La Guerra y la Internacional (1914)

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Prefacio
Las fuerzas productivas que el capitalismo desarrolló han desbordado los límites del estado.
El estado nacional, la forma política actual, es demasiado estrecha para la explotación de esas fuerzas productivas. Y por esto, la tendencia natural de nuestro sistema económico, busca romper los límites del estado. El globo entero, la tierra y el mar, la superficie y también la plataforma submarina, se han convertido en un gran taller económico, cuyas diversas partes están reunidas inseparablemente entre sí.
Este trabajo ha sido hecho por el capitalismo. Pero al hacerlo, los estados capitalistas fueron arrastrados a la lucha por el predominio del mundo que emprendió el sistema económico capitalista en provecho de los intereses de la burguesía de cada país. Lo que la política imperialista ha demostrado, antes que nada, es que el viejo estado nacional creado en las revoluciones y. guerras de 1785-1815, 1848-1859, 1864-1866 y 1870, ha sobrevivido y es hoy un obstáculo intolerable para el desenvolvimiento económico.
La presente guerra es en el fondo una sublevación de las fuerzas productivas contra la forma política de nación y estado. Y esto significa el derrumbe del estado nacional como una unidad económica independiente.
La nación debe continuar existiendo como un hecho cultural ideológico y psicológico, pero ha sido privada de sus bases económicas. Toda disquisición sobre el actual choque sangriento en el sentido de que es una acción de defensa nacional, es o bien hipocresía o bien ceguera. Por el contrario, el significado real y objetivo de la guerra es el aniquilamiento de los actuales centros nacionales económicos y su sustitución por una economía mundial. Pero el camino que los gobiernos proponen para resolver el problema del imperialismo no es a través de la inteligente y organizada cooperación de todos los. productores de la humanidad, sino su realización por medio de la explotación del sistema económico mundial por la clase capitalista del país victorioso, la cual será así transformada de gran poder nacional en poder mundial.
La guerra proclama la caída del estado nacional a la vez que la caída del sistema capitalista de economía. Por medio del estado nacional el capitalismo ha revolucionado completamente el sistema económico del mundo. Ha dividido toda la tierra entre las oligarquías de los grandes poderes, alrededor de las cuales estaban agrupados los estados satélites y las pequeñas naciones que vivían al margen de las rivalidades de los grandes. El desarrollo futuro de la economía mundial sobre la base capitalista significa una lucha sin tregua por nuevos campos de explotación capitalista, los cuales deben ser obtenidos de una misma fuente: la tierra. La rivalidad económica, bajo la bandera del militarismo, es acompañada por ci robo y la destrucción, los cuales violan los principios más elementales de la economía humana. La producción mundial se subleva no solamente contra la confusión producida por divisiones nacionales y de estado, sino también contra la organización económica capitalista, convertida hoy en un gran caos de desorganización.
La guerra de 1914 es la más colosal caída en la historia de un sistema económico destruido por sus propias contradicciones internas.
Todas las fuerzas históricas cuya labor ha sido guiar a la sociedad burguesa, hablar en su nombre y explotar, han declarado su bancarrota histórica en esta guerra. Esas fuerzas defendían el sistema capitalista como un sistema de civilización humana, y la catástrofe surgida de este sistema es principalmente su catástrofe. La primera oleada de acontecimientos exaltó a los gobiernos nacionales y a los ejércitos a un nivel jamás alcanzado. Por el momento las naciones se ubicaron alrededor de ellos. Pero lo terrible será el aplastamiento de los gobiernos, cuando los pueblos, ensordecidos por el tronar de los cañones, se den cuenta, en toda su verdad y horror, de los acontecimientos que en este momento se desarrollan.
La reacción revolucionaria de las masas será más poderosa cuanto más grande sea el cataclismo que la Historia descargue sobre ellas.
El capitalismo ha creado las condiciones materiales de un nuevo sistema económico socialista. El imperialismo ha llevado a las naciones capitalistas a ese caos histórico. La guerra de 1914 muestra el camino para salir de este caos, impulsando violentamente al proletariado hacia el camino de la revolución.
