Guía de estudio sobre la situación mundial: ha comenzado una nueva etapa (parte 1)

XVIII Conferencia de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie.

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“La teoría y la historia enseñan que una sucesión de regímenes sociales presuponen la forma más alta de la lucha de clases, es decir, la revolución (…) ‘La fuerza es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva’. Nadie ha sido capaz hasta ahora de refutar este dogma básico de Marx en la sociología de la sociedad de clases. Solamente una revolución socialista puede abrir camino al socialismo”. (León Trotsky citado en “Marx, Trotsky y Mandel. El debate sobre la dinámica del capitalismo”, izquierda web)

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Damos a conocer a continuación el informe sobre la situación mundial otorgado por Roberto Sáenz en la última conferencia internacional de la corriente Socialismo o Barbarie. Conferencia que posteriormente al exitoso Campamento Anticapitalista e internacionalista realizado en Luján, Argentina, con jóvenes delegaciones de varios países y que tuvo amplio impacto mediático, se acaba de reunir en Buenos Aires entre los días 25 y 28 de febrero.

  1. La teoría del imperialismo vuelve por sus fueros

La primera definición sobre la situación mundial es que todo indica que se ha abierto una etapa nueva en la lucha de clases a nivel internacional (tomando acá la idea de lucha de clases como concepto general). No es una mera coyuntura ni una situación; tampoco una nueva etapa que se haya abierto mecánicamente como subproduto de la acción directa de la lucha de clases. Lo que ha ocurrido es una modificación dramática en los factores objetivos de la realidad material mundial (en los elementos que condicionan todos los desarrollos). Hay un conjunto de determinaciones que configuran ya otro período de la lucha de clases y que expresan una marcada diferencia con la etapa anterior. Estamos en otra etapa: de acentuación, de agravamiento, de cambio de signo de todas las contradicciones económicas, geopolíticas, políticas, culturales, ecológicas, que marcan la situación mundial.

Una nueva etapa donde la dinámica es la que acabamos de señalar:a la acentuación de todos los elementos críticos, de todas las contradicciones o líneas de falla del sistema en este siglo XXI, lo que no quiere decir, evidentemente, ningún derrumbe automático del sistema(el catasfrofismo ha sido siempre un mal consejero para las corrientes revolucionarias[1]). Pero en cualquier área del globo adonde miremos (en cualquiera de las esferas sistémicas), lo que se aprecia es una acumulación de tensiones y problemas difíciles de resolver por parte del sistema dominante. Lo que se ha abierto es muy distinto y hasta opuesto al período anterior pos caída del Muro de Berlín, donde el rasgo dominante fue la atenuación de las contradicciones. Dicho período que se extendió, si se quiere, en las últimas décadas del siglo pasado y comienzos de éste, podríamos definirlo como un “período kautskiano”. Karl Kautsky fue el teórico principal de la socialdemocracia alemana e Internacional a comienzos de siglo XX, al cual Lenin consideraba uno de sus maestros. Sin embargo, las presiones del período de estabilidad del capitalismo que fue, groso modo, entre 1890 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial(1914), se expresaron en él y en toda la dirigencia de dicha Internacional bajo la forma de una apreciación evolutiva de los desarrollos y una idea ingenua, burguesa, del progreso: el capitalismo progresaba aparentemente sin contratiempos y por un curso puramente parsimonioso se llegaría al socialismo. La democracia burguesa ya imperialista era la panacea y sólo hacía falta conquistar una mayoría parlamentaria para que el proletariado fuera colocado docilmente en el poder. Una lógica que en materia de dialéctica se expresaba en un crudo y mecánico evolucionismo: la realidad se desenvolvía en la mera gradualidad; los cortes, rupturas, saltos en calidad, etc, estaban excluidos.

Lógicamente que de esto se derivaba una apreciación del imperialismo como un fenómeno puramente político, no estructural: las guerras entre Estados serían un fenómeno pasajero, al contrario de lo que opinaba Lenin de que el imperialismo expresaba, entre otras cosas, una crisis vinculada estructuralmente a una lucha entre Estados dominantes por el reparto de un mundo en áreas de influencia que ya estaban repartidas. Es decir: cualquier nuevo imperialismo debería luchar sangrientamente para abrirse paso.

Dicho en general, es evidente que las décadas de dominio unipolar de los Estados Unidos en el sistema-mundo fueron años “kautskianos” (esto descriptivamente: la teoría de Kautsky falla por sus fundamentos[2]), mientras que la etapa abierta actualmente reactualiza los análisis clásicos de Lenin en el sentido que la época que estamos transitando es una de crisis, guerras y revoluciones. Es decir: los rasgos de la época cobran nuevamente actualidad en la etapa que se está abriendo (la que no es una afirmación menor ni general: es un hecho testarudo, estructural de lo que viene).

Significativo es que en las décadas anteriores, intelectuales marxistas de varios orígenes y tradiciones (desde Toni Negri hasta varios marxistas vernáculos) se hayan expresado en el sentido de que la teoría del imperialismo estaba demodé, que la globalización económica, el desarrollo internacional de las cadenas de aprovisionamiento y demás, excluían la posibilidad de guerras mayores entre Estados (admitían la posibilidad de un Estado único mundial, es decir, de un Imperium como tituló el propio Negri junto con Hardt una obra de moda a comienzos del siglo actual). Todos los desarrollos de la nueva etapa en general, y la guerra de Ucrania en particular, amén de las contradicciones crecientes entre Estados Unidos y China, están ahí para demostrar la falsedad e impresionismo de dicho aserto. Los problemas del capitalismo son estructurales y aunque cada etapa del mismo obliga a repensarlos y no repetir fórmulas de manera doctrinaria, una atenuación de sus contradicciones sólo puede ser un evento transitorio: las fallas estructurales que lo atraviesan como sistema de explotación, opresión y expoliación, amén del sistema de competencia entre Estados poderosos y subordinación de los débiles, evidentemente no pueden resolverse pacíficamente, sin grandes luchas, crisis, guerras y revoluciones.

  1. Una tendencia a eventos sangrientos

Las contradicciones y problemas que están en la base del sistema-mundo entrados ya en este siglo XXI,tienden a ser cada vez más críticas. Todavía no estamos frente a nuevas revoluciones; todavía las crisis económicas no son tan dramáticas como la de 1929, todavía no estamos ante una guerra mundial interimperialista (aunque la dinámica ucraniana está abierta y su cara de guerra por procuración se ha agravado), pero sin embargo todas las tendencias son al agravamiento de las contradicciones.

Como subproducto del conflicto ucraniano y de las crecientes contradicciones entre Estados Unidos y China, reaparece algo que estaba excluido hace décadas del escenario: el rearme, la remilitarización, una nueva carrera armamentística que incluye, incluso, la pelea por el dominio del espacio exterior. Lógicamente, este rearme parte de niveles muy bajos de existencias. Sacando a los Estados Unidos, primera potencia mundial indiscutida, y sacando a China que tiene ya el segundo presupuesto militar, y dejando también a Rusia en un lugar especial (Rusia tiene un presupuesto militar mediocre en comparacion con Estados Unidos y China, pero tiene una vasta experiencia militar acumulada que viene desde la era “soviética”), las demás potencias imperialistas parten de niveles bajísimos, casi ridículos, de existencias (ver ahora las dificultades de la OTAN para enviar tanques a Ucrania).

