“Un espectro vuelve a cernirse sobre el mundo capitalista, el de los ‘grupúsculos’. En los Estados Unidos, en el Japón, en Europa occidental, hace unos diez años nacen nuevas vanguardias jóvenes, cuya acción contrasta violentamente con la unción de los partidos obreros tradicionales, partidos ya establecidos, convertidos en instituciones respetables y respetadas, que se pliegan a los ritmos parlamentarios de la democracia burguesa. En cambio, los ‘grupúsculos’ [las agrupaciones estudiantiles de izquierda, R.S.] no tienen rótulos conocidos. Nacidos de la socialdemocracia o de los partidos estalinianos, todavía forman parte del mundo ignorado que la prensa descubre al azar de las manifestaciones al mismo tiempo que descifra sus siglas” (Bensaïd y Weber, Mayo 68: un ensayo general, ediciones Era, México, 1969)
“Universidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode” (canto unificador en todas las ocupaciones estudiantiles que recorren el país)
En el momento en que escribimos estas líneas [1] ocurre en la Argentina el proceso de ocupaciones universitarias más extendido nacionalmente de que se tenga memoria desde los 70′. Lógicamente que partiendo de muchísimo más atrás en materia de radicalización y organización que en aquellos años y marcado por enormes desigualdades, sin embargo configura un fenómeno en muchos aspectos inédito que, dependiendo de su dinámica, podría compararse con el Mayo Francés o el proceso estudiantil que antecedió al Cordobazo; estamos lejos de eso pero la chispa se ha encendido.[2] Un fenómeno que podía anticiparse tanto por las provocaciones de Milei al movimiento estudiantil y universitario como por algo que venimos repitiendo una y mil veces (en realidad, desde que el libertario de extrema derecha ganó la presidencia): que las relaciones de fuerzas en la Argentina no estaban probadas. En todo caso, se están probando ahora (aunque los pasos del gobierno en este sentido siguen siendo cuidadosos).[3]
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Esta ola de ocupaciones universitarias comenzó el pasado miércoles 9/10 cuando el gobierno logró hacer pasar por el “nido de ratas” del parlamento su veto a la ley universitaria.[4] Inmediatamente comenzó esta modalidad de lucha en universidades, terciarios y colegios secundarios de todo el país que, a estas horas, no hace más que crecer, aunque hay que alertar que ya hay un operativo desde el CIN y los sindicatos docentes y no docentes para quebrar las ocupaciones mediante marchas del silencio y paros pasivos que vacíen las facultades. Es decir, medidas corporativas contra el movimiento estudiantil.[5]
Por supuesto, los pies van más rápido que la cabeza, lo que es tradicional, y los propios “pies” están más firmes para votar las tomas que para quedarse a pasar las noches en las facultades. Sin embargo, a pesar de todas las desigualdades “físicas” por así decirlo, y también en la conciencia de lo que están protagonizando (aún no se entienden las diferencias de programa en relación a la lucha)[6], la chispa se encendió.[7]
1- ¿Una nueva coyuntura más polarizada?
El gobierno logró hacer pasar su veto pero, como señaló agudamente y en tiempo real Miguel Ángel Pichetto, de enorme experiencia en las lides políticas burguesas (uno de los políticos burgueses más lúcidos de hoy, insospechado de “trosko”), “Milei ganó perdiendo”: su triunfo puede haber sido “pírrico”, se verá en las próximas jornadas. Es que los medios y los analistas (¡y el peronismo cobarde!) le hacen el carnaval de que “siempre va para adelante y siempre gana” y bla, bla, bla, pero la cosa no es así. Con su acción irreflexiva (económicamente, todo el lío es por el 0,14% del PBI), Milei abrió una nueva coyuntura nacional más dinámica y polarizada, que en este momento no se puede saber exactamente qué desenvolvimientos tendrá. Por lo pronto, ya se ha formado un frente único, una Santa Alianza reaccionaria, que va desde el gobierno pasando por las autoridades universitarias hasta los sindicatos burocráticos del sector, para romper las tomas estudiantiles. No por nada Bullrich acaba de declarar públicamente que “los estudiantes irán con bombas molotov para provocar revueltas con muertos”, palabras de una provocadora profesional, o una profecía de lo que a ella le gustaría pero no puede hacer.
