Por Lisandro Acuña

 

Cuando Juan Guaidó apareció en el escenario del “Venezuela Aid” en Colombia el pasado 23 de Febrero, además de la obvia duda de cómo evadió la orden judicial de no salir del país, muchos se preguntaron si podría volver, si el madurismo lo permitiría.

Poco más de una semana después de ese hecho, que el golpismo intentó pintar como el principio del fin de la “dictadura chavista”, sus posiciones no han tenido avances significativos en el plano interno y es evidente que la intentona de Guaidó necesita del apoyo externo como del agua, y del tutelaje estadounidense como del aire.

“El presidente interino de Venezuela ha anunciado que planea retornar a Venezuela (sic). Cualquier amenaza a su retorno tendrá una respuesta fuerte y significativa desde los Estados Unidos y la comunidad internacional” tuiteó John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de Trump y uno de los jugadores principales en el intento de deponer a Maduro, que tutela a Guaidó en la coordinación de esfuerzos internacionales y es uno de los principales promotores de una intervención militar, hasta ahora considerada demasiado peligrosa políticamente por la mayoría de sus aliados.

A pesar del bombardeo mediático constante, que intenta hacer de cada defección del ejército una epopeya de patriotismo barato, la realidad es que las deserciones, que se contabilizan alrededor de 700, hacen poca mella en unas fuerzas armadas que cuentan con más de 250 mil efectivos y tienen lazos fuertes y orgánicos con el poder político del PSUV. Desde operaciones mineras enteras encaradas por las fuerzas armadas, hasta altos mandos del ejército al frente de las principales empresas estatales, como la petrolera PDVSA, sus lazos con el madurismo son orgánicos y los esfuerzos de la derecha para lograr defecciones en las bases han surtido poco efecto.

Pero volviendo al 23 de Febrero, hubo otra gran sorpresa para los asistentes del “Venezuela Aid”, que paso acaso más desapercibida: En Venezuela la movilización para asistir al evento fue paupérrima. Tampoco tuvo gran concurrencia el festival convocado por el PSUV, pero la movilización en Caracas contra el golpe sí fue de magnitud y marcó un contrapunto importante a un festival al que la derecha había apostado fuerte

Al día siguiente fracasó el intento de meter la “ayuda humanitaria” enviada por los Estados Unidos y desde allí Guaidó se borró de la escena local. Durante esta semana la derecha en Venezuela se vio falta de iniciativa, aunque sabe que tiene una posición conquistada en un sector de la población, particularmente de la clase media para arriba, mientras la base social histórica del chavismo está sumida mayoritariamente en la indiferencia política, hostil a Maduro por su responsabilidad en la catástrofe social venezolana pero también enemiga de la vieja derecha escuálida.

Jugando al misterio, como si el fantasma de un madurismo aislado internacionalmente pudiera asesinarlo mientras se hallaba entre sus aliados, el líder opositor fue apareciendo de improviso en los países de Sudamérica que le habían declarado su apoyo. Estuvo en Colombia, Brasil, Paraguay, visitó a Macri tras la apertura de las sesiones parlamentarias en Argentina y por último pasó por Ecuador, donde llamó una movilización en Caracas para marcar su retorno hoy.

En todas sus paradas fue recibido por manifestaciones de repudio y en Colombia y Brasil dieron la nota sus pares Alejandro Muñoz y José de Abreu, activistas que se autoproclamaron “presidentes encargados” de sus respectivos países en repudio al intento de golpe en Venezuela.

Las declaraciones que salieron de estas “reuniones bilaterales” fueron pocas y casi sin contenido más allá de la ratificación del apoyo a Guaidó. Reflejo de esto es que hoy salió del aeropuerto internacional de Maiquetía en Caracas escoltado por los embajadores de EEUU, Alemania, Francia, Argentina y Brasil entre otros. Escenificando una persecusión política mortal, el referente golpista tuiteó que hay en marcha “una ruta clara, con instrucciones claras a seguir por nuestros aliados internacionales” si fuera detenido.

 

La realidad es que Guaidó pasó los controles migratorios sin mayor inconveniente a pesar de haber incumplido una orden judicial que le impedía salir del país. El gobierno de Maduro ha optado por delegar la responsabilidad en el Poder Judicial, aunque es claro que la orden política es de no detener a Guaidó para evitar provocaciones que colaboren a la opción militar, por la que puja el sector más duro del gobierno estadounidense, pero que todavía es resistida por los peligros que puede implicar para la propia causa golpista semejante provocación.

Guaidó logró volver a Venezuela y fue recibido por una importante manifestación de apoyo en un momento en que la dinámica política del golpe le reclama retomar la iniciativa a riesgo de retroceder. Resta terminar de dilucidar cuáles serán los próximos pasos de su agenda a estos efectos, y verificar si podrá lograr un apoyo interno sostenido que le permita elevar la apuesta en el desafío al poder político de Maduro que, aunque golpeado, se mantiene firme por ahora.

 

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