Nada de esto niega el retorno de la pelea contra la guerra por procuración en Ucrania (así como el sostenimiento crítico de los derechos de autodeterminación del pueblo ucraniano), la pelea contra el rearme y el renovado (aunque todavía atenuado) peligro nuclear, la movilización contra la OTAN y todos los tratados militares de los viejos y nuevos imperialismos o proto-imperialismos, etc. Es decir: todo un nuevo conjunto de tareas que estaban excluidos a todos los efectos prácticos en la etapa anterior; lo que incluye, insistimos, el retorno del espectro del peligro nuclear, algo completamente fuera del horizonte desde hace décadas (algo que no estaba presente en la generación actual y que, junto con la destrucción del planeta, repropone la idea de la eventualidad de eventos catastróficos generados por el sistema capitalista[3]).

Es difícil, sino imposible, pensar que estas nuevas contradicciones se resuelvan sin sangre, por pura convención o consenso (son demasiado agudas para ello; el choque de intereses y contradicciones es demasiado estructural). Estamos más cerca que décadas atrás de eventos sangrientos; eventos donde las relaciones de fuerzas entre clases y entre Estados se dirimen en los hechos, en el terreno físico, no en el de la mediación.

Por supuesto, hay países muy mediatizados donde la democracia burguesa sigue siendo fuerte. Pero, incluso en ellos, hay elementos nuevos como el asalto trumpista al Capitolio, el asalto a Brasilia del bolsonarismo dos meses atrás, etc. Es decir, sobre todo respecto de los Estados Unidos,hay un cuestionamiento a sacrosantas instituciones centenarias de la democracia imperialista. Y lógicamente hay países más dramáticos, más brutalizados como Perú, donde trataron de aplastar la rebelión con una masacre (el caso de Puno-Juliaca, por no olvidarnos de Sakaba y Senkata durante el golpe en Bolivia).

¿Qué tenemos entonces? Que, tanto a nivel de las relaciones entre Estados como a nivel de la lucha de clases, comienza a correr sangre, se tienden a romper más habitualmente los límites de la institucionalidad (sea la institucionalidad del derecho internacional, sea la de la democracia burguesa) y se pasa más “fácilmente” a eventos directos de la lucha de clases o de las guerras entre Estados donde lo que decide las cosas son las relaciones de fuerzas desnudas (las fuerzas materiales en pugna). La tendencia a la bonapartización de los regímenes políticos es parte de esto, ya lo veremos.

  1. De la barbarie en las palabras a la barbarie en los hechos(y,eventualmente, a la revolución)

En esta nueva etapa hay elementos de degradación políticos y geopolíticos, también en las condiciones de vida y de trabajo donde la ofensiva capitalista es feroz. En la Argentina se discute eso: ¿cómo ir a un salto cualitativo en la explotación del trabajo? (las contrarreformas estructurales pendientes amén de liquidar las relaciones de fuerzas todavía heredadas del 2001). Y aunque a priori no les daría la “nafta”, están creciendo a ojos vista los peligros: ¿quién va a hacer el ajuste feroz que se balbucea?, ¿por qué medios?A modo sólo de ejemplo, en Perú acaban de votaren una Comisión del Congreso, la jubilación a los 75 años… una lisa y llana eliminación de la misma. Esto en un país donde el 60% de Lima votó a Keiko Fujimori y donde el intendente de Lima, miembro del Opus Dei, se flagela azotándose frente a las cámaras (y donde, también, el golpe de Estado parlamentario convive con una rebelión popular; todo eso es parte del cuadro).

Que se entienda bien: esta nueva etapa de la lucha de clases no anula todavía los elementos de mediación, pero acentúa todas las contradicciones. Y esa acentuación es una dinámica de etapa, o sea, de período más largo. Todos los análisis hablan de una situación que se va a poner más ríspida, y nuestra corriente es ultra joven y hay que ponerla a tono (en primer lugar intelectualmente, por así decirlo).

Mandel afirmaba agudamente que la brutalidad en las palabras antecede a la brutalidad en los hechos; crean las condiciones para legitimar la brutalidad en los hechos. Por ahora muchas de esas palabras son“gas” (invectivas y ataques en las redes sociales). Pero la brutalidad en las palabras no estaba en la etapa anterior, por lo que hay que anotarlo como un hecho nuevo (y no casual). En la etapa anterior dominaba de manera indiscutida el centro político -que sigue dominando, a no confundirse-, pero con más acechanzas, con creciente polarización política, social, económica y entre Estados; con una brutalización en las palabras que sectores burgueses de regular tamaño hacen suyos (en el Occidente capitalista-imperialista sigue siendo una minoría de la burguesía la que apoya a la extrema derecha; la mayoría apoya soluciones centristas más o menos inclinadas hacia la derecha, aunque hay novedades también en este sentido donde gobiernos como el de Biden, internamente, se inclinan en cierto modo hacia “izquierda”, ya lo veremos.)

Las soluciones de consenso, la democracia burguesa aun debilitada, sigue imperando (lógicamente que excluimos acá a China, Rusia e incluso, en cierto modo, India). Sin embargo, la brutalización del discurso político, la llegada de la extrema derecha (todavía básicamente operando en el marco institucional y sin raíces del todo organizadas por abajo, aunque esto podría cambiar rápidamente), el cuestionamieto de las libertades democráticas y del mismo régimen democrático burgués por derecha, constituye un peligro que sería gravísimo subestimar.

Podríamos decir que la extrema derecha hace un movimiento preventivo frente a la eventualidad de un creciente cuestionamiento del capitalismo voraz del siglo XXI. Cuestiona las libertades democráticas, cuestiona los avances en materia de los derechos de las mujeres y lgbti, cuestiona cualquier mínimo arbitraje desde el Estado, las conquistas sociales que restan, la organización de los trabajadores, etc.; quiere imponer el reino de la esclavitud laboral, así como retrógrado en materia de relaciones humanas y de las ideas (alienta las interpretaciones del mundo irracionales: el terraplanismo, el emprendedurismo ultra liberal, la idea que el cambio climático es un invento de la “izquierda cultural”, etc).

Y si de cualquier manera hay contratendencias evidentes(la persistencia de la rebelión popular, por así decirlo); es decir, polo y bi-polo de la lucha de clases local, regional e internacionalmente, el crecimiento de la extrema derecha y de los intentos bonapartistas (muchos de ellos por ahora fallidos), expresa esta tendencia a soluciones no consensuales en la lucha de clases y las relaciones entre Estados.Una tendencia a que se resuelvan las contradicciones con “sangre”, aunque también vale la dialéctica de las cosas y por eso no es la solución principal de lo más lucido de la burguesía: alienta sin duda alguna el retorno de las revoluciones sociales en el siglo XXI. La sociedad humana no es un cuerpo inerte, es un cuerpo vivo: vos inclinás el péndulo demasiado extremadamente para un lado y sin lugar a dudas el péndulo va a rebotar, pero no para quedarse en el centro, sino para irse al otro extremo; esto es parte de una “física política” inevitable. De ahí, repetimos, que lo más granado y lúcido de la burguesía, sus “cuadros dirigentes”, no los “burgueses de a pie” –fracciones de las clases medias altas- sigan prefiriendo soluciones de consenso, si es posible profundizando la ola de contrarreformas.