En el último CC de nuestro partido señalamos que era posible que el camino hacia las elecciones que empezaba a esbozarse semanas atrás no fuera tan sencillo (“Un escenario brasileño atenuado”, izquierda web). Si bien todas las fuerzas burguesas, e incluso el FITU –sobre todo el PTS, para ser más justos–, ya están con las cuatro patas en la campaña electoral, da la impresión de que las elecciones se alejaron un poco al menos en lo inmediato.[8]
Los diarios no están dando cuenta todavía de la lucha estudiantil como corresponde, aunque el editorialista del diario La Nación Jacquelin señaló días atrás “el peligro de que Milei se esté comprando un Mayo Francés”…
Pichetto se queja de que el gobierno gobierna al ritmo de decretazos y DNU, luego de que él mismo y toda la “oposición” colaboracionista le dieran poderes especiales en muchas áreas. Esa tendencia a gobernar por decreto tiene un sinnúmero de problemas. Puede hacerlo, en cierto modo, porque las fuerzas burguesas le dan gobernabilidad y prefieren que Milei pague el costo del súper ajuste y de las contrarreformas estructurales que pide la burguesía. Sin embargo, ese consenso implícito podría cambiar si emerge una crisis desde abajo. La crisis no está emergiendo en esta instancia desde la clase obrera, muy controlada por la burocracia sindical, ni desde los movimientos de desocupados, extremadamente frágiles, sino desde un lugar que ninguna otra corriente de la izquierda vio salvo nuestro partido: el movimiento estudiantil.
Si el movimiento de ocupaciones estudiantiles logra converger, como es nuestra orientación, con el movimiento de trabajadores, la dinámica que puede abrirse es la de un “choque de trenes”; por eso el gobierno comenzó a abrir el paraguas y a querer asustar: “nos quieren deponer”, “molotovs”, “muertos”, etc., dándoles de paso una coartada a las ratas del peronismo y los sindicatos. Por un lado, un gobierno que viene ciego y envalentonado por su “logros” y por el otro un movimiento de ocupaciones que podría consolidarse y radicalizarse –aunque, insistimos, a pesar de su masividad todavía es inicial; podrían abortarlo con el trabajo de pinzas que ya ha comenzado–.
Por su parte, el gobierno sigue siendo tal como lo caracterizamos: un gobierno de extrema derecha y, por añadidura, taimado y provocador. Un gobierno con el que no se puede hacer ningún acuerdo porque no respeta los acuerdos.[9] Hace lo que quiere porque todo el régimen le da gobernabilidad, aunque le marque límites también.[10]
De todas maneras, parece haber un cambio de coyuntura por dos razones (al cambio de coyuntura todavía hay que confirmarlo; en lo inmediato depende del conflicto estudiantil, aunque se han sumado conflictos puntuales de trabajadores). Una más “macro-política”: el estado de ánimo entre las masas da la impresión de estar cambiando. La inflación aparece estabilizada en torno a un 4%, el dólar y el riesgo país cayeron, los mercados parecen estar contentos y estables, y sin embargo la recesión continúa, los salarios son una miseria y los precios son delirantes; además, el empresariado industrial se está quejando por la apertura de las importaciones.
Hace rato venimos señalando que la decadencia de la Argentina burguesa es descomunal. La capital del país, Buenos Aires, admirada mundialmente por su belleza, parece hoy una ciudad de los años 40 del siglo pasado en relación con la modernidad que se puede apreciar, por ejemplo, en San Pablo (en el cordón central de la ciudad, no en el Gran San Pablo que es muy parecido al Gran Buenos Aires).[11] CABA y el GBA son una megalópolis en decadencia donde los servicios públicos parecen del siglo XIX; ¡solo falta que los viejos subterráneos que recorren la ciudad estén tirados por bueyes! Precisamente, la característica que define a las megalópolis, según Mike Davis, es la de sus servicios públicos colapsados. Y en la Argentina no están sólo colapsados, son verdaderas “reliquias” de la antigüedad…[12]
El corte estudiantil de la General Paz de la semana pasada, aclamado por los bocinazos de los conductores, así como la marcha de ayer en la rotonda de Ruta 8 de San Miguel, entre otras múltiples expresiones, muestran el apoyo popular a la lucha universitaria. Algo anticipado en las últimas encuestas: el mileísmo de a pie está a la defensiva; esto no es el Brasil de Bolsonaro, ni siquiera el de Lula o los EE.UU. de Trump: es la Argentina, y la dinámica plaza-palacio no se ha logrado eliminar por ahora ni siquiera con el protocolo represivo de Bullrich; por añadidura, la popularidad del gobierno está cayendo.[13]
El tipo se metió con la universidad, que genera un sentimiento muy profundo, y esto ha causado un enorme repudio en toda la sociedad. Ya le pasó a López Murphy en marzo 2001, pero parece que el mileísmo, creyéndose todopoderoso, no aprendió esa lección.[14]
Lo segundo es el malestar económico que crece entre las masas. Una mayoría siente que el año que viene estará peor que este (¡lo que es mucho decir!) y ese es el elemento que más pesa cotidianamente. Además, crecen los conflictos por despidos, no solo el Bonaparte sino Petroquímica en Córdoba y otros. Hasta ahora los despidos venían pasando sin pena ni gloria, pero ahora comienza una reacción desde abajo. Parte de esto es la última asamblea de Fate, donde con toda justicia la base, en una asamblea masiva, le cobró al gremio haber dejado pasar cientos de despidos sin mover un dedo: ¡una verdadera vergüenza que dejo al gremio al borde de la derrota sin luchar!
