
Aunque el acuerdo con el Fondo todavía está lejos de concretarse, Hagman y el bloque de centro-izquierda del FDT ya anunciaron que no piensan oponerse para no perjudicar al gobierno. Una escuela de derrotismo político.
Arrodillarse ante los hechos consumados como si fueran una fatalidad es ya de por sí una actitud derrotista. Pero nuestros centro-izquierdistas y reformistas locales redoblan la apuesta y pretenden marcar un nuevo hito en la escuela del derrotismo: ya no sólo se arrodillan ante los hechos consumados, ahora también se arrodillan frente a los que todavía no sucedieron. Como el acuerdo con el FMI.
Imposible expresar esta actitud más claro de lo que lo hizo Itaí Hagman, diputado nacional del Frente de Todos y dirigente del Frente Patria Grande, al referirse al próximo tratamiento parlamentario del acuerdo con el Fondo. En una entrevista al diario Ámbito, Hagman expresó tener «diferencias» con el proyecto que impulsa el oficialismo, pero que a pesar de todo «no van a bloquearlo». Ni el proyecto está definido y lejos está todavía de que el acuerdo sea una realidad. Pero Hagman, por las dudas, ya se dio por perdido y está dispuesto a «no bloquearlo».
Es por eso que a la hora de la votación, según Hagman unos 30 diputados del FDT tomarían la decisión de abstenerse. Es decir que van a «hacer como que» están en contra mientras que con su abstención, de hecho, colaborarán con que se apruebe.
Y cuanto más explica Hagman, solo empeora. Es que las «diferencias» con el Proyecto de las que habla no son cuestiones de detalles. El diputado explicó en la mencionada entrevista que el acuerdo que plantea el gobierno significa un ajuste al pueblo trabajador: «¿Cómo haces para ajustar tarifas, tener una tasa de interés positiva, contracción monetaria y además devaluar? ¿Y que todo eso no afecte los ingresos de la gente?».
Es decir que, como todo el mundo sabe, el acuerdo con el FMI implicará un duro ajuste a los trabajadores, pero ello no le parece a Hagman motivo suficiente para oponerse al acuerdo e intentar derrotarlo, sino que lo único que cabría hacer es «expresar nuestras diferencias» sin hacer más nada. ¡Menos mal que la clase trabajadora cuenta con muchas otras herramientas para defender sus intereses, porque si dependiera de esta gente, nos mandan a enterrar antes de muertos!
Las políticas de integración al régimen burgués como la expresada por Hagman son un caso testigo de dónde termina la táctica centroizquierdista de presionar «desde adentro» a los gobiernos capitalistas: bajando todas las banderas para jugar al triste papel de ser la pata izquierda del personal político al servicio de los capitalistas y el imperialismo. «No estamos en contra de un acuerdo con el FMI», sostuvo el dirigente de Patria Grande en diálogo con Ámbito. El Fondo no puede hacer más que sonreír al escuchar que hasta el sector de «izquierda» del gobierno dice que no va a enfrentar el acuerdo.
¿Cómo se explica esta claudicación total al posibilismo más rastrero, al derrotismo político más deprimente? En su tendencia a medir la política desde las alturas de las instituciones, olvidan que la política se define en última instancia en el llano de las fuerzas sociales que actúan en las calles, en los barrios, en los lugares de trabajo. Por eso, dándose por perdidos antes de luchar, creen que si se oponen firmemente al proyecto dañarían a un gobierno que, con todo, sería «menos peor» que si gobernara la derecha.
Claro, si el acuerdo dependería del macrismo, implicaría un duro ajuste. No como este acuerdo… que también implica un ajuste y no precisamente uno gradual. Bajo el discurso de preferir un ajuste un poco menos duro, entregan en bandeja a la clase trabajadora con tal de proteger a un gobierno que luego de dos años en el poder no califica ni como progresista. Y no sólo lo defienden: lo integran.
Muy por el contrario, la izquierda está adoptando una política muy diferente. No sólo porque defender los intereses de los trabajadores y las clases populares contra el ajuste de la gran burguesía es una cuestión de principios. Sino porque sale a las calles bajo la convicción de que es posible derrotar el acuerdo. Derrotarlo, y no «aceptarlo porque siempre puede ser peor».
¿Cómo lograrlo? La única forma en la que pueden generarse las condiciones para evitar que el país quede subsumido colonialmente a los mandatos neoliberales de EE.UU. y el FMI es la movilización y la lucha en las calles. La restricción a la lucha parlamentaria, institucional, sin dudas que necesaria pero estratégicamente estéril, sólo conduce a la resignación política de aceptar lo menos peor. Pero aquí no se trata de un punto más o un punto menos de déficit del PBI: se trata del futuro del país a largos años, de la entrega colonial o defensa de la soberanía, de si la crisis a la que nos condujo la clase capitalista la pagan los mismos que la generaron o la paga la clase obrera y los sectores populares. En momentos de definiciones históricas, no hay lugar para posiciones intermedias. O se está con el la cuerdo que busca entregar al país o se lo enfrenta.
Muchísimos compañeros y compañeras adherentes o cercanos al Frente de Todos están descontentos o rechazan este acuerdo. Existe la posibilidad histórica de derrotarlo, pero para eso hay que pasar de las palabras a los hechos y poner en pie una gran movilización popular contra el Fondo.
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