Declaración de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie

La agresión sionista al Líbano es una profundización del genocidio palestino

¡No a la agresión sionista al Líbano! ¡Alto al fuego en Gaza! Por una Palestina única, libre, laica y socialista.

Declaración en portugués en Esquerda Web

Lo que pareció un operativo futurista con las explosiones de beepers de miembros de Hezbollah amenaza con convertirse en una agresión militar directa del sionismo en Líbano*. Los bombardeos sobre Beirut son la continuidad directa de las masacres en Gaza, en el fondo y en las formas. Las imágenes de civiles destrozados por los bombardeos de Israel recorren el mundo.

Las rutas de la capital libanesa están colmadas por civiles intentando escapar. El gobierno de Netanyahu usa los mismos métodos que viene usando en Gaza desde hace casi un año. Hace advertencias a la población civil para forzar desplazamientos masivos para pasar después a la masacre de civiles.

 

Como lo fueron las provocaciones contra Irán, la agresión sionista en Líbano amenaza con convertir a toda la región en zona de guerra. Las posibles consecuencias de una escalada son incalculables, no solamente para Medio Oriente, también para el mundo entero. El gobierno de Netanyahu no para de arrojar fósforos encendidos a un polvorín inmenso.

Israel, el Líbano y Hezbollah

Las agresiones sobre el Líbano son una continuidad del genocidio palestino por muchos motivos.

La política sistemática de limpieza étnica de Israel contra los palestinos no es un rasgo más del Estado sionista, es parte necesaria de su existencia, inseparable del proyecto sionista. La instauración de un etno-Estado puramente judío en un lugar en el que la población judía era muy minoritaria implicaba desde el principio borrar del mapa a la población mayoritaria y originaria de la Palestina histórica. Nadie que no sea judío puede ser un ciudadano de pleno derecho en un etno-Estado como Israel. Un proyecto de Estado étnicamente «limpio» es parecido al de los nazis por muchos motivos, y no puede existir sin los métodos de los nazis. La limpieza étnica en un país que existe por medio de la colonización es condición necesaria de su existencia.

¿Qué tiene que ver esto con el Líbano? El pequeño país de poco más de 5 millones de habitantes está situado al norte de Israel y es una zona de disputa de múltiples influencias externas. Cuando se desintegró el Imperio Otomano, cayó en manos de Francia, que instauró su Mandato allí como los británicos lo hicieron en Palestina. Alcanzó su independencia en 1943 y su Estado se conformó como parte de un pacto entre las elites de las principales organizaciones religiosas, representando los credos mayoritarios entre el pueblo libanés. Así, constitucionalmente la presidencia debía ser para un cristiano maronita (una suerte de sucursal árabe de la Iglesia Católica), el primer ministro debía ser musulmán sunnita y el presidente de de la Asamblea Nacional tiene que ser siempre un musulmán chiita. Los demás grupos nacional-religiosos del país (drusos, cristianos ortodoxos, cristianos armenios, etc.) tienen representaciones menores.

El Líbano es así un extraño caso de Estado «poli-nacional». Las organizaciones nacional-religiosas dominan la vida civil y política, desde las cumbres del gobierno hasta las más pequeñas instituciones. El país ha sido también históricamente un punto de conexión entre Medio Oriente y el Occidente. Por haber sido el centro de las finanzas internacionales en la región, por su prosperidad económica y su cultura ampliamente laica, se lo llamó «la Suiza de Medio Oriente».

La dominación francesa sigue teniendo también un fuerte influjo: el Estado y las empresas libanesas tienen muchos funcionarios formados por Francia, que hablan un francés fluido. El francés es uno de los idiomas oficiales del país. A la vez, Líbano fue parte de la región administrativa otomana de la Siria histórica, por lo que el nacionalismo sirio es una fuerza política de importancia. Tanto Israel como Siria (que a la vez es aliado de Irán) ocuparon militarmente regiones libanesas importantes por décadas.

El frágil equilibrio político y religioso se rompió con la guerra civil de 1975. Hasta ese momento, los grupos religiosos habían convivido en un mismo país con casi total paz. Los masivos desplazamientos de palestinos, sobre todo en 1948 y 1967, hicieron que las elites árabes cristianas temieran ver perder su mayoría. Líbano se convirtió también en el principal lugar de operaciones de la resistencia palestina, en esos momentos representada por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que hoy gobierna Cisjordania.

La guerra comenzó con la ofensiva de una milicia cristiana abiertamente fascista, la Falange libanesa, contra la OLP. Se convirtió en un conflicto sangriento con todas estas cuestiones en disputas: la mayoría nacional-religiosa en el gobierno del Estado, la relación con el imperialismo occidental, la relación con Siria… y la causa palestina. Los palestinos desplazados son casi el 10% de la población del Líbano hoy, por lo que tienen un peso propio importante.

