Continuamos con nuestro ambicioso proyecto de presentar pedagógicamente el Prefacio a la Fenomenología del Espíritu de Hegel, obra de 1807. Retomamos con el punto II de la misma, que podría ser enmarcada bajo la admonición aquella que sostenía que “lo verdadero no se exprese como sustancia sino también como sujeto”.
Como hicimos en la parte I seguimos los propios apartados de Hegel, y eso nos indica que nos encontramos aquí:
II. El desarrollo de la consciencia hacia la ciencia
1. El concepto de los absoluto del sujeto
Vamos a ingresar a puntos nodales no sólo del Prefacio sino de toda la filosofía y la dialéctica hegelianas. Leamos con atención:
Según mi modo de ver, que deberá justificarse solamente mediante la exposición del sistema mismo, todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto
Hegel utiliza la primera persona y señala que lo que afirma “sólo se justificará” (se podrá dar por cierto, podríamos decir) por medio de la exposición-presentación de todo el sistema en sí mismo. ¿Y qué es lo que afirma y parece tan trascendente? Que la verdad, lo verdadero, que suele expresarse como objeto (sustancia) en donde las categorías parten de allí (sustancia y atributos en Aristóteles) también debe considerarse como propias del sujeto (aporte de la modernidad desde Descartes hasta Kant que Hegel rematará). La re unión de sujeto/objeto es un aspecto central de la Fenomenología y de la Lógica
En la Fenomenología el sujeto debe ponerse como tal. Es un largo y sinuoso camino como cantaba Mc Cartney. Primero es la conciencia objetual, sólo ve “cosas” que están afuera. Hay un muro tapiado entre ella y éstas. Fruto de su experiencia (y del filósofo pedagogo que la guía) deviene autoconciencia. Es un yo que es un nosotros, nos ponemos como autoconciencia cuando otra autoconciencia nos reconoce (por eso esta dialéctica se “traba” entre el amo y el esclavo, el capítulo IV) y por último arribamos a la razón y en una dialéctica mayor al espíritu absoluto (re unión sujeto/objeto). Hemos ido muy de prisa. Volvamos al Prefacio:
La sustancia es, además, el ser que es en verdad sujeto o lo que tanto vale, que es verdad real, pero sólo en cuanto es el movimiento del ponerse a sí misma o la mediación de su devenir otro consigo misma. Es, en cuanto al sujeto la pura y simple negatividad y es, cabalmente por ello, el desdoblamiento de lo simple o la duplicación que se contrapone, que es de nuevo la negación de esta indiferente diversidad y de su contraposición: lo verdadero es solamente esta igualdad que se restaura o la reflexión en el ser otro en sí mismo, y no una unidad originaria en cuanto tal o una unidad inmediata en cuanto tal. Es el devenir de sí mismo, el círculo que presupone y tiene por comienzo su término como su fin y que sólo es real por medio de su desarrollo y de su fin.
Mucha tela para cortar acá. Vamos despacio. Cuando antes decíamos objeto, pensábamos más en la piedra como ejemplo paradigmático. Mera inmediatez. Se desgasta pero no hay conciencia de ello. La sustancia aquí remite más a la “cosa” como producto, como creación del sujeto (algo que lo deslumbró al joven Marx) por eso el sujeto “está” en ella, porque trabajó para crearla. La sustancia es sujeto, es verdad real, escribe Hegel. Pero aquí se abre otro hermoso interrogante ¿qué es el sujeto? Y a partir de allí, separado por el punto y las comas, comienza una enumeración que intenta aproximarse a una definición (que en Hegel es siempre viva, no congelada). Recorrámosla.
…el movimiento del ponerse a sí misma o la mediación de su devenir otro consigo misma. Algo que ya hemos dicho en más de una ocasión: el hombre, genéricamente dicho, no nace sujeto, debe ponerse como tal en su movimiento, en su acción, en su desarrollo y en su toma de decisiones (“si no te ponés, te ponen” ilustraba Rubén Dri). De lo contrario semeja la pasividad del objeto. El sujeto nunca “es” siempre está “siendo”. Cambia dentro de una permanencia. Es el proletariado consciente que es otro en relación al del comienzo con conciencia falsa pero sigue siendo proletariado, no se convirtió en capitalista, polarizando con el ejemplo. “Soy el que soy y no soy el que soy” dirá en otro lugar Hegel. La poesía también se asomó a dicha conceptualización: el “contengo multitudes” de Whitman como el “yo es otro” de Rimbaud lo confirman. ¿Por qué ese movimiento?¿Cuál es el “motor” del mismo?
… Es, en cuanto al sujeto la pura y simple negatividad. El momento de la negación, allí radica el automovimiento (del individuo, de la sociedad, de todo organismo que vive, cada uno en su nivel específico). Me afirmo negando. Soy arquitecto en la medida que me negué como abogado. Toda realidad lleva la negatividad en su seno desde el comienzo. Por eso para Hegel la mera positividad se da en la naturaleza, en la pura inmediatez (hay que matizar esto y el propio Hegel en otras obras, la Enciclopedia fundamentalmente, así lo hizo).
