Tercera parte editada y final de nuestro informe internacional escrita desde Brasil, un punto de referencia más universal que la Argentina. Ver las partes primera y segunda.
“En conexión con lo que [se] denomina analfabetismo pos-literario, se [describe] el actual diluvio global de imágenes que por todas partes y con todos los medios de la técnica de reproducción (…) se invita al hombre actual a quedarse con la boca abierta ante imágenes del mundo, o sea, a la participación aparente en todo el mundo [aunque, agregamos nosotros, esto es también una potencialidad para la participación humana consciente en los asuntos, R.S.], es decir, en lo que debe ser para él ‘global’; y, además, que se le invita más generosamente cuanto menos se le ofrece la compresión de los contextos del mundo, cuanto menos se le admite en las decisiones importantes sobre el mundo; que, como dice en un cuento molúsico, se le ‘embotan’ los ojos (…) que las imágenes, sobre todo cuando sofocan al mundo con su proliferación, a menudo conllevan el peligro de convertirse en aparatos de acontecimientos, porque, en cuanto imágenes y a diferencia de los textos, en el fondo no dejan ver ningún contexto, sino siempre únicamente trozos del mundo desgajado, o sea, que mostrando el mundo lo velan” (Ghünther Anders; 2011; 21) [1]
“Pero: ¿cómo llamaremos a quien sabe el arte de preguntar y responder sino dialéctico?” (Cratilo, 390 ac, citado por N.G. Varela)
1- “El futuro ha llegado” [2]
Que estamos en “otro mundo” es evidente porque nuevos temas nos “asaltan” cotidianamente: una crisis ecológica dramática (ver la reciente quema de la Amazonía)[3], el debate sobre la IA (¿control humano o descontrol?), el problema de la ausencia de reglamentación pública de las redes sociales, la conquista privada del espacio exterior (Musk et al.), el retorno –delirante– del peligro nuclear (el cruce de “líneas rojas” en Ucrania)[4] y la no menos delirante posibilidad de una tercera guerra mundial en el mediano plazo, el retorno de las guerras (en Europa, Medio Oriente y eventualmente en el sudeste asiático) y el militarismo (el proceso de rearme recomenzado urbi et orbi), así como el retorno de la pugna entre potencias imperialistas (tradicionales y no tradicionales), la creciente potencialidad de autodestrucción humana (y destrucción de la naturaleza terrenal, de nuestro hábitat), la extrema precarización de la clase trabajadora (pero también el surgimiento de una nueva clase obrera más masiva y heterogénea que nunca en la historia),[5] etc., son algunas de las expresiones del nuevo contexto socio-político-económico y ecológico en el cual se mueve la humanidad (capitalista) en esta nueva etapa mundial.
El texto de G. Anders que citamos al comienzo de esta nota, La obsolescencia del hombre, publicado en 1961, es escéptico, y no ve la reversibilidad de las condiciones dependiendo de la lucha de clases y sus potencialidades. Sin embargo, es profundo y anticipatorio respecto del peligro de la pérdida de control de la humanidad (capitalista) sobre sus propias creaciones.[6] Anderson fue un intelectual existencialista de izquierda, ex compañero de Hannah Arendt, que se mantuvo marxista a su manera y no derivó hacia una posición liberal en el clásico sentido yanqui del término, es decir, individualista/progresista como Arendt misma.
El concepto “molúsico” es muy propio de Anders. Es la idea de que los humanos seríamos, en esta era, como moluscos: muy pequeños y desprovistos de toda capacidad de reacción. Puede que esto parezca así en ciertas culturas, como el confusionismo en China o el brahmanismo en India, no por casualidad sociedades increíblemente multitudinarias –donde, de todas maneras, crecen las huelgas y las muestras de recomienzo de la experiencia histórica–,[7] pero no tiene tanto impacto en Occidente, donde en general domina una mayor individuación, con su lado malo de individualismo –sobre todo entre las clases medias– y su lado positivo de autoafirmación del yo.[8] Esto último es parte del alcance duradero del Renacimiento, la Ilustración y el Iluminismo, conquistas de la revolución burguesa, de la modernidad, hoy cuestionadas por la reacción irracionalista de la extrema derecha.
Parte de esto último es que la idea de G. Anders del “analfabetismo posliterario”, escrita más de 60 años atrás, tiene una enorme actualidad. La gente se la pasa “escroleando” y “embobada” en las redes sociales, y no lee los diarios ni tiene contexto alguno: hay que leer más en papel y usar menos el teléfono móvil; se lo decimos particularmente a la militancia joven.
En este último sentido, veamos lo que señala O’Estadao, tradicional diario conservador de San Pablo: “Los niños/as no están profundizando en los asuntos; los conocimientos están quedando muy bajos. Eso es malo, lleva a la polarización y al extremismo [por el bajo nivel cultural general que da espacio a cualquier teoría conspirativa, R.S.]. Estar expuestos continuamente a una pantalla, hace que los niños no hagan las conexiones necesarias. Pierden la ‘ventana de oportunidad’ para formar su red cerebral apta para su vida” (19/09/24).
Y sin embargo, este contexto “distópico”, esta “era de las catástrofes”, tiene su reversibilidad dialéctica: acicatea materialmente una lucha de clases más polarizada y radicalizada, como cuando Lenin, en plena Primera Guerra Mundial en 1915, anunciaba que se había abierto en Europa una “situación revolucionaria”. Lo revolucionario de la situación de extrema barbarie de la guerra mundial era que hacer marchar a las personas al frente de guerra, arrancarlas violentamente de su cotidianeidad, se volvería como un boomerang sobre el capitalismo mismo, tal como ocurrió con la Revolución Rusa de 1917.
Hoy no se trata simplemente de que crece la extrema derecha; ese crecimiento es evidente, ¡pero ver sólo eso es de una ceguera política descomunal! Se trata, dialécticamente, de apreciar que todos estos fenómenos son una provocación cotidiana al “cuerpo vivo” de la humanidad explotada y oprimida, cuerpo vivo que más temprano que tarde va a explotar en defensa de sus derechos. ¡Sin duda va a explotar! La única duda que queda es cómo y cuándo. En todo caso, las tareas del socialismo revolucionario de hoy son preparatorias para el momento de esa “explosión”.
