La semana pasada, junto con a la continuidad sin tregua de las masivas protestas en Chile para echar de la presidencia al asesino Piñera y la heroica resistencia al golpe en Bolivia, comenzó un nuevo estallido en América Latina. Se trata de Colombia, un país clave para las relaciones de fuerza en el continente y, también, para la dirección de los vientos (y huracanes) políticos que soplen en la región.

Lo que iba a ser el jueves de la semana pasada un mero paro de 24 horas se transformó en Bogotá, capital de Colombia, y otras ciudades en una movilización casi permanente, que además ha puesto en cuestión la continuidad del gobierno represor y asesino del presidente Iván Duque Márquez.

El miércoles 27 de noviembre, Duque enfrentaba otra huelga nacional de 24 horas. En verdad, las actividades en Bogotá y otras ciudades importantes, ya venían semiparalizadas desde la anterior huelga general que tuvo lugar el jueves de la semana pasada.

Un corresponsal en Bogotá describe bien este mecanismo, en que el factor principal resulta ser la inmensa rabia que viene desde abajo, desde la juventud y los trabajadores:

“Colombia vivirá hoy [miércoles 27] una nueva jornada de huelga nacional, sólo seis días después de la «Gran Conversación Nacional»convocada por el presidente Duque.

“A pesar de los avances sobre la mesa del diálogo y de los primeros frutos con ventajas tributarias para los más desfavorecidos, un factor impactó con tal fuerza en una sociedad descontenta que amenaza con resquebrajar la hoja de ruta propuesta por el gobierno. Se trata de la muerte de Dylan Cruz, el joven de 18 años que recibió el impacto de una granada de gas lacrimógeno en la cabeza.

“Los convocantes del primer paro nacional, redoblaron su apuesta con este segundo llamado, en un intento de hacerse con los mandos de la calle tras ser ampliamente superados por el sentir popular. En su primer cara a cara con el gobierno, los líderes sindicales y estudiantiles le exigieron un trato preferencial, al margen de los otros interlocutores del gobierno y de forma directa con Duque….

“Uno de sus reclamos es precisamente la supresión del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), que hoy está en el ojo del huracán desde que el sábado uno de sus agentes disparó contra Dylan Cruz, convertido en símbolo de las protestas que sacuden Colombia. Las inmediaciones del hospital donde fue tratado Dylan Cruz albergaron desde entonces concentraciones y cacerolazos, que se repitieron en todos los centros universitarios. Banderas a media asta ondeaban ayer en buena parte de ellos…[1]

Duque: entre la espada de la rebelión popular y la pared ultra conservadora de la tradicional derecha colombiana

Iván Duque, desde el 7 de agosto del año pasado, es presidente de Colombia. Parte de la demagogia de su campaña electoral, fue la de presentarse como el “presidente más joven de Colombia” por sus 43 años. Pero la mera “juventud” no garantizaba a los trabajadores ni tampoco a los jóvenes que un presidente electo vaya a gobernar en su beneficio.Más bien,examinando los antecedentes sociales, políticos y personales de Iván Duque,era número puesto que haría lo contrario.

De familia, este joven proviene de la más rancia oligarquía de “blanquitos” colombianos con los bolsillos bien forrados, como su antecesor inmediato Juan Manuel Santos… y casi todo el árbol genealógico de presidentes de Colombia desde que existe como Estado.

Pero aún más decisivo que su árbol genealógico familiar es el de sus antecesores políticos, en cuya “familia” política nació y se crió… y que cuando ya estaba “mayorcito” asumió la conducción del “negocio familiar”.

Efectivamente, Iván Duque Márquez no es un joven forjado en las entrañas de las luchas de los trabajadores, la juventud estudiantil u otros movimientos sociales. Tampoco se destaca por su formación intelectual. Iván Duque fue formado en un costoso establecimiento privado colombiano –la “Universidad” Sergio Arboleda– que se caracteriza por “enseñar” un neoliberalismo conservador que además es apto para analfabetos. Sin embargo, cursar en ese establecimiento es un “santo y seña” socio-político e intelectual. Da un certificado de pensamiento archi-reaccionario, que garantiza que el diplomado no tendrá peligrosos devaneos izquierdizantes.

