La crisis orgánica de la Argentina capitalista

Se abre una nueva coyuntura más favorable a las masas.

La sucesión de hechos desde el discurso de Milei en Davos, pasando por el 1F, el criptogate, y ciertos desafíos más superestructurales (aprobación por DNU del pliego de Lijo y García Mansilla para la Corte Suprema, etc) convergieron el miércoles 12 para dar paso a una irrupción independiente que abrió una nueva coyuntura en la crisis argentina. Dentro de la etapa adversa que se viene transitando desde la campaña electoral del 2023, estamos atravesando un momento más favorable para las masas y más desfavorable para el gobierno.[1]

Esto sucede en una situación internacional de mucha inestabilidad, porque la ofensiva reaccionaria de Trump, su declaración de guerra a los explotados y oprimidos del mundo, el rediseño del mundo que busca, desestabiliza política, geopolítica, económica y socialmente al mundo.

Esto da imprevisibilidad al mundo entero, y a la Argentina, que siempre es un barquito en medio de la tormenta, no le conviene la imprevisibilidad. Aunque a Milei le guste Trump, la inestabilidad le juega en contra.

Una crisis orgánica

En ese marco, se abrió una crisis política en el gobierno, que tiene dos andariveles, uno más inmediato y otro más profundo. El más inmediato es que, al menos hasta el paro general -que sería antes del 10 de abril-, y sobre todo hasta el acuerdo con el FMI, se va a vivir un periodo de inestabilidad sociopolítica y económica del cual no se sabe si el gobierno va a salir fortalecido o debilitado.

Pero, lo más profundo, es que se abrió una crisis del cortoplacismo, vinculada a que no están claras cuáles son las perspectivas del gobierno. Larreta, en su vuelta al ruedo político, le puso voz a esto, preguntándose si los métodos con los que el gobierno lleva adelante la gestión es la manera de lograr transformaciones estructurales en la Argentina que den credibilidad y generen inversiones. Una editorialista de La Nación señala: “Un proyecto sostenible de país, y de poder, requiere un péndulo en equilibrio. Encontrar ese punto de equilibrio constante es la base de un gobierno que pretende inaugurar una nueva era. En cambio, una gestión que solo hable el lenguaje de un extremo, en el mediano o largo plazo, está destinada a generar una reacción en sentido opuesto” (Luciana Vázquez, 18/3/25).

Con la irrupción del miércoles 12 frente al Congreso, entra en crisis total la política represiva, se produce un desborde y el gobierno pierde el control de la calle.

Aunque Milei la reafirme, subsiste un problema más de fondo que es una lógica cortoplacista que deja toda la perspectiva y la gobernabilidad entre paréntesis: la discusión sobre si es ésta la vía para hacer las cosas.

Esta cuestión está contenida en nuestra idea de “reversibilidad dialéctica”: si los de arriba, si el gobierno, si la extrema derecha se pasan de la raya, el efecto puede generar un rebote. Y la duda que flota en la burguesía en estos momentos es si hay consenso para un camino así. En la Argentina los consensos se acaban rápido, justamente por lo que dijimos, reafirmamos y se confirmó: no hay derrota.

Se abrió una crisis política donde el problema de fondo es si el gobierno va a lograr o no sostener su proyecto, porque hay un problema de perspectivas. El camino para ratificarse con las elecciones –todavía lo puede hacer– sumando diputados es uno posible, pero tiene que transcurrir todavía un largo año.

Al gobierno se le abrieron varias crisis al hilo. Primero la de Davos: envalentonado con la asunción de Trump, despertó una inmensa movilización que confluyó el 1F, más allá de su dirección peronista-lumpen. Luego la crisis de las cripto, que revela el carácter parasitario del capitalismo que representa Milei. Después, en Senadores se está más cerca de rechazar a Lijo y a Mansilla que de aceptarlos, a pesar de la constante insistencia de Milei.

Al mismo tiempo, intentó hacer aprobar el acuerdo con el FMI de manera “non sancta”, por decreto, y en estos momentos intenta sacar una sesión de emergencia en Diputados para el miércoles 19 -coincidiendo con la movilización- de resultados inciertos. Este elemento tiene su profundidad, porque para el gobierno el acuerdo con el FMI (sumado a un eventual triunfo en las elecciones legislativas) es su tabla de salvación. Pero esas dos tablas de salvación todavía no están. De hecho, el dato de los últimos días es una minicorrida cambiaria que le consumió casi 750 millones de dólares de las ya exiguas reservas, lo que expresa cierto nerviosismo del mercado.

Comienza la experiencia con el gobierno

Un tema a dilucidar es, si como dicen los analistas, el momento que atraviesa el gobierno se debe simplemente a errores no forzados, a una simple acumulación de traspiés. Debe haber causas más profundas que escuetos errores para que el gobierno haya arrancado tan mal el año.

Un elemento clave en esto es que se acabó la luna de miel y que hay una crisis que atraviesa a un sector de su base social, dando comienzo a una experiencia con el gobierno de Milei a nivel de las masas.