Lo anterior no menoscaba que es evidente que no estamos ante un ascenso de la lucha de clases. La coyuntura internacional, como veremos enseguida, es reaccionaria con elementos de crisis permanente. Subjetivamente, sigue dominando la crisis de alternativas. Y por esto mismo parte de nuestras tareas preparatorias es pasar un balance prospectivo de las experiencias anticapitalistas del siglo pasado. Escribiendo esta última parte de nuestro informe desde Brasil, se aprecia más cómo pesa la necesidad de un balance del estalinismo entre la militancia de izquierda. No parece ocurrir lo mismo –no de manera tan aguda– en el “microclima” de la izquierda argentina, país dinámico pero hoy poco cosmopolita.[9]
De ahí lo desencaminado de afirmaciones de intelectuales de izquierda argentinos como Juan Dal Maso (militante del PTS), que muy suelto de cuerpo afirma lo siguiente: “Otro aspecto a destacar de las elaboraciones de Trotsky [ya empezamos mal, porque las elaboraciones de Trotsky sobre el estalinismo no fueron ‘otro aspecto’ sino la mitad de sus elaboraciones, y, quizás, las más importantes, R.S.] es su explicación de la burocratización de la Revolución Rusa y del fenómeno del estalinismo. Si bien es cierto que el interés de las nuevas generaciones por el socialismo no se ve necesariamente afectado por el impacto de la experiencia de los mal llamados ‘socialismos reales’, ningún proyecto socialista o comunista puede eludir las conclusiones de esa experiencia” (el subrayado es nuestro, “Trotsky, en su siglo y el nuestro”).
Más allá de la contradicción de lógica formal entre la primera y segunda afirmación (“las nuevas generaciones no están afectadas” / “ningún proyecto socialista o comunista puede eludir las conclusiones”), a Dal Maso se le pierde que las nuevas generaciones de la vanguardia sí están afectadas por la experiencia del estalinismo: por eso domina espontáneamente el autonomismo, las ideas anti- partido y anti-organización, etc. Y ni hablar del reguero de despolitización y falta de horizonte alternativo entre las grandes masas de todo el mundo como producto de la crisis de alternativas generada por el estalinismo.[10]
2- ¿Guerra mundial en perspectiva?
Hay un cambio en el horizonte de la humanidad (de sus potencialidades), que se corrió para lo bueno y para lo malo y en varios terrenos: militar, de autocontrol y respecto de la naturaleza. En el último siglo hubo varios momentos de cambio en el horizonte de la humanidad que produjeron grandes discusiones.[11] La energía nuclear y las bombas atómicas produjeron una reflexión enorme, y un cambio de horizonte, porque la capacidad de autodestrucción de la humanidad es un hecho del último siglo: Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, inauguraron este cambio de horizonte. Las guerras mundiales fueron un cambio de horizonte también, previo a las bombas atómicas, vinculado a la capacidad guerrera destructiva industrializada[12]. Y ahora hay otro cambio de horizonte: ya no solo la capacidad de matarse industrializadamente y de autodestruirse como humanidad misma, sino la capacidad de destruir la naturaleza, nuestro laboratorio natural como diría Marx –lo que también, obviamente, lleva a la autodestrucción–.[13] Sumado a esto, ahora está explotando el tema de la inteligencia artificial (IA), vinculado a la capacidad de la humanidad de controlar sus actos, es decir, a la cantidad de actos inintencionales que se suman con la inteligencia artificial. Menos mal que para autores “marxistas” como Althusser, el concepto de Marx sobre la alienación no sería marxista. ¡Tremendo estalinista! No existe nada más alienante y distópico potencialmente que la IA si no está bajo el control de la humanidad explotada y oprimida.[14]
Como vemos, esto remite a discusiones filosóficas, porque la discusión de la bomba atómica remite a la capacidad humana de autodestruirse, y con la IA, aunque parezca una distopía (las películas sobre esto ya son multitud, en general bastante superficiales), ¿quién controla los actos humanos, los humanos o las máquinas? Remite a discusiones profundas pero que no son abstractas sino potencialidades y barbaries actuales, lo mismo que el debate público que crece respecto de las redes sociales y su privatización por tipos de extrema derecha como Musk (por ejemplo, la prohibición de la actuación de X en Brasil, que consideramos progresiva), que también pretenden conquistar de manera privada el espacio mercantilizándolo (es loco que una ley social como la ley del valor pueda “controlar” las leyes naturales como las del espacio exterior), etc.[15]
En toda la discusión de la inteligencia artificial hay un corrimiento en el horizonte de las capacidades humanas y se impone preguntarse cómo van a ser administradas esas capacidades. Son todas discusiones de mucha contemporaneidad que hablan de un horizonte evidentemente muy distinto del de hace doscientos años. La humanidad podía cambiar la historia (Vico: “conocemos la historia porque la hacemos”), pero no podía cambiar la naturaleza. Ahora puede hacer ambas cosas: cambiar la historia y manipular la naturaleza. Es otro horizonte; es otro alcance. Y entonces está el problema de quién controla esos cambios. Es la alternativa de “socialismo o barbarie” de Rosa, lanzada en la I Guerra Mundial y actualizada por esta modificación del horizonte de la actuación humana.
Esto se conecta también –en lo positivo– con nuestro análisis estratégico de la capacidad humana de hacer una revolución socialista consciente. Ahí el estructuralismo y el objetivismo fallan, porque se está viendo que es la humanidad la que va para un lado o para el otro; que tiene la capacidad consciente –en esta época– de modificar cosas.
Y, repetimos, hay otras discusiones actualísimas: Elon Musk quiere hacer privado algo que es colectivo de la humanidad, que es la conquista del espacio. Es delirante someter al capricho de un loco de extrema derecha la conquista del espacio, “conquista” que era estatal burguesa pero al menos era de orden público, no de orden privado (la NASA es la institución espacial del imperialismo yanqui; ahora por problemas de presupuesto se dedica a hacer joint ventures con Space X, la empresa de Musk).[16] Esto también habla de una pérdida de control de la sociedad sobre sus actos. Hay toda una “galaxia” de problemas nuevos y, también, de nuevas necesidades[17]; problemas dramáticos por el período reaccionario en el que estamos.
Segundo problema vinculado al cambio de horizonte de la humanidad: la potencialidad de una escalada militar inter-imperialista nuclearizada en un plazo difícil de prever.[18] Delirante pero real: más real que en los últimos 40 años o, quizás, más real que nunca antes. El problema que existe es que la relación de fuerzas entre Estados imperialistas se desequilibró. Y la paradoja es que el capitalismo pudo absorber desde el punto de vista económico a Rusia y China, pero no pudo absorber a los Estados chino y ruso. Desde el punto de vista económico-social, son sociedades mercantilizadas donde rige la ley del valor con una determinada intervención del Estado (capitalismos de Estado). Pero el hecho de que el imperialismo tradicional no haya logrado reabsorber a dichos Estados en tanto tales, que hayan surgido como competidores del imperialismo tradicional, es un hecho paradójico en el cual hay que detenerse.
