100 años de su muerte

Kafka o la tenebrosidad del siglo XX

Este 3 de junio se cumplen 100 años del fallecimiento de Franz Kafka en la ciudad de Kierling, Klosterneuburg, en Austria. Había nacido en Praga durante el imperio austrohúngaro. Recordemos que toda su obra la escribió en alemán.

Si Balzac tenía como divisa “yo supero todo obstáculo”, la mía sería “todo obstáculo me supera”

Franz Kafka

Pocos escritores logran que su apellido termine conformando una adjetivación. Lo kafkianoexpresa ese tipo de literatura tenebrosa, laberíntica, con gran presencia de la angustia, dirían los existencialistas. Su obra que él quería que no fuese publicada (sobre esto se tejen y tejerán decenas de hipótesis) vio la luz gracias a los oficios de su amigo Max Brod.

La misma comprende tres novelas (las dos últimas inconclusas), que son: El Proceso, El Castillo y América o El Fogonero. Más de medio centenar de cuentos, un frondoso Diario y epistolarios varios a su padre y dos de sus amores: Milena y Felice. Como dijeron más de un crítico: su obra no está exenta de simbolismo. Según diversos weberianos la búsqueda del campesino para ingresar al castillo y el intrincado y agobiante proceso de la novela homónima, no es otra cosa que una metáfora de la “jaula de hierro”, o sea el estado con sus diversas formas y con una elefantiásica burocracia

Llegamos a Kafka por algunos autores argentinos. Ernesto Sábato señalaba, no falto de verdad, que, en el autor de La Metamorfosis, existían varios contrastes: un contraste eficaz era que describe su mundo irracional y tenebroso con un lenguaje coherente y nítido.  Lo mismo decía Benjamin: “Kafka escribe como Eddington y como los físicos químicos”. Digamos que el argentino no reconocía esa deuda.

Borges tiene un ensayo canónico que se titula precisamente “Kafka y sus precursores”. Allí señala que hay diversos autores y piezas de éstos (que no se parecen entre sí y ahí lo significativo), pero que nos damos cuenta de ese hecho por la existencia de la obra de Kafka. Allí está su idiosincrasia, su estilo (citamos de memoria).Si no existiera Kafka no nos percataríamos de aquellxs.

En el marxismo Kakfa fue una figura controversial. El argentino Miguel Vedda en un trabajo sobre la obra kafkiana en Lukacs y Anders, recuerda que el primero señalaba que Tolstoi, Balzac, Sthendal eran realistas profundos pero, a la vez, proponían salidas a ese mundo, aunque éstas fuesen utópicas y románticas. Kafka, por el contrario, expresaba un odio a la barbarie burguesa pero no planteaba alternativa alguna. Vedda, opinamos que con razón, sostiene que “esa no era su función”. Mostrando la opacidad del mundo capitalista, en cierta forma denunciado esa realidad, provocaba la indignación del lector (y también un placer estético) y se convertía además en un testimonio fiel de la coyuntura en la que le tocaba vivir.

El citado Benjamin (¿influencia del judaísmo?) manifestaba, sin embargo, que: La obra de Kafka es una obra profética. Las singularidades sumamente precisas de las que está repleta la vida tratada en esta obra deben ser entendidas por el lector solo como pequeños signos, indicios y síntomas de desplazamientos que el escritor siente abriéndose paso en todas las relaciones, sin poder él mismo adaptarse a los nuevos órdenes. De modo que no le queda nada más que, con una sorpresa en la que por cierto se mezcla el horror pánico, responder a las casi incomprensibles distorsiones de la existencia que delatan el ascenso de estas leyes. Kafka está tan colmado de estas cosas que no es imaginable ningún suceso que no quede distorsionado bajo su descripción –que aquí no quiere decir otra cosa que indagación–. En otras palabras, todo lo que él describe hace declaraciones sobre algo distinto de sí mismo. La fijación de Kafka con este objeto que es su único tema, la distorsión de la existencia, puede provocar en el lector la impresión de una obstinación. Pero en lo fundamental esta impresión es, así como la seriedad inconsolable, la desesperación en la mirada del escritor mismo, solo un indicio de que Kafka ha roto con una prosa puramente poética. Quizá su prosa no demuestre nada; en cualquier caso, está constituida de tal manera que en todo momento podría ser puesta en contextos de demostración.

Para muchos el breve cuento Ante la ley, es un poco una sinopsis de El Castillo, y a su manera, una alegoría de toda la producción kafkiana. Con su trascripción, cerramos la breve nota[1]. Que el lector y la lectora que lo descubren, lo revisiten y quizás para muchos y muchas sea un espejo de comienzos de siglo XX, tenebroso si se quiere, pero también con esperanza.


Ante la Ley, por Franz Kafka

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

 


[1] La inefable Wikipedia nos informa de algunos de los distintos usos que tuvo Ante la ley. A saber: es referenciada y retrabajada en el capítulo penúltimo de la novela Elizabeth Costello, de J. M. Coetzee.

La película de Martin Scorsese Después de hora presenta una escena que parodia esta parábola.

El compositor norteamericano Arnold Rosner creó Parábola de la ley, un trabajo para barítono y orquesta basada en la parábola de Kafka.

El primer episodio de la segunda temporada de FX serie de antología Fargo fue nombrado «Ante la ley».

También The Economist suma datos sobre el particular:Las publicaciones de #Kafka en TikTok han sido vistas alrededor de 2 mil millones de veces. Los usuarios, especialmente las mujeres jóvenes, se desmayan con sus conmovedoras cartas a Milena, su amante intermitente. Kafka es «el chico amante de og «, se lee en el pie de foto, debajo de un vídeo de una chica con una camiseta que dice «Leer es sexy». Otras publicaciones analizan su relación tóxica con su padre, inmortalizada en una carta, nunca entregada, en la que Kafka lo culpaba de ser emocionalmente abusivo.

 

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