
Por Tofi Mazú
“¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos.
Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social.
¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante.”
Karl Marx y Friederich Engels, Manifiesto del Partido Comunista – 1848
En este momento se debate la aplicación y reforma de la Ley de Educación Sexual Integral, y esta cita escrita hace 170 años refleja una de las cuestiones principales de la discusión: ¿Son las y los niños y adolescentes dueños de sí mismos, sus cuerpos y sexualidades? Para los reaccionarios, la respuesta es la misma que hace dos siglos. Para ellos, la sociedad no avanza ni un ápice.
La educación sexual existe y es patriarcal
Muchas veces hablamos de la “falta de educación sexual”; pero esa afirmación, en verdad, es errada. La educación sexual existe y es patriarcal. La educación sexual que recibimos todos y todas es la que dictan la burguesía y la Iglesia. Es la educación de la heteronorma, de la familia tradicional, de la persecución a la sexualidad y a la identidad de las y los niños y adolescentes. Es la educación del “no te metas”, de la “privacidad”, del silencio, de la negativa a decidir, explorar y descubrir lo que nos gusta y quiénes somos… incluso, de la violencia. Si bien en la mayoría de las escuelas -las públicas- no se enseña el régimen del doctor Albino, que nos explicó cómo el VIH atraviesa el preservativo, la ideología dominante impuesta por estos sectores se ha encargado de mantener desde siempre “las cosas en su lugar”. Pero la educación sexual no es solo la que dictan los colegios. Es la que dicta Tinelli cuando cosifica a las mujeres en la TV. Es la que dicta la justicia patriarcal, cuando ampara a violadores y femicidas. Es la que dictan los funcionarios públicos, que además son dueños de prostíbulos. Es la que imparten las empresas como Carrefour, cuando publicita en el Día del Niño que las chicas han de jugar a ser cocineras y mamás y los niños a ser superhéroes o pilotos de carreras. Es la educación del status quo, donde las mujeres solo podemos ser madres o putas; y los varones, heterosexuales, “fuertes” y proveedores.
Las niñas soportamos desde muy pequeñas el acoso verbal en la calle. Muchos niños se creen en el derecho de tocar a sus compañeras. Muchos son hostigados por ser gays y lesbianas. Parte del Bulling es en verdad violencia machista. Muchas adolescentes son acosadas por sus docentes en la secundaria, como han relatado con tanta fuerza las alumnas del Nacional de Buenos Aires y el Ilse. Pero para los abanderados de la “familia de papá y mamá”, la ESI es violenta, promiscua y arrebata la inocencia…
Lo privado y lo social
El sistema capitalista ha socializado la educación. La escuela primaria y secundaria, que son obligatorias, han nacido como arma de doble filo. Por un lado, han proporcionado al conjunto de las y los explotados y oprimidos herramientas básicas de instrucción, contra la barbarie en la que se encontraban sumidos en un principio. Así mismo, la escuela ha permitido la existencia de un espacio se sociabilización y aprendizaje colectivo, donde las y los jóvenes, junto con sus docentes, han sabido pelear hasta que la educación comenzara a entenderse como un derecho básico. Década a década, la docencia ha batallado por salirse de los esquemas impuestos, tratando de generar una educación más progresiva, a la par de dar sus luchas sindicales. Pero por otro lado, el contenido, el carácter, la modalidad y la dinámica de la escuela son diseñados por la burguesía misma, constituyendo a este ámbito como un institución aleccionadora, que prepara a los niños y niñas para ser lo que este sistema capitalista y patriarcal espera de ellos.
Para la educación burguesa, los niños y niñas no son sujetos. Lo mismo ocurre en la familia, entendida como institución. Las y los más jóvenes, son presentados como una especie de bolsa vacía que ha de ser llenada, libre de voluntad y deseo. Objetos que están ahí, para ser convertidos en sujetos que reproducirán al pie de la letra lo que se les enseñe. Que están siendo preparados para afrontar el inamovible mundo que les tocará vivir cuando vivan -en la adultez-. Todo lo anhelado es capricho. Todo lo pensado es “copia” de algo más. Todo lo experimentado es despreciable. Todo lo expresado es “cosa de la edad”.
La familia patriarcal, ese espacio privado donde la mujer es esclava del horno, cumple para la niñez una función similar. “Lo que pasa en casa se queda en casa” y “lo que pasa afuera, no entra a casa”. Esas son las reglas que nos imponen desde el jardín. Así es como la sexualidad se transforma en algo “privado”; así es como se callan los abusos y violaciones intrafamiliares, la violencia doméstica y todas las barbaridades que ocurren de las puertas para adentro. Así es como, a la inversa, no se habla de lo que acontece por fuera del círculo familiar: “si no nos toca de cerca, no importa”.
La exigencia de la aplicación y reforma de la ESI es hija de la rebelión de las pibas. El movimiento de mujeres, que considera a las adolescentes y niñas tan sujetos como las y los adultos, les ha dado a las más silenciadas la posibilidad de expresarse. Las niñas hacen política, cantan canciones feministas, se organizan y acompañan a sus compañeras. Los pibes se suman, hacen “pollerazos”, se cuelgan también el pañuelo verde para apoyar la lucha de sus compañeras de banco. Todos y todas exigen la separación de la Iglesia y el Estado y claman por el aborto legal. Las y los niños y adolescentes han aprendido del movimiento de mujeres que no son una cáscara vacía. Muchas docentes son parte también de la cuarta ola feminista y hablan en clase de estos derechos. La escuela se empieza a ver trastocada. La familia, también algo cuestionada. Lo individual es arremetido por lo colectivo; la sexualidad y la identidad ya no son tan privadas.
