¿Hasta cuándo aguantará la economía argentina?

Esa es la gran pregunta. En los inmediato, incluso sin tener en cuenta los problemas a largo plazo, la economía argentina tiene dos bombas de tiempo encadenadas a los tobillos. La primera, la falta de divisas (en especial dólares). La segunda, la tormentosa espiral inflacionaria.

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Ambos problemas se retroalimentan. Mientras más cae el peso con la inflación, más difícil es comprar dólares con él. Mientras más pesos se emiten para compensar, más crece la inflación.

La épica del regateo

El operativo clamor del peronismo para la asunción de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía, que prometía mejorar la situación a fuerza de aplausos en el Congreso, introdujo una mucho más mezquina orientación de regateo de divisas. Faltan dólares, hay que sacarlos de donde sea.

Las divisas son parte necesaria de cualquier economía de hoy. No hay rama económica que no esté más o menos relacionada con el mercado internacional. Para comprar máquinas para producir, insumos para reparar, plástico para envolver, es cotidiano que se recurra a lo producido por los más remotos lugares. En particular en las grandes potencias. Y la divisa universalmente aceptada es el dólar, la llave para intercambiar con cualquier país del mundo. El problema de Argentina es que compra con dólares más que lo que puede vender por ellos.

El “Superministro” se dedicó así a regatear los dólares para el día a día, para subsistir con ellos hasta mañana y después seguir regateando. Su primera medida fue la instauración del “dólar soja”, darle más pesos por cada dólar a los que especulaban. Fue un premio a quienes se negaban a liquidar las cosechas para forzar una devaluación.

Lo más reciente fue el acuerdo “swap” con China por 5 mil millones de dólares. Pero el gobierno no recibe dólares sino yuanes. Se trata de un acuerdo que le permite al Banco Central acceder a la moneda china para que sea usada en el comercio con la potencia asiática. No puede comprar ni vender a nadie más con yuanes, pero sí se liberan dólares para otros intercambios.

Massa también salió a la caza de los pocos dólares que se usan para el consumo privado. Por ejemplo, con el “dólar turista”. También impuso cepos y restricciones al comercio exterior.

Así, con todas estas medidas, lograron administrar la crisis cambiaria y evitar por ahora una devaluación brusca impuesta por el mercado, no controlada, que parecía estar a la vuelta de la esquina. El peso se devalúa poco a poco, día a día, mes a mes, frente al dólar. Pero lograron que no hubiera una catástrofe cambiaria.

No se puede descartar, sin embargo, que haya una devaluación brusca implementada por el propio gobierno en los meses de verano, cuando la gente tenga la atención puesta en otro lado.

La falta de divisas es uno de los motivos fundamentales de los aumentos sostenidos de los precios, de la inflación argentina. El poder de compra del peso representa la cantidad de intercambios que se realizan con él, ni más ni menos. Si se emiten más y más para poder comprar escasos dólares, valen cada vez menos. Y así, suben todos los precios de la economía argentina y tenemos la inflación por resultado. Y, por supuesto, su cotización cae frente al dólar, por lo que es necesario emitir más para comprarlos. Y así las relaciones cambiarias argentinas son un eterno círculo infernal sin comienzo ni, sobre todo, fin.

Por otro lado, el mercado interno no es ni puede ser una cosa cerrada sobre sí misma. Las mercancías argentinas se intercambian y comparan todo el tiempo con las extranjeras, por lo que tenderán a subir hacia el precio de la moneda de referencia internacional, el dólar. El estancamiento de la productividad argentina es de esta manera también una de las fuentes de la inflación.

Luego, está el déficit cuasi fiscal. Para poder acceder a dólares, el gobierno emite pesos. Por ejemplo, el “dólar soja” le salió muy caro a la economía argentina, porque se emitió para poder cubrirlo. Para contener sus consecuencias inflacionarias, el gobierno tiene la política de “esterilizar” los nuevos pesos, sacarlos de circulación. ¿Cómo? Emite bonos, los bancos los compran, el gobierno se sigue endeudando, los bancos ganan.

La inflación del 2022 estará cerca del 100%. Massa jamás logró ni la más mínima cosa respecto a las subas de precios (si a comienzos del año la inflación orillaba el 3 o 4% mensual, ahora orilla el 6 o 7% cada mes). Si ya era uno de los grandes problemas económicos, este año se ha convertido en algo explosivo, por no hablar de lo que ocurriría si sobreviniera una brusca devaluación. Es en el marco de una inflación que está entre las más altas del mundo que los grandes empresarios pescan en río revuelto y hacen muy buenos negocios (el propio viceministro de Economía en los hechos, Rubinstein, acaba de declarar que los márgenes de ganancia empresaria aumentaron del 30 al 40% en el último año). Del otro lado, las paritarias y las luchas salariales corren detrás, intentando pero nunca alcanzando a los precios (la caída promedio del salario real este año arañaría el 20%).

Ahora el gobierno ha lanzado un acuerdo de precios llamado “Precios justos” que “congelaría” una canasta de productos por 4 meses mientras que una gran cantidad de ellos aumentarían no más del 4% mensualmente por el mismo lapso… El dulce a cambio es garantizarles dólares baratos para las importaciones que necesitan para funcionar (es decir, el regateo de divisas utilizado para intentar contener los precios).

De cualquier manera, el mecanismo así dado de espiralización inflacionaria permanente es insostenible en el tiempo. A un reajuste sigue otro, a una lucha salarial le sigue la otra, el conflicto es permanente, el ajuste también. Y si así se contiene a trabajadores y empresarios; esta realidad es una fuente de conflictividad e inestabilidad permanente. ¿Hasta cuándo?  Eso es lo que todo el mundo se pregunta.