El año arrancó tan mal posiblemente por lo pragmático y nada estratégico de la apuesta mileísta. Los problemas estructurales, en la Argentina y en el mundo, son profundos y no son fáciles de resolver.

Detrás del cambio de coyuntura que estamos viviendo están estos elementos, que llevan además al hecho de que probablemente haya sectores que ganan y viven mejor, pero que no ocultan que hay un deterioro social profundo concentrado en el GBA. Este elemento es importante, porque el país está muy centralizado, muy concentrado en el centro, y estratégicamente eso es gravísimo para la burguesía.

La mayor parte de la composición social de la irrupción del miércoles 12 fue del Gran Buenos Aires. No fue solo el sector que se moviliza los 24 de Marzo, sino uno más popular,  muy similar al del 14 y 18 de Diciembre de 2017 y al del Argentinazo.

Y hay un problema muy grave: la economía siempre termina revelando, después de todo el caos macro, los puntos de fisura. Argentina es un país carísimo en dólares, expresado en una inflación en esa moneda que es descomunal. La apertura de la importación de ropa se debe a que es más cara en la Argentina que en Tokio. Los servicios son carísimos pero siguen siendo de muy mala calidad.

En la jornada del miércoles, hicieron síntesis varios de estos elementos y lo que se vivió fue una escenificación de la “no-derrota”. El gobierno todo el tiempo bordea cuestionar las conquistas del 2001 y las de 1983, pero estamos en una pelea abierta.

El Argentinazo cuestionó, por un lado, la propiedad privada -aunque en pequeño- con las fábricas recuperadas. Por otro lado, puso en marcha una serie de movimientos sociales de vanguardia de masas con elementos de autoorganización y disrupción desde abajo: el movimiento piquetero, y  también como hija de ese movimiento la marea verde, etc. Eso se reinventó con la cuestión lgbt y trans. El Argentinazo también cuestionó el control de la calle, el monopolio de la violencia por parte del Estado.

El miércoles se escenificó la pérdida del control de la calle por parte del gobierno. Montaron un operativo para tratar de evitar la movilización masiva atacando primero para dispersar. La dureza que intentaron exhibir se demuestra en el caso de Pablo Grillo, que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada a la cabeza del fotoperiodista, que hace acordar al momento del asesinato de nuestro compañero Carlos Fuentealba, y que en estos momentos pelea por su vida. Sin embargo, la represión generó respuesta y cayó pésimo en amplios sectores sociales, abriendo un interrogante: ¿conviene agitar tanto las aguas? ¿para qué?

La represión tuvo el sentido de dispersar una movilización que se perfilaba masiva, y que no tenía dirección, porque funcionó esa “microfísica del poder” de la que hablamos en textos anteriores: las hinchadas -no las barras bravas-, se solidarizaron con los jubilados. En el mundo se ve mucho a las hinchadas haciendo acciones solidarias, por ejemplo, por Palestina.

Esto contrasta fuertemente con la nula capacidad de movilización de Milei, y se plantea una contradicción entre ser tan agresivo a la vez que no moviliza a nadie. Por ejemplo, Macri logró hacer cacerolazos en el Obelisco contra la cuarentena, con una composición de las clases medias y altas de la Recoleta; ¿esa gente dónde está? En Expoagro Milei fue ovacionado; sin embargo, no movilizan a nadie: ¿por qué no hacen un tractorazo a favor del gobierno? Sólo con represión, con ese bonapartismo raquítico, no alcanza.

Entonces, no logra romper el consenso del 2001; la jornada del 12 no tuvo el alcance del 14 y 18 de Diciembre del 2017, pero hirió al gobierno. Y el consenso del 83 también le está pasando factura, porque el Congreso, aunque sea colaboracionista, no le deja pasar todo. Milei tiene que tomar nota de que no es Trump y la Argentina no es EEUU; las relaciones de fuerzas son menos adversas.

Cuando hablamos de relaciones de fuerzas hablamos de eso: de dos consensos y dos construcciones sociopolíticas que son contradictorias con lo que la burguesía quiere hacer.

El horizonte de las semanas por venir se presenta bastante caótico. Este miércoles 19 habrá una nueva movilización -al tiempo que se intentará votar el acuerdo con el FMI-; posteriormente está planteada la  marcha del 24M, que puede adquirir un contenido más allá del calendario; y finalmente está el paro general de la CGT (a confirmarse en el Confederal del jueves 20). Pero sobre todo lo que genera mucho nerviosismo es que salga el acuerdo con el FMI, que es la red de seguridad. Esto calmaría a los mercados, ya que el acuerdo permitiría patear para el 2029 todos los pagos de amortización de capital, y le prestan 20 mil millones para pagar los intereses.

El FMI sale a bancar a Milei. Le dan lo estricto para que no haya default y que se conserve la gobernabilidad; con los dólares adelantados podría ir liberando un poco el cepo, pero le exige devaluación, que sería después de las elecciones, para que no se quemen los dólares.

A esto se suma el problema de que el gobierno postergó las elecciones nacionales, y con eso quitó un canal de ordenamiento político. Hay elecciones en Capital y algunas provincias, pero lo que le importa a la burguesía es si Milei va a ganar las elecciones nacionales, y si va a tener más diputados o no.