  1. Retorna el fenómeno de las guerras interestatales y por procuración (indirectamente interimperialistas)

El elemento geopolítico en esta nueva etapa es abrumador, tiene una presencia descomunal, y para nosotros, en cierto modo, es insoportable porque no es nuestro terreno (directo): no somos un Estado, y si lo fuéramos no nos ubicaríamos de manera privilegiada desde las relaciones entre Estados sino entre las clases. No somos de esos marxistas que festejan la llegada del “Ejército Rojo” estalinista a Berlín como si eso fuese la expansión mecánica de la “revolución socialista”… Nuestro vector no son los Estados. Y no lo serían aunque dirigiéramos un Estado obrero: nuestro vector privilegiado es la lucha de clases. Por eso nos molesta la geopolítica, porque desplaza la lucha de clases y coloca como actores de la historia a los Estados.

La idea que los vectores de la historia son los Estados es una herencia de la Revolución Francesa donde, por lo demás, el Estado y el pueblo de a pie (los sans culottes) estaban solapados. El sujeto del marxismo revolucionario es la clase obrera, no cualquier Estado incluso “obrero”.

Por lo demás, y lógicamente, pensadores enormes como Hegel, imbuidos por la propia Revolución Francesa y, también, por las tareas pendientes de su época en Alemania (la falta de su constitución en Estado nacional), eran estatistas. De ahí que sufriera la rigurosa crítica de Marx en ensayos geniales como la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel donde Marx colocaba en el centro de las cosas a la sociedad civil (el entramado de masas y economía).

Dicho lo anterior, hay que señalar inmediatamente que un hilo dialéctico invisible une, en cierto modo, la guerra y la revolución, así como las guerras, toda guerra, no es más que la continuación de la política por otros medios. Lo que significa sencillamente que hay que discriminar el tipo de guerras: hay guerras justas como las guerras revolucionarias o las guerras por los derechos de autodeterminación nacional, así como las guerras civiles (guerras entre clases), y otras que no lo son: las guerras interimperialistas o por procuración: guerras que hay que luchar por transformar de guerras reaccionarias que son en un evento revolucionario contra la guerra misma[4].

Está claro que cuando condenamos la geopolítica lo que estamos condenando son, más bien, las guerras interimperialistas o reaccionarias que se combaten por encima de los intereses de las masas; que buscan romper ese hilo invisible entre guerra y revolución; guerras combatidas por Estados reaccionarios en mero detrimento de las masas.

Sin embargo, la confusión de lucha de clases y geopolítica tiene larga data en el marxismo con autores como el recientemente fallecido Doménico Losurdo renovando el abordaje estatista de los asuntos(por definición las relaciones entre Estados son la materia de la geopolítica. Lógicamente, las relaciones entre clases sociales son la materia de la lucha de clases directa): “Trotsky, que mira el poder conquistado por los bolcheviques en Rusia como un trampolín para la revolución en Occidente, es el más eminente representante del marxismo occidental. Acusado por su opositor por su pretendida angustia nacional y provinciana, Stalin es, por su lado, encarnación del marxismo oriental: él nunca salió de Rusia y, ya entre febrero y octubre de 1917, presenta la revolución proletaria como un instrumento necesario no solo para edificar un Nuevo orden social, sino también para reafirmar la independencia nacional de Rusia (…)” (Doménico Losurdo, O marxismo occidental. Como nasceu, como morreu, como pode renascer; 2018; 43).

A lo que podríamos agregarle sin violentar al autor, “y construir un Estado en el sentido pleno de la palabra” (Losurdo cuestiona la idea misma del marxismo acerca de la tendencia necesaria a la desaparición del Estado en la transición socialista).

El hecho es, sin embargo,que las tensiones entre EEUU, China y Rusia se han agravado de manera monumental (una característica central de la nueva etapa). No se han roto las relaciones diplomáticas (funcionarios de estos Estados se reunen periódicamente), pero en este momento en Ucrania hay una “guerra doble” donde el elemento de autodeterminación nacional de los ucranianos, que defendemos, está sobredeterminado (ensombrecido) por el elemento de guerra por procuración y conflicto interimperialista (la complejidad del conflicto ha sido un elemento de confusión y dispersión en la izquierda internacional[5]).

En la discusión de Rosa con Lenin, Rosa afirma que todas las guerras nacionales son por procuración en la época del imperialismo, y Lenin dice que no, que hay que ver cada guerra en concreto, porque si no negás todo legítimo derecho a la autodeterminación cuando no todos los pueblos están en el mismo estadío histórico: hay países imperialistas y otros sometidos.

Sin embargo, tampoco se puede perder de vista que el elemento de guerra por procuración,que el elemento interimperialista, existe y crece en esta nueva etapa. En Ucrania en este momento domina más ese elemento, y la carne de cañón están siendo los ucranianos: les destruyen el país como subproducto de la invasión rusa y también por la política pro imperialista de Volodimir Zelensky, que no tiene nada de independiente, es un idiota útil de la OTAN, que está dispuesto a hundir a Ucrania por intereses que le son extraños(aunque, insistimos, el elemento de autodeterminación nacional, de autodefensa nacional es legítimo y subsiste aunque en este momento subordinado[6]).

De ahí que la clave del actual momento en esta guerra de desgaste, destructiva, es el planteo de alto el fuego, de paz sin anexiones, exigir la retirada de las tropas de Putin, el desarme de la OTAN (su disolución), etc. (ver la reciente declaración de nuestra corriente a éste respecto: “Por una paz justa sin anexiones”).

El otro gran problema geopolítico es el del Mar de la China meridional, que involucra a Taiwán (es decir: el problema de Taiwán incrementado luego del sometimiento de Hong Kong). Son problemas que con la caída del estalinismo y la vuelta al capitalismo hay que mirar de vuelta, con una cabeza distinta.El marxista chino-hongkonés Au Loong Yu defiende la autodeterminación de Taiwán, no la independencia pero sí la autodeterminación (“Un lugar legítimo para Taiwán en este mundo”, izquierdaweb). Nosotros seguimos a Au Loong Yu porque tratamos de estudiar a los marxistas de los países que estudiamos y no teorizar en abstracto (sobre el derecho a la autodeterminación de Taiwán: “¿Estalla China?”, izquierdaweb).

Sobre la confrontación con China, Biden afirmó que su política (que expresa la unidad burguesa yanqui en este punto, otro elemento nuevo: un elemento de confluencia entre Demócratas y Republicanos) es la “competencia, no el conflicto”. Esto como tratando de poner un límite a los desarrollos aunque es evidente el giro de 180 grados en la política estadounidense a frenar a China[7].

Sin embargo, el Ministro de Relaciones Exteriores chino acaba de responder que esto “no es verdad”, que si “Estados Unidos no cambia su política agresiva hacia China”, “se va inevitablemente hacia el conflicto” (parafraseo acá sus palabras, no son textuales pero creo ser fiel al contenido de sus declaraciones).