2- El movimiento estudiantil argentino en el siglo XXI
Una cuestión central es entender que el factor más dinámico de esta lucha es el movimiento estudiantil, al cual privilegiamos sobre docentes y no docentes. Nos parece que los gremios de estos dos sectores están en una posición corporativa. Por eso lanzan medidas de lucha impulsando facultades vaciadas, lo que va abiertamente contra las tomas y las reivindicaciones de los estudiantes. Rechazamos de plano la idea de que las y los trabajadores de la universidad serían solamente de este sector. En la Argentina de hoy hay un fenómeno particular, que también sucedía en el Mayo Francés y en las universidades del 69 en el país: la universidad pública continúa siendo de masas: dos millones de estudiantes universitarios sobre una población de 45 millones, algo que no se da en la mayoría de los países. Al mismo tiempo, el estudiantado de las públicas –las universidades privadas son otro cantar, son de clase media alta en la Argentina– en la mayoría de los casos ya son trabajadores y trabajadoras. No es casual que en las tomas y asambleas se cante masivamente “universidad de los trabajadores y al que no le guste se jode, se jode”.
Este es un dato fundamental a tener en cuenta cuando opinamos que el estudiantado, el actual estudiantazo en curso, es la vanguardia hoy de la lucha universitaria, y que si la lucha crece y se radicaliza, las universidades y facultades deberían constituirse en factores de organización de otros sectores de trabajadores.
En Mayo del 68 en Francia, con otra composición social (aunque también con mucha mayor radicalidad que el grado del cual se parte acá en este momento), Bensaïd y Weber afirmaban lo siguiente: “Sería erróneo reducir la politización de la juventud a una toma de conciencia intelectual. En el siglo pasado, a la división de la sociedad en clases correspondía dentro de la juventud la separación casi estanca entre jóvenes trabajadores y los jóvenes ‘mandarines’, herederos destinados a formar los cuadros administrativos y militares de la sociedad burguesa. Hoy ya no es tan marcada esta separación, y la capa, numéricamente acrecentada, de los estudiantes ocupa un lugar estratégico” (ídem). Y agregan: “El crecimiento de los efectivos estudiantiles ha hecho de ellos una capa social numéricamente importante y una fuerza social potencial. De nada sirve zaherir su ‘origen social’ (…) lo que caracteriza a los estudiantes mucho más que su origen es su posición transitoria. Saliendo de su medio social, todavía sin integrarse en su futura clase social, están políticamente disponibles y no tienen gran cosa que perder” (ídem).
Esto, correctamente dicho para los estudiantes franceses del 68, se aplica mucho más a la Argentina de hoy: el estudiantado no es una clase social, no es ‘pequeñoburgués’, sino una capa social especial en plena definición, que, más que nunca, se identifica como trabajadora (dicho esto contra los grupos que caracterizan esquemáticamente desde un punto de vista de “clase” al estudiantado).[15]
Y es por esta razón que nuestra corriente se niega a someter al estudiantado al resto de los claustros. Vemos más bien la cosa con el ángulo de unidad de clase y de que la vanguardia y el sector potencialmente más independiente es el estudiantado, aunque hay diferencias entre facultades y entre universidades.
Una novedad es que el elemento nuevo y más dinámico entre los trabajadores universitarios es el de los no docentes, algo sin antecedentes, porque en general los no docentes se ubicaban a la derecha del estudiantado. A nuestro modo de ver, los que vienen más atrás son los docentes universitarios, ellos sí ubicados en gran medida como pequeñoburgueses, receptáculos de las amenazas y los versos mileístas-kirchneristas; una ubicación que vemos más conservadora aunque no tenemos un panorama tan de conjunto como para afirmarlo taxativamente.[16]
Por lo demás, más allá de las opiniones está la prueba de la práctica. El desborde en universidades como la de La Matanza (UnLaM), o en la UnLu (San Miguel, dirigida por el ¡Ya Basta!), en la UnGS, etc., por no hablar de Filosofía y Letras de la UBA, la UnQui o la UnLa en zona sur del GBA, pero sobre todo las de los sectores más directamente de trabajadores del GBA, son una prueba práctica de lo que decimos: el 70% de los estudiantes universitarios son trabajadores asalariados.[17]
La toma de la Universidad de La Matanza es histórica, jamás se había tomado. Les pegaron a los estudiantes, saltaron la reja, radicalizaron sus acciones iniciales. La UnGS tampoco se había tomado. Son los sectores estudiantiles más populares que dicen “me van a dejar sin estudios”, y salen a luchar a pesar de sus limitaciones prácticas y políticas: asambleas masivas pero tomas muy reducidas, extrema ingenuidad política, etc., todas marcas de un reinicio de la experiencia histórica, no todavía de una juventud radicalizada, ni en los métodos ni políticamente.
