La bajante histórica del Paraná es consecuencia de la irracionalidad capitalista

Las razones que explican la grave bajante que vive el Río Paraná están todas relacionadas con la depredación de la naturaleza por parte de la producción capitalista. Un desastre ambiental con múltiples consecuencias.

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Bajante del río paraná

Los llamados «desastres naturales» no son naturales, son fenómenos multicausales y con múltiples impactos que ponen de manifiesto cómo la depredación capitalista de la naturaleza provoca imprevistos para los que no estamos preparados.

La actual bajante histórica que sufre el río Paraná es un ejemplo de estas terribles consecuencias de la irracionalidad capitalista. Estamos frente a un fenómeno en desarrollo que continuará, y todo hace pensar que volverá a ocurrir en el futuro.

Brasil vive su peor sequía en los últimos 91 años y sus efectos se extienden a Argentina. Luego de casi dos años con escasas precipitaciones, el río Paraná está bajando peligrosamente. El río viene bajando desde el 24 de febrero y se proyecta que, luego de algunas lluvias que ocurrirán a fines de septiembre, recién hacia fin de año recuperará su caudal normal. Frente a este fenómeno es importante tomar nota de algunas de las causas y consecuencias de la emergencia. A continuación, compartimos algunas reflexiones sobre la bajante del Paraná, sus causas y consecuencias.

De la Amazonia al Paraná

Para empezar, los ríos nacen de las lluvias, las lluvias de las nubes y las nubes de los bosques (también de los océanos, pero este no es el caso). La Amazonia (mal llamado el Amazonas) es el bosque tropical más extenso del mundo y cumple una función vital en el clima de toda América del sur. Se suele hablar de la Amazonia como el pulmón del mundo, por su capacidad de retener los gases de efecto invernadero (GEI), también se sabe que es unas reservas de biodiversidad inconmensurable, pero en este caso nos enfocaremos en otro aspecto.

La Amazonia es el corazón que bombea las lluvias en toda la región central de América del sur. Un árbol tropical grande en un típico día de sol puede transferir mil litros de agua dulce del suelo a la atmósfera por transpiración. Si sumamos el aporte de cada árbol de la región selvática se bombean 20 billones de toneladas de agua diaria de la tierra al cielo. Para dimensionar tremendo caudal tengamos en mente que el río mas grande de la tierra, el río Amazonas vierte 17 billones de toneladas diarias al océano Atlántico. Es decir, sobre la Amazonia se eleva un inmenso «río volador» que recorre la cordillera y descarga su lluvia sobre toda la región central de América del sur. En definitiva, la alta productividad de las tierras de América del sur y su clima están determinados por la selva amazónica y dependen de la transpiración de su flora.

El problema es que la deforestación de la Amazonia viene acelerándose vertiginosamente en los últimos años. Desde el 2017, año tras año se bate el récord de deforestación del año anterior. Todos nos conmovimos con las imágenes de los incendios en el 2019 pero, de forma silenciosa, el proceso continuó.

El sector ganadero de la Amazonia brasileña, incentivado por las ganancias que genera el comercio internacional de carne y cuero,​ ha sido responsable de aproximadamente el 80% de toda la deforestación en la región. La falta de políticas ambientales del presidente negacionista Jair Bolsonaro motiva la depredación de la naturaleza garantizando completa impunidad para los capitalistas. Los estudios científicos sugieren que en algún momento el bosque alcanzará un punto de inflexión, donde ya no podrá producir suficiente lluvia para sostenerse. Una irracionalidad completa causada por la lógica de la ganancia: se destruye la selva por el agronegocio y se pone en peligro el propio agronegocio (y la vida misma tal cual la conocemos) por la destrucción de la selva.

Por otra parte, la destrucción de los humedales costeros del río Paraná no hace más que oscurecer panorama. Los humedales funcionan como enormes esponjas que absorben el agua cuando el río crece y la liberan cuando baja, amortiguando el efecto estacional. Las quemas masivas son producidas intencionalmente por los productores ganaderos que incendian sus campos para la cría y engorde del ganado vacuno, convirtiendo montes, selvas de galería y vegetación del delta en campos de pastizales, perdiendo la capacidad de absorber el agua.

Al extenderse la frontera sojera (política impulsada en los últimos años tanto por el gobierno de Alberto y Cristina como por el macrismo) en función de las ganancias que genera la explotación, la frontera ganadera se corrió hacia la zona de los humedales del delta. Basta recordar las trágicas imágenes y el humo sobre la ciudad de Rosario durante el 2020 para graficar la dimensión del tema. También hubo grandes incendios en los años 2004, 2006 y 2008. La especulación inmobiliaria es otra de las causantes de la destrucción de humedales. Desde hace unos treinta años gran parte de los humedales de la costa bonaerense se transformaron en barrios privados, náuticos, countries y clubes de campo.

