? Ahora bien, si el trabajo (directo) regulado por la Consolidación de Leyes del Trabajo (CLT) no ofreciera, de manera restringida, por determinación de clase, condiciones despreciables para otra vida que supere la condición de subsistencia -de supervivencia-, entrega Las plataformas de las empresas, por ejemplo, seguramente carecerían de mano de obra disponible, es decir, de trabajadores disponibles para vender su fuerza laboral a este nuevo y voraz modelo de negocio.
Por lo tanto, la Consolidación de las Leyes Laborales no es más que una expresión de regulación jurídica de la contradicción capital-trabajo (en función de la correlación de fuerza social) como producto directo de la lucha de los explotados y oprimidos, lo que no quiere decir, de Por supuesto, eso debería negar la batalla por los derechos laborales, es decir, mejores condiciones laborales. Sin embargo, la lucha por los derechos y garantías laborales, hoy más que nunca, requiere una perspectiva histórica (estratégica) de superación total de la contradicción capital-trabajo (de todas las formas de explotación), de superación del trabajo directo e indirecto (intelectual y manual) – tema elaborado de manera profunda y pedagógica en la inédita obra de Roberto Sáenz “Marxismo y Transición Socialista”.
De esta manera, esta nueva configuración de apropiación del excedente de trabajo ajeno, una nueva forma de acumulación capitalista –capitalismo de plataforma– es entendida por algunos investigadores, algo con lo que tendemos a estar de acuerdo debido a la propia dinámica política y del capital contemporánea, como “ simplemente un modelo de organización empresarial que pronto será omnipresente, por lo que no tiene sentido tratarlos como un sector de actividad económica” (Carelli; Sampaio apud Leme, 2021, p. 57). Se trata, entonces, de una ofensiva ultraliberal del capitalismo que viene “(…) imponiendo su tríada destructiva en relación al trabajo, en la que la flexibilidad, la informalidad y la intermitencia se convierten en partes constitutivas del léxico, la ideología y la pragmática de la empresa corporativa global. » (Antunes; Filgueiras, 2020, p. 65).
En este sentido, para la periferia del capitalismo, la informalidad como elemento condicionante de la flexibilidad y la intermitencia “se revela como un rasgo estructural, asociado a una dinámica económica incapaz de absorber la totalidad de la fuerza laboral, [constituyendo] una tendencia que se difunde y se confunde cada vez más. con el trabajo formal” (Abílio; Krein; Manzano, 2023, p. 248).
Hoy se ha vuelto difícil imaginar cualquier modalidad de venta de mano de obra que no esté de alguna manera mediada por innovaciones tecnológicas, por alguna forma de interacción y dependencia de teléfonos celulares y computadoras (Antunes; Filgueiras, 2020). Podemos, por tanto, afirmar que hay sobre la mesa un nuevo fenómeno constituido en el capitalismo moderno que contribuye a una sociedad cada vez más digitalizada y desigual y que nos impone todo un nuevo desafío de enorme complejidad para retomar y relanzar la lucha estratégica por la emancipación social. , con la clase trabajadora y su nueva constitución como protagonista social de esta lucha contra nuevas y viejas formas de explotación laboral.
Necesariamente, esto debe implicar comprender las particularidades y complejidades de las nuevas formas de explotación laboral situadas en una “nueva era de precariedad estructural del trabajo” (Antunes, 2023, en línea). Es fundamental asimilar que esta nueva configuración de la acumulación capitalista está imponiendo nuevas formas de explotación común, generalizando la precariedad del trabajo basada en la intermitencia, la flexibilidad y la informalidad y, por tanto, sostenemos que inevitablemente terminará estableciendo conexiones -y posibles vínculos-. de solidaridad, antes impensable, entre trabajadores de plataformas y consumidores.
Antunes y Filgueiras (2020), de manera detallada, presentan cuatro puntos esenciales que aclaran las relaciones que se establecen a través de las TIC entre los propietarios capitalistas de empresas de plataformas y los trabajadores de cara al nuevo modelo de economía capitalista digital:
1) contactos en línea entre productores y consumidores; trabajadores y empresas; 2) uso de aplicaciones o plataformas para acceder a computadoras o herramientas de comunicación móvil; 3) uso integral de datos digitales para la organización y gestión de estas actividades; 4) relaciones establecidas por “demanda” (es decir, que resultan de acuerdos para cada producto, desprovistos de seguridad jurídica capaz de garantizar su continuidad). (Antunes; Filgueiras, 2020, p. 62).