Israel intervino en esa guerra apoyando a las tropas cristianas. En un acto de feroz cinismo de un Estado que pretende hablar por las víctimas del Holocausto, es con el amparo sionista que la Falange fascista realizó las masacres de Sabra y Chatila. Más de 3 mil palestinos fueron asesinados en un pogrom como el de los nazis contra los judíos en Europa. Los campamentos de refugiados en donde fue la masacre estaban bajo ocupación israelí, y fueron las tropas sionistas las que dejaron actuar a los fascistas. Incluso una comisión investigadora del parlamento israelí, el Knéset, estableció que Ariel Sharon era responsable de las masacres, y «recomendó» que sea echado de su cargo como Ministro de Defensa. Sharon no solamente ejerció cargos ministeriales por décadas después de las masacres: llegó a Primer Ministro en el 2001. Así recompensó el sionismo a un amigo de masacres fascistas.

En 1982, Israel había intervenido directamente con sus «Fuerzas de Defensa», ocupando el sur del Líbano. Sus tropas mantuvieron la ocupación por 18 años, retirándose en el año 2000. Hasta ese momento, había una facción nacional-religiosa que no había tenido su propia milicia en esa guerra: los musulmanes chiitas.

Resulta que los chiitas eran mayoría precisamente en la zona ocupada por los sionistas. Apenas un par de años antes había surgido un nuevo régimen fundamentalista chiita, la actual República Islámica de Irán. Su gobierno ayudó a la creación y entrenamiento de las milicias que enfrentaron la ocupación israelí en el sur del Líbano. Así es que nació Hezbollah.

La guerra civil libanesa terminó con un acuerdo entre todas las facciones en 1990. Las milicias abandonaron las armas y hoy son partidos políticos de gobierno. La coalición de gobierno (mayoritariamente cristiana y musulmana sunní) es anti-siria y pro-occidental. La minoría parlamentaria (de la que es parte Hezbollah) es pro-siria (y pro-iraní).

Todas las facciones estuvieron de acuerdo en el desarme de las milicias y todas las facciones estuvieron de acuerdo en que haya una que no abandone las armas: Hezbollah. Es que la milicia chiita actúa y es un partido de masas en la zona que había sido ocupada por Israel, que es una amenaza existencial para todo el Líbano, y sirve como tapón militar en la frontera sur.

Hezbollah no es solamente una milicia y un partido, es también una organización cuasi estatal de autodefensa libanesa. Por eso terminaron acordando con su existencia cristianos y sunníes, pro-occidentales y pro-iraníes. Como partido de masas que es, es una organización guerrillera, no «terrorista». Estados Unidos e Israel imponen esa etiqueta a todos sus enemigos en la región. Yanquis y sionistas son infinitamente más sanguinarios y arteros asesinos de civiles que organizaciones como Hamas y Hezbollah. Además, Hezbollah ha eliminado de su programa la reivindicación de una «República Islámica» para exigir un Estado «democrático» secular basado en la «voluntad de la mayoría», eliminando los repartos de poder según credos religiosos.

Tanto el imperialismo clásico occidental europeo como Irán y Siria (apoyados por Rusia) pueden ejercer su influencia semicolonial coexistiendo con el Estado libanés. Pero el proyecto sionista, aliado de Estados Unidos, es uno de colonización «clásica», de destrucción de Estados y desplazamiento de poblaciones. El partido de derecha Likud reivindica como parte de la «Gran Israel» tanto al Líbano como a Jordania, Gaza y Cisjordania. Y el Likud es el partido de Netanyahu.

El peligro de una guerra regional: la agresión sionista, estrategia terrorista

El actual gobierno de Israel se conformó después de varios años de crisis ministeriales y gubernamentales. El sionismo no lograba estabilizar un gabinete. Netanyahu acabó con esa crisis creando la actual alianza en el poder entre su partido, el Likud, y los grupos más extremistas de la política israelí. Algunos de ellos proclaman abiertamente que quieren el exterminio total de los palestinos. Emichai Eliyahu, Ministro de Patrimonio, dijo que había que tirar una bomba atómica en Gaza.

El status quo era hasta ahora la utopía reaccionaria de la «solución de dos Estados.» Israel seguía siendo el único Estado, pero se les daba a Gaza y Cisjordania una simulación de existencia independiente. El nuevo gobierno intenta terminar con toda simulación de «democracia» y coexistencia con los árabes. Quisieron comenzar con la reforma judicial que les entregaba todo el poder sobre la designación de jueces. Una vez caído este intento, usaron el 7 de octubre para avanzar en su proyecto genocida sobre Gaza y Cisjordania.