¿A qué puede deberse esta paradoja de haber absorbido a las sociedades y no a los Estados, a priori dependientes de ellas? Esto desafía en tiempo real la idea marxista vulgar de la determinación mecánica de la política por la economía. Y aparece vinculado a la proyección de las clases sociales –o de las burocracias de Estado– al plano político. En los Estados absolutistas, las viejas clases feudales controlaron el Estado mientras que la sociedad transitaba hacia el capitalismo. Acá parece ocurrir un fenómeno parecido, aunque “travestido”: la vieja burocracia se ha convertido en una suerte de “burocracia burguesa” que controla determinadas ramas productivas mediante la propiedad privada, así como controla el aparato de Estado bajo formas de “propiedad pública”, o mejor dicho bajo formas de propiedad pública/privada o con funcionarios del Estado como parte de las sociedades anónimas privadas.
El fenómeno es interesante y remite a que las sociedades no son una “gelatina”. Son una formación social donde los desposeídos, la clase obrera, continúa desposeída, pero las viejas capas burocráticas, las “clases políticas” de los viejos Estados no capitalistas, se transformaron en nuevos burgueses/burócratas manteniendo el monopolio del Estado.
Se trata así de una formación social y de Estado donde una burocracia burguesa sale a disputar con el imperialismo tradicional porciones del globo, la base material clásica de las guerras mundiales. Y lo significativo de esto es que el enfrentamiento militar potencial que ha retornado a la escena tiene las características de ser, eventualmente, un enfrentamiento nuclear, es decir, enormemente autodestructivo.[19]
El tema es que este desequilibrio entre Estados es, evidentemente, cada vez menos amigable. Por eso la situación resulta hasta cierto punto, poniendo los cuidados del caso, agorera de una “tercera guerra mundial”. La solución al tema puede ser revolucionaria o contrarrevolucionaria. Pero el conflicto es tal que no parece que pueda resolverse sin sangre, tal como venimos señalando en nuestros textos sobre la situación mundial (“Guía de estudio sobre la situación mundial: ha comenzado una nueva etapa”, izquierda web).
Lógicamente, el esquema clásico es la alternativa entre la revolución o la guerra mundial, esquema formulado y traicionado en la época de la I Guerra Mundial por la Segunda Internacional. Se esperaba que el movimiento de masas dirigido por dicha internacional accionara contra la guerra, pero hizo todo lo contrario: se sumó a la Unión Sagrada de cada uno de sus Estados corriendo detrás del fervor nacionalista que abundaba en cada país al comienzo de la guerra.
El problema es que, dados los desarrollos y las relaciones de fuerzas, la guerra podría llegar antes que la revolución tal como en la IGM. Esto se verá, pero, en todo caso, es el momento para empujar el renacimiento de los movimientos contra la guerra y la militarización en los países imperialistas tradicionales e imperialistas en construcción.
En 1921 Trotsky afirmaba que el capitalismo funciona con equilibrios y con ruptura de los equilibrios permanente; Bujarin, que era centrista de derecha, tenía “afecto” por el concepto antidialéctico de “equilibrio”, y Trotsky, y también Lenin con su concepción dialéctica, se inclinaban por el desequilibrio y la reversibilidad de los fenómenos: “todo lo que existe está condenado a perecer” decía Engels parafraseando a Hegel; “situación revolucionaria” decía Lenin en 1915.[20] Y no parece que el desequilibrio actual se vaya a resolver sin sangre; por eso la militarización. La dinámica no es al consenso y al acuerdo, sino a la ruptura; los tiempos lo dirán, aunque la realidad nos puede hacer chocar de frente con esta posibilidad en cualquier momento.
En Medio Oriente se rompió el equilibrio (al momento en que cerramos este texto está extendiéndose el conflicto al sur del Líbano) Y en Ucrania también, con la particularidad de que desde ahí provienen los mayores peligros de enfrentamiento militar directo entre potencias (el “cambio de carácter del conflicto” que señala Putin y hace dudar a Biden sobre qué nuevos pasos dar en Ucrania).
3- Los “Kautskys” de nuestra época [21]
Estamos en una coyuntura internacional reaccionaria de crisis permanente; una coyuntura donde nada termina por definirse. En defensa de Gaza y frente a un genocidio que ya se cobró en la franja casi 100.000 asesinados (el 5% de su población de dos millones),[22] sigue habiendo manifestaciones de masas en Europa, la última e inmensa, hasta donde pudimos ver, en Londres. Un dato fundamental acerca de la dinámica de este conflicto es que el objetivo de Netanyahu: destruir Hamas, una organización de masas, es imposible y está llevando a un estado de guerra permanente (ya se cumple un año del conflicto), amenazando de manera inminente con transformarse en una guerra regional; el reciente estallido de los Beepers en Líbano y Siria es un acto de terrorismo liso y llano del sionismo.[23] La guerra de Ucrania tampoco termina, más bien recrudece a cada hora y volvió al centro de la escena con las amenazas nucleares de Putin y el renovado armamento de los países de la OTAN a Ucrania.[24]
Un tema clave aquí es si existe internacionalmente un proceso de polarización asimétrica en la lucha de clases o solo pesa el polo de la extrema derecha, algo que venimos tomando desde diferentes ángulos a lo largo de estos tres textos. Es evidente que el polo de extrema derecha es el que pesa más, si no la coyuntura no sería reaccionaria. Un dato importante acá es que cuando la extrema derecha llega al gobierno corre hacia la derecha a todo el arco político y su presencia es perdurable. Esté en el gobierno o no, la extrema derecha llegó para quedarse, e incluso abrió otro “juego institucional”: una dialéctica entre la presidencia, el poder legislativo y el poder judicial según sea el caso, además de una dialéctica de todos ellos con la calle, esta última de intensidad distinta en cada país.