Por tanto, la nueva morfología del capital-trabajo constituye un proceso histórico de transformación de la clase trabajadora nacional e internacional que manifiesta como característica central una inmensa proletarización en el sector servicios, vinculada a:
Explosión en los últimos cuarenta o cincuenta años de actividades en el sector servicios, (…) explosión que se debe a la privatización de este sector, al hecho de que genera ganancias, al hecho de que ellos [el proletariado] comenzaron a ser explotados por las grandes corporaciones capitalistas, hasta el hecho de que este período marcó una explosión del mundo de la información digital. (Antunes, 2019, s.p.).
Se produce, por tanto, un dinámico e intenso proceso de transformación del cuerpo social que tiene como única mercancía su fuerza de trabajo. Se revela el surgimiento de un nuevo proletariado, aún en formación, del siglo XXI, que se configura a partir del trabajo plataformatico, mediado por las innovaciones tecnológicas y por las crisis y contradicciones permanentes del capitalismo, ahora más agresivo y con cada vez menos mediaciones y concesiones. . Una nueva parte de la clase trabajadora intrínsecamente vinculada a nuevas formas de extraer el excedente de mano de obra de otras personas,
Donde las relaciones de trabajo son cada vez más individualizadas [atomizadas] (cuando sea posible) e invisibilizadas, para tomar la apariencia de prestación de servicios. Sin embargo, los rasgos constitutivos de su concreción son expresión de diferentes formas de empleo asalariado, que implican la obtención de ganancias, la explotación de la plusvalía y, también, el expolio del trabajo, transfiriendo costos a sus trabajadores, quienes pasan a depender directamente de la financiación. de tus gastos, imprescindibles para el desempeño de tu trabajo. (Antunes; Filgueiras, 2020, p. 64-5).
Además de la intermediación de las TIC y su supuesta identidad neutra como instrumento de mayor explotación del trabajo, a esta nueva morfología del capital-trabajo se incorpora otro elemento central, de tendencia estructural: la transferencia del anticipo –de la inversión – del capital constante, por tanto, los riesgos para los trabajadores como forma de reducir los costes de las empresas de plataforma y garantizarles un mayor margen de beneficio, que tiene como antecesor el modelo toyotista de producción, en el que
El trabajador, para mantener el valor de uso de su mercancía fuerza de trabajo, se vio impelido a adoptar una postura de mayor creatividad, ‘inversión’ en sí mismo para la formación continua, la actualización tecnológica y la adhesión emocional a la organización productiva. (Ferraz; Franco, 2019, p. 850).
Más adelante, los mismos autores afirman que:
Cuando consideramos ahora este nuevo contexto de Uber [de todas las empresas de plataforma], el trabajador debe “invertir” en los equipos y maquinaria necesarios para realizar el trabajo de transporte de pasajeros, con el fin de que su fuerza laboral sea vendible. Estos equipos, por tanto, en lugar del capital constante del capitalista para realizar la actividad de transporte, se convierten en los instrumentos necesarios para que el trabajador pueda seguir manteniéndose a sí mismo. El hecho de que la jornada de trabajo no esté previamente fijada no quita, por tanto, al capitalista el papel de comprador de fuerza de trabajo, ni al trabajador el de vendedor de fuerza de trabajo, ya que lo que cambia es la necesidad de anticipo de capital por parte del trabajador. capitalista. Marx (2013) declara que el salario a destajo es la forma de remuneración por excelencia en el capitalismo. Ahora tenemos el “salario por carrera”. (Ferraz; Franco, 2019, p. 850).
Es decir:
En la medida en que ya no necesita contratar al trabajador como empleado y ni siquiera necesita invertir en la mayoría de los recursos físicos que constituyen el capital constante, la plusvalía apropiada por el capitalista se maximiza a un nivel inimaginable para las empresas tradicionales. lo que resulta imperativo para que otras empresas adopten modelos similares para estructurar sus negocios. (Srnicek, apud Ferraz; Franco, 2019, p. 845).
De tal manera, sumado a la importante transferencia de riesgos en forma de capital constante a los propios trabajadores, que permite niveles sin precedentes de apropiación de plusvalía, la imputación del pago a destajo a este nuevo segmento de la clase trabajadora, la ahora “salario basado en la raza”, se reafirma como una herramienta histórica y extremadamente poderosa para que los capitalistas garanticen también una mayor productividad laboral. Por ejemplo, los salarios a destajo han sido la forma dominante de remuneración en la industria de la caña de azúcar brasileña durante más de un siglo, además de estar presentes en la industria textil internacional durante muchas décadas.