“Muchas son niñas y adolescentes ¿Qué pueden saber?”, decía un señor de pañuelo celeste en los medios, durante la vigilia del 8A. Pero la cuestión es que las niñas sí saben. Saben de embarazos adolescentes, saben de acoso en la calle, saben de abuso en la familia, saben de sus compañeras desaparecidas, saben la violencia que se vive en sus casas. Lo que a estos hijos del patriarcado les molesta es que las niñas digan lo que saben y tomen cartas en el asunto.
“Con mis hijos no te metas”
Ante el alza del movimiento de mujeres y la participación en el mismo de las adolescentes, los reaccionarios le declaran la guerra a lo que ellos llaman la “ideología de género”. Sienten que la revuelta feminista “les roba” a sus hijos e hijas. Que ya no son dueños de ellos y ellas y que, como explicaran Marx y Engels allá por 1848, la “intimidad de la familia” es amenazada. A continuación, algunas citas de un audio que se viralizó por Whatsapp, donde una mujer convoca a la magra marcha que tuvo lugar el domingo 28:
“El día de mañana puede venir una drag queen, puede venir un travesti, a instruir a las chicas en los contenidos de esa ley”
“la ideología de género es algo muy pernicioso para la mente de los chicos (…) se les va a enseñar, desde que son muy chiquititos, que pueden y tienen derecho a indagar su sexualidad y lo que son realmente, que pueden dejar de lado los atavismos culturales que sus padres les han dicho (…) y experimentar lo que quieren ser”
“no vamos a poder decir nada si dejamos avanzar esta ley (…). Está en juego nuestra patria potestad; está en juego el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus creencias y valores (…). Quieren imponerlo avasallando el derecho de las instituciones y de los padres” .
En la concentración que realizaron el día de ayer, repartían unos volantes con los “pasos a seguir”, si se enteraban de que sus hijos estaban recibiendo algún tipo de educación sexual. Insistían allí en guardar todo material entregado a los alumnos y alumnas como evidencia, en sonsacarles a los hijos qué les dijeron en la escuela y en anotar los nombres de las y los docentes para denunciarlos.
Lo que atormenta a estos padres que insisten en decir “mis hijos son míos” es, en primer lugar, que hasta en los colegios confesionales la juventud se ha rebelado y mostrado tener voz propia, cuestionando cantidad de aspectos de la familia monogámica y heteronormada. Por consiguiente, les atormenta que la voz de sus propios hijos es la que pueda llevar a que la ESI se implemente. Ellos ven en la reforma y aplicación de esta ley la consumación, con el aval del Estado, del fin de la “familia de papá y mamá”. Ven un ataque a la privaciadad, al silencio y a la individualidad del entorno familiar. Ven un ataque a su capacidad de decidir la vida que tendrán sus hijos y a la influencia que el sistema y sus instituciones tienen también sobre niños, niñas y adolescentes.
La verdadera ESI será la de la emancipación
Las feministas socialistas somos las que más duramente batallamos por la educación sexual. Como explican Marx y Engels en el famoso manifiesto, lo que queremos es socializar aún más la educación, anulando la privacidad silenciosa y opresiva de la hipócrita familia burguesa. Pero sobre todo, cambiarle el carácter. Con la fuerza de las pibas y los pibes, de la docencia y del movimiento de mujeres que se organiza y pelea contra Macri, podemos arrancarle al Senado la reforma de la ESI. Si derrotamos al macrismo, podemos conseguir el presupuesto y la formación para implementarla. La educación sexual puede ser una realidad conquistada por la lucha, y ya no un fantasma que perturba por las noches el sueño de los padres más fascistoides.
Peleamos día a día para que exista, se aplique y sirva a todas y todos los jóvenes. Fue conocido, por ejemplo, el caso de una escuela donde una charla sobre violencia sexual fue el disparador de que cuatro niñas denunciaran abusos por parte de padres y abuelos. La ESI significará empezar a darles voz a quienes no la tienen; les otorgará herramientas para prevenirse de la violencia, para forjar relaciones sexoafectivas más sanas y naturalizar todas las identidades y orientaciones sexuales. Comprenderá un frente de resistencia, ganado con la lucha, a la ideología dominante y las presiones reaccionarias del Estado, la Iglesia y la familia. Sin embargo, para acabar de verdad con la violencia patriarcal, con la falta de oportunidades para las mujeres, trans y travestis, para terminar de verdad con la opresión que sufren las disidencias sexuales, para que todas podamos decidir sobre el propio cuerpo… hace falta un cambio de paradigma. Hace falta barrer con un mundo al servicio de los ricos y poderosos, que explota y oprime doblemente a mujeres y disidencias. Hace falta barrer con la Iglesia y todas las iglesias oscurantistas. Hace falta romper con la familia institucionalizada como forma de adoctrinar y oprimir a las mujeres, niñas y niños. Hace falta refundar la educación, para que esté al servicio de nuestros intereses, de la libertad y el conocimiento; no, al servicio de perpetuar el sentido común de una sociedad enferma, que funciona bajo las reglas de unos pocos. Peleamos por una educación sexual laica, científica y feminista, en el camino de construir una nueva sociedad. Una sociedad donde no sea necesario tener que explicarles a los niños que está mal violar y golpear a las mujeres. Una sociedad sana, justa, sin miseria ni opresión.