Para los países de Europa económicamente atrasados la guerra trae aparejados, en primer lugar, problemas primarios de origen histórico, problemas de democracia y unidad nacional. Esto es lo que ocurre en gran medida en el caso del pueblo ruso, Austria-Hungría y la península balcánica.
Pero estas tardías cuestiones históricas, las que fueron legadas a la época actual corno una herencia del pasado, no alteran el carácter esencial de los acontecimientos. No son las aspiraciones de los serbios, polacos, rumanos o finlandeses los que han movilizado a 25 millones dc soldados y los han llevado a los campos de batalla, sino los intereses imperialistas de la burguesía de las grandes potencias. Es el imperialismo quien ha trastocado totalmente el statu quo europeo mantenido durante 45 años, y quien ha levantado viejos problemas que la revolución burguesa demostró no poder resolver.
Aún en la época actual es totalmente imposible tratar estas cuestiones entre las potencias.
Su naturaleza no tiene carácter independiente. La creación de relaciones normales de vida nacional y desarrollo económico en la península balcánica es inadmisible si el zarismo y Austria-Hungría siguen existiendo. El zarismo es ahora el indispensable almacén militar para el imperialismo financiero de Francia y el poder colonial conservador de Inglaterra. Austria-Hungría es el principal apoyo del imperialismo alemán. La guerra, aunque originada por choques entre familias privadas, entre los nacionalistas y terroristas serbios y la policía política de los Habsburgo, muy pronto reveló su verdadero y fundamental carácter: una lucha de vida o muerte entre Alemania e Inglaterra. Mientras los bobos e hipócritas hablan de defensa, de libertad nacional e independencia, la guerra angloalemana es hecha verdaderamente en pro de la libertad de explotación imperialista de los pueblos de la India y de Egipto por una parte, y de la división imperialista de los pueblos de la tierra por la otra.
Alemania comienza su desarrollo capitalista sobre una base nacional y con la destrucción de la hegemonía continental de Francia en el año 1870-1871. Ahora que el desarrollo de la industria alemana sobre una base nacional la ha convertido en el primer poder capitalista del mundo, se encuentra en colisión con la hegemonía de Inglaterra en el curso de su desarrollo ulterior. La completa e ilimitada dominación del continente europeo parece para Alemania el indispensable requisito del derrumbe de su enemiga mundial. Por esto, lo primero que la Alemania imperialista inscribe en su programa a es la creación dc una liga de naciones de la Europa central; Alemania, Austria-Hungría, la península balcánica y Turquía, Holanda, los países escandinavos, Suiza, Italia y, si fuese posible, las debilitadas Francia, España y Portugal, servirán para constituir una unión económica y militar, una gran Alemania bajo la hegemonía del actual estado alemán.
Este programa, que ha sido cuidadosamente elaborado por los economistas, políticos, juristas y diplomáticos del imperialismo alemán y llevado a la realidad por sus estrategas, es la prueba más clara y la más elocuente expresión del hecho de que el capitalismo se ha extendido más allá de sus límites del estado nacional y se siente limitado de manera intolerable dentro de sus fronteras. El gran poder nacional tiene que acabar, y en su lugar debe surgir el poder mundial imperialista.
En estas circunstancias históricas, la clase trabajadora, el proletariado, no puede tener interés en defender la supervivencia de la anticuada “patria” nacional., que se ha convertido en el principal obstáculo para el desarrollo económico. La tarea del proletariado es la de crear una patria mucho más poderosa, con mucha más fuerza de resistencia: los Estados Unidos republicanos de Europa, como base de los Estados Unidos del mundo.
El único camino por el cual el proletariado puede hacer frente al capitalismo imperialista es oponiéndole como programa práctico del día la organización socialista de la economía mundial.
La guerra es el método por el cual el capitalismo, en la cumbre de su desarrollo, busca la solución de sus insalvables contradicciones. A este método, el proletariado debe oponer su propio método: el de la revolución social.