Es recién un despertar, que puede profundizarse o puede ser inhibido en los próximos días o semanas, se verá. Pero este proceso-movimiento llegó para quedarse y va a resurgir a la vuelta de la esquina si es apaciguado hoy. Al mismo tiempo, no es sólo el tema de las facultades en la actual coyuntura. Este conflicto convive con el de Petroquímica de Córdoba, los presos estatales y docentes en Rosario, el Bonaparte y el proceso en residentes y la salud en general, la crisis del Sutna, el conflicto aeronáutico que sigue sin resolverse, y un sinnúmero de conflictos que deben confluir con el movimiento estudiantil.
Nuestra ubicación política general es oponer la plaza al palacio. Llamar a la desconfianza en el Congreso, plantear el rechazo al veto y el aumento del presupuesto universitario ya, no esperar a la discusión del presupuesto 2025, que es una trampa porque el gobierno puede optar por seguir prorrogando el presupuesto del 2023. Empujar la masividad de las tomas, su radicalización mediante cortes de calles y rutas, la Interfacultades, el rechazo a las autoridades universitarias y sus maniobras, el rechazo a la subordinación del movimiento estudiantil a los gremios docentes y no docentes, la unidad obrero-estudiantil por abajo, es decir, el desborde de toda institucionalidad: “Los estudiantes han podido desempeñar un papel determinante en la crisis de Mayo del 68 por dos razones: en primer lugar, porque la mutación de la universidad y su función social ha transformado profundamente el medio estudiantil; en segundo lugar, porque el movimiento estudiantil, que no está sometido al control de los aparatos tradicionales [en el caso argentino esto no es así pero se sobrentiende que está menos controlado que el movimiento obrero, R.S.], ocupa una posición política coyunturalmente privilegiada” (Bensaïd y Weber, ídem). [18]
Y también es de hacer notar una segunda razón, más allá de la presupuestaria, por parte del gobierno para atacar la universidad pública: nuestro partido ha señalado una y mil veces que el plan de Milei es global, y que en relación a la universidad pública y muchas otras cosas, es profundamente oscurantista. Milei no es un liberal en el sentido decimonónico de la palabra: es un populista trasnochado que se planta contra la modernidad y la ilustración y, por lógica consecuencia, contra la universidad pública y de masas; así como ha dicho que está contra la justicia social, es evidente que este figureti reaccionario se planta contra el ascenso social que eventualmente, aunque cada vez menos, permite la universidad.
3- “Nosotros somos el poder”[19]
Después está el problema de la burocracia, que es una lacra; el peronismo convoca a marchas sin paro y a paros sin marcha: tomaron la decisión de no convocar a una votación que se resolvió por tres votos. Al momento de cierre de esta edición están con una política abiertamente rompehuelgas: dividiendo los cortes, peleando por vaciar o quebrar las tomas, convocando a una marcha de velas a Pizzurno y a paros docentes y no docentes para vaciar las facultades y las tomas de estudiantes. Los gremios corporativos quieren las “facultades vacías” para que se vea el paro importándoles tres carajos el movimiento estudiantil y el proceso de ocupaciones; actuando directa y abiertamente de rompehuelgas, con la idea, tal cual lo plantearon Bensaïd y Weber en su texto de 50 años atrás, de que los estudiantes serían un no-sujeto: receptores pasivos de conocimientos a los cuales hay que tutelar. ¡Esa es, precisamente, la posición que rechazamos de plano en esta nota!