Eso último se aprecia con claridad en Brasil, donde el bolsonarismo, a pesar del del semi-golpe desmañado y farsesco que intentó cuando perdió las elecciones (la invasión al Planalto a comienzos de enero de 2023), pasó nuevamente a la contraofensiva y va camino a alzarse con una elección histórica en las municipales: Boulos ya está muerto frente a Nunes en San Pablo por su campaña cobarde y electoralista. Bolsonaro acaba de realizar un acto en la Avenida Paulista con 50.000 asistentes y los candidatos bolsonaristas a la prefectura de San Pablo (Nunes y Marcal) dominan la elección: con la simple suma de sus votos, Nunes triunfa en segunda vuelta por 20 puntos sobre Boulos, que no atina a apelar a la movilización.[25]
El liberalismo social de Lula y Alckmin se muestra a la defensiva porque no moviliza ni a diez personas –se niega a hacerlo–, porque continúa aplicando las contrarreformas que le dicta el neoliberalismo feroz del siglo XXI aunque de manera algo más atenuada, porque es economicista y no desafía las pautas conservadoras que presenta la extrema derecha (el neo-pentecostalismo evangélico esta jugado a dominar el carnaval, por ejemplo)[26], etc. Y también porque el PSOL y todas sus corrientes internas están absolutamente coptadas al gobierno; la campaña electoral de Boulos es completamente despolitizada, y si la dinámica entre plaza y palacio que subsiste en la Argentina bajo Milei no ha podido ser eliminada por este personaje bizarro (esto es lo enorme de la Argentina: su lucha de clases, y el peso de amplia vanguardia, pero real, objetivo, de la izquierda revolucionaria en ella), en Brasil la izquierda revolucionaria se muestra desorientada y en grave retroceso (sobre todo el PSTU pagó carísimo sus errores y horrores políticos).
Como digresión respecto del PSTU (y del morenismo subsistente en general, sea de derecha o sectario), afirmamos lo siguiente: no se puede relanzar el marxismo revolucionario en el siglo XXI con los métodos del pragmatismo que caracterizaron a la izquierda trotskista latinoamericana en la segunda posguerra. Nahuel Moreno fue un gran dirigente, pero no dejó obra escrita ni reflexión de fondo sistemática de valor. Moreno tuvo la valentía de afirmar que el trotskismo latinoamericano era “bárbaro”, pero ni sus seguidores ni el altamirismo asumieron esa definición. La militancia puramente empírica cansa y desmoraliza (eso es lo que se ve en muchos ex militantes en Brasil). La militancia cruzada por la reflexión teórico-estratégica y las altas miras, es invencible.
Por eso, para no desmoralizarse frente a un período que tiene tantas complejidades, hay que militar arduamente a la par que estudiar y elaborar creativamente sobre la experiencia, es decir, “heterodoxamente” sobre bases marxistas. Esta última afirmación parece una contradicción en los términos, pero es lo opuesto: la realidad cuenta, camaradas. Y hay que lograr un estudio puntilloso de nuestros clásicos a la par que aplicarlos creativamente a transformar nuestras condiciones de existencia.
Arcary hace una reflexión aguda cuando señala que la realidad se ha complicado, que Brasil y el mundo han cambiado, que asumir las actuales dificultades no es fácil para las generaciones más viejas de la izquierda, que existen elementos de decepción entre estas generaciones, que los cambios no sólo son objetivos sino también subjetivos, etc. (“La izquierda brasileña ante una nueva época”). Erra, sin embargo, en el diagnóstico y la salida. Su diagnóstico es excesivamente derrotista; su marxismo carece de balance histórico y se parece demasiado, tanto metodológica como políticamente, al marxismo de la Segunda Internacional, evolucionista, sin reversibilidad dialéctica. Arcary y otros intelectuales en los EE.UU. como Eric Blanc o Lars T. Lih, son nuestros “Kautskys” del actual período, claro que con menos erudición que el original.
La extrema derecha es parlamentaria y extraparlamentaria, mientras que la izquierda reformista no lo es, es sólo parlamentaria. No es fascista sino “neofascista”, una diferencia de calidad. Es un fenómeno propio del siglo XXI que toca algunos acordes del fascismo del siglo pasado pero que ni por asomo se acerca a él: sigue careciendo de tropas de choque; no ha habido muertes políticas en la Argentina, ni en Brasil, ni en los EE.UU. más allá del caso dramático de Marielli Franco. Sí es un hecho cierto que la provocación en las palabras antecede a la provocación en los hechos: ahí están los atentados contra los propios Bolsonaro y Trump, contra Cristina K, su victimización, las potencialidades del retorno de la violencia política en países todavía dominados por la democracia burguesa, etc.
Por esto mismo sería un crimen político tanto subestimar como sobreestimar a la extrema derecha, porque ambos ángulos desarman; hay que apreciar cada caso en concreto. También es un error transformar la táctica del frente único en receta universal. Dicha táctica requiere proporciones, y aunque la utilicemos, las proporciones no nos dan para obligar a los “reformistas” a hacer lo que tienen que hacer: movilizar a las masas. Es más realista la exigencia, la unidad de acción y el impulso a la irrupción de masas desde debajo de manera independiente. No vemos hipótesis de frente único real que no implique capitularle al quietismo del PT y la CUT como hacen a cada minuto, cada hora y cada día el PSOL, Resistencia y el MES.[27] Más bien, lo que hoy puede desequilibrar las cosas en Brasil, país gigantesco y puesto bajo una presión tremenda en este mundo de policrisis, es una irrupción de masas desde abajo como ocurrió en 2013, o como amenazó a finales del 2022 cuando Bolsonaro se negaba a reconocer su derrota electoral. Producida dicha irrupción, habrá que “navegarla” revolucionariamente (tiene actualidad para Brasil el ángulo crítico de Rosa a la socialdemocracia alemana de su época).[28]
La extrema derecha todavía no llega al gobierno en Francia. Milei todavía no “se come a los chicos crudos”. Cuando Hitler llegó al poder, llegó al poder: quemaron el parlamento y prohibieron todos los partidos políticos. Destruyeron a la izquierda y al movimiento obrero. Instauraron un régimen fascista que abolió olímpicamente todas las instituciones de la democracia burguesa (diferenciarlo del bonapartismo que las pasa por arriba, pero todavía no las puede abolir). Y todo terminó en la Segunda Guerra Mundial. Hubo una definición. En Brasil, Francia, EE.UU., Argentina, etc., hay un “tironeo”, las cosas no se terminan de definir. Y es difícil que se definan sin grandes choques de clase.
Lógicamente que hablamos de los países que más o menos refleja nuestra corriente. En Rusia hay una derrota profundísima de la clase obrera que viene desde los años 30 e, increíblemente, nunca fue superada, no hay sociedad civil. En China hay una autocracia bonapartista burocrático-burguesa con elementos incipientes de recomposición de la sociedad civil; de todas maneras, se viene de la derrota de Hong Kong y se está ante las amenazas a Taiwán. En el parlamento turco, en sentido contrario, se agarraron a piñas por un ataque machista a una mujer, hay diputados ligados a la resistencia kurda y Erdogán viene debilitándose en las elecciones.