La cuestión balcánica y la del derrumbe del zarismo, propuesto a nosotros por la Europa de ayer, puede ser resuelto solamente por un camino revolucionario, en unión con el problema de la Europa unida del mañana. La inmediata y urgente tarea de la social democracia rusa, a la cual el autor pertenece, es la lucha contra el zarismo.
Lo que el zarismo busca ante todo en Austria-Hungría y los Balcanes es un mercado para sus métodos políticos de saqueo, robo y actos de violencia. La burguesía rusa, continuando el camino de sus radicales intelectuales, se ha desmoralizado totalmente con el tremendo crecimiento de la industria en los últimos cinco años, y ha entrado en un acuerdo sangriento con la dinastía, la cual tiene que asegurar a los impacientes capitalistas rusos su parte en el botín mundial por nuevos robos terrestres. Mientras el zarismo asaltaba y devastaba la Galitzia privándola hasta de los jirones y andrajos de libertad que le habían garantizado los Habsburgo, mientras desmembraba a la infortunada Persia, y desde el rincón del Bósforo trataba de echar la cuerda al cuello de los pueblos balcánicos, dejaba al liberalismo, al que despreciaba, la tarea de ocultar sus robos, a la vez que se entretenía en repugnantes declaraciones sobre la defensa de Bélgica y Francia. El año 1914 señala la completa bancarrota del liberalismo ruso y hace del proletariado ruso el único campeón de la guerra de liberación. Esto convierte definitivamente a la revolución rusa en una parte integral de la revolución social del proletariado europeo.
En nuestra guerra contra el zarismo, en la cual nunca hemos conocido una tregua “nacional”, jamás buscamos la ayuda del militarismo de los Habsburgo ni de los Hohenzollern, ni ahora tampoco lo buscamos. Conservamos una visión revolucionaria lo suficientemente clara como para saber cómo la idea de la destrucción del zarismo repugnaba al imperialismo alemán. El zarismo ha sido su mejor aliado cii La frontera oriental. Está unido a él por vínculos de estructura social y fines históricos. Aunque no fuese así y se pudiese asegurar que por exigencias de las operaciones militares, el imperialismo alemán dirigiera sus golpes contra el zarismo, perjudican­do sus propios intereses políticos, hasta en semejante caso, muy improbable, nos negaríamos a considerar a los Hohenzollern como un aliado por simpatía o por identidad de fines inmediatos. El destino de la revolución rusa está tan inseparable­mente ligado con cl destino del socialismo europeo y nosotros, socialistas rusos, estamos tan firme en el terreno del internacionalismo, que no podemos, no debemos ni por un momento acariciar La idea de comprar la dudosa libertad de Rusia por la segura libertad de Bélgica y Francia y -lo quo es más importante aún- inocular al proletariado alemán y austro-húngaro el virus del imperialismo.
Estamos unidos por muchos lazos a la democracia ale­mana. Todos hemos pasado por la escuela socialista alemana y aprendido lecciones, tanto de sus éxitos como de sus equivocaciones. La social democracia alemana fue para nosotros no solo un partido de la Internacional, fue el partido por excelencia. Siempre hemos conservado y fortalecido el lazo fraternal quo nos une con la social democracia austro-húngara. Por otra parte, siempre hemos sentido orgullo por el hecho de haber cooperado para ganar el derecho político en Austria y despertar tendencias revolucionarias en la clase trabajadora alemana. Esto costó más do una gota de sangre hemos aceptado sin vacilar la ayuda moral y material de nuestro viejo hermano, que se batió por los mismos fines que nosotros del otro lado de nuestra frontera occidental.
Precisamente por este respeto, por el pasado y aún más por el futuro, el cual debe unir a la clase trabajadora de Rusia con la clase trabajadora de Alemania y Austria, es por lo que nosotros, indignados, rehusamos la ayuda “liberadora” que nos ofrecía el imperialismo alemán en una caja do municiones de Krupp con el beneplácito -¡ay!-del socialismo alemán. Y esperamos que la protesta indignada del socialismo ruso sea lo bastante fuerte como para ser oída en Berlín y Viena.
