
Con tiras y aflojes fueron consiguiendo aunque sea parte de su sueldo para sobrevivir, pero para hacerlo tuvieron que tolerar maltratos, como hacer horas de fila en Navidad para recibir solamente un bolsón con mercadería, como yerba y polenta, y un cheque sin fondos en lugar del salario que les correspondía. En abril, después de varios meses de estar parada, la planta vuelve a producir con la promesa de que se iba a pagar toda la deuda. En esa semana cuentan las y los trabajadores que no pudieron ni parar para ir al baño, la velocidad de las máquinas se puso al máximo y se sacó más producción que nunca. Los dueños vendieron toda la producción y no les pagaron un peso. Los trabajadores dijeron basta y comenzaron el acampe.
Hace tres años la fábrica, conocida por su icónico alfajor Grandote, fue vendida. El Grupo Blend fue el grupo empresarial que compró la fábrica, y que luego de realizar la compra comenzó un proceso de vaciamiento brutal en la misma. Mientras se hace el fuego, compartiendo el termo para cebar cada uno su mate, todos los trabajadores cuentan historias distintas pero que pintan el mismo cuadro. Un grupo de empresarios que llegó a vaciar una empresa cuyos trabajadores llevan 10, 20 o 30 años en la misma. Algunos cuentan cómo se fueron enterando que esta es la tercera o cuarta empresa que quiebran, otros cuentan cómo los tuvieron un año entero cumpliendo horario pero sin agua ni gas en la planta, relatan cómo tuvieron que tirar miles de alfajores que dejaron pudrir mientras echaban mayoristas que iban a comprar con el argumento que no vendían en la planta.
Con barbijos, alcohol en gel a mano, y manteniendo la distancia lo mejor posible, cuando se charla de la cuarentena y la pandemia que está atravesando el país y el mundo todos dicen lo mismo: “A mí me gustaría quedarme en mi casa, pero si no hago esto no tengo ni para comer”. La burocracia del gremio de pasteleros aparece solamente cuando puede sacar alguna foto que le sirva y se borró de la lucha, dejando a los laburantes y a los delegados independientes completamente solos. Pero el abandono del gremio lo compensan la presencia y el apoyo de las agrupaciones de izquierda como el Nuevo MAS, así como la solidaridad de los vecinos, que aportan al fondo de lucha y les compran tortillas y pastafrolas que las obreras hacen para vender y sostener el acampe. “Desde que estamos acá pude volver a tener mercadería en mi casa y por lo menos estamos haciendo algo, en mi casa ya no tenía para comer y me hacía la cabeza todo el día”, nos cuenta una trabajadora, mientras espera que llegue el relevo de la noche.
En estas semanas de acampe, las y los trabajadores de La Nirvaya consiguieron su primera conquista. Gracias a la enorme pelea que vienen dando conquistaron que se les pague casi todo el salario de abril. A pesar de que se pagó en cuotas entre la patronal y el gobierno, y que faltó un poco para llegar al número, haber conseguido el salario de abril después de tanto tiempo casi sin cobrar es todo un logro de la lucha. A su vez, lograron arrancarle a la patronal un compromiso firmado en el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, que dice que el 28/05 y el 1/06 se pagaran todos los sueldos adeudados. Sin embargo, las y los trabajadores de La Nirva ya escucharon muchas promesas que quedaron incumplidas, así que hasta que se pague el último peso el acampe y las y los trabajadores siguen en pie de lucha.
Desde la juventud de Zona Oeste venimos acompañando el conflicto de La Nirva, un verdadero ejemplo de lucha. Exigimos al gobierno que garantice que se cumpla el acuerdo firmado en el Ministerio de Trabajo, para que las y los trabajadores puedan cobrar lo que se les debe y volver a producir en condiciones dignas. Llamamos a los trabajadores y organizaciones de la zona a solidarizarse y apoyar el acampe y el conflicto, y a sumarse para redoblar la lucha en caso de no cumplirse con lo pautado.