Estamos en un “año electoral”. El 50% del mundo va a elecciones: el fiel de la balanza lo va a fijar lo que pase en las elecciones yanquis. La elección se emparejó cuando los demócratas pusieron a una mujer negra, Kamala Harris –aunque burguesa e imperialista–, como candidata. Esto muestra, de manera enormemente distorsionada, las reservas progresistas que hay. La revista Time en una de sus ediciones recientes señala al movimiento de mujeres de EE.UU. como el principal movimiento social del país, algo profundo a lo que podemos sumarle la recomposición obrera: el proceso de organización de una nueva clase obrera en la que sigue siendo la primera potencia mundial.
Sin embargo, nada está definido en la elección yanqui. Trump puede hacerse el “mártir” ante los atentados que sufrió, y siendo la elección indirecta por colegio electoral, lo que les da más representación a los Estados más atrasados del país, si Harris no saca una diferencia clara de 4 o 5 puntos puede perder la elección.
Por otra parte, hay dos o tres novedades en el terreno de la lucha de clases internacional. Además de las marchas por Palestina que no paran, tenemos al estudiantado yanqui radicalizándose en las ocupaciones de universidades; otro dato son los más de seis meses de resistencia plaza-palacio en la Argentina; Bangladesh, donde el estudiantado desbordó a la policía e hizo caer a un gobierno de 14 años de antigüedad, poniendo en su lugar al “banquero del pueblo”, el que da los microcréditos (Muhammad Yunus, rodeado por jóvenes en su asunción); las crecientes huelgas obreras en el norte del mundo, Samsung en Corea del Sur e India, etc. Y todo esto sin contar la heroica e invencible resistencia del pueblo palestino y libanés en Gaza, Cisjordania y el sur del Líbano, así como los elementos de resistencia nacional legítimos en Ucrania frente a Rusia.
4- Construirnos como organizaciones políticas militantes
Grosso modo, en el escenario político de Occidente (América y Europa occidental) hay cuatro fuerzas de peso dispar: la extrema derecha en ascenso, el centro burgués en acentuada decadencia, la centro-izquierda frentepopulista descremada que resiste con el juego del voto útil y la polarización electoral, y la izquierda revolucionaria. A esta última se la ve casi exclusivamente en la Argentina, donde es “cavernícola” pero independiente y mantiene, mal que bien, su peso histórico desde los años 80. La izquierda argentina, a diferencia de la francesa y la brasileña, no es puramente propagandística ni está totalmente adaptada al juego institucional. Hace política y es capaz de dirigir sectores de vanguardia, además de que tiene una voz en el concierto político nacional.[29]
Por el contrario, en el resto del mundo se ve a la izquierda absorbida por la centro-izquierda: el DSA absorbido por la izquierda del Partido Demócrata y muy “light”, línea Jacobin de centro-izquierda; el NPA de Besancenot y Poutou absorbido por el Nuevo Frente Popular; Resistencia, el MES y demás corrientes absorbidos por el PSoL. Es verdad que hay grupos independientes, como el PSTU en Brasil, el NPA-R en Francia, etc., pero en general son grupos sectarios y muy marginalizados.
Sólo en la Argentina se mantiene la ecuación de cuatro más uno, el FITU y el Nuevo MAS, independiente del peronismo, con dinamismo en general, y eso no va a cambiar (ya hemos escrito en nuestros dos textos anteriores críticas a los momentos políticos y constructivos de las principales fuerzas del FITU).
La primera divisoria de aguas es si la izquierda revolucionaria es independiente o no, de independencia de clase o de conciliación de clases. La segunda divisoria es la connotación revolucionaria: adaptación al juego del régimen o independencia respecto de él, sin caer en el sectarismo antiparlamentario.
Más allá de esto, lo concreto es que están planteadas las tareas para la construcción de nuestros partidos como organizaciones combativas y militantes de vanguardia, preparatorias de los grandes enfrentamientos de clase que se vienen. Una construcción orgánica en el seno de la juventud, el movimiento de mujeres y lgbtt y la clase obrera y, también, en el terreno electoral y de la construcción de nuestras figuras.
También está planteado otro terreno importantísimo en estos momentos: ser parte y empujar en el relanzamiento estratégico del marxismo, que está viviendo un revival, interrogándose alrededor de los grandes problemas de nuestra contemporaneidad: el relanzamiento de la perspectiva auténtica de la revolución socialista, la cuestión ecológica, el crecimiento sideral de la marxología alrededor de la Mega 2, la renovación del análisis geopolítico y sobre el capitalismo en el siglo XXI, etc.[30]
Por nuestra parte, el aporte que viene haciendo nuestra corriente es creciente. La construcción del Nuevo MAS en la Argentina muestra al ¡Ya Basta! creciendo en influencia en la juventud estudiantil, junto con un trabajo obrero de larga data y tradición y Las Rojas como una de las agrupaciones de genero más prestigiosas. La figura de Manuela Castañeira aparece como una de las principales de la izquierda del país aunque no tiene cargo parlamentario. El Sitrarepa, primer sindicato de trabajadores por aplicación del país, cada vez más instalado como referencia nacional y participante fundamental de los Congresos Mundiales de repartidores en Los Ángeles, EE.UU. Los campamentos anticapitalistas e internacionalistas crecen de año a año. Y venimos del lanzamiento nacional e internacional de la obra El marxismo y la transición socialista (el proyecto en curso es su publicación en cuatro idiomas: castellano, inglés, francés y portugués), además del crecimiento de nuestra revista electrónica teórico-política semanal, Marxismo en el siglo XXI. Nuestra corriente internacional viene creciendo en Brasil, Francia y Costa Rica, con un desembarco en proyecto en los Estados Unidos, con una construcción sana y revolucionaria y una dinámica lenta pero siempre ascendente, con un criterio militante extraordinario y que puede dar un salto de calidad en los próximos años, dependiendo de la lucha de clases.
No queremos construir una secta internacional. Al calor de la lucha de clases, construyendo nuestra corriente y un perfil programático claro y profundo, queremos aportar a un eventual reagrupamiento de las corrientes revolucionarias que pueda plantearse como una necesidad objetiva y una posibilidad subjetiva.
