Por Ana Vázquez
Una entregada en proceso que tiene nombre y doble apellido: Burocracia sindical peronista
Con algunos portazos (lo dieron también Sergio Sánchez, titular del Sindicato de Trabajadores de Peaje y Juan Pablo Rey, de la Asociación Argentina de Aeronavegantes), la CGT sigue… y ahora nos intenta abrochar con este acuerdo con el gobierno en el cual, ni siquiera hay garantías de que sea cumplido por las patronales. “No todas pueden pagar un bono”, adelantó el titular de la UIA antes de ingresar a la reunión, Miguel Acevedo. También estuvo presente Gerardo Díaz Beltrán, presidente de la CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa).
La sólida estructura surgida desde la clase obrera y en representación de ella, que es la CGT y los sindicatos agrupados en la misma, han sido (y son) cuestionados, abucheados, enfrentados en elecciones sindicales o en la acción, pero todavía no han sido barridos de la conducción de los mismos. Organizaciones que dependen su existencia fundamentalmente de nuestras cuotas regulares, que representan en forma distorsionada a los trabajadores, ya que tienen ese sello de clase, pero no representan directamente sus intereses. Porque los dirige una casta, una cúpula alejada de las necesidades y reclamos genuinos, entrampados con las patronales y gobiernos de turno. Líder actual de esta ubicación es el titular del gremio de los trabajadores petroleros y senador, Guillermo Pereyra que, sin ningún tapujo, aclara a quiénes defiende: “…avisó que votará el Presupuesto 2019 porque ‘apuesta al déficit cero sin ningún ajuste’ y aseguró que el acuerdo para no hacer huelgas en Vaca Muerta fue ‘para que las inversiones vengan’ al país.” (Infogremiales.com.ar, 4/11/18)
Si algunas veces pudimos tirar abajo a gobernadores, jefes de Estado, ¿por qué no hacerlo con quienes no nos representan en nuestras organizaciones y llevar adelante las medidas de fuerza que necesitamos, como en este momento?
Nombre y apellidos: realidad y fetiche
Es una realidad que dirigen al movimiento de trabajadores, fundamentalmente el industrial y el registrado. Controlan no sólo su salario, sus condiciones de trabajo, sino también su cobertura de salud, con la cual obtienen pingües ganancias. Cuando se ven exigidos por cuestiones de conveniencia de su aparato o cuando la bronca por abajo les aprieta las clavijas, convocan a medidas de lucha.
El fetiche es que son inamovibles. Que las organizaciones sindicales existentes son in eternum y no hay dios ni diablo que las pueda hacer cambiar. Pueden cambiar dirigentes, unos por otros que estén ya carcomidos por la pudrición burocrática, no los representantes reales surgidos por abajo, en la pelea cotidiana. Aquellos que impulsan asambleas donde haya auténtica participación y votación democrática, que se enfrentan con el supervisor, con el jefe de personal, que encabezan las movilizaciones cuando se corta una ruta.
Ese fetiche es lo que nos metió en nuestro país el movimiento peronista en la conciencia. Y, aunque los trabajadores hoy no se digan mayoritariamente peronistas, y hayamos dado peleas enormes, esa marca de agua la tenemos encima. Y sacarla es una dura pelea que tuvo marchas y contramarchas, pasos adelante y derrotas. Experiencias clasistas, como el SITRAC-SITRAM en Córdoba en los 70, la UOCRA de Neuquén en los 80, desbordes parciales por lugar de trabajo o localidad, como las de Astilleros Río Santiago y los mineros de Río Turbio, listas opositoras como la Multicolor en docentes de la Provincia de Buenos Aires.
Son puntos de apoyo para preparar lo que se viene. “Vamos a esperar la letra chica”, aclaró Héctor Daer concluida la reunión. Nosotros no vamos a esperar para seguirles exigiendo paro con movilización, porque el punto anunciado de concesión a los trabajadores, si se cumple, no alcanza ni para empezar el año próximo. Los medios informaban, previo a la reunión, del reclamo de la central de “una contención para los despidos al menos hasta marzo próximo, un pago extra de fin de año para jubilados y un beneficio para trabajadores activos a través del aguinaldo (exención de Ganancias o incluso una resolución para aumentarlo por única vez).” (Ambito Financiero 2/11/18). Y sobre nuestras necesidades indispensables, los despidos masivos, los conflictos en curso… ni se acercaron a preguntarnos…
Los viernes anuncian posibles paros… los lunes se desdicen… El martes se concreta la reunión: el ministro de Producción y Trabajo, los titulares de las centrales empresarias, los representantes cegetistas. Todo apunta a que paro no hay… A lo mejor nos sorprenden y llaman para después del G-20… Sea para Navidad o para Año Nuevo vamos a recoger el guante. Vamos a hacerlo activo y para sumar puntos a una pelea decisiva contra este gobierno reaccionario y su socio Bolsonaro recientemente electo en Brasil. Levantando nuestros reclamos económicos y democráticos.
Pero la pelea por nuestra organización independiente sigue y seguirá en forma paciente, consciente y firme, con la bandera desplegada a full para tirar abajo a este fetiche en nuestras cabezas y en nuestra acción. Hay que borrarle el nombre y cambiarle el doble apellido: organización clasista.