Escriben: Federico Dertaube y Renzo Fabb
La rebelión de octubre de 2019 fue un terremoto que movió todas las estanterías y nada ha sido puesto de nuevo en su lugar. Todos y cada uno de los políticos clásicos han quedado desplazados de la carrera presidencial. Pero ni siquiera eso, que ya debería ser suficiente para poner en crisis a todo un sistema político, es lo más importante. Lo más significativo es que las fuerzas políticas clásicas de los dueños capitalistas del país han sido claramente derrotadas.
Encabezan los conteos el derechista pinochetista Kast con alrededor del 28% de los votos emitidos y el «izquierdista» reformista Boric, con el 24%. La coalición del actual presidente Piñera, con su candidato Sichel, ha quedado en un vergonzoso quinto lugar con el 11%. A los dos primeros le siguen Parisi, con el 13%, y Provoste (del ex bacheletismo), con el 12%. Ya están puestas las miras en la segunda vuelta: Sichel llamó a votar a Kast y el viejo PS a Boric.
Kast: la extrema derecha pinochetista (28%)
Quien encabeza la elección con un 28% es José Antonio Kast, un abogado católico ultraconservador hijo de un jerarca nazi, opositor férreo a la convención constituyente, xenófobo y abiertamente pinochetista. Sus alineamientos internacionales, como era de esperar, se encuentran en Jair Bolsonaro (con quien ya ha celebrado reuniones) y en el ex Presidente norteamericano Donald Trump.
Kast es hijo de Michael Kast, un oficial del ejército nazi que llegó a Chile en los finales de la Segunda Guerra Mundial. Claro que ni los delitos ni las afinidades políticas se heredan, lo que hace aun peor que Kast haya abrazado voluntaria y conscientemente el grueso de las ideas de su padre. Ya desde su juventud comenzó su militancia política en la derecha junto a Jaime Guzmán, el «intelectual» oficial de la dictadura de Pinochet y uno de los autores de la Constitución que ahora el pueblo chileno comenzó a cuestionar.
Aunque en un principio su activismo político comenzó en la Unión Demócrata Independiente, de corte pospinochetista y que actualmente apoya el gobierno de Sebastián Piñera, desde 2016 Kast fundó su propio partido independiente, el Partido Republicano. Desde allí, como un outsider, pudo desplegar más abiertamente su discurso de extrema derecha.
Así como Trump ganó las elecciones proponiendo construir un muro en la frontera con México, Kast sostiene que quiere cavar una zanja en la frontera norte con Bolivia para evitar la llegada de inmigrantes al país.
La inspiración en el ex Presidente norteamericano no termina allí: Kast también niega la importancia del cambio climático y propone bajarle los impuestos a los ricos. Además de proponer una política de «mano dura» contra las poblaciones mapuches en el sur del país. Kast crítica por la derecha a Piñera en todos estos aspectos.
La rebelión popular de 2019 fue un terremoto político para el país trasandino. Desde aquel momento hasta hoy, los partidos tradicionales de la democracia pospinochetista se han venido a pique, tanto los de la centro-derecha como de la centro-izquierda. El ascenso de la figura de Kast viene a representar la reacción hostil al inmenso movimiento progresivo de la rebelión.
La derecha tradicional hoy encabezada por Piñera no sólo sufrió el golpe mortal de movilización. También los enchastres de corrupción fueron erosionando su legitimidad en su propia base social de derecha. El escándalo de la aparición de Sebastián Piñera en los Pandora Papers llevó a que comience un proceso de impeachment que pudo derivar en la destitución del actual Presidente, fue aprobado en diputados pero rechazado en senadores.
Con Piñera golpeado por la rebelión y por las causas de corrupción, y como reacción hostil a la Convención Constituyente y los debates que se abrieron, una parte importante del electorado que siempre votó a los partidos tradicionales de la derecha se estarían volcando por la extrema derecha de Kast. De hecho, el porcentaje de votos coincide casi exactamente con el porcentaje del rechazo en el referéndum para modificar la constitución.
Kast es el candidato de las clases medias que quieren ver aplastada la rebelión del 2019, el del pinochetismo sin máscaras, el del capitalismo salvaje y represor más descarado.
Boric: la «izquierda» reformista… y capituladora (24%)
Lejos de la campaña de histeria anticomunista contra Boric y la alianza «Apruebo Dignidad, éstos comenzaron a capitular mucho antes de tener su influencia actual, siguieron haciéndolo cada vez que pudieron, lo hacen por oficio y convicción.
La trayectoria política de Boric es bastante similar a la del ya retirado Pablo Iglesias en España, como su FA lo es con PODEMOS. Surgieron como una crítica más «radicalizada» respecto a la «izquierda» clásica a la vez que hacían sermones sobre «realismo» político a la izquierda marxista. El «realismo» de uno y otro se impuso a su «radicalidad» una y otra vez hasta ser peores que el propio viejo estalinismo.