Por su parte, el proyecto del PCCh es nacional imperialista, no emancipador (erroneo los que ven su curso como “antiimperialista”). Cambió el proyecto anticapitalista con elementos de defensa nacional que tenía en sus orígenes por un proyecto capitalista imperialista en construcción (el marxista francés Pierre Rousset tiene sensibilidad sobre esto, pero su posición tan desencaminada sobre Ucrania cuestiona sus abordajes[8]).

Es una cuestión delicada, porque nadie sabe si en el mundo caben China y los EEUU (evidentemente no, de ahí la dinámica al conflicto). El mundo es más chico, por eso también emerge el problema ecológico: el mundo ya no es infinito, ese es otro dato del siglo XXI. En el siglo XX, el “marxismo” en general (no Marx, ni Engels, ni tampoco Trotsky[9]) era productivista. Esto llegaba al nivel que el estalinismo (que obviamente no era marxista),no consideraba como costo el capital fijo, su depreciación y las materias primas.La naturaleza estaba ahí, literalmente, para “hacerla pelota” (con perdón de la expresión, pero es bien gráfica), lo mismo que para hacer pelota la fuerza de trabajo (lindo “Estado obrero” el del estalinismo…). En este siglo, el elemento más materialista de la ecología es ese:se acabó la “infinitud” del mundo[10].

Este final de la infinitud del mundo da un marco al discurso sobre las relaciones metabólicas humano/naturales completamente distinto que en el siglo pasado, amén que la presión del cambio climático es real y se siente físicamente en el entorno cotidiano de la vida de masas ingentes de personas. En todo caso, aunque volveremos sobre ellos, ecología y pandemia hacen distópica en cierta forma la vida cotidiana pero no como una película que se ve en las redes o en Netflix, sino en la vida real, lo que coloca un conjunto nuevo de percepciones y potencialidades anticapitalistas bien concretas[11].

  1. Cuando los Estados se ponen por encima de la economía

Viendo la competencia hegemónica entre Estados Unidos y China, ¿qué cambio ha habido?: que los Estados han vuelto a ponerse por encima de la economía. Los Estados no habían desaparecido y han vuelto por sus fueros (otro elemento de la teoría del imperialismo que es actualísimo).

Para que se entienda sencillamente, la teoría del imperialismo es una que en el análisis del capitalismo combina la que son sus dos realidades estructurantes: no sólo la economía, sino los Estados en competencia (por no olvidarnos, claro está, de la lucha de clases). Esto significa, estructuralmente, que la tendencia al mercado mundial nunca puede ser llevada hasta su remate lógico: la actual globalización que vive el mundo, la más extendida en la historia del capitalismo encuentra sus límites, sin embargo, en que precisamente los Estados subsisten y vuelven por sus fueros: explicitan sus derechos.

Un mercado realmente mundial sólo puede conquistarse con el socialismo (con la desaparición de los Estados y las fronteras mismas).

Cuando estaba en auge la globalización, los capitales iban a China a abaratar sus costos; era la era de la deslocalización de los centros imperialistas tradicionales, una era que duró varias décadas e internacionalizó las cadenas de aprovisionamiento. Sin embargo, al volver a colocarse los Estados por encima de la economía (relocalización por razones geopolíticas, no específicamente productivas), se arma un gravísimo problema (lejísimo aun de estar resuelto), porque la economía, el “libre mercado”, es más competitiva cuando está extendida en el mercado mundial (la división del trabajo es mundial y si cada Estado o región hiciera lo que es más competitivo desde el punto de vista mundial, aunque no desde el punto de vista de los Estados mismos, la competitividad global ganaría, es obvio esto aunque imposible de llevar bajo el capitalismo a su límite lógico[12]). Sin embargo, los Estados existen y requieren de bases materiales que se encuentran dentro de sus fronteras (si pudieran abrir mano completamente de esto, se acabarían los mismos). Asimismo, los Estados son numéricamente menos que las empresas, y necesariamente tienden a fijar más geográficamente los capitales productivos porque dominan territorios, poseen cuentas nacionales, amén de poseer el monopolio de la violencia sobre ese determinado territorio, etc, y en estas condiciones, la lucha entre Estados se hace por definición cien veces más concentrada que la lucha entre empresas; de ahí que las guerras entre empresas, monopolios, etc, son guerras económicas, competencia acendrada, pero las guerras entre Estados son militares, sangrientas, lo que marca una diferencia evidente (no se puede confudir guerra económica y guerra militar, son cosas distintas, planos distintos de las relaciones humanas). Aunque lógicamente los Estados también compiten y de manera multiplicada, el tema es que la barrera entre competencia económica o comercial y competencia militar que no sólo es económica, sino también nacional, por territorios, geográfica, las fronteras entre una y otra comienzan a borronearse.

Repetimos una y mil veces que hablamos de nuevas tendencias, no todavía de una modificación completa de la configuración globalizadora; las cadenas de aprovisionamiento mundializadas siguen presentes, es dificilísimo “desenterrar” capital fijo, etc., pero muchos capitalistas como Mark Moebius, por ejemplo, declaran ahora que “sólo circunspectamente favorecerían inversiones en China”, esto más allá que al ser el mercado más grande del mundo no hay cómo evitar invertir en él (caso de Alemania, por ejemplo). Pero algo distinto es seguir deslocalizando ramas enteras hacia dicho país o que nudos fundamentales de las cadenas occidentales de aprovisionamiento estén en él (de hecho existe ya una migración a otros países del sudeste asiático).

En definitiva: existe una crisis en la globalización; si sos gran burgués hoy lo pensás dos veces antes de ir a China. Parte de esto es que hay un giro con Biden que debemos estudiar más en profundidad, que tiene una política expresa de reindustrializar EEUU: esa es otra novedad. Las relaciones laborales son tan neoliberales como venían siendo (aunque Biden parece alentar la sindicalización; hay que terminar de estudiar exactamente por qué), pero esa política no es (tan) neoliberal; The Economist se queja de que eso no es de libre mercado. Biden estableció una serie de programas de apoyo en materia de semiconductores, infraestructura, etc., así como barreras arancelarias y no sólo contra China sino también contra la UE… Europa se queja de la política proteccionista de EE.UU. y el marxista yanqui Dan Le Boz afirma que en materia interna Biden tiene un discurso a“izquierda”.

O sea, competencia y eventualmente conflictos sangrientos en lugar de cooperación; relocalización de cadenas productivas. ¿Seguiremos en un único circuito mundial de valorización, o se va hacia un “doble circuito superpuesto”? Doble circuito quiere decir “dos mercados mundiales en uno”, lo que es improductivo. (Exageramos la nota para que se entienda lo que hay en juego, pero dada la profundidad del entramado productivo mundial todavía no hay un mundo bipolar, pero sí estamos frente a una polarización asimétrica que se desplaza de la competencia entre Estados a la economía –con Estados Unidos y China como actores excluyentes de esta competencia).

La teoría del imperialismo vuelve por sus fueros, entonces, con el elemento clásico de la competencia entre Estados que no estaba cuando EEUU era hegemónico. El imperialismo surge cuando termina la primera oleada liberalizadora de 1870 a 1914; luego vino una larga oleada proteccionista hasta 1970, cuando llegó la nueva etapa liberal, lo que llamamos neoliberalismo, que no terminó ni de lejos, pero hay nuevos elementos competitivos.