Continúa la enumeración sobre las definiciones dinámicas del sujeto: es, cabalmente por ello, el desdoblamiento de lo simple o la duplicación que se contrapone, que es de nuevo la negación de esta indiferente diversidad y de su contraposición. Como en Marx, vuelve sobre una definición expresándola de otra manera o desde otro ángulo (siempre sin perder de vista la totalidad que le da sentido, volveremos sobre esto); el yo (que es un nosotros), la realidad (que es sujeto/objeto), tiene la contradicción enquistada desde su nacimiento. “Somos varios”, hay diversos componentes contrapuestos en la totalidad que tienden hacia un nuevo equilibrio, a la conformación de una nueva estructura que a la vez, reiniciará el ciclo. Sólo la muerte podrá ponerle fin o en la lucha de clases como afirmará el Manifiesto “con el hundimiento de las clases en pugna”.
… lo verdadero es solamente esta igualdad que se restaura o la reflexión en el ser otro en sí mismo, y no una unidad originaria en cuanto tal o una unidad inmediata en cuanto tal. Es el devenir de sí mismo, el círculo que presupone y tiene por comienzo su término como su fin y que sólo es real por medio de su desarrollo y de su fin.
Ese nuevo momento al que hacíamos referencia, esa ruptura, se da dentro de una continuidad. Es la reflexión que “sale” y “vuelve”, restaurándose. Nunca es solamente negación o destrucción (insistimos: del hombre, la sociedad, la realidad). Por eso el trabajo paciente de la negación, que nos hizo salir de la inmediatez y por eso es una realidad (unidad originaria) no inmediata. Y allí la figura del círculo. Se hace trizas la lógica formal, incorporándola en otro nivel: círculo que sólo es real, verdadero, por medio de su desarrollo y de su fin (ver nuestra primera parte).
Nos acercamos a otro párrafo fundamental. Citamos:
Lo verdadero es el todo. Pero el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo. De lo absoluto hay que decir que es esencialmente resultado, que sólo al final es lo que es en verdad, y en ello precisamente estriba su naturaleza, que es la de ser real, sujeto o devenir de sí mismo
Sólo conozco algo realmente si lo conozco en función del todo. Premisa esencial. Esto es así porque el conocimiento (la ciencia) reproduce en el intelecto del científico, el movimiento de lo real que tiene una lógica (una dialéctica) propia. Aquí la política revolucionaria ha bebido en abundancia. Como decían Rosa y Lenin a los socialdemócratas que se deslumbraban por una acción reformista de un gobierno burgués: dicha medida hay que verla en función del todo. El tan actual tema de la tecnología: ésta sólo se comprenderá en la totalidad en la cual se inserta, en el marco social de la cual surge y le proporciona sus fines. Tenemos fresco el discurso de Pierre Curie al recibir el Nobel (en una muestra de machismo aberrante se lo otorgaron a él sólo) ya que vimos el film “Radioactividad” (hoy “Madame Curie”) y allí éste señala la “contradicción” en cuanto a que su descubrimiento sea utilizado para fines destructivos. Pide a “la sociedad” que eso no sea así. Y los ejemplos abundan.
Continúa el Prefacio:
El que lo verdadero sólo es real como sistema o el que la sustancia es esencialmente sujeto se expresa en la representación que enuncia, lo absoluto como espíritu, el concepto más elevado de todos y que pertenece a la época moderna y a su religión. El espíritu que se sabe desarrollado así como espíritu es la ciencia. Ésta es la realidad de ese espíritu y el reino que el espíritu se construye en su propio elemento.
La especificidad del término espíritu en Hegel. Como allí expresa: es lo absoluto, la mencionada re unión sujeto/objeto. El concepto o realidad plena, la ciencia, para seguir sumando sinónimos, con el debido cuidado, claro está. Vuelve a dar muestras de su “sano materialismo”: lo anterior pudo ocurrir porque nos hallamos en la época moderna, en plena revolución burguesa con su “religión”: el cristianismo en su versión luterana protestante. Pasamos al segundo apartado.
2. El devenir del saber
Este devenir de la ciencia en general o del saber es lo que expone esta Fenomenología del Espíritu. El saber en su comienzo, o el espíritu inmediato, es carente de espíritu, la ciencia sensible. Para convertirse en un auténtico saber o engendrar el elemento de la ciencia, que es su mismo concepto puro, tiene que seguir un largo y trabajoso camino. Este devenir, como habrá de revelarse en su contenido y en las figuras que en él se manifiestan, no será lo que a primera vista suele considerarse como una introducción de la conciencia acientífica a la ciencia, y será también algo distinto de la fundamentación de la ciencia y nada tendrá que ver, desde luego, con el entusiasmo que arranca inmediatamente del saber absoluto como un pistoletazo y se desembaraza de los otros puntos de vista, sin más que declarar que no quiere saber nada de ellos.