Dada la crisis estructural del capital, como forma de retrasar y/o mitigar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y asegurar su reproducción ampliada, aunque sea de manera crítica, la transferencia por parte de las empresas de plataforma de los elementos materiales (físicos) necesarios para El desarrollo productivo, lo que antes era responsabilidad de los dueños de los medios de producción –capital constante–, para los trabajadores de plataformas constituye un elemento inédito, que podemos denominar “una especie de subsunción virtual [del trabajo]” (Ferraz; Franco, 2019 , pág. 851).
Este hallazgo arroja luz sobre los dispositivos y mecanismos que constituyen esta nueva forma de explotar el trabajo y también desplumar a los trabajadores: “Un modo particular de acumulación capitalista al producir una nueva forma de mediación de la subsunción del trabajador, que asume la responsabilidad de los medios principales de producción de la actividad productiva”. (Ferraz; Franco, 2019, p. 854). Presentamos a continuación algunos ejemplos que muestran este supuesto de capital constante por parte de los repartidores:
- Adquisición de bicicletas o motos que, con una financiación a meses o años, en la mayoría de los casos, a tipos de interés elevados, someten a los mensajeros a un alto grado de subordinación a las empresas de plataforma, ya que se encuentran en una encrucijada entre la subsistencia y el pago de las cuotas de sus medios de trabajo;
- El mantenimiento tanto de la bicicleta como de la moto, que puede superar el valor total de un ingreso mensual dependiendo de las complicaciones, así como el abastecimiento de combustible de la moto, en muchos casos diario debido a las distancias recorridas y al modelo de la moto;
- El alquiler de bicicletas mecánicas en las estaciones “Bike Itaú”, con pago directo a través de la aplicación iFood, que cuesta R$ 32,00 por semana con derecho a hasta dos viajes de 4 horas por día, con R$ 1,99 adicional cada 30 minutos adicionales o viaje adicional. Las bicicletas eléctricas parten del mismo precio que el precio semanal, sin embargo, se cobra una tarifa de liberación de R$ 1,99 cada dos horas y en horas pico, en estaciones con alta demanda, se agrega una tarifa adicional del mismo valor, duplicando el precio. pagó por la liberación. Como si todo esto fuera poco, se cobran R$ 3,99 por cada 30 minutos adicionales de uso de la bicicleta eléctrica. Para el alquiler de motos realizado con empresas, que además del servicio de alquiler desarrollan sus propias plataformas de entrega, tomamos como ejemplo Mottu, que establece el costo mensual del alquiler de motos en R$ 175,00 semanales, R$ 700,00 mensuales, con un depósito de R$ 600,00 en concepto de depósito y, si hay retraso en el pago de estas tasas, se cobra multa de R$ 20,00 el primer día, así como el segundo día de retraso, y al tercer día un bloqueo del pago. rastreador de motocicletas;
- Adquisición de bolsas (mochilas para transportar alimentos y otro tipo de mercancías, que muchas veces no contienen los productos seleccionados por los clientes y que tienen una vida útil de un par de años si se mantienen muy bien y dependiendo de la duración y frecuencia de las jornadas laborales). Cuestan, en promedio, en la ciudad de São Paulo, entre R$ 100,00 y R$ 180,00, y pueden adquirirse en la tienda de la propia plataforma de entrega o en tiendas de repuestos para motos;
- Materiales de protección como cascos, guantes, chaquetas, chubasqueros y chanclos, que tienen una elevada variación de precio –la categoría acaba muchas veces recurriendo a otros más baratos y, por tanto, de menor calidad, algo que incide directamente en el grado de protección del trabajador–.
A estos ejemplos, como condición de la actual precariedad laboral, se suman los montos pagados por las aplicaciones, como los gastos mínimos de entrega y el adicional por kilómetro recorrido, que no están vinculados a la variación de la inflación y las fluctuaciones en precios de la gasolina y de repuestos para el mantenimiento de vehículos, presentando un carácter unilateral y arbitrario de imposición clasista de empresas de plataforma que adaptan la remuneración por carrera a sus intereses -ofreciendo esporádicamente algunas concesiones operativas o remunerativas como consecuencia directa de las luchas y demandas de la categoría.