  1. El capitalismo voraz del siglo XXI (rasgos generales)

Desde el punto de vista estrictamente económico, conviven tendencias contrapuestas (más allá de la coyuntura que acá no abordaeremos[13]). Por un lado, una revolución tecnológica monumental cada vez más difundida por las diversas ramas productivas (negar esto sería paleolítico), que convive con un capitalismo muy abstracto, “incomprensible”, donde hay gente que se hace millonaria de la noche a la mañana, con un desarrollo exuberante de herramientas abstractas financieras que suben y bajan; por el otro, la esclavitud laboral más brutal de la juventud trabajadora. Son dos vivencias distintas. (El caso de Perú, por ejemplo, es un extremo de una vivencia mundial: extractivismo sin límites, trabajo informal al 80 o 90% de la fuerza de trabajo, hundimiento de la tasa de sindicalización, la herencia del imperio fujimorista neoliberal. Lógicamente, es un país más bien “marginal” en la economía mundial pero ilustrativo, quizás, extremo, de tendencias mundiales.)

Junto con eso, obras arquitectónicas monumentales como inventar países enteros como Qatar, los demás Emiratos Árabes Unidos, etc.

Es decir: conviven imágenes sumamente contrapuestas del capitalismo: formas ultra modernas de explotación del siglo XXI (explotación por algoritmo, IA, etc.) y condiciones de trabajo del siglo XIX sin derechos de ningún tipo. Monumentos al desarrollo capitalista en materia tecnológica y urbana, junto a la brutalización y barbarización de las relaciones humanas en amplias partes del mundo. Riqueza extrema en un polo y pobreza mayúscula en el otro:el capitalismo es más que nunca un “mundo de contrastes”. La ley del desarrollo desigual y combinado se le aplica como nunca en el ámbito mundial. Y lo específico es que se hace más voraz no solamente porque no está aun el contrapeso de nuevas revoluciones sociales como en la segunda mitad del siglo pasado sino, además, desde el punto de vista económico, porque el mundo también se hace “finito” desde el punto de vista estrictamente económico: lo específico de las tendencias a la crisis actual es que las ganancias logradas con la restauración del capitalismo en un tercio del globo se están agotando y hay que encontrar las nuevas fuentes de valorización (atención: hay por donde, ya lo veremos[14]).

El capitalismo no está débil, es una bestia muy difícil de domar (la mercantilización del mundo es monumental; todo es mercancía, todo se compra y se vende). Sus contrastes son infinitos, tiene muchas acechanzas, pero no está débil: sigue siendo una historia de revolucionamiento constante de las fuerzas productivas, amén de la creación de crecientes fuerzas destructivas feroces, atroces, destrucción del planeta y de la fuerza de trabajo. Al desaparecer el fantasma de la revolución, el capitalismo se volvió feroz (homogéneamente feroz). En Argentina no lo vemos del todo porque aquí hay paleocapitalismo. Pero en el mundo hay un proceso de modernización enorme y extremadamente desigual que convive con elementos parasitarios crecientes yuna superexplotación feroz, con todo tipo de estratificaciones y no solamente de clase (aunque el conflicto de clases, atención, es el que ordena todo lo demás, el que estructura las demás relaciones sociales): un capitalismo armado hasta los dientes, con barrios privados, con represión, con masacres: si sos trabajador, trabajadora, negro, gay, inmigrante, mujer,etc., te discriminan, te súper explotan (incluso, literalmente, según los casos, te matan impunemente[15]).

Hay una discusión, nueva también, que es la de“transición ecológica”. El capitalismo verde es un gran negocio. De cualquier manera, con la guerra de Ucrania la producción de combustibles fósiles ha aumentado. El consumo de fósiles no baja, pero el consumo de combustibles verdes tiende a crecer aunque eso no significa que no sean contaminantes: las baterías de litio, el litio, es una nueva historia de depredación y extractivismo (“Litio: el material del futuro”, izquierda web). Lamentablemente no tenemos espacio acá para desarrollar esta temática, pero de cualquier manera dejemos anotado que la de la desigualdad es una de las principales discusiones hoy respecto del anticapitalistamo; de la porquería insoportable que es hoy el capitalismo para la inmensa mayoría de los explotados y oprimidos.

Hay una discusión sobre la tasa de ganancia del capitalismo, si se recuperó y cuánto en relación a los años 70. Los capitalistas están ganando como nunca porque la clase obrera está muy atrás, entonces el capitalismo está a sus anchas. La clase trabajadora está muy atrás porque el siglo XX terminó mal. Han aumentado los criterios de explotación de manera feroz, y esa ofensiva sigue, no hay ninguna concesión en ninguna parte (el retiro de las viejas concesiones y el no otorgamiento de nuevas, es una característica del capitalismo actual[16]) No va a haber concesiones si no los fusilamos o los agarramos del cogote; tiene que transformarse la rebelión en revolución. Si no, puede que consigamos alguna conquista democrática que el capitalismo pueda absorber, como las de género que se han conseguido en algunos países; pero conquistas económicas, si no vuelve la revolución, no va a haber: correr la línea entre trabajo necesario y trabajo excedente significa una lucha sangrienta.

De cualquier manera, no se trata solamente de la tasa de explotación, esa sería una explicación vulgar de la crisis capitalista. Hay problemas graves en materia de valorización del capital. La exhuberancia del capital ficticio expresa eso. Además, el elemento competitivo entre Estados también expresa que la ganancia geográfica enorme del capitalismo luego de la caída del Muro de Berlín y con la restauración capitalista de 1/3 del globo para la creación de plusvalor y la mercantilización,tiene sus límites. Es verdad, sin embargo, que la próxima historia de éxito podría ser África, todavía en gran medida inexplorada en materia de una explotación capitalista basada en el desarrollo de fuerzas productivas y el plusvalor relativo (por no hablar que seguramente en India todavía hay muchísimo campo  inexplorado, está la cuestión de la conquista del espacio, etc.[17]).

Pero, en todo caso, la tasa de ganancia se recuperó sin dudas en las últimas décadas (aunque sin llegar a los niveles de posguerra), pero los evidentes elementos de parasitismo, de herramientas ficticias como los Bitcoin, la producción más que proporcional volcada a la construcción inmobiliaria no reproductiva (es decir, que no es capital productivo), etc, indican que la convivencia dramática entre tendencias productivas e improductivas, amén de fuerzas productivas y destructivas y del drama ecológico (el saqueo de la naturaleza).

En todo caso, son dos miradas polares igualmente unilaterales las que no funcionan en relación a la dinámica capitalista. Una, es la idea vulgar de que las fuerzas productivas habían dejado de desarrollarse. Ernest Mandel le dio hace años (y en otra etapa económica mundial) una buena respuesta a este abordaje vulgar no casualmente con un texto escrito por un marxista que habitaba en el centro imperialista: El capitalismo tardío. Nahuel Moreno, desde la periferia sudamericana y Argentina, país, efectivamente, en crisis permanente aunque socialmente muy moderno, tenía la posición de que las fuerzas productivas habían dejado de desarrollarse en … 1914 (en sus últimos años de vida cambió esta posición). Otras tendencias trotskistas siguen teniendo iguales o más equivocadas posiciones (grupos caracterizados por el “catastrofismo” y por fuentes teóricas que no son las del marxismo revolucionario sino por el debate al respecto ocurrido en la Segunda Internacional que terminó en una vía muerta[18]).

