Guernica: Un ejército contra familias sin techo

El gobierno, que mostró una cobardía extrema a la hora de imponerse frente a los capitalistas como Vicentín o Paolo Rocca, desplegó un ejército y reprimió con brazo de hierro a las familias sin techo que se vieron obligadas a ocupar un predio en desuso para poder sobrevivir a la crisis económica. 

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Aproximadamente 20 horas antes de comenzar las acciones bélicas, el 28/10 a horas del mediodía los medios titularon informando la presencia de alrededor de 4.000 efectivos. Era parte de un operativo mediático para meter presión sobre las familias de Guernica, el gobierno impulsó este despliegue tras romper arbitrariamente el diálogo con los vecinos, que pedían seguir negociando sin la amenaza de desalojo.

Al mismo tiempo, decenas de activistas y militantes se acercaron al predio para rodear de solidaridad a los vecinos ante la amenaza de un inminente desalojo. Una delegación especial de Izquierda Web, junto al Nuevo MAS y Manuela Castañeira, se hizo presente desde la noche anterior para acompañar a los vecinos ante la amenaza de desalojo. El dictamen del juez Martín Rizzo había puesto el 30/10 como fecha límite para desalojar el predio.

El despliegue represivo a cargo de Sergio Berni, se realizó a las 3 de la mañana del día 29 y contó con un verdadero «ejército»: más de tres mil «Tortugas» con escudo y casco, protegidas de pies a cabeza. Aproximadamente 100 de ellos montados a cuatriciclos para lograr movilidad en el terreno. Como apoyo especial: una delegación de cientos de efectivos del grupo Halcón sobre camiones blindados, maquinaria pesada que se sumó a los camiones hidrantes y el helicóptero que sobrevolaba al zona.

En los primeros minutos del amanecer del día jueves 29 comenzó el operativo. Cerca de las 4:30 am cortaron las luces de las inmediaciones. Entre las 5:00 y 5:15 horas de la mañana, con las primeras luces del día, los policías comenzaron a incendiar viviendas y a avanzar sobre el predio. Había empezado el violento desalojo represivo.

Los efectivos ingresaron por el barrio La Unión ubicado al norte de la toma. Incendiaron casillas y golpearon a quienes encontraron (incluyendo a corresponsales de Anred que cubrían los hechos). En paralelo, un operativo en la estación de ferrocarril Guernica de la línea Roca impedía que se acercaran activistas y militantes a los cortes y acciones previstas contra el desalojo.

Siendo aproximadamente las 5:30, se escuchan tiros y las fuerzas represivas lanzaban los primeros gases lacrimógenos. Los elementos utilizados en la represión que se repetirían durante todo el día: balas de goma, balines de plomo y gases lacrimógenos.

El ataque relámpago fue sorpresivo y de una violencia contundente. Dejaron de lado los buenos modales, el diálogo e incluso las advertencias por altoparlante para avanzar destruyendo todo a su paso, rápido y violentamente. Ante la inmensidad del predio, no les importó poner en riesgo la vida de los vecinos, mujeres y niños presentes, atacando con inusitada violencia. En menos de una hora los efectivos habían tomado la mayor parte del predio y terminaban de desplazar poco a poco los sectores donde quedaba gente dispersa.

Cerca de las 7 de la mañana se observaba la nutrida presencia de grupos tácticos de la Bonaerense, el Grupo Halcón y de la Infantería. Los represores de uniforme continuaban su avanzada bajo la mirada atenta del ministro ex-carapintada, hoy ferviente defensor de la propiedad privada de los ricos, Sergio Berni. «No voy a dar declaraciones, estoy trabajando», ladraba el ministro a los medios.

La represión continuaba en medio de la bronca y los gritos de vecinos. Algunos gritaban «yo voté a este gobierno y mirá lo que me hacen». Unos doscientos vecinos se replegaron y, a unas cuadras del predio, enfrentaron cara a cara a la policía con escudos caseros, piedras y chapas. La bronca era tal por ver la destrucción de sus casas y sus pertenencias. El operativo tardó en controlar la situación, porque la determinación de los vecinos era inamovible, no retrocedieron ante varios intentos de la policía de embestirlos de frente, y sólo cuando empezaban a ser rodeados por ambos flancos, superados en número en una relación de 1 a 10 y acechados por un camión hidrante y los camiones del grupo Halcón, desarmaron la barricada que habían montado en plena calle.

«Me quemaron todo, me quedé en la calle con mis hijos, nos trataron como animales», declaraba un vecino en televisión, su voz expresaba impotencia pura. Una postal de la desesperación. Los testimonios de los vecinos entrevistados pusieron de relieve una historia que se repite: la necesidad, la carencia, la pobreza que obligó a llevar adelante la toma con el objetivo de poder tener un pedazo de tierra para vivir.

A las 8 de la mañana, el fiscal que ordenó el desalojo, Juan Cruz Condomí Alcorta, subía a sus redes una selfie sonriendo, burlón, con la destrucción de fondo. Un orgulloso servidor de las inmobiliarias que quieren el predio para hacer negocios. Una postal del carácter clasista-capitalista de la justicia. Minutos más tarde ingresaban las grúas a terminar de destruir las precarias casillas de los vecinos.

Mientras, el Nuevo MAS, junto a las organizaciones de izquierda y sociales que apoyaban la recuperación de tierras impulsaba cortes sobre la ruta 210 y 29, en el Obelisco y otros puntos de Buenos Aires y el país.

Manuela Castañeira dio declaraciones en los medios, denunciando que el gobierno eligió la represión en lugar de atender las necesidades sociales. «Los trabajadores no votaron a Fernández para que reprima, lo votaron para sacar a Macri y está haciendo lo mismo». No hubo respuesta violenta del gobierno o el estado contra los especuladores inmobiliarios y empresarios agrícolas responsables de quemar el país para seguir ganando dinero, ni se actuó de la misma manera contra los vaciadores de Vicentín.

En la provincia de Buenos Aires, el ARBA informa que hay 871 barrios privados en situación irregular con el fisco, muchos de ellos ocupando ilegalmente los predios donde se asientan. Los terrenos tienen un costo inalcanzable para cualquier asalariado. La represión barrió con más de 100 días de organización de una experiencia de resistencia, lucha y solidaridad de gente que decidió decir «basta» y actuar frente a su falta de oportunidades, ante una crisis económica que azota primero y más fuerte a los más necesitados.

La represión en Guernica marca un punto de inflexión en la coyuntura nacional: el gobierno ha demostrado su verdadero rostro. El partido de gobierno, que vaciló tímidamente a la hora de imponerse frente a los capitalistas como Vicentín o Paolo Rocca, desplegó un ejército y reprimió con brazo de hierro a las familias sin techo que se vieron obligadas a ocupar un predio en desuso para poder sobrevivir a la crisis económica. El rey está desnudo.

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