Luego está el papel de la izquierda en el conflicto estudiantil. Desde el comienzo del proceso de lucha contra Milei, planteamos que en la izquierda había, grosso modo, tres orientaciones distintas respecto de esta pelea. El PTS salió con el planteo de que las asambleas populares serían nada menos que los “soviets del siglo XXI”, que “nada tenían que ver con las asambleas populares del 2001” y cuestiones por el estilo. Su estrategia era y es territorial desde hace varios años, sin ninguna otra explicación que no sea puramente electoral. Obviamente, cuando se tiene suficiente orgánica y envergadura la territorialidad se impone como un elemento complementario; pero el PTS no tiene una cosa ni la otra a pesar de sus éxitos electorales: más bien ha retrocedido a ojos vista en materia orgánica y de calidad militante. Por lo demás, “teorizó” una posición ridículamente sectaria en relación al movimiento estudiantil en general y respecto de los centros de estudiantes dirigidos por la izquierda en particular (sobre todo los dirigidos por nuestro partido). El PO, por su parte, viene teniendo una orientación constructivo-estratégica y política más oscilante. Ha quedado demostrado que la apuesta por el movimiento piquetero como principal fuerza social opositora a Milei ha fracasado –era obvia la debilidad orgánica del movimiento piquetero para cumplir ese papel–. El PO oscila permanentemente entre abroquelarse detrás del FITU y el PTS (que es la dirección de la cooperativa electoral) y un comportamiento más independiente que permite acuerdos con nuestro partido de vez en cuando.
Por nuestra parte, a sabiendas de que el movimiento de trabajadores vendría más atrás al menos en un primer momento, producto de la contención de la burocracia sindical y del peronismo, apostamos al movimiento estudiantil. No sólo porque el movimiento estudiantil es un punto de apoyo orgánico frente a la inorganicidad de los desocupados o las asambleas populares, sino también porque desde el vamos se sabía que el oscurantista de Milei iría al choque con el movimiento estudiantil. Y así es la cosa, es lo que estamos viviendo en tiempo real. Luego de los enfrentamientos de la vanguardia y la izquierda en el Congreso Nacional en febrero y nuevamente con la sesión en senadores, las movilizaciones más multitudinarias del año, no de vanguardia sino de vanguardia de masas, han sido las movilizaciones educativas. Y ante la provocación de Milei de reafirmación del veto (en realidad desde la noche anterior), se desató el movimiento nacional de ocupaciones de facultades para las cuales el NMAS y el ¡Ya Basta! estábamos preparados, y esto es reconocido por varias corrientes que nos señalan que estamos creciendo en el movimiento estudiantil.
Nuestra política y estrategia en relación al conflicto es muy clara: queremos retrotraer el veto de Milei y no comernos la maniobra de ir a un callejón sin salida de la “discusión” de la ley presupuestaria; estudiantes, docentes y no docentes (el 90% del presupuesto universitario) necesitan una respuesta ya. Sostenemos incondicionalmente las tomas y su masificación, indefinidamente o reconducibles, que hagan crecer y nacionalizar más y más el conflicto. Estamos por la coordinación de las ocupaciones en Interfacultades regionales y un Encuentro Nacional de Estudiantes, así como por la unidad obrero-estudiantil: que las facultades se transformen en un centro organizador de toda la lucha contra el gobierno. Buscamos la radicalización de los métodos de lucha y la conciencia de estudiantes, no docentes y docentes.
También plantear Basta Milei y Fuera Pettovello, es decir, comenzar a sostener que el gobierno debería irse aunque sin plantearlo abiertamente, porque las condiciones no dan todavía para eso.[20]
Por otra parte, programáticamente, es verdad que queremos ir más allá de la mera defensa de la universidad pública. Eso en parte ya se está haciendo cuando los estudiantes subvierten el orden de educador-educando. Son los estudiantes lo que están enseñando a los docentes a luchar. Marx afirmaba en las Tesis sobre Feuerbach, justamente para subvertir este tipo de relación de dominación, que “el educador también debe ser educado”. El aprendizaje es una relación colectiva de ida y vuelta entre educador y educando. Además, queremos una universidad disruptiva, que no sea reproductora de las relaciones sociales existentes sino que las subvierta. Está claro que el conocimiento tiene elementos de fuerza productiva (herramientas para la formación de las y los estudiantes) pero también de reproducción de las relaciones sociales de clase existentes. Queremos fortalecer las primeras y subvertir las segundas, en una transformación de la universidad que acompañe la transformación socialista de la sociedad. De ahí que una de nuestras agrupaciones en las escuelas de arte se llame Arte Insurrección y que nuestra agrupación universitaria sea una juventud anticapitalista y no “nacional y popular”.
Sin embargo, está claro que la pelea arranca hoy por la defensa de la universidad pública y puede crecer en su programa en la medida en que se una al movimiento obrero y que de conjunto se logre abrir una situación revolucionaria y una radicalización que, obviamente, todavía está muy por delante.[21]
Nuestra estrategia es que, como en Mayo del 68 en Francia o en el Cordobazo del 69, el movimiento estudiantil sea la chispa que encienda la pradera del movimiento obrero, porque sólo si el movimiento obrero se pone de pie hay posibilidades de tirar abajo al gobierno. Efectivamente, queremos romper el calendario electoral que sostiene al gobierno provocador y de ultraderecha hasta el 2027: ahora es cuando, hay que trabajar contra la gobernabilidad de un gobierno que no respeta las conquistas democráticas básicas de la propia democracia burguesa y que si pudiera impondría una “dictadura bonapartista” (aunque está lejísimos de esto hoy).