Lenin y Trotsky nunca defendieron el catastrofismo, con el primero llegando a afirmar que “nunca hay situaciones absolutamente sin salida para la burguesía” si no se la tira abajo, y Trotsky recordando el pronóstico alternativo de raíz engelsiana y luxemburguista, de socialismo o barbarie.

En la entreguerra Henryk Grossman produjo una obra profunda llena de matices sobre el supuesto “derrumbe del capitalismo” (La ley de acumulación y el derrumbe del sistema capitalista), pero, que recordemos, su esquema dejaba afuera ex profeso la lucha de clases (es decir: dejaba establecida algunas mediaciones). La idea de Trotsky sobre la “curva del desarrollo capitalista” es menos mecánica y más terrenal porque le adosa a las tendencias internas del sistema las condiciones histórico-objetivas en las cuales opera y que no pueden excluirse del análisis total.

Por otra parte, tampoco sirven los análisis que embellecen el sistema: aquellos autores que no ven crisis en el capitalismo, que lo ven desarrollando fuerzas productivas como si tal cosa, como si fuera un sistema en “eterno crecimiento”, sin historia. Años atrás desarrollamos un debate con uno de esos marxistas (Rolando Astarita, serio pero carente de criterio político), que con un enfoque positivista pierde de vista la dimensión histórica del sistema (eternizan sus leyes y desarrollo): la acumulación creciente de fuerzas productivas y destructivas, un sistema en el que cada progreso es acompañado por una regresión: “El hecho que el capitalismo continúe oscilando cíclicamente (…) indica, sencillamente, que aún no ha muerto y que todavía no nos enfrentamos con un cadáver. Hasta que el capitalismo no sea vencido por la revolución proletaria, continuará viviendo en ciclos, subiendo y bajando. Las crisis y los booms son propios del capitalismo desde el día de su nacimiento; le acompañarán hasta la tumba. Pero para definir la edad del capitalismo y su estado general, para establecer si aún está desarrollándose, o si ya ha madurado, o si está en decadencia, uno debe diagnosticar el carácter de los ciclos, tal como se juzga el estado de los organismos humanos, según el modo como respira: tranquila o entrecortadamente, profundo o suave, etcétera” (Trotsky citado en “Marx, Trotsky y Mandel. El debate sobre la dinámica histórica del capitalismo). Astarita le critica a Trotsky sus apreciaciones sobre la crisis capitalista en los años 30, pero con el diario del lunes es fácil. Es bastante obvio que los años 30 fueron una década bastante catastrófica, pero luego el capitalismo superó ese cuello de botella (no sin ayuda del estalinismo, que hundió la URSS y las perspectivas emancipatorias).

En síntesis: el capitalismo sigue siendo una historia de éxitos y fracasos, de “progreso” y regresión cuyo nudo gordiano no lo romperá ningún mecanismo interno del mismo sino la lucha de clases, amén de que sus crisis se generen por las propias leyes que lo rigen. Pero su superación emancipatoria no la podrá resolver ningún derrumbe automático del sistema, sino la revolución socialista (o la humanidad recaerá en circunstancias de cada vez mayor barbarie).

De ahí que el debate sobre la crisis del capitalismo, sobre la nueva etapa, nos traslade, de manera directa, a los problemas de la estrategia revolucionaria, cuestión que veremos en la segunda parte de este informe.

  1. Polarización multiplicada (entre clases, entre Estados y en el seno de la clase dominante)

Hay una creciente polarización en la lucha de clases porque los acuerdos consensuales, que siguen dominando, están en crisis. Hay una polarización entre clases, entre Estados y un elemento nuevo: hay más división burguesa. Este tercer elemento de polarización quizás lo tengamos más incorporado en Brasil donde estuvo Bolsonaro, que tuvo el apoyo de la burguesía al inicio, pero después la burguesía giró. En la Argentina, a esa división burguesa creciente se la llama “grieta” (es una división no sólo electoral sino en materia del tipo de ajuste y también más estructural).

Las divisiones entre sectores burgueses a veces son económicas, a veces políticas, pero en todo el mundo hay“grieta”, en primer lugar en EEUU:la política yanqui es “divisiva” hace tiempo(aunque han llegado a un acuerdo sobre China y eso atenuó en parte al menos esa pieza estratégica de la grieta). No hay grandes estadistas que generen consenso en todos los sectores de la clase dominante y en todas las “tribus” capitalistas: hay diferencias que son reales, de ahí la crisis de los consensos tradicionales.

Hay dos diferencias estructurales muy importantes (dos criterios “organizadores” generales de las mismas). Una es globalización tout court –neoliberalismo y libre mercado sin límites– o Estados (elementos de intervención estatal o de “capitalismo de Estado”[19])–“ojo que también dirigimos un país” podría decir este último sector–. La otra división es:¿democracia burguesa o bonapartismo? El consenso mundial por la democracia burguesa está en crisis, aunque sigue siendo mayoritario en el mundo occidental. En la primera entrevista de Biden con Xi Jinping, éste le dijo: “La democracia tiene mucho costo, tienen que negociar, ponerse de acuerdo; acá lo echamos del Congreso a Hu Jintao y listo” (la última parte la agregué yo, pero en sustancia es eso: acá resolvemos por arriba y listo –más “económicamente”, sin costos políticos).

En Argentina, en una nota del periodista reaccionario Morales Solá, se dice que Milei (figura de extrema derecha a la moda) sueña con que si llegara a ser presidente, como no tendría mayoría en las cámaras, haría todo por referéndum (es decir, por medios bonapartistas). Es toda una exageración porque Milei difícilmente llegue al balotaje (aunque no puede excluírselo). Pero el debate que hace Xi Jinping, “la democracia burguesa tiene mucho costo” (se sobre entiende que hablamos acá de un costo político, la negociación permanente en vez del ucase), es el debate clásico de la extrema derecha: “los diputados cobran”, “encima hay que discutir” más o menos de cara a la sociedad, “se pierde tiempo”: si “liquidás todo eso, no tenés que discutir con nadie y ejecutás las tareas mucho más fácil” (síntesis: bonapartismo, por no hablar de fascismo o nazismo que pondría las cosas en un plano que no se está: no hay por ahora revoluciones). Por supuesto que no se acaba nada, porque las contradicciones sociales irrumpen igual(es como lo reprimido en el psicoanálisis: los problemas surgen igual, no se pueden eliminar). El Estado Chino tiene miedo de que le estalle una rebelión, le sigue teniendo miedo a Tiananmen treinta años después (en general, todo régimen autoritario tiene miedo el estallido de la bronca popular). Pero por ahora te encierran, te pegan cachetazos y listo (está claro que los fundamentos de la crisis potencial del régimen del PCCh es si el elemento legitimador del crecimiento, que está debilitándose, continuará: China anunció un crecimiento para este año del 5%, amén de qué peso pueda tener la legitimación nacionalista[20]).

