Elecciones en Estados Unidos

La bajada de Biden pone al rojo vivo la polarización hacia las elecciones

Tras casi un mes de desgaste, Joe Biden abandonó la competencia presidencial y dio su apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris. Mientras tanto, continúa la beatificación de Trump por parte de la extrema derecha tras el atentado en Butler, Pensilvania.

La dimisión a la candidatura presidencial por parte de Biden se había convertido en un secreto a voces durante la última semana. La preocupantemente mala performance del presidente demócrata en el último debate presidencial fue suficiente para generar una crisis de imagen definitiva. Las dudas sobre el estado de salud de Biden (que dio muestras de desorientación durante el debate y en distintas apariciones públicas) se sumaron a un largo desgaste.

Aire (y dudas) para los demócratas

La imagen de Biden sufrió durante toda su gestión. A la inflación pos pandémica se sumó el el escandaloso apoyo de la gestión demócrata al genocidio sionista en Gaza. Las críticas por este tema erosionaron gran parte de la base electoral progresista de Biden. En ese contexto, marchar a una elección marcada por una dura polarización y por la crisis internacional con un candidato de dudoso estado cognitivo hubiera sido un suicidio político para los demócratas.

La dimisión de Biden le permite a los demócratas volver a disputar la elección pero no elimina los problemas de fondo. Por estas horas parece casi seguro que la candidata será Kamala Harris, actual vicepresidenta. Los demás potenciales candidatos ya le brindaron su apoyo o se ubicaron fuera de la contienda (caso de Michelle Obama). El propio Barack Obama le había pedido hace pocos días a Biden que bajara su candidatura.

Biden Netanyahu

Lo que no está para nada claro es cuál será el perfil de la candidatura de Harris. No es ningún secreto que a parte importante del Partido Demócrata le gustaría rebajar cualquier tipo de disruptividad en la figura de la candidata. Aún si la gestión Biden fue 100% imperialista y dentro del marco del establishment estadounidense, una candidata mujer y negra ubica la imagen de Harris algo a la izquierda de Biden. Aunque nada, absolutamente nada, del carácter capitalista e imperialista de la democracia yanqui pueda cambiar bajo su gestión. Sería, en todo caso, un gobierno imperialista con máscara progresista como lo fue el gobierno de Obama.

Queda poco menos de un mes hasta la Convención Demócrata, que comenzará el 19 de agosto en Chicago. Allí Harris deberá trabajar para ganar un apoyo unitario dentro del Partido. Cualquier tipo de fisura podría reavivar la crisis partidaria y sumir nuevamente la candidatura demócrata en el caos.

Trump: «mártir» de la extrema derecha bonapartista

«Creo que Trump es una figura transformadora, un hombre de destino al que Dios salvó providencialmente de la muerte el sábado» dijo en la Convención Republicana el delegado por el Estado de Luisiana, Ed Tarpley. «Se le ha encomendado una misión especial en nuestro país. La mano providencial de Dios elevó a Trump a un estatus diferente».

Este fue el tono general de los discursos pronunciados en el evento republicano. Basta con uno para distinguir el tono beatificante y místico que tiñó la candidatura de Trump luego del atentado contra su vida en Butler, Pensilvania. Parece haber sido el empujón final para que Trump logre hacerse con el apoyo definitivo del aparato republicano, que le había sido esquivo desde su llegada a la escena presidencial en 2016. En la última convención, el 90% de los delegados alabaron a Trump. Los pocos republicanos que mantienen dudas sobre los peligros de su candidatura se llamaron a silencio.

Atentado Trump

¿Cuál es la motivación política detrás de los delirios místicos trumpistas? El propio Tarpley lo explicó al señalar que «al presidente […] se le debe permitir implementar sus políticas libre de una burocracia resistente a ellas y de funcionarios no electos que no están de acuerdo con ellas». Es decir que ninguna institución del Estado debería limitar el poder del «providencial» Trump.

En el mismo sentido marchaba el reciente fallo de la Corte Suprema yanqui (que mantiene mayoría trumpista) que dictaminó que ningún acto de un gobierno institucionalmente legítimo puede ser «ilegal». Un escandaloso cheque en blanco para los proyectos más reaccionarios del trumpismo, como las deportaciones masivas o incluso para iniciativas golpistas del estilo Asalto al Capitolio.

Todas las señales desde el lado republicano parecen dirigidas a instalar un clima de excepción para un eventual segundo gobierno trumpista. Sucede que la crisis y el desgaste del gobierno Biden vuelven a darle aire al proyecto bonapartista de Trump, interrumpido por el rechazo popular que se manifestó en movilizaciones masivas y luego se cristalizó en la derrota electoral del 2020 – 2021.

La suma del apoyo de órganos burocrático – estatales como la Corte Suprema y del apoyo irrestricto del aparato republicano le prometen a Trump un contexto superestructural más propicio para medidas de corte reaccionario – bonapartista. Lo cual no significa de ninguna manera que la balanza ya esté inclinada en dicho sentido. Queda todavía un largo camino en la carrera presidenciable y muchos elementos sin determinar (sobre todo del lado demócrata).

En todo caso, más allá de los cálculos meramente electorales y de la multiplicación de las encuestas, la mayor duda radica en cómo procesará la sociedad estadounidense las enormes contradicciones de la escena política. Aún si el aparato republicano y la Corte giran a la derecha, la situación política y social estadounidense expresó bastantes contrapesos ante el avance derechista durante los últimos años. El enorme proceso de recomposición obrera y sindical es un ejemplo claro de esto, junto a procesos históricos de la vanguardia como las protestas estudiantiles en apoyo a Palestina y contra el genocidio sionista.

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