
Por Las Rojas
Acaba de conocerse una triste noticia: falleció Liz, la joven de 24 años internada en el hospital de Pacheco en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires, tras serias complicaciones por haberse practicado un aborto clandestino con perejil. La crisis séptica que sufrió llevó a que le extirparan el útero y luego a que perdiera su vida. Ésto, en el marco del reciente rechazo de la Cámara de Senadores al proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, contradiciendo la voluntad popular de que las mujeres podamos decidir si ser madres o no, cuándo y en qué condiciones.
La responsabilidad de esos dinosaurios y de la gobernadora Vidal no pueden esconderse, cuando la barbarie capitalista y patriarcal se cobra nuevamente la vida de una mujer pobre, dejando también a dos niños sin madre. Macri dijo que “ganó la democracia”. La democracia es, evidentemente, el abandono y la violencia.
Por Liz y por todas, las mujeres tenemos la fuerza para torcerle el brazo a las instituciones reaccionarias, y sus funcionarios responsables de la muerte de esta joven y de tantas otras. Sin lugar a dudas, es en las calles que vamos a conseguir justicia. Vidal, Macri y todos aquellos que el miércoles 8 de agosto nos negaron a las mujeres el derecho a practicarnos abortos seguros, el derecho a no morir en clandestinidad, se verán acorralados por la indignación del movimiento de mujeres, que no está dispuesto a tolerar más muertes por aborto clandestino. Ninguna bajará su bandera por el aborto legal, mientras sigan muriendo mujeres.