En la Argentina no estábamos acostumbrados al surgimiento de la extrema derecha, que está surgiendo en todos lados (aunque pierdan elecciones perviven como una fuerza importante; aunque ganen elecciones tampoco se transforman en fuerzas fascistas;su irrupción es peligrosa pero también tiene límites). En Brasil fue –es- obvio, o en Francia con Marie Le Pen. Pero también sucede en Argentina: dominan las redes sociales y dicen cualquier cosa (la emergencia electoral de Milei es un peligro, no algo a pensar que no es nada aunque también tiene sus límites). A Manuela Castañeira, por ejemplo, le dicen de todo en redes sociales (les respondemos cuando conviene, claro está, pero los tipos tienen un multiplicador millonario porque tienen fondos millonarios atrás); durante el conflicto del Neumático, además, Manuela sufrió dos ataques físicos en la calle; y le puede pasar a cualquier compañera o compañero que sea figura pública en los demás grupos de la corriente.

La coyuntura internacional se corrió levísimamente al centro con las derrotas de Trump y Bolsonaro, pero me parece que sigue siendo básicamente reaccionaria. Hasta por la cuadratura del círculo que es Ucrania, que es irresoluble porque no hay una expresión independiente (aunque, como ya hemos dicho, la lucha por la autodeterminación nacional es justa, pero está regimentada desde el gobierno de Zelensky e instrumentalizada por el imperialismo tradicional mientras Putin los machaca día y noche. Una cuadratura del círculo como está dicho, sin posibilidades emancipatorias de momento).

Hay una coyuntura reaccionaria pero con un incremento de la polarizaciónen todos los sentidos: entre Estados, en el seno de la clase dominante y en la lucha de clases,donde perviven y se radicalizan las tendencias a la rebelión popular (aunque con la rebelión no alcanza, hace falta la reapertura del ciclo de revoluciones. Ver el caso de Perú a este respecto[21]).

En la lucha de clases conviven, entonces, dos tendencias contrapuestas. Hay este nuevo fenómeno de golpe de Estado y rebelión popular coexistiendo además del nuevo fenómeno de la recomposición obrera en Estados Unidos, nuevos sectores jóvenes de la clase trabajadora organizándose, emergencia inicial de fracciones de la juventud donde cala el discurso anticapitalista, etc., todas cuestiones que veremos en la segunda parte de este informe.


Bibliografía

Gilbert Achcar, “Apoyo a Ucrania, pero sin dar un cheque en blanco”, Viento Sur, 20/02/23.

Kevin Anderson, Lenin, Hegel and Western Marxism, Board of Trustees of the University of Illinois, 1995.

Valerio Arcary, “Nâo há ‘solucâo’ militar na guerra de Ucrânia, esquedaonline, 24/02/23.

Claudia Cinatti, “A un año de la guerra en Ucrania”, izquierda diario, 26/02/23.

Adreu Coll, “La gauche anticapitaliste et l’Ukraine”, Contretemps, 12/01/23.

Declaración de la Corriente internacional Socialismo o Barbarie, “Por una paz justa sin anexiones”, izquierda web, 22/02/23.

Domenico Losurdo, O marxismo occidental. Como nasceu, como morreau, como pode renascer, Boitempo, Sâo Paulo, 2018.

Ernest Mandel, O capitalismo tardio, Nova Cultural, Sâo Paulo, 1985,

Pierre Rousset, “Imperialismo (s), Rusia, China. Contexto histórico del debate. Viento sur, 22/12/22.

Roberto Sáenz, “Hacia el mundo de la hiperpolarización”, izquierda web, 17/12/22.

-“La política revolucionaria como arte estratégico”, izquierda web.

-“Sobre el carácter de la Segunda Guerra Mundial”, izquierda web.

  • “¿Estalla China?”, izquierda web, 3/12/22.
  • “Marx, Trotsky y Mandel. El debate sobre la dinámica histórica del capitalismo”, 2016, izquierdaweb.

Maxi Tasán, “Litio: el mineral del futuro”, izquierda web, 16/02/23.

Au Loong Yu, “Un lugar legítimo para Taiwán en este mundo”, izquierda web, 11/02/23.

Marcelo Yunes, “China hoy: problemas, desafios y debates”, izquierda web, 03/12/22.

-“La economía mundial: hoy inflación, ¿mañana recesión?”, izquierda web, 21/05/22.

 


[1]Ciertas formas de catastrofismo, de que el capitalismo siempre estaba al borde del derrumbe, ha sido hermano siamés del objetivismo; ambas características del trotskismo en el siglo pasado.

[2]Lenin consideraba a Kautsky uno de sus maestros y por fundamentos bien considerados: Kautsky se había formado al lado de Marx y Engels (éste último lo apreciaba más que el primero). Sin embargo rápidamente surgieron desavenencias con él y Bernstein (paradójicamente, éste más apreciado por Marx) por cuenta de los límites y cuidados (censura para decirlo de una vez) que ambos le impusieron a determinados textos de los fundadores del socialismo revolucionario.

Por lo demás, las presiones de la época hicieron mella en él así como en toda la dirección socialdemócrata razón por la cual los elementos naturalistas, evolucionistas y mecanicistas se fueron imponiendo dramáticamente en el pensamiento kautskiano. La capitulación de 1914 fue el punto de quiebre de todos ellos como parte de la bancarrota de la Segunda Internacional frente a la guerra imperialista. Lars T. Lih y otros estudiosos muestran textos valiosos de Kautsky hasta esa época y es real que así fue. Pero de ahí a querer presentarlo como un revolucionario toda su vida o perder de vista la aguda crisis por la que pasó Lenin y la ruptura que éste operó no solo política sino, incluso metodológicamente con ese tipo de marxismo evolutivo, esto expresado entre otros textos, en sus geniales Notas filosóficas a la Ciencia de la Lógica de Hegel (septiembre/diciembre 1914), es demasiado.

[3]Muchas de las distopías futuristas en la segunda posguerra se anudaron alrededor del peligro nuclear. Actualmente se anudan alrededor de eventos como la pandemia y el cambio climático. Pero ahora hay que volver a agregarles el espectro nuclear. Es decir, la especulación distópica cobra una vida no solo literaria, sino una factibilidad que estaba excluida en las últimas dos generaciones.

[4]Para la clarificación de las relaciones dialécticas entre guerra y política ver “La política revolucionaria como arte estratégico” del mismo autor de esta nota. Ya sobre el carácter de las guerras, especialmente de la Segunda Guerra Mundial, ver “A propósito del carácter de la Segunda Guerra Mundial” (ambos textos en izquierda web).

[5]Hemos criticado en nuestras elaboraciones tanto la posición del mandelismo (o posmandelismo), sobre todo francés (la ex mayoría del NPA) de apoyar incondicionalmente el envío de armas, a la dirección de Zelensky, no delimitarse de la OTAN y otras aberraciones (hay que señalar que internamente a su “IV Internacional” crecen las voces disidentes con esta posición: ver Andreu Coll en Contretemps, “La gauche anticapitaliste et l’Ukraine”), así como las posiciones campistas que ven a la Rusia de Putin como un vector “antiimperialista” (el Partido Obrero de la Argentina, por ejemplo) y no como lo que es: un imperio en reconstrucción (en reconstrucción quiere decir marcado por enormes debilidades visibles ahora en la guerra ucraniana misma).