Socialismo o Barbarie ha plantado bandera. Luego de 20 años de enormes esfuerzos, estamos para dar un salto en calidad.[31]
Adenda: Sobre el facilismo y sus congéneres
En el otro extremo del derrotismo, están las corrientes que niegan la realidad y las dificultades que supone; son facilistas, en algunos casos con la combinación del electoralismo. Por ejemplo, el PTS argentino. Su dirigente escribió un largo ensayo donde habla de una potencial “primavera de los pueblos como la de 1848”, pero no dicen una sola palabra concreta sobre la dialéctica de la actualidad: la bipolarización asimétrica de la lucha de clases que estamos viviendo. Mucho menos dicen palabra alguna sobre la herencia del estalinismo y la subsistente crisis de alternativa, que tiene su peso en la realidad subjetiva de nuestra clase (el artículo de marras es “La situación mundial y el espectro de la primavera revolucionaria de 1848”).[32] Habla correctamente de “la calidad fluida, no lineal y confusa de la vida intelectual en las décadas de 1830 y 1840”, asemejándolo a lo que ocurre hoy, pero pierde completamente de vista que en la actualidad las cosas son más determinadas. El fenómeno de la extrema derecha está lisa y llanamente ausente en su análisis comparado: no alcanza con hablar de una circunstancia “confusa” en este sentido. Su examen plantea un raro salto sobre la experiencia del siglo pasado, con la cual no se confronta. Son tres textos de su autoría (junto a Maiello): el señalado y otro titulado “¿Hacia una configuración pre-guerra entre potencias en el escenario internacional?” (hay otro que no hemos leído porque suena a pura autoproclamación y reducción olímpica del mundo a la Argentina).[33]
Sólo haremos dos apreciaciones sobre estos textos. Una, como recién señalamos, que el análisis comparado entre la situación pre-1848 y la realidad de hoy tiene nula bajada a tierra. El análisis se basa en dos libros del reconocido historiador Christopher Clark, que no hemos leído (Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra de 1914 y Primavera revolucionaria. Peleando por un nuevo mundo, 1848/49). Nuestra apreciación es que Albamonte y Maiello no insertan la potencial primavera, es decir, el estallido revolucionario global producto de las dramáticas contradicciones actuales del capitalismo (policrisis y polarización, para ser escuetos) en la dinámica política real del mundo actual.
Lo que “pincha” el traste a la población explotada y oprimida es, precisamente, la aguda dinámica polarizadora, ausente en su análisis. Una dinámica cuyo polo más fuerte hoy está girado a derecha o extrema derecha, lo que plantea, materialmente, un rebote a extrema izquierda. Pero esto es algo que aún no ha ocurrido y que requiere de un análisis concreto para entender cómo ocurrirá, oponiéndose a las visiones estáticas que ven los desarrollos por derecha sin dialéctica alguna sobre la reacción del “cuerpo vivo de la humanidad” ante semejante dinámica de barbarie. Afirmamos esto más allá de que coincidimos en que se aprecia un mayor ingreso de la clase obrera en la lisa (aunque todavía de manera reivindicativa y sobre todo en el norte del mundo) y que el rebote revolucionario que auguramos será seguramente algo “desmañado” al inicio, porque venimos con las fuerzas enflaquecidas del marxismo revolucionario dadas las dificultades de las últimas décadas (es decir, con enormes problemas de dirección).
En segundo lugar, el paralelo con las circunstancias previas a la Primera Guerra Mundial está correctamente matizado: se realiza de una manera cuidadosa, lo cual es correcto, porque el potencial enfrentamiento militar interimperialista irrumpió en la escena pero todavía faltan desarrollos para que se concrete.
Sin embargo, lo que llama la atención es que al retomar la fórmula de Lenin de una manera mecánica (como una época de crisis, guerras y revoluciones lisa y llana, unidireccionalmente) pierden de vista los elementos de reacción y barbarie que son connaturales a la nueva etapa mundial que estamos atravesando. No estamos todavía ante un ascenso de la lucha de clases, sino en un momento preparatorio que sería muy diferente si ya estuviéramos en una situación revolucionaria y de radicalización lisa y llana. Podríamos decir que la actual situación mundial es “revolucionaria” en el sentido de la acepción objetiva que le daba Lenin a su fórmula en 1915 –por el dramático cambio en las condiciones de vida de las personas que son sacadas de la normalidad– pero de ninguna manera es así desde el punto de vista subjetivo de los explotados y oprimidos.[34]
Lo que queda, en definitiva, es un análisis de la realidad mundial con elementos facilistas que tampoco arman correctamente para las complejidades y la riqueza de la nueva etapa que enfrentamos mundialmente.[35]
Bibliografía
Emilio Albamonte y Matías Maiello, “La situación mundial y el espectro de la primavera revolucionaria de 1848”, izquierda diario, 2/06/24.
- “¿Hacia una configuración pre-guerra entre potencias en el escenario internacional?”, izquierda diario, 2/06/24.
Valerio Arcary, “Análise de coyuntura”, esquerda on line, 10/09/24.
- “La izquierda brasileña ante una nueva época”, Jacobin lat, 13/09/24.
- “Dez años de ‘inverno’ reaccionario, 08/08/24.
Gunther Anders, La obsolescencia del hombre, Pre-Textos, España, 2011.
Juan Dal Maso, “Trotsky, en su siglo y el nuestro”, izquierda diario, 25/08/24.
Federico Dertaube, “Cuba, ayer y hoy: entrevista a Frank García Hernández”, izquierda web, 26/05/24.
Roberto Sáenz, “Brasil después de Bolsonaro. Notas sobre una ‘sociología política”, izquierda web, noviembre 2022.
- “Un mundo más peligroso, un mundo más polarizado”, izquierda web, 31/09/24.
- “La crisis de la democracia burguesa”, izquierda web, 8/09/24.
Antonio Carlos Soler, “Conciliacao de classes favorece a contraofensiva bolsonarista. Derrotar a extrema direita nas urnas y nas ruas e o único camino”, esquerda web, 15/09/24.
Nicolás González Varela, “Nuestra señora la dialéctica”, izquierda web.
Marcelo Yunes, “India: sueños y realidades de una aspirante a potencia global”, izquierda web.
[1] Hay que recordar que el historiador Eric Hobsbawm, cuando hablaba del siglo XX (y lo mismo Enzo Traverso), hablaba de una era de los extremos. Bueno, podríamos decir que estamos frente a una nueva era de los extremos in crescendo, en pleno desarrollo.