El derrumbe de la Segunda Internacional es un hecho trágico, y sería .ceguera o cobardía cerrar los ojos ante él. La posición adoptada por los franceses y por una gran parte del socialismo inglés obedece en gran parte a esta caída, lo mismo que la posición de la social democracia alemana y Austria. Si el presente trabajo se dirige principalmente a la social democracia alemana, es solamente porque el partido alemán era el más fuerte, de más influencia y, en principio, el miembro más básico del mundo socialista. Su histórica capitulación revela claramente las causas de la caída de la Segunda Internacional.
A primera vista, puede parecer que las probabilidades social-revolucionarias del futuro son en general ilusorias. La insolvencia de los viejos partidos socialistas ha venido a ser catastróficamente aparente. ¿Por qué debemos tener fe en la futura acción del socialismo? El escepticismo, aunque es muy natural, conduce, sin embargo, a una conclusión errónea, pues deja de lado la buena voluntad de la historia, así como otras veces nos hemos inclinado a ignorar su mala voluntad, la cual se ha demostrado tan cruelmente ahora con el destino que le ha cabido a la Internacional.
La guerra presente señala el derrumbe de los estados nacionales. Los partidos socialistas de la época que ahora concluye fueron partidos nacionales. Ellos quedaron apresados en el engranaje de los estados nacionales con todas las diferentes partes de sus organizaciones, con todas sus actividades y con su psicología. En oposición a las solemnes declaraciones en sus congresos, se levantaron en defensa del estado conservador cuando el imperialismo, crecido en el suelo nacional, comenzó a demoler las anticuadas barreras nacionales. Y en su histórica caída, los estados nacionales también arrastraron consigo a los partidos socialistas nacionales.
No es el socialismo el que ha ido abajo sino su temporalmente histórica forma externa. La idea revolucionaria comienza a vivir nuevamente, arrojando su viejo y rígido caparazón. Este caparazón está hecho de seres humanos, de toda una generación de socialistas que se han petrificado en abnegación y en trabajos de agitación y organización o durante un período de varias décadas de reacción política y han caído dentro de los hábitos y opiniones del oportunismo nacional o posibilismo. Todos los esfuerzos para salvar la Internacional sobre la vieja base., por medio de métodos diplomáticos personales y concesiones mutuas, no ofrecen ninguna esperanza. El viejo topo de la historia está ahora excavando sus pasadizos demasiado bien y nadie tiene el poder de detenerle.
Así como los estados nacionales se han convertido en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, también los viejos partidos socialistas se han convertido en el principal impedimento para el movimiento revolucionario de la clase trabajadora. Fue preciso que demostraran hasta la saciedad su atraso extremo, que desacreditaran sus métodos, completamente inadecuados y rígidos y trajesen la vergüenza y el horror del desacuerdo nacional sobre el proletariado para que la clase trabajadora pudiese emanciparse, a través de esas terribles desilusiones, de los prejuicios y hábitos de esclavitud del periodo de preparación y finalmente se convirtiera en lo que la voz de la historia está ahora proclamando: la clase revolucionaria batiéndose por el poder.
La segunda internacional no ha existido en vano. Cumplió un gran trabajo cultural. Nunca hubo algo igual en la historia educó y unificó a las clases oprimidas. El proletariado no necesita ahora empezar por el principio. Entra en el nuevo camino, pero no con las manos vacías. La época pasada le ha legado un rico arsenal de ideas. Le ha legado las armas de la crítica. La nueva época le enseñará al proletariado a combinar las viejas armas de la crítica con la nueva crítica de las armas.
Este libro fue escrito con gran prisa, en condiciones muy poco favorables para un trabajo sistemático. Una gran parte está dedicado a la vieja Internacional que se ha derrumbado. Pero todo el libro, desde la primera a la última página, ha sido escrito con la idea de la nueva Internacional constantemente en el pensamiento: la nueva Internacional que ha de levantarse del actual cataclismo mundial, la Internacional del último conflicto y de la victoria final.