Al suspender las PASO dejó los primeros meses del año como “tierra de nadie”, y por ahí se coló la movilización social. Es una vergüenza la posición del FITU de defender su mecanismo proscriptivo. La izquierda está en una ubicación dramáticamente conservadora en Argentina y en el mundo, se “ataja” para zafar. Esto más allá de que hay una oportunidad en las elecciones; según Liotti (editorialista del diario La Nación), se va a una fragmentación político-electoral y ahí puede agarrar votos la izquierda. Aunque hay mucha fragmentación a la derecha, el peronismo no está fragmentado. No es la coalición que explotó, la que explotó es Juntos. Aunque sí hay desprendimientos de personas K o peronistas descontentos con Cristina y compañía. La salida para el gobierno es el acuerdo con el FMI. Saldría para fines de abril, tienen que aprobarlo en el Congreso, pero aun así falta un mes de inestabilidad.

¿Cómo por un tobogán?

Al gobierno se le abrieron interrogantes estratégicos, y plantea el problema de que la burguesía no tiene otra alternativa: vive una “crisis orgánica”, en el sentido gramsciano del término (esto significa que la burguesía argentina no encuentra un rumbo coherente de estabilización). La “Argentina normal” ansiada por Néstor Kirchner tarda en llegar. Se abrió un nuevo momento, en todo el país, aunque no se aplique en todos lados de la misma manera.

Una parte de la gente que irrumpió el miércoles fue base de Milei -no fue la vanguardia de masas K, que no fue a la plaza-, y hubo mucha más gente que no pudo llegar.

Se abrió un cierto debate en la burguesía: “si al gobierno no le va bien, ¿de qué nos disfrazamos?” Porque pasó algo inesperado que estaba fuera de los cálculos; y el rumbo debería estar encarrilado hacia las elecciones.

El desafío del partido es construirse de una manera más homogénea a nivel nacional.

En la izquierda hay tres estrategias constructivas y tres ecosistemas.

Uno es el del PTS: es una mezcla de extensión territorial/electoral vía asambleas abiertas, sumado a su apuesta a los medios de comunicación para quedarse con la hegemonía de la izquierda a través de Bregman. Pero tienen una contradicción: para sostener ese ecosistema, el PTS tiene muchos cuadros acumulados por arriba y ninguno abajo, donde tienen gente muy de base y muy lumpenizada.

El otro ecosistema de la izquierda es el del partido, que es la juventud estudiantil y trabajadora, donde empezamos a tener un monopolio de la representación de la juventud estudiantil coherente de izquierda, y a otro nivel también de juventud trabajadora con el SiTraRepA. Constructivamente, vamos al Plenario Nacional del ¡Ya Basta!, con el objetivo de reunir 500 jóvenes.

El tercer ecosistema, que es el del Partido Obrero, está totalmente en crisis, atado al carro del PTS para sobrevivir. Eso no es un proyecto de partido ni de corriente, es sólo mantener un aparato, y se nota en la decadencia de su política y su calidad constructiva.

La hipótesis de trabajo del PTS es claramente el frente único por arriba con el peronismo contra el gobierno. Es un intento de ampliar su influencia de forma oportunista, porque el peronismo no está dispuesto a movilizar a nadie. Van a tratar de hacer un paro dominguero para descomprimir e ir a las elecciones, porque no está preparado para gobernar en este momento, quiere que Milei le haga el trabajo sucio. El peronismo está en la contención total, su plan eran las efemérides del 8 y el 24. El frente único en estas condiciones, es oportunista.

La otra hipótesis fue la nuestra: como el peronismo está actuando como tapón, hay que apostar a la irrupción por abajo e incendiar la pradera. Hay una palabra que es clave: capilarizar por abajo. Se trata de buscar aliados y hacer de nuestras representaciones bastiones para capilarizar la lucha contra el gobierno. Intervenir desde abajo buscando hegemonía; otra forma de frente único, que no es el frente único por arriba conservador.

Porque hay orfandad por abajo, y el PTS hace acuerdos por arriba, pero por abajo no tienen partido, no tienen cuadros, porque los tienen ubicados muy arriba, en la hipótesis de ruptura electoral por izquierda del peronismo.

Tenemos que agrupar en torno nuestro a los sectores que están huérfanos, porque el peronismo milita para no hacerlo y el PTS le hace seguidismo.

En este sentido, es importante tener ideas e iniciativas constructivas. A la vez que nos movilizamos al Congreso el miércoles 19 para acompañar la lucha de los jubilados, el jueves 20 el ¡Ya Basta! realizará un Siluetazo Nacional en varios puntos del país con las consignas “Fueron 30.000. Fue genocidio. Fuera Bullrich. Basta de Milei”. Y con esa fuerza nos movilizaremos el 24M a Plaza de Mayo, defendiendo la lucha independiente contra el gobierno reaccionario de Milei.


[1] Artículo editado con la colaboración de Patricia López y Maxi Tasán en base al informa dado por el autor en el Comité Central del Nuevo MAS del 16 de marzo del 2024.

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