Es que el mismo nombre de“Sergio Arboleda”es toda una señal… y a su vez una garantía ideológico-política. Este personaje, Sergio Arboleda (1882-1888),al igual que toda su familia,fue un gran propietario de esclavos.La riqueza y el patrimonio económico de la familia Arboleda se basó en gran medida en la mano de obra de negros sometidos para trabajar a latigazos en sus haciendas y minas… Y el pensamiento de los Arboleda funcionaba muy en armonía con su condición de esclavistas. Una consecuencia de eso, fue que Sergio Arboleda sería el fundadorideólogo del Partido Conservador, uno de los dos partidos históricos de Colombia.

El pensamiento político del presidente Iván Duque Márquez está encuadrado en esa tradición de recontra-derecha.Y en Colombia esas tradiciones no son meras telarañas históricas, sino factores reales y dinámicos, que, con otros nombres más “contemporáneos”, influyen en la política de partidos, grupos y organizaciones…

 

Bajo el ala de Álvaro Uribe Vélez

En ese sentido, las mencionadas ideologías y políticas que inspiran al presidente Iván Duque, tienen también otra matriz más actual, concreta y determinante. Es la de la corriente política encabezada por el ex–presidente Álvaro Uribe Vélez. Este abogado y político colombiano, fue presidente en los períodos 2002-2006 y 2006-2010.

Uribe, desde mucho antes de ser presidente, fue el impulsor del “todo vale” en el enfrentamiento a la guerrilla de las FARC… y, en ese marco, dar “vía libre” a la promoción del paramilitarismo. Esto implicó incalculables masacres y migraciones del pequeño campesinado colombiano… con el simultáneo gran negocio de la apropiación de sus tierras de parte de los latifundistas amigos de Uribe y sus generales.

Es en esa “escuela” del “uribismo”, que el actual presidente Iván Duque inició y cursó toda su carrera política.

El uribismo encabezó el sector de la burguesía colombiana que, desde su inicio, rechazó de plano las “negociaciones de paz” con las FARC. Recordemos que estas negociaciones se extendieron “oficialmente” desde el 4 de septiembre de 2012 al 24 de noviembre de 2016, fecha en que se firmó en Bogotá el “Acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto”.

Pero, en esa pelea alrededor de los “Acuerdos de Paz”, Uribe (y con él sus seguidores como Iván Duque) obtuvieron un triunfo político, que no anuló esa firma, pero que les restó cierta legitimidad. En un  plebiscito convocado luego de firmados esos acuerdos de paz, ganó el NO, rechazo a los acuerdos, aunque por una leve mayoría.

De todos modos, lo principal es que lejos de traer “paz”, los “Acuerdos de Paz” en los hechos implicaron la apertura de un período de asesinatos sistemáticos, tanto de ex guerrilleros hoy desarmados, como también de activistas sociales y políticos que nunca han tenido que ver con las FARC.

Por supuesto, ni la policía del régimen, ni los militares que siguen operando, logran jamás apresar a los asesinos que mediante el terror tratan de impedir las actividades de los luchadores obreros, estudiantiles, campesinos y originarios.

La explosión de repudio al asesinato de Dylan Cruz, con movilizaciones masivas que paralizaron las principales ciudades de Colombia, expresa el hartazgo de la población y, sobre todo de la juventud, ante esta farsa sangrienta.

En ese cuadro, la mentirosa charlatanería de Iván Duque parece exacerbar la ira de la juventud y de la población en general, en vez de traer calma.

 

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1.- Daniel Lozano (desde Bogotá): “Duque no consigue frenar las protestas con sus concesiones y enfrenta otro paro.” (La Nación, 27/11/2019)

 

 

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