Boric surgió como referente en las luchas estudiantiles del año 2011, cuando miles y miles se lanzaron a las calles contra la exclusión privatista del sistema universitario. Por posar durante todo ese año de más «combativo» que la conducción de la FECH (el PC y la internacionalmente conocida Camila Vallejos), los desbancó al año siguiente poniéndose a la cabeza de la principal organización estudiantil de la Universidad de Santiago de Chile.
Ya en la dirección de la FECH, comenzó la carrera y el oficio de la capitulación. El gobierno de Piñera de ese entonces quiso desmovilizar sin entregar la reivindicación básica de la movilización: la de las universidades públicas. En vez de hacer la más mínima transformación al sistema educativo mercantilizado, el gobierno presentó como solución la llamada «beca de gratuidad universitaria». Boric al frente de la FECH firmó la «concesión» y entregó la lucha al gobierno y al régimen de los 30 años.
Pero su más nefasto rol fue el cumplido en la rebelión de 2019. Al frente de un «partido» sin militancia ni rol relevante alguno en las movilizaciones, siendo diputado votó a favor de la «Ley Antibarricadas» presentada por el gobierno de Piñera. Así es, el candidato de la «izquierda», mientras decenas de miles y millones de jóvenes confrontaban la brutal represión de los pacos, eligió la barricada de los uniformados de verde votando una ley lisa y llanamente represiva.
Fue también firmante del llamado «Acuerdo por la Paz»: se sentó con lo peor del régimen de los 30 años, con todos los partidos hijos del pinochetismo, a darle una salida, un desvío, institucional de la crisis de la calle. La «paz» debía ser garantizada por la calle, mientras los pacos al día siguiente implementaban la política pacífica de Estado matando a un estudiante en Plaza Dignidad. Fue así la quinta rueda del carro de Piñera, un rol tan lamentable que ni el viejo y desprestigiado PC quiso cumplir. Que su lista se llame «Apruebo Dignidad» para robarse las banderas de la rebelión de octubre es tan coherente como si Bolsonaro se presentara con listas con slogans sobre la tolerancia y Macri con el «partido del trabajo».
Su trayectoria política es consecuente en un solo, único, punto: el de hacer siempre lo contrario a lo dicho para ganar influencia. En cuanto los presos políticos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (una guerrilla que enfrentó al pinochetismo en sus últimos años), pasó de reivindicar públicamente su libertad a sostener que en caso de ganar no les daría ningún tipo de indulto.
Consecuente en la inconsecuencia, ahora usa el capital político ganado criticando la política de alianzas del PC tratando de ampliar «Apruebo Dignidad» a miembros y partidos de la ex Concertación de Bachelet. Boric se prueba por anticipado la banda presidencial y se mira al espejo imaginándose rodeado de funcionarios «serios»: quiere las simpatías de quienes gestionaron el ala «izquierda» del régimen de los 30 años para que sean sus ministros y secretarios.
Los capitalistas lo miran con simpatías como el candidato de la clausura de la rebelión, el intento de desviar la movilización callejera a las urnas y la desmoralización de masas. Quieren que millones miren con expectativas, se desilusionen y vuelvan a sus casas pensando que nada puede cambiar. La de Boric es la política del Gatopardo: «Es preciso que todo cambie para que todo siga como está».
Sichel: la derecha de Piñera con nuevo rostro (11%)
El candidato de la derecha más tradicional fue Sebastián Sichel, que se presentó a sí mismo como «independiente», una palabra muy devaluada para ocultar la propia identidad política y evitar todo balance de las fuerzas políticas de la que se es parte. No, Sichel no es ningún «independiente».
Parece que, mientras formalmente ganan los outsiders de la política, en estas elecciones todos los premios se los llevó el camaleonismo político. Sichel comenzó su carrera como funcionario de Bachelet, bajo cuyo gobierno ascendió a las grandes ligas de la gestión del Estado. Llegó en 2008 al muy alto cargo de jefe de asesores del Ministerio de Economía. Hasta ese momento, se presentaba a sí mismo como militante de la centroizquierdista «Democracia Cristiana», el gran aliado del PS en sus sucesivos gobiernos.
Sin embargo, en 2010, ya bajo el gobierno de Piñera, ya le había encontrado el gusto al sillón de funcionario y fue designado como vicepresidente de la Corporación de Fomento de la Producción, agencia gubernamental dependiente del Ministerio de Economía. Rápidamente llegó al cargo de ministro de Desarrollo Social. A ambos cargos accedió por la recomendación de nada más y nada menos que Andrés Chadwick, funcionario de Piñera que fue también funcionario de Pinochet.
Con la convicción del converso (y el arribista), su campaña fue la de confrontación directa con todas las aspiraciones masivas expresadas en la rebelión.
Por qué si dicen que Kast es extrema derecha no dicen que Boric es extrema izquierda? Si Kast es extrema derecha por sus ideas, por lo menos no sean tan favoritistas, de todos modos, el capitalismo gana, y ustedes desaparecerán hijos de puta mentirosos