[2] Este subtítulo nos hace recordar una letra de la banda argentina Los redonditos de ricota que versea más o menos lo siguiente: “El futuro ha llegado, el futuro ya llegó, el futuro ha llegado como no lo esperabas, el futuro ya llegó”.
[3] En una reciente charla en la Universidad de San Pablo, Plinio Arruda Sampayo Jr., que vive en las afueras de la ciudad, nos decía que el humo fue tan fuerte que tuvo que salir de su casa y trasladarse a otra región para poder respirar normalmente… Otra calamidad de las afueras de la cuidad es la escasez cada vez mayor de agua. El cambio climático llegó para quedarse, se acelera, y sus consecuencias afectan cada vez más las vidas cotidianas de las personas en todo el mundo.
[4] The Economist ve la posibilidad de que puedan ser “fritas” las ciudades estadounidenses.
[5] Uno de los debates estratégicos del momento. Ver el texto de nuestro compañero Renato Assad “Entregadores de aplicativos: a luta de un novo proletariado”, esquerda web.
[6] Ya Marx hablaba de eso en El capital cuando señalaba que el capitalismo, los capitalistas, se comportan como aquel aprendiz de mago que perdía el control sobre sus propios conjuros.
[7] Hay expresiones de barbarie en ambos países, como el choque entre religiones, etc. Sin embargo, poco tiempo atrás India vivió una huelga campesina de proporciones gigantescas y en China hay tandas de descontento obrero que, aunque luego se reabsorben, obligaron en los últimos anos a elevar al nivel salarial general de sus trabajadores.
[8] “Autoafirmación del yo” que entre la clase trabajadora siempre es más colectiva, menos individualista: la realización de cada uno, cuando es posible, se alcanza más colectivamente.
[9] La corriente que más está creciendo hoy entre la juventud de Brasil es la UP (Unidad Popular), ¡corriente que explícitamente reivindica a Stalin!
[10] Mucho más agudo es el joven compañero cubano Frank García, dirigente del grupo cubano Comunistas y hoy residente en la Argentina, cuando nos señalaba en un reportaje para nuestra revista digital Marxismo en el siglo XXI que en Cuba La revolución traicionada circula hoy entre la juventud “como pan caliente”, y coloca la referencia siguiente: “El 10 de enero de 2020 se funda Comunistas Cuba. La fecha se escogió porque era la fecha en que el estalinismo asesinó a Julio Antonio Mella”. Y agrega: “(…) Ese fue otro punto que nos costó mucho trabajo llegar a darnos cuenta, que nunca hubo democracia socialista en Cuba (…) la revolución dignificó al pueblo cubano. Y fue algo real [pero, R.S.] El socialismo sin democracia no es posible. Trotsky fue el principal revolucionario en decirlo. Solamente con el poder de la clase trabajadora el socialismo será posible (…) pienso constantemente como [esto] puede ser útil para Cuba. Tiene que servir para quebrar la concepción de que solamente la derecha pide la libertad y la democracia (…) Ojalá (…) sirva (…) esto para entender que sin democracia no hay socialismo, una y otro van de la mano” (“Cuba, ayer y hoy: entrevista a Frank García Hernández).
[11] Históricamente ha habido varios cambios en el horizonte de la humanidad que podemos listar esquemáticamente: el pasaje a la producción agraria sedentaria; la fundación de las ciudades (una creación humana por naturaleza, una “segunda naturaleza” creada por la humanidad como señalaba agudamente Antonio Labriola); la revolución industrial que dio lugar al capitalismo (subsunción real del trabajo al capital); el cambio colosal en la expectativa de vida ocurrido desde la antigüedad clásica hasta nuestros días: tengamos presente el pasaje de una expectativa de vida de 30 años a los 80 actuales, un salto en calidad descomunal.
[12] En esto hay pinceladas agudas en Traverso en los textos dedicados al tema.
[13] Los negacionistas climáticos son una forma de pensamiento irracional del cual venimos hablando en esta serie de textos sobre la coyuntura internacional.
[14] Lógico que todas estas temáticas llevan al debate marxista sobre la tecnología, cosa que en este texto no podemos hacer pero abordaremos en alguno próximo. Existencialistas de derecha como Heidegger (que no se reconocía como existencialista, pero esa es otra discusión) ya señalaban que la humanidad no podía dominar la técnica (La pregunta sobre le técnica, un texto que aún no hemos logrado estudiar) y Albert Speer se autocriticaba en prisión de su pasado nazi por haber creído ciegamente en ella (ver “Ensayo de interpretación del modernismo”, de mi autoría, en izquierda web).
[15] Acá, además del debate propiamente “tecnológico” se coloca un debate ético respecto del uso arbitrario o social de estas potencialidades, creativamente o destructivamente, porque donde primero nacen y se aplican los avances tecnológicos es en la industria militar, como ya señalaba Marx en sus borradores de 1857.
[16] Es el colmo de las privatizaciones, de la mercantilización del mundo y del… espacio exterior. Repetimos: es someter las leyes de la naturaleza a una ley social: la ley del mercado. La ley social no puede modificar las leyes naturales, pero sí puede someterlas. Es delirante pensar que la ley del mercado, el capitalismo, pueda regir el funcionamiento social de una parte de la galaxia.
Pero aunque esto pueda ocurrir bajo las formas sociales del capitalismo, habla también de las potencialidades de auto-elevación monumental que significa el recorrido de la humanidad (Engels antropólogo, izquierda web).
[17] Que las necesidades son históricas, como señalaba Marx, es evidente. Hoy, literalmente, no se puede vivir sin el teléfono móvil salvo que se sea un ermitaño. Aunque hay corrientes románticas –ridículas– que se niegan a usar las redes sociales, como Socialismo Revolucionario de Italia, un abordaje que nada tiene que ver con el del marxismo revolucionario y que solo puede dar lugar a la creación de una secta.
Otras sectas tienen un ángulo parecido en otros ámbitos: “protegerse de la realidad”. Pero eso es de secta total. No hay que protegerse de la realidad sino tener la valentía de transformarla, sabiendo aprovechar sus potencialidades y rechazando los elementos regresivos. Ese juego de potencialidades y regresión es parte del arte de la política y la construcción revolucionaria.
[18] En este momento vuelven a escalar las tensiones entre la OTAN y Rusia, señalando Putin que la utilización de misiles de la OTAN sobre territorio ruso significaría ya una guerra directa entre potencias imperialistas (“cambiaria la naturaleza del conflicto” ha declarado). No está para nada claro que las potencias imperialistas (las tradicionales y las emergentes) quieran involucrarse en dicho conflicto militar, pero las cosas podrían salirse de control por razones, a priori, inintencionales, o por errores de cálculo.