Aquí Hegel hace dos cosas: primero, una sinopsis de lo que el lector va a leer, la introducción y los ocho capítulos de la Fenomenología, y “de paso”, la crítica que le realiza al pensamiento de su amigo Schelling. Empecemos por esto último. ¿Qué sostenía aquel? Que el fundamento del conocimiento, del saber absoluto, era algo inmediato (“un pistoletazo” grafica Hegel) con una sola herramienta: la certeza sensible, la intuición. ¿Dirá Hegel que ésta no debe tenerse en cuenta? De ninguna manera. En su propia exposición del sistema señalará que por allí se empieza. El problema radica (como hace Schelling) en “no tener en cuenta los otros puntos de vista” y no realizar el “largo y trabajoso camino” con sus diversas figuras para arribar a la razón. Cayendo por eso en la unilateralidad. Este proceso de formación, recordemos, le cabe tanto al individuo como al espíritu universal. La sociedad y la historia (Hegel y Marx) están siempre detrás, como un presupuesto (contrariamente a lo que sostenía la impresentable de Thatcher). Abordaremos el último apartado que tomamos en esta segunda parte de nuestra nota.
3. La formación del individuo
Precisamente teniendo en cuenta lo anterior, es que no podemos perder de vista que “individuo” en Hegel corresponde a determinada totalidad que es una estructura genética, histórica. Esto lo aleja 180 grados de la metodología liberal y de las mónadas de Leibniz como así también de un organicismo que sumerge al individuo y lo termina ahogando, en una estructura cerrada y estática (Comte). Aquí su prosa tiene puntos altos. Comprobémoslo:
La meta es la penetración del espíritu en lo que es el saber. La impaciencia se afana en lo que es imposible: en llegar al fin sin los medios (….) Lo conocido en términos generales, precisamente por ser conocido no es reconocido
Sobrevuela nuevamente la crítica al conocimiento entendido sólo como propiedad de los sentidos. Los sentidos “ven” pero no “miran”. Conocen pero no reconocen. Y para reconocer no hay que ser impacientes. Dicho “fin” requiere de la mediación, valga la redundancia, de los “medios” en una dialéctica bien precisa (teoría y práctica también se hallan en ella). Es por eso que la conciencia (el sujeto no desplegado aún, recordemos) requerirá de una facultad intelectual no sensitiva: el entendimiento. Leemos en el Prefacio:
Es indudable que este análisis sólo lleva a pensamientos de suyo conocido y que son determinaciones fijas y quietas (…) La actividad del separar es la fuerza y la labor del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las potencias o, mejor dicho, de la potencia absoluta.
Tarea necesaria y “maravillosa” la del entendimiento, pero incompleta. Cuando Hegel escribe “la más grande y maravillosa potencia” está refiriéndose a Kant cuyos juicios que se encuentran allí, en el entendimiento, eran el pico más alto del saber. La razón caía en antinomias y por eso se volvía escéptico, agnóstico, en cuanto a su realización. El entendimiento, tiene como posibilidad de conocimiento la experiencia, y de allí su limitación. Sin embargo, sostendrá Hegel, el largo camino debe continuar. La conciencia goza al arribar a un nuevo momento del conocimiento y a la vez se desespera por seguir avanzando, está insatisfecha. Y además es consciente de su finitud. Escribe:
Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento. El espíritu no es esta potencia como lo positivo que se aparta de lo negativo, como cuando decimos de algo que no es nada o que es falso y, hecho esto, pasamos sin más a otra cosa, sino que sólo es esta potencia cuando mira cara a cara a lo negativo y permanece cerca de ello. Esta permanencia es la fuerza mágica que hace que lo negativo vuelva al ser. Es lo mismo que más arriba se llamaba el sujeto, el cual, al dar un ser allí a la determinabilidad en su elemento, supera la inmediatez abstracta, es decir, la que sólo es en general; y ese sujeto es, por tanto, la sustancia verdadera, el ser o la inmediatez que no tiene la mediación fuera de sí, sino que es esta mediación misma.
Reconocemos ya su método. Retorna sobre lo mismo expresándolo de otra manera. O desde otro lugar. El individuo, el universal concreto, no teme a la negatividad, la asume, se nutre de ella porque ese “elemento” le permitió salir de la “inmediatez abstracta” (de la animalidad, dirá luego) y a la ciencia salir del conocimiento ingenuo, necesario pero incompleto. Parecía el más rico en contenido y resultó ser el más pobre. Ocurre en todo comienzo. Vuelve a la ciencia y culmina:
A través de este movimiento, los pensamientos puros devienen conceptos, y sólo entonces son lo que son en verdad, automovimientos, círculos; son lo que su sustancia es, esencialidades espirituales. Este movimiento de las esencialidades puras constituye la naturaleza de la cientificidad en general.
Los pensamientos puros no son conceptos. Aquellos son fijos, propios del entendimiento, como ya sabemos. Para expresar la realidad (reproducirla en el cerebro, dirá Marx en los Grundisse) deben convertirse en conceptos. Deben ponerse en movimiento, un movimiento circular. Y allí llegaríamos al objetivo que nos habíamos fijado, recordará el Prefacio: restaurar a la filosofía como la forma más alta del conocimiento, como la “Ciencia”.
Nos queda la tercera y última parte de la nota. Parafraseando a Hegel, que no nos gane la impaciencia.