Parece delirante que podamos comparar este proceso con el Mayo Francés o el Cordobazo, pero no lo es. Y no es algo puramente argento. Se trata de una nueva etapa mundial que comienza por la derecha pero que vuelve a proponer un periodo de crisis, guerras y revoluciones, así como de barbarie y reacción, que propone un reinicio de la experiencia histórica de los explotados y oprimidos y reabre la posibilidad de una radicalización del movimiento de masas y de revoluciones en el siglo XXI. ¡Un péndulo que se va demasiado a la derecha va a terminar por girar a la extrema izquierda, y para eso se preparan el NMAS y nuestra corriente internacional, así como nuestra juventud anticapitalista del Ya Basta!
4- Postcriptum
En síntesis: estamos frente a un proceso político, que es el conflicto testigo del gobierno, porque el gobierno va a salir a reventar a otros sectores si logra reventar la universidad. Es un conflicto político, es la educación, no es solo por el salario docente y no docente. El reclamo de rechazo del veto es anti-institucional, además de que el reclamo universitario va contra el discurso oscurantista del gobierno. El peronismo ya está diciendo que el veto es un “hecho consumado” institucional que debe ser respetado. Pero el proceso estudiantil que se ha iniciado, de radicalizarse, podría transformarse en una suerte de “Mayo Francés a la Argentina” con todo lo que ello significa (“¿Hacia un ‘Octubre Argentino’?”, izquierda web).
No hay memoria de una ola de ocupaciones nacional de las universidades en la Argentina desde los años 70. Se puede radicalizar. Y las medidas que tenemos que tomar tienen que ser masivas pero radicalizadas, de desborde. No queremos ir a ninguna marcha con la burocracia: queremos que se tomen las universidades, que se hagan cortes de calles y de rutas, queremos interfacultades y crear poder desde abajo contra la canalización burocrática-parlamentaria del conflicto. Como ya señalamos, el Congreso es una vía muerta, una cueva de bandidos (Lenin).[22]
Si queremos un avance en la Argentina, tiene que haber una ola de radicalización. La diagonal ahora es antiparlamentaria, porque está visto cómo se utiliza el Congreso para llevar todo a vía muerta: Milei veta lo que se le canta y sanseacabó. La dinámica no es en estos momentos plaza-palacio sino plaza contra palacio, desborde y autoorganización.
Y para todo esto hace falta una masificación del proceso. No impulsamos el “vanguardismo” pero sí una orientación a izquierda que permita o ayude a toda una nueva generación a radicalizarse, que es lo que necesitamos para que la lucha de clases en la Argentina dé un salto en calidad.
El gobierno está decidido, así que se va a un choque. El peronismo y sus sindicatos hacen de rompehuelgas las 24 horas del día; se pueden hacer acuerdos puntuales, pero esa es la pauta general. Bullrich salió a denunciar que “los estudiantes quieren muertos”, Milei dejó trascender que “los troskos quieren que caiga el gobierno”, e inmediatamente el peronismo salió a asustar por todos los grupos y redes sociales. “Cogobiernan” contra el conflicto estudiantil Milei y Cristina (no hay figura política más cínica en la Argentina que Cristina Kirchner).[23]
Estamos frente a una gran prueba y una gran oportunidad política y constructiva. La consigna “Abajo el veto” es anti-institucional, es retrotraer algo votado en el Congreso. Y bueno, que salga en el Boletín Oficial que retrotraen la votación. Y si queremos eso, tiene que arder el país. Y el conflicto es light todavía. Si se toman todas las facultades va a haber líos en todos lados, enfrentamientos, heridos, puede pasar de todo, van a meter miedo, van a decir “violencia no”; y el ¡Ya Basta! tiene que estar a la ofensiva de la radicalización. No hay que pasarse, hay que buscar la masividad, pero ir con la idea de que podemos hacer un Mayo Francés argentino.[24]
En definitiva, esta historia recién se inicia. El movimiento que comenzamos a vivir es “el rechazo al porvenir que promete la sociedad burguesa y a esa misma sociedad que promete tal porvenir” (Bensaïd y Weber, ídem). Ojalá sea un paso adelante hacia una radicalización anticapitalista de la juventud.
[1] Conocido grafiti poético-político del Mayo Francés.
