(Traducción de «La cuestión judía«, por León Trotsky, en group Germinal. Versión al castellano desde “[La question juive]”, en León Trotsky, P. Broué editor, Oeuvres, Tomo 12, Institut Léon Trotsky – EDI, París, 1982, páginas 111-113; también para las notas. Respuestas ofrecidas al diario Der Weg)
Antes de tratar de responder a vuestras preguntas debo preveniros de que, desafortunadamente, no he tenido la ocasión de aprender la lengua judía, lengua que, además, se ha desarrollado desde que mi hice adulto. Ni he tenido, ni tengo, la posibilidad de seguir la prensa judía, cosa que me impide ofrecer una opinión precisa sobre los diferentes aspectos de un problema tan importante y trágico. Por tanto, en mi respuesta no puedo presumir de ningún tipo de autoridad. Sin embargo, trataré de decir lo que pienso.
Cuando era joven tenía más bien tendencia a pronosticar que los judíos de los diferentes países serían asimilados y que, así, la cuestión judía desaparecería casi automáticamente. El desarrollo histórico del último cuarto de siglo no ha confirmado desgraciadamente esta perspectiva. El capitalismo en declive ha desencadenado en todas partes un nacionalismo exacerbado del que el antisemitismo es un aspecto. La cuestión judía se ha hecho particularmente grave en el país capitalista más desarrollado de Europa, Alemania.
Por otra parte, los judíos de diferentes países han creado su propia prensa y han desarrollado la lengua yiddish como instrumento adaptado a la cultura moderna. Hay que tener en cuenta el hecho que la nación judía se mantendrá para toda una época del porvenir. Hoy en día las naciones no pueden existir normalmente sin territorio común. El sionismo nació, precisamente, de esta idea. Pero los hechos cotidianos demuestran que el sionismo es incapaz de resolver la cuestión judía. El conflicto entre judíos y árabes en Palestina adquiere un carácter cada vez más trágico y amenazador. No creo en absoluto que la cuestión podía pueda ser resuelta en el marco del capitalismo en putrefacción y bajo el control del imperialismo británico.
Pero vosotros me preguntáis ¿cómo puede resolver la cuestión el socialismo? Sobre esta pregunta no puedo más que formular hipótesis. Cuando el socialismo devenga dueño de nuestro planeta, o al menos de sus partes más importantes, dispondrá en todos los dominios de recursos inimaginables. La historia de la humanidad ha conocido la era de las grandes migraciones sobre la base de la barbarie. El socialismo abrirá la posibilidad de grandes migraciones sobre la base de la técnica y cultura más desarrollada. Sobra decir que no se trata aquí de desplazamientos forzados, es decir de la creación de nuevos guetos para determinadas nacionalidades, sino de desplazamientos libremente consentidos, o más bien reclamados por determinadas nacionalidades o fracciones de nacionalidades. Los judíos dispersados que quieran reunirse en la misma comunidad encontrarán bajo el sol un lugar suficientemente extenso y rico. La misma posibilidad se les ofrecerá a los árabes como a todas las naciones dispersadas. La topografía nacional formará parte de la economía planificada. Tal es la vasta perspectiva histórica que contemplo. Trabajar por el socialismo internacional es trabajar también por la solución de la cuestión judía.
Me preguntáis si la cuestión judía existe todavía en la URSS. Sí, existe, igual que existen las cuestiones ucraniana, georgiana e incluso rusa. La burocracia omnipotente ahoga el desarrollo de la cultura nacional como el de la cultura sin más. Peor todavía, el país de la gran revolución proletaria está a punto de atravesar hoy en día un período de profunda reacción. Si la ola revolucionaria reavivó los más bellos sentimientos de solidaridad humana, la reacción termidoriana ha hecho surgir de nuevo todo lo que había de bajo, oscuro y atrasado en este conglomerado de 170 millones de hombres. Para reforzar su dominación, la burocracia no duda incluso en recurrir de forma a penas disimulada a las tendencias chovinistas y, sobre todo, a las tendencias antisemitas. El último proceso de Moscú, por ejemplo, se ha organizado con el objetivo a penas disimulado de presentar a los internacionalistas como judíos sin fe ni ley, capaces de venderse a la Gestapo alemana.
Desde 1925, y sobre todo desde 1926, la demagogia antisemita, aunque camuflada, inatacable, marcha de la mano con los procesos simbólicos contra los programitas confesos. Me preguntáis si el antiguo pequeño burgués judío en la URSS ha sido socialmente asimilado por el nuevo ambiente soviético. No puedo verdaderamente ofreceros una respuesta clara sobre este punto. Las estadísticas sociales y nacionales en la URSS son extremadamente tendenciosas. No sirven para establecer la verdad, sino, ante todo, para glorificar a los jefes, a los dirigentes, esos que crean el bienestar. Una parte importante de la pequeña burguesía judía ha sido absorbida por los formidables aparatos del estado, la industria, el comercio, las cooperativas, etc., sobre todo de las capas superiores e intermedias. Este hecho ha engendrado una atmósfera de sentimientos antisemitas que los dirigentes manipulan diestramente para canalizar particularmente contra los judíos el descontento que existe contra la burocracia.
Sobre el Birodidjan[1] no puedo daros más que estimaciones personales. No conozco esa región, y menos aún las condiciones en las que los judíos se han instalado en ella. La URSS sería por sí sola todavía demasiado pobre para resolver su propia cuestión judía, incluso bajo un régimen mucho más socialista que el del régimen actual, que no lo es. Repito, la cuestión judía está indisolublemente ligada a la emancipación completa de la humanidad. Todo lo que puede hacer de más en este dominio sólo será un paliativo, incluso a menudo un cuchillo de doble filo, como lo demuestra el ejemplo de Palestina.
[1] Se trata de la zona autónoma reservada en 1934 al poblamiento judío en la Unión Soviética.