Característico de algunas corrientes como el PTS argentino (Fracción Trotskista) es tener varias posiciones en su seno, lo que se explica por la complejidad del conflicto pero no se justifica porque se ancla en su falta –ausencia total- de balance crítico del siglo pasado (el debate sobre el balance ha sido sustituido por el debate de “estrategia”, valioso en sí mismo pero más instrumental (es difícil arriba correctamente al plano instrumental sino se vuelven a pensar los fines). Se trata de un debate barrido bajo la alfombra que parece enfrentar a unos y otros (cada texto que emiten sobre Ucrania va hacia un lado distinto; no hay continuidad en sus abordajes. Por ejemplo: “A un año de la guerra en Ucrania”, de Claudia Cinatti, parece más centrado que los textos campistas que regularmente emite Juan Chingo).

[6]Otro abordaje unilateral es el de Valerio Arcary, del PSOL y Resistencia, que inicialmente había planteado el doble carácter de la contienda, pero ahora plantea que, lisa y llanamente,el conflicto “se trata de una guerra inter-imperialista” (“Nâo há ‘solucao’ militar na guerra da Ucrânia”, esquerdaonline, 24/02/23), lo cual es una exageración evidente porque no hay una guerra directa entre la OTAN y Rusia, al menos no por ahora.

[7]Para este análisis ver el reciente trabajo de Marcelo Yunes: “China hoy: problemas, desafíos y debates”, en izquierdaweb.com.

[8]Es insólito que en plena campaña de la OTAN sobre las “bondades” del imperialismo occidental, su corriente siga pidiendo “armas para Ucrania” (es verdad que existe alguna delimitación interna en sus filas con Gilbert Achcar, que no participa directamente de la cuarta mandelista pero simpatiza con ella, señalando ahora que el apoyo a Ucrania no debe ser un “cheque en blanco”). Hay que decir que el premio del ridículo se lo lleva el PSTU de Brasil, que no sólo pide irresponsablemente armas para Ucrania… sino “armas pesadas”. Prácticamente ninguna corriente del trotskismo ha escapado al revolcón que produce la complejidad del conflicto ucraniano, una complejidad propia del nuevo mundo que vivimos: el siglo XXI, agravado por la falta total de balance del siglo anterior.

En esto último, a pesar de todo, Rousset tiene razón cuando plantea la exigencia para entender el “nuevo mundo” en el que vivimos de “hacer balance” del siglo pasado (“Imperialismo (s), Rusia, China. Contexto histórico del debate”, viento sur).

[9]Daniel Tanuro acusa injustamente a Trotsky de “productivista”.

[10]La ecología de Marx, de Bellamy Foster, es una buena obra para abordar de manera general la ecología desde el marxismo. Por lo demás, hay que evitar los deslices unilaterales de los “colapsistas” (otra forma de catastrofismo vulgar), así como las de autores y corrientes europeas como Michael Lowy, que llaman al “decrecimiento” tout court, una mirada que suena muy eurocéntrica (aunque hay que defender que se crezca de otras maneras y para otros fines). Es evidente que en los países dependientes, todavía la mitad más uno del mundo, no se puede llamar al decrecimiento sino a crecer de otra manera.

[11]Sin ir más lejos, mientras escribimos este texto en Buenos Aires, la ola de calor que se está viviendo es insoportable y lleva varias semanas sin parar. Amén de que la Argentina se cae, literalmente, a pedazos, las canículas son característica de los veranos en cada vez más países (así como el frío polar en el otro extremo de las estaciones en varios lugares). Calentamiento global más distorsión climática (es decir, temperaturas extremas en ambos polos), son características de la época.

[12]Como hemos señalado, el mercado mundial tiene el límite de la subsistencia de los Estados nacionales. Ver a este respecto en esta misma edición “Marx, Trotsky y Mandel. El debate sobre la dinámica histórica del capitalismo”).

[13]Es evidente que una de la tendencias principales de la coyuntura es al aumento de los precios generados por la pospandemia y la guerra de Ucrania, entre otras cosas en las materias primas (para un análisis más pormenorizado de la coyuntura económica ver Marcelo Yunes: “Economía mundial: hoy inflación, ¿mañana recesión?”, izquierda web).

[14]Ponerle límites mecánicos al desarrollo capitalista es complejo. Sólo pensar el campo de desarrollo y valorización que podría significar la conquista del espacio muestra que la combinación de crecimiento y crisis es intrínseca al sistema que acumula elementos de parasitismo y depredación pero cuyos límites intrínsecos siempre son móviles: sólo la lucha de clases puede acabar con él; no morirá de muerte natural.

[15]Hemos escritos a este respecto el año pasado respecto de los casos disímiles de Francia y Brasil, por ejemplo.

[16]Desarrollé esto propagandísticamente en “Esta generación va a ser protagonista de todo lo que está por delante en el siglo XXI”, izquierda web.

[17]No queremos repetir acá todo lo señalado en nuestro texto “Marx, Trotsky y Mandel. El debate sobre las perspectivas históricas del capitalismo” que ya hemos citado y que tiene un abordaje más profundo del que podemos hacer acá. Remitimos a él y a su reedición en este suplemento.

[18]Tanto reformistas como revolucionarias como Rosa Luxemburgo en su seno planteaban la posición catastróficas: que, en el límite, el capitalismo se derrumbaría por sus contradicciones. Este abordaje es equivocado: el capitalismo no se va a caer solo por sus tendencias intrínsecas efectivamente a la crisis: hay que derribarlo, cuestión que convoca a la acción política revolucionaria (pone sobre la mesa los problemas de estrategia).

[19]Capitalismo de Estado como tal hay en China y Rusia, por caso, en el occidente capitalista, bajo Biden sobre todo (aunque insistimos que tenemos que estudiar más esto), parece haber una cierta lógica de mayor intervención del Estado en la economía que en las últimas décadas, aunque eso no es capitalismo de Estado; no llega a eso.

[20]El año pasado China creció agónicamente el 3%, algo bajísimo para sus estándares y la cifra más baja desde los años 70. Por lo demás, el crecimiento del 5% para este año continúa sin embargo la tendencia a la normalización de sus índices que ya nadie espera que vuelvan a dos dígitos, como años atrás.

[21]En cierto modo la rebelión en Perú, que sigue abierta, ha retrocedido en cierta medida. La dificultad es evidente: la rebelión ha provenido del “mundo andino” y el interior del país; es decir, del este, sudeste y sur del Perú, pero Lima es un bastión del fujimorismo en cierta forma.

2 COMENTARIOS

  1. […] Para que se entienda sencillamente, la teoría del imperialismo es una que en el análisis del capitalismo combina la que son sus dos realidades estructurantes: no sólo la economía, sino los Estados en competencia… Esto significa, estructuralmente, que la tendencia al mercado mundial nunca puede ser llevada hasta su remate lógico: la actual globalización que vive el mundo, la más extendida en la historia del capitalismo encuentra sus límites, sin embargo, en que precisamente los Estados subsisten y vuelven por sus fueros (Roberto Sáenz, “Guía de estudio sobre la situación mundial”). […]

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