[2] Volveremos sobre esto, pero es evidente que ya se ha puesto en marcha un verdadero “frente único contrarrevolucionario” desde el gobierno, pasando por el PJ y los sindicatos del sector, para frenar la dinámica independiente del movimiento estudiantil.
[3] Milei acaba de salir por las redes sociales a decir que “no está contra la universidad pública ni pretende arancelarla”… Lo que está hablando por Milei no es su conciencia sino, precisamente, las relaciones de fuerzas.
[4] El minué con la “oposición dialoguista” (colaboracionista) y el peronismo político y sindical ha sido tal que le han dejado pasar, por acción u omisión, todo lo que Milei necesita para gobernar.
[5] Ya vamos a dedicarnos más adelante a la caracterización del movimiento estudiantil y por qué opinamos que es el sector más importante y dinámico de esta lucha y que los otros claustros deberían subordinarse a él.
[6] Ejemplo de esto es que no es lo mismo el rechazo al veto y la exigencia de presupuesto ya, para este 2024, que enfocarse en la discusión tramposa del presupuesto de 2025, que no garantiza nada, y muchas otras cuestiones políticas y estratégicas que se esbozan ya en esta pelea, que puede ser histórica aunque parta desde tan atrás en todo sentido. Todavía se trata de un recomienzo de la experiencia del movimiento estudiantil y se verá hasta qué punto se llega.
[7] Tan es así que transcendió una declaración privada en la reunión de gabinete del gobierno donde Milei afirma “los troskos me quieren voltear”…
[8] Es impresionante lo adaptado que está al juego electoral el PTS. El PO tiene una orientación mucho más sinuosa, y es un partido con el cual podemos hacer acuerdos a pesar de su inconsecuencia.
[9] Recientemente firmó un “compromiso” de “no cerrar” el Hospital Bonaparte y enseguida comenzó a vaciarlo, lo que a todos los efectos prácticos es lo mismo. La palabrita “mágica” que usa para esto, y que los gremios firmaron, es “reestructuración”.
[10] Los límites son en cuestiones del régimen político, importantes por sí mismas, pero por el momento el gobierno actúa con carta blanca de toda la patronal en materia económica, aunque comenzaron a crecer las quejas de los industriales. En materia laboral, los gordos de la CGT acordaron ciertos puntos que podría afectar a la burocracia (obras sociales y algunos puntos más), razón por la cual ahora no tienen ni máscara de “luchadores”.
[11] Recientemente estuve en la casa de un compañero de la corriente que vive en San Bernardo, parte de lo que se llama el ABC, el cordón de barrios populares de la ciudad de San Pablo, y sus condiciones son muy parecidas a las del GBA. Está claro, por lo demás, que Brasil, además de ser una potencia económica dependiente (su PBI se acerca a 3 billones de dólares anuales), no deja de ser uno de los países más desiguales del globo.
[12] Los subtes y trenes, donde los hay, son una vergüenza; el servicio de internet es 3G o 4G cuando en el mundo ya se está en 5 o 6G; abundan los barrios sin cloacas ni servicio de gas, etc.
[13] En marzo el gobierno estaba en 51,5% de imagen positiva y 48,5% de negativa; ahora la tendencia se invirtió: 47,4% de positiva y 52,6% de negativa (aunque en la calle la estadística parece peor). Lógicamente, donde menos apoyo tiene el gobierno es en provincia de Buenos Aires: de 1 a 10, tiene un apoyo del 4,5. Por lo demás, el 54,8% de la gente dice que está económicamente peor que antes, y sube al 71,1% los que opinan que la universidad tiene que ser pública y gratuita (encuesta nacional, octubre 2024, Explanans).
[14] Dato comparativo importante: Milei hizo sábados atrás un acto miserable donde no juntó a más de tres mil personas. En esto no se parece en nada a Trump o Bolsonaro; de momento carece de capacidad de movilización. Es más el frontman de la burguesía que otra cosa.
[15] Recordamos que a principio del año el PTS denostó al estudiantado como “pequeñoburgués” y afirmó que ahora sí, a diferencia del 2001, las asambleas populares eran “proletarias” (sic). Por lo demás, el PTS cita una definición de Trotsky sobre el estudiantado como “cámara de resonancia a todo volumen [de] los intereses y aspiraciones sociales de las clases entre las que se ha reclutado”, una definición genéricamente correcta pero que tiene algún elemento demodé, en virtud de que en la época de Trotsky no existía la universidad de masas y, mucho menos, una universidad en el mundo de la asalarización masiva de hoy. Está claro que la condición estudiantil sigue siendo una condición transitoria (creemos recordar que Moreno y Mandel no decían nada muy distinto respecto de esto). Pero aunque transitoria, está corrida más hacia el mundo laboral que nunca antes en la historia, por lo que hay que evitar cualquier sectarismo en relación al movimiento estudiantil, sobre todo cuando está en lucha.