Múltiples consecuencias

La consecuencia más preocupante de la depredación de la Amazonia es la posibilidad de destruir el ciclo vital del clima en la región. Destruir la selva es terminar con la lluvia y sin lluvia no tendremos que beber ni comer.

Antonio Nobre (biogeoquímico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil) explica que la evidencia científica apoya su alerta: Sudamérica corre riesgo de estar secándose y de cruzar un punto de no retorno. Esto afectaría un área del subcontinente a la que suele llegar la humedad de la selva, un «cuadrilátero» que va de Buenos Aires hasta Cuiabá, de la cordillera de los Andes hasta Sao Paulo. Los complejos mecanismos que regulan los vientos también se alterarían, dando lugar a la formación de huracanes en nuevas regiones donde por ahora son fenómenos imposibles.

Por otra parte, la bajada del rio Paraná dificulta el abastecimiento de agua potable de algunas ciudades por la presencia de cianobacterias tóxicas (mal llamadas “algas”) que dificultan la potabilización. Por este motivo, las autoridades han comenzado a sugerir un uso más racional del agua en las provincias del litoral. Medidas similares se están tomando en Brasil.

A fines del 2020 las costas del Río de La Plata se tiñeron de verde tóxico por la proliferación de estos organismos. Las dificultades con las cianobacterias se producen por el exceso de nutrientes disueltos en agua, temperaturas elevadas y alto tiempo de residencia del agua, que propician el crecimiento masivo de estos microorganismos. Los efluentes cloacales líquidos que se vierten al río son ricos en carbono fósforo y nitrógeno, nutrientes que propician su desarrollo.

En condiciones normales, el alto caudal del rio permite asimilar estos nutrientes sin que se produzcan floraciones de cianobacterias. Ante la baja del caudal hay un aumento de probabilidades en el desarrollo de estas bacterias, lo que genera que el tratamiento para la potabilización del agua sea más costoso.

Pero también hay consecuencias desde el punto de vista económico. La hidrovía del río Paraná es la ruta de salida del 80% de las exportaciones de cerealeras de argentina.  El transito de las barcazas se dificulta por la disminución del nivel de río ya que aumenta la probabilidad de encallar. Por este motivo, las cargas permitidas se redujeron hasta un 12% y se limitó el número de barcazas que pueden ser llevadas por un único remolcador.

Más allá de las dificultades logísticas generadas por la bajada del rio, se trata de un tema estratégico y de soberanía para el país. Este año finalizó la concesión del tramo del río Paraná otorgado a Hidrovía S.A. y el gobierno definió su gestión estatal por el período de un año, sin cuestionar que vaya a pasar nuevamente a manos privadas más tarde.

Por último, la producción de energía eléctrica también se ve seriamente afectada por la bajante. La represa hidroeléctrica Yacyretá, ubicada frente a la provincia de Corrientes genera un 13% del total de la energía del país, hoy está produciendo energía a un tercio de su capacidad instalada. Esto fuerza al sistema energético a reemplazar la energía hidroeléctrica, muy barata y sin emisiones de GEI, por mayor generación térmica más cara y contaminante.

También las centrales nucleares Atucha 1 y Atucha 2 situadas junto al rio Paraná de las Palmas utilizan el agua del río como el sumidero final de calor luego de la generación eléctrica. Cabe aclarar que los combustibles nucleares necesitan ser refrigerados permanentemente incluso cuando el reactor se encuentra apagado. Se succionan 70 metros cúbicos por segundo para refrigerar los reactores operando al 100% de potencia y entre 15-20 cuando los reactores están apagados. Si bien la emergencia hídrica no compromete la seguridad de los reactores, sí condiciona la capacidad de producir electricidad. Si el nivel del río continúa bajando se deberá salir de servicio y se perdería otra fuente de electricidad económica y sin emisiones de GEI.

Como vemos, la actual bajante histórica de uno de los ríos más importantes del país es consecuencia directa de la lógica capitalista que arrasa con todo a su paso. O destruimos el capitalismo o el capitalismo destruye nuestro planeta.

1 COMENTARIO

  1. Estos «ecólogos» y «ecologistas» olvidan la repetición de la seca absoluta del río Paraná cada 1.000 ± 200 años; siendo el ultimo en la década de 1680. Hablan como neófitos, para ellos la historia no existe. SI supieran de historia climática… otra sería sus lógicas.

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