Por tanto, los enfrentamientos –más o menos intermitentes– de este nuevo proletariado (un factor exógeno y de carácter aleatorio a las leyes de la economía capitalista), que forma parte de la totalidad y dinámica actual de la lucha de clases, hacen un valoración unilineal (técnica o catastrofista) de este modelo de economía, es decir, de un desarrollo ligado únicamente a leyes económicas de mercado en el que la lucha de clases no puede, en algún momento, reconducir o superar tal procesualidad.
Insistimos: el nuevo mundo del trabajo digital constituye el inicio de una nueva etapa histórica de explotación y expoliación del trabajo mediante el uso de las TIC y, por tanto, forja, como proceso dialéctico, una nueva porción del proletariado internacional, una nueva tipo de desposeídos –más heterogéneos–, vendedores de su fuerza de trabajo. Sin embargo, esta nueva configuración y la génesis de un nuevo proletariado nacional e internacional no cambia en modo alguno la relación y formación social de las clases identificadas por Marx y Engels como burguesas y proletarias. Lo que podríamos sugerir aquí es que está sucediendo lo contrario, una acentuación de estos estratos sociales irreconciliables y antagónicos. La burguesía contemporánea y sus nuevos negocios están produciendo, por tanto, lo mismo que en siglos pasados tras su consolidación como clase dominante y el desarrollo de las fuerzas productivas: “sus propios sepultureros” (Engels; Marx, 1848). Nos resta, entonces, comprender la compleja configuración político-social de estos nuevos “excavadores” para potenciar, desde organizaciones de vanguardia, el papel estratégico que desempeñan en la lucha de clases frente a esta nueva morfología laboral.
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[1]La etapa actual del capitalismo nos revela una relación profunda y contradictoria entre el carácter productivo y destructivo que asumen las nuevas tecnologías (las fuerzas productivas) al servicio de la clase dominante internacional. La guerra en suelo europeo, en Ucrania, hecho que no se producía desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y la reanudación de la amenaza nuclear, así como la reciente pandemia y la aparición de otros nuevos patógenos con el avance incontrolable de La agricultura sobre el medio natural, como demuestra el biólogo evolutivo Rob Wallace en varias de sus publicaciones, son buenos ejemplos del potencial destructivo del desarrollo productivo actual.
[2]Aquí vale la pena resaltar que Marx, frente al desarrollo industrial, tenía una dificultad similar respecto de esta actual etapa histórica del capitalismo, en la que la rotación del capital constante no ofrece una explicación suficiente para determinar los factores y una supuesta temporalidad cíclica de las crisis de capital que provocan tales crisis, como explicó Kondratiev. Marx nunca propuso, desde su formulación de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, alguna simetría entre la tendencia a la caída de las tasas de ganancia con una “ley opuesta del crecimiento de la tasa de ganancia”, algo que inevitablemente nos pondría ante una interpretación puramente economicista (y anticipaciones esotéricas) sobre el proceso de acumulación capitalista, de su reproducción ampliada y de acuerdo con una supuesta regularidad de ondas duraderas de crecimiento y caída de la economía capitalista. La regularidad de las crisis señaladas por Marx respecto del capital industrial no aplica ni puede observarse en la dinámica económica del sistema en su conjunto (Sáenz, 2023).
[3]Término de contrapunto categórico a sofismas como el de la economía colaborativa, que implica para las plataformas digitales su carácter contradictorio como producto del desarrollo de las fuerzas productivas y del control del capital, y que dialoga con la actual etapa histórica de digitalización y precariedad estructural del trabajo en frente a una crisis estructural del capitalismo contemporáneo que lo vuelve tecnológicamente depredador para este siglo.
[4]“Como afirma Marx en una nota a pie de página de El Capital, ‘la tecnología revela la actitud activa del hombre [y de la mujer] hacia la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su vida y, con ella, también de sus condiciones sociales de existencia’. (Marx apud Grohmann, 2020, p. 93).
[5]Un hecho relevante que revela la contradicción respecto del propio reclamo del empresariado sobre el carácter productivo de las empresas de plataforma es que muchas de ellas, como iFood, por ejemplo, afirman tener un carácter neutral y exclusivamente proveedoras de herramientas tecnológicas, lo que evidentemente no coincide con la realidad. Cuando miramos el registro de iFood ante la Hacienda Federal vemos que la empresa afirma ser proveedora de “ACTIVIDADES PROFESIONALES, CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS NO ESPECIFICADAS ANTERIORMENTE”. Cuando consultamos su registro ante el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI), aparece su naturaleza de empresa de Productos y/o Servicios.