Con el fin definitivo de la pandemia, su efecto deprimente se dispersa y vuelven los reclamos a la calle. Argentina vive luchas históricas de los trabajadores, como el inmenso triunfo de los trabajadores de la salud.

Las luchas y su contención

Para que las cosas no se desmadren, el gobierno y la clase dominante tienen también en sus manos herramientas de contención social y política.

En estos meses contarán también con algo que les permitirá por un mes sacarse de encima la molesta mirada de la gente: el Mundial de Fútbol. Quien más sinceramente mostró alivio fue Raquel «Kelly» Olmos, titular del Ministerio de Trabajo, cuando dijo que podían no hacerse cargo del problema de la inflación mientras dure el campeonato.

Las elecciones el año que viene pueden también dispersar un poco los ánimos de conflictividad social y sindical. Con ellas, envían a millones de personas a demostrar su descontento con una boleta. Pero nadie puede lanzar su campaña hasta que no se sepa cuáles serán las reglas del juego, si habrá o no PASO. Un debilitado Frente de Todos puede ganar ventaja con su eliminación. Pero también ese es también un juego peligroso porque la endeble situación económica puede todavía desmadrar todo (además, no hay acuerdo en el oficialismo alrededor de la suspensión de las “primarias”). Mientras tanto, Juntos por el Cambio puede verse fuertemente golpeado si no hubiera internas, porque todavía no se definen entre la “bolsonarización” de Bullrich y Macri y la “normalidad de centro” de Larreta (haya PASO o no esta tensión permanecerá).

Otro mecanismo ya clásico de contención son las burocracias sindicales y de los movimientos sociales. Pero la situación es tan frágil que su poder de arbitraje es también débil.

Es probable que las condiciones de las elecciones se definan inmediatamente después del Mundial, de manera tal que se intente pasar“automáticamente” de hablar de Argentina en Qatar a las elecciones. Así, entre las elecciones y la implementación del ajuste en el verano, el gobierno espera poder aguantar el que promete ser un muy largo 2023, que no puede descartarse esté marcado por una conflictividad persistente.

El triunfo de los residentes y la emergencia de una nueva clase trabajadora

Los trabajadores de la salud de la Ciudad de Buenos Aires acaban de protagonizar el que es probablemente uno de los más grandes triunfos reivindicativos de los últimos años. No es poco en estos días que un reclamo salarial conquiste todo lo que pedía. Lograron torcerle el brazo a Larreta, tal vez en estos momentos una de las figuras políticas más fuertes del país.

Con meses de masivas movilizaciones y paros, miles de trabajadores jóvenes profesionales entraron en la escena. Médicos, trabajadores sociales, psicólogos, etc, se organizaron democráticamente desde abajo y el impulso de su voluntad, sin el apoyo de ninguna burocracia sindical, les aseguró una categórica victoria.

Es una bocanada de aire fresco para la lucha de clases en Argentina, que venía también de la movilización permanente de los movimientos sociales y luchas históricas como la del Neumático, pero que tiende a ampliar su radio de acción a más porciones de la clase trabajadora, a pesar de las borradas simultáneas de la CGT, la CTA, el moyanismo, etc. Esta pelea comenzó en la Capital, pero ya se ha extendido a la Provincia de Buenos Aires y Córdoba y tiende a crecer en todo el país, al calor del ejemplo de lo conquistado en la Capital Federal.

Por otro lado, la situación en el Neumático es de tensa calma. Las patronales ensayan contraofensivas pero también es verdad que los trabajadores vienen tonificados. Sin embargo, esto no excluye provocaciones, como en el caso del despido antisindical de Facundo Díaz en Neumáticos de Avanzada, Córdoba. Se trata de un intento de ejemplificar, de disciplinar a un sector que fue ejemplo de lucha en todo el país. Por eso es sumamente importante la campaña por su reincorporación, porque es parte de la pelea por defender la organización de los trabajadores.

Por esto mismo, es grave el comportamiento de la Lista Negra, dirección del gremio, que le saca el cuerpo a esta pelea; cuya máxima dirección, Alejandro Crespo, se niega a apersonarse en Córdoba reclamando la reincorporación del compañero. Con el prestigio ganado en la lucha de meses atrás, su sola presencia podría cambiar la situación…

En cualquier caso, desde nuestro partido, en conjunto con la Corriente Sindical 18 de Diciembre, venimos sosteniendo esta lucha con toda la fuerza de nuestra joven militancia logrando hasta el momento mantener abierta la pelea por la reincorporación de Facundo, así como ganando protagonismo en la lucha de los residentes y demás peleas contra el ajuste.

Con Manuela Castañeira por una alternativa anticapitalista

A su vez, las elecciones del año que viene pueden comenzar a parecerse a las del resto del mundo. Es una tendencia internacional la caída de los grandes partidos tradicionales y la emergencia de los extremos. Los triunfadores ya no parten de pisos del 40% o 50% sino del 30% o menos, los resultados tienden a fragmentarse entre muchos partidos en vez de dos.

Y, si en Argentina parece que prevalecerá todavía la hegemonía de las dos grandes fuerzas del “bipartidismo”, éste puede adelgazarse a favor de la extrema derecha y la izquierda. La izquierda puede tener una oportunidad de fortalecerse para comenzar a convertir los reclamos de los trabajadores en una alternativa política anticapitalista.

La pelea contra el ajuste del gobierno, los zarpazos reaccionarios, al lado de cada lucha y reclamo de las y los trabajadores, las mujeres y la juventud, tendrá como protagonista militante a nuestro partido que, junto con Manuela Castañeira, se aprestan a dar en el 2023 una enorme batalla político-electoral por una respuesta unificada de la izquierda y una alternativa anticapitalista.

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