Pero es imposible que el proyecto de colonización y exterminio se imponga totalmente sin una crisis política en toda la región. Y una respuesta masiva. Los gobiernos árabes e Irán han sido como mínimo pusilánimes en los últimos años, pero el margen se les acaba. Nadie cree que el proyecto de colonización se acabe en Palestina. Empezando por los ministros de Netanyahu, que proclaman abiertamente sus intenciones expansionistas.

Irán respondió a las agresiones con una táctica de apaciguamiento y espera, después de una respuesta militar de baja intensidad, sin víctimas. Pero Líbano está frente a las puertas de Israel. Ni Hezbollah ni el gobierno tienen margen para la táctica iraní. A la vez, temen a una escalada, porque un golpe militar directo sionista sobre ellos implicaría llevar el genocidio de Gaza hacia Beirut. Esto ya comenzó.

Israel demostró con el ataque de los beepers que sostiene, con el apoyo yanqui, una superioridad militar y tecnológica abrumadora sobre Hezbollah. Pero ésta es, además, probablemente la fuerza militar mejor preparada del mundo árabe, que también tendría la ventaja de actuar en su propio terreno. Pero las guerras son «la continuidad de la política por otros medios.» La superioridad militar sionista no alcanza, Netanyahu necesita crear las condiciones políticas para una agresión directa sobre el Líbano. Sus reservistas ya están profundamente desgastados después de casi un año de destrucción de Gaza. A la vez, se les abrió ya un frente interno, con protestas masivas con centro en Tel Aviv. Y lo más importante: ya irrumpieron las movilizaciones masivas internacionales de solidaridad con Palestina, que son parte de la coyuntura mundial desde finales del año pasado.

El equilibrio militar y político es muy frágil. Israel necesita de la participación directa de Estados Unidos para ampliar la guerra al Líbano y profundizar el genocidio en Gaza y Cisjordania. Por eso Netanyahu está especulando también con las elecciones en Estados Unidos. Si piensa que puede ganar Trump, puede tratar de mantener más o menos la situación actual para lanzar una ofensiva después de las elecciones. El gobierno de Biden viene perdiendo parte de su base social por su apoyo incondicional al genocidio sionista. La extensión de la guerra puede forzarlo a retirar parte de su apoyo. En caso de un posible triunfo de Harris, Netanyahu necesita recrudecer la guerra ya mismo, para forzar el apoyo yanqui después. La principal base militar yanqui en Medio Oriente es el propio Israel, no pueden ni quieren dejar de apoyarlo.

El analista Gilbert Achcar explica que la estrategia militar de Israel en el Líbano será la «doctrina Dahiya», ya usada cuando atacaron el país en el 2006: «Esta doctrina pretende lograr la disuasión de cualquiera que tenga la intención de enfrentarse a Israel, amenazando con infligir un alto nivel de violencia en las zonas habitadas por la población civil a la que pertenecen quienes alimentan esa intención, como ocurrió con el suburbio sur de Beirut en 2006, que es la principal zona donde se concentra la base popular de Hezbolá.»

Es una estrategia de imposición por el terror, de masacre indiscriminada de la población civil, es una estrategia terrorista. A la vez, la profundización de la carnicería es una fuga hacia adelante, sin otro objetivo militar claro que la masacre misma. Si Israel ya fracasó en «derrotar definitivamente a Hamas», no puede no fracasar miserablemente si intenta lo mismo con Hezbollah. No se puede derrotar «definitivamente» por medios militares a organizaciones políticas que amplias masas ven como de autodefensa sin erradicar de la faz de la tierra a esas masas de manera total y absoluta. Solamente puede hacerse por medios políticos. E Israel, obviamente, es incapaz de convencer a un solo árabe.

La amenaza sobre el Líbano es la de llevar el genocidio a nuevas fronteras. También puede romper todos los equilibrios en la región, forzando a la intervención de las fuerzas regionales, como Irán, que son aliadas de Rusia y enemigas de Estados Unidos.

El peligro sobre Medio Oriente, de guerra regional y genocidio sionista expandido, es de catástrofe, de barbarie imperialista. La movilización de masas ya ha condicionado a Israel y al imperialismo que lo apoya, la movilización de masas internacional por el fin del genocidio y contra la guerra es lo único que puede frenar una inmensa calamidad, que pondría en tensión al mundo entero. La única solución a largo plazo es poner fin al proyecto colonial racista de Israel: por una Palestina única, laica, no racista y socialista. ¡Palestina libre!

* Investigación y redacción de esta declaración: Federico Dertaube

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