[16] Es significativo que en el Mayo Francés los docentes universitarios se ubicaron a la derecha. Connotados profesores como Althusser, Lacan y Foucault tuvieron esta ubicación precisamente, opinando que los estudiantes eran “chicos malcriados”, hijos de burgueses: la ubicación reaccionaria del PCF, al cual había que subordinarse porque era la “encarnación físico-política de la clase obrera”. No recordamos cómo fue la ubicación de la docencia universitaria argentina cuando el proceso del Cordobazo, pero creemos que fue distinta de la de los “mandarines” franceses.
Sin embargo, hubo filósofos marxistas que salvaron su honor. Fue el caso de Herbert Marcuse, muy prestigiado en el movimiento estudiantil alemán (aunque con una posición equivocada y sectaria respecto del movimiento obrero), o Ernst Bloch, exiliado de la ex RDA a comienzos de los años 60 (porque le impidieron publicar su obra El principio esperanza y se radicalizó).
[17] Algunos datos hablan por sí solos respecto de lo que venimos señalando: en el país hay 62 universidades e institutos universitarios estatales, con más de dos millones de estudiantes inscriptos. Trabajan en ellas 190.000 docentes y 50.000 no docentes (los más explotados). El 48% de los nuevos inscriptos universitarios en 2022 (último dato disponible) son primera generación universitaria en sus familias. En el conurbano bonaerense la cifra es más abultada: en la Universidad Arturo Jauretche (Florencio Varela) el porcentaje suma el 75,53%; en la Universidad de José C. Paz, el 75,42% y en la Universidad del Oeste, Merlo, 74,73%. Nada de esto, claro está, quiere decir que sean las universidades más politizadas. No lo son: no existe nada mecánico entre el carácter “de clase” de una universidad y su politización; más bien ocurre lo contrario: son las universidades y facultades de ciencias humanas de los ámbitos urbanos siempre las más politizadas (datos tomados de “El movimiento estudiantil contra Milei: ¿tiempo de una nueva resistencia?, Eduardo Castilla).
[18] Bensaïd y Weber refuerzan la idea con algo que hoy es más actual que ayer (y mucho más actual en la Argentina que en Francia o Brasil): “Finalmente, y cada vez más, el medio estudiantil se determina en función de su porvenir social más que en función de su origen. Ya no es el semillero de un mandarinato cuyo papel es asignado secularmente (…) [sino] asalariados del Estado o de la industria [que] pasarán a formar parte de la gran masa de los asalariados (…)” (ídem).
[19] Otro grafiti característico del Mayo Francés.
[20] Para plantear “fuera Milei” abiertamente y no sólo a modo propagandístico, faltan condiciones: una, que el conflicto estudiantil realmente se instale en la escena nacional, y dos, que haya una confluencia con luchas del movimiento obrero que abran una crisis política, cosa que tampoco ha ocurrido hasta el momento.
[21] “El proceso mediante el cual ha adquirido el movimiento estudiantil francés su actual fisonomía se inició en los últimos años de la guerra de Argelia [finales de los años 50] (…) el medio estudiantil en su masa estaba dispuesto a apoyar la lucha del pueblo argelino. Estudiantes universitarios y de secundaria iban a millares a las manifestaciones contra la guerra colonial [por no hablar de lo que pasaría diez años después en relación al apoyo al pueblo vietnamita, R.S.]” (Bensaïd y Weber, ídem). Está claro que el elemento internacionalista, más difícil en la Argentina, es otro elemento de radicalización, que está manifestándose hoy en el movimiento estudiantil de EE.UU. y Europa occidental en el apoyo al pueblo palestino.
[22] Causa gracia que ahora el PTS ponga esta definición en sus textos cuando días atrás se negaba a colocar como consigna “ninguna confianza en el Congreso”…
[23] Por suerte a nadie se le ocurriría decir en la izquierda argentina que su figura es una conquista, como afirma Valerio Arcary respecto de Lula en Brasil…
[24] Hay que recordar que en el Mayo Francés, en el movimiento estudiantil aunque no en el movimiento obrero, la dirección tradicional del momento, el PCF, fue desbordada por el anarquismo, el maoísmo y el trotskismo. Una de sus principales figuras fue Alain Krivine, figura de la LCR francesa durante muchas décadas.
[…] momento em que escrevo estas linhas [1], está ocorrendo na Argentina o processo de ocupações universitárias nacional mais amplo das […]