Guzmán, el nuevo ministro de economía

El Ministerio de economía, el nuevo gobierno y el Pacto Social

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Finalmente Alberto Fernández presento su gabinete de  ministros. En una jugada que pareciera destinada más a satisfacer el reparto de cargos que a una verdadera necesidad orgánica se pasa de 11 Ministerios a 20. Así el Ministerio de Interior Obra Pública y Vivienda se dividió en tres ministerios, lo mismo que Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, mientras que  Producción  y Trabajo en dos.

Salud y Desarrollo Social se dividió también, volviendo a tener un Ministerio de Salud, hoy en manos de la abogada Stanley y anulando así el retroceso que había supuesto la unificación macrista.

La designación más esperada era la del hoy Ministerio de Hacienda, que pasaría a llamarse de Economía, como ha sido tradicional en el país. El candidato elegido fue el menos esperado, y resulta entre sorpresiva y desconcertante: el casi desconocido  Martín Guzmán, quien en su propia página web se presenta como Director de la “Iniciativa para el Programa de Dialogo de Políticas sobre Reestructuración de la Deuda”  de la Universidad de Columbia, investigador asociado en la Universidad de Columbia,  profesor asociado en la UBA y miembro del Instituto por un Nuevo Pensamiento Económico dirigido por el Nobel Joseph Stiglitz

Guzmán ha venido presentado “papers” en el ámbito académico, algunos en coautoría con Stiglitz, y artículos que han recogido algunos medios sobre crisis de deuda soberana, propiciando un nuevo marco regulatorio ante la inexistencia de un marco legal internacional, que podría ser llevado adelante por Naciones Unidas, ese lugar donde se van a dar discursos y nada se resuelve que sea contrario a los intereses de alguno de los países  que están sentados en el Consejo de Seguridad.

Avanzando un poco más allá de los piadosos deseos de proteger a deudores y acreedores, excluyendo esos si a los fondos  buitres, en sus últimas presentaciones elige como  la mejor alternativa no incluir quitas de capital, sino “reperfilar”(al final no era un invento macrista) los pagos, pero no a la tasa actual que le prestarían a la   Argentina, sino a una más baja (sin aclarar porque los acreedores lo aceptarían)

Bajo ese esquema  no habría “servicios de la deuda”  en 2020 ni 2021 con una “convergencia a superávit fiscal primario y de una  balanza comercial coherente con la deuda renovada”, sin préstamos del FMI para pagar a los bonistas, y  “si hubiera desembolsos adicionales del FMI, los fondos deben usarse para inversiones orientadas al aumento de producción”  en el sector exportador.

Argentina debe negociar de “buena fe” y no declarar el default, teniendo toda esta maravilla como fecha límite para una “reconfiguración exitosa” marzo de 2020

Las posiciones de Guzmán lo ubican en el campo de la heterodoxia económica, para la cual el capitalismo es la  mejor alternativa posible. Denunciando la desigualdad, los planes de austeridad y al neoliberalismo en general, plantean que  las crisis serían consecuencia de deficiencias regulatorias y/o de políticas incorrectas, y   que  tomando las medidas económicas adecuadas se pueden superar, sin romper ese marco.

Aun residiendo en Estados Unidos, Guzmán no desconoce al mundo actual: de ahí su referencia al actual chiste en boga allí: “la decisión más importante de una persona para tener buenas posibilidades económicas es la de elegir a sus padres.”

Pero para decirlo claramente Guzmán ni siquiera es un técnico,  y bien pronto  aprenderá que el debate académico y las alternativas que se argumentan es una cosa, y los intereses materiales otra bien distinta: la ley del más fuerte en la jungla capitalista aplasta la buena fe, transparencia, imparcialidad, tratamiento equitativo de los acreedores, legitimidad y sustentabilidad por la que aboga.

Con su designación Fernández pareciera querer  continuar con su discurso pre-asunción,  un esquema donde todos resignan un poco, pero terminan ganando. En este caso acreedores que se asegurarían de cobrar finalmente, a pesar de las demoras y Argentina desactivando la trampa mortal en la que está metida. Sin embargo, la realidad es porfiada y no se la modifica con buenos deseos: para los trabajadores, más temprano que tarde se pondrá en cuestión la manera de enfrentar al Pacto Social, que disfrazado de “bien común” tiene en la crisis de la deuda uno de sus capítulos mas importantes.

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