Hace minutos el INDEC publicó su informe mensual de variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Los resultados arrojaron una inflación de 7% para el mes de agosto de 2022.
Esto significa que en los primeros ocho meses del año los aumentos de precios ya alcanzaron el 56,4%. Según previsiones de organismos tanto públicos como privados, de mantenerse este ritmo elevadísimo de inflación, este año puede cerrar con un índice cercano a los tres dígitos.
En la comparación interanual, el IPC marcó un nuevo récord al alcanzar la impactante cifra de 78,5%, la más alta en los últimos 30 años.
El índice de agosto representa el primero bajo la gestión económica de Sergio Massa. Si bien representa una leve caída respecto al 7,4% de julio, el número es mayor al que esperaba tanto el gobierno como las previsiones de consultoras económicas privadas.
Tras la publicación de estos datos, se espera que mañana el BCRA anuncie una nueva subida en las tasas de interés de referencia, que podrían ubicarse por encima del 100% para mantenerse positivas en términos reales.
Esta política de altas tasas, que va en consonancia con la que están tomando las autoridades monetarias a nivel global, pueden redundar en un enfriamiento de la actividad económica mientras persiste una muy alta inflación, una combinación que puede ser aún más perjudicial para la clase trabajadora. Además de ver carcomido el poder adquisitivo de los salarios, las políticas recesivas repercutirán en el nivel de empleo.
Desde la llegada de Massa, el gobierno instrumentó un fuerte ajuste fiscal con el objetivo de achicar el déficit, llevando «previsibilidad» hacia empresarios, los acreedores de la deuda y hacia el FMI, con quien se reunió ayer en Washington.
El ajuste, además de vulnerar derechos elementales como la salud y la educación pública, tiene como objetivo «estabilizar» la economía, una palabra que en boca de Massa y el Fondo Monetario sólo puede entenderse como una «estabilización» contra los salarios y las condiciones de vida de las amplias mayorías.