[19] Todavía no me parece que hayan aparecido películas distópicas referidas a un enfrentamiento nuclear entre potencias, pero seguramente en el próximo periodo aparecerán (algunas buenas, otras de baja calidad). Lo más cercano ha sido el filme dedicado a los dilemas morales de J. Robert Oppenheimer, de bastante calidad.
[20] Sobre el concepto de reversibilidad dialéctica de los procesos, sobre las “dos caras” que tienen todos los fenómenos, harían bien en reflexionar nuestros escépticos: “causa y consecuencia cambian constantemente de lugar en el proceso histórico”, afirmaba Rakovsky siguiendo a nuestros clásicos; Engels afirmaba lo propio en Dialéctica de la naturaleza.
[21] No se puede pensar la Argentina sin pensar en la situación mundial, pero tampoco sin pensar en Brasil y viceversa. Si uno de los “espejos” de Brasil son los Estados Unidos, otro de los espejos y fuente de ricas analogías mutuas, es la Argentina.
Y lo anterior reenvía a otra cuestión: no existe análisis comparado posible desde los gabinetes académicos. Sólo es posible construyendo una corriente internacional en los principales países políticos del mundo: Estados Unidos, Francia, Argentina, Brasil, Gran Bretaña y Costa Rica, y desde ahí dirigirse hacia el resto del mundo. Esta sería la agenda constructiva de nuestra corriente hoy, agregándole Cuba; mañana puede variar. Está claro que no todos estos países son políticos. Estados Unidos se sumó claramente en los últimos años a la lista, Gran Bretaña no lo tenemos claro, en Cuba hay un cierto despertar en la ultra vanguardia juvenil de Comunistas, etc.
[22] Es decir, el doble de las estadísticas oficiales y donde parece abrirse un nuevo frente de la guerra en Líbano contra Hezbollah.
[23] Se quejan mucho del terrorismo de Hamas, pero el Estado de Israel usa los métodos del terrorismo, el asesinato impune de civiles, desde hace décadas.
[24] La guerra se hace cada vez más inter-imperialista, pero eso no elimina el justo elemento de defensa nacional ucraniana. Ese justo elemento está siendo instrumentalizado por el imperialismo tradicional, pero perderlo de vista es no entender nada de la historia de Ucrania bajo el estalinismo, cayendo en una mirada sólo geopolítica que, como toda geopolítica, pierde de vista a las personas de carne y hueso.
[25] La campaña de Boulos es tan cobarde que cuando le preguntaron por el genocidio en Gaza respondió que él es “candidato a intendente de San Pablo, no de Tel Aviv”… Las elementales líneas de clase se han perdido totalmente en Brasil, un componente fundamental, aunque no el único, de la crisis del socialismo revolucionario en este país: “Una estrategia de oposición por la izquierda a Lula es, peligrosamente, equivocada (…) Nuestros enemigos están a la ofensiva (…) Sólo [es] posible vencer con una táctica ultra moderada” (Arcary, ídem). Está clarísimo que en el caso de Arcary la lucha de clases está fuera de la ecuación. Nuestro compañero Antonio Carlos Soler da una definición muy aguda de su curso: “Arcary, actual teórico del neo-posibilismo, de la revolución pasiva y no más de la revolución permanente (…) Así se pasa al ‘campo de lo posible’ (…) para dar cuenta de procesos de cambio sin radicalidad ni participación de las masas” (“La conciliación de clases favorece la contraofensiva bolsonarista”).
[26] Tanto el PT como el kirchnerismo afirman que las cuestiones extraeconómicas (por ejemplo, la defensa del derecho al aborto y otras) “no tienen importancia en este período”, que lo único que importa es la economía: ¡esto se parece demasiado al economicismo de la izquierda revolucionaria argentina, que se niega a ver el alcance global de la ofensiva mileísta!
[27] Del MES tenemos menos seguimiento porque no tiene representantes intelectuales de peso. Sin embargo, al igual que el MST argentino, se caracterizan por el travestismo político, un tipo de oportunismo descarado que tira la piedra y esconde la mano. El MES se la da de “izquierda del PSOL” pero sigue firme en él, es decir, forma parte del gobierno de colaboración de clases que encabeza Lula.
[28] Lamentablemente, el lado revolucionario de Rosa Luxemburgo no figura en los manuales de Resistencia y de las corrientes del PSOL.
[29] El FITU y el NMAS somos las fuerzas principales de la izquierda revolucionaria argentina en toda una serie de índices, incluyendo a las figuras políticas.
[30] La marxología se ha transformado en una verdadera ciencia independiente. Es tan inmenso y tan rico el legado de Marx y Engels (expresado en las obras más clásicas, sus nuevas traducciones, en sus cartas, en sus apuntes, etc.), que, luego de la ortodoxia estalinista del siglo pasado y con el balance de ese siglo en nuestras cabezas, el marxismo recupera una nueva frescura como “horizonte insuperable de nuestra época”, como agudamente señalaría Sartre. También vivimos, o al menos nos interesa y apasiona a nosotros, una reconsideración de todo el marxismo del último siglo, sobre todo del aporte de los marxistas olvidados o dejados de lado por la academia.
[31] A nivel internacional y más allá del desarrollo de cada sección nacional, nuestra pretensión es construirnos en los próximos años como una corriente de opinión teórico/política internacional que cumpla un rol cualitativo en el relanzamiento teórico y práctico, militante, del marxismo revolucionario.
[32] La palabra “estalinismo” aparece una sola vez en un largo texto.
[33] “Las encrucijadas de la historia reciente y las perspectivas estratégicas para la izquierda hoy” (02/06/24).
[34] En realidad no estamos en una situación revolucionaria sino en una etapa reaccionaria de crisis permanente a nivel internacional, que podría girar a pre o a revolucionaria dependiendo de los desarrollos. Es difícil, hoy por hoy, por ejemplo, que la lucha de clases internacional evite el desencadenamiento de una eventual guerra mundial… la revolución, más bien, podría venir después de esa barbarie, pero difícilmente antes que ella.
[35] Un elemento más en el que coincidimos es en la delimitación del reformismo, lo que es obvio pero tiene en la práctica de esta corriente en la Argentina un elemento disonante: un corrimiento extremo hacia el parlamentarismo, con poca preocupación por la capilaridad por abajo en materia de su construcción partidaria.