Teoría marxista

Gramsci y el Marx desconocido (VIII)

“Marx no ha escrito un credillo, no es un mesías  que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas  de imperativos categóricos, de normas indiscutibles,  absolutas, fuera de las categorías del tiempo y del espacio.”

Antonio Gramsci, 1918

¿Gramsci más allá de Lenin?: el Americanismo parecía ser un contragolpe doble: para contrarrestar eficientemente la caída tendencial de la ganancia y, al mismo, tiempo bloquear el desafío en la producción del obrero artesano del siglo XIX, modificando la composición de clase. Era una sofisticada recomposición burguesa. La hegemonía, tanto en Lenin como en Gramsci, nace de la fábrica. A Gramsci en la prisión no se le escapa la dimensión profunda, gracias a su recuperación del Marx auténtico y su propia formación “ordinenuovista”, de esta ruptura epocal que denomina “histórica”. Declara, a contrariis del Stalinismo, que “la Ley tendencial de la disminución de la tasa de beneficio estaría, pues, en la base del ‘Americanismo’”; el nuevo obrero-masa del Fordismo, el “gorila amaestrado” como le denominaba Taylor (y que Gramsci recuerda en varios pasajes de los Quaderni) se configura desde la idea-fuerza taylorista: “desarrollar al máximo en el hombre trabajador la parte maquinal, destruir el viejo nexo psico-físico del trabajo profesional calificado que exigía una cierta participación de la inteligencia, de la iniciativa, de la fantasía del trabajador, para reducir las operaciones de producción al aspecto físico únicamente.” Las contratendencias del Capital no son nuevas, señala Gramsci, y todas buscan “crear, con una rapidez inaudita y con una conciencia de los fines nunca antes vista en la Historia, un nuevo tipo de trabajador y de ser humano.” Y no solo eso: se dará “una selección forzada y una parte de la vieja clase trabajadora será implacablemente eliminada del mundo de la producción y del mundo tout court.”[1] La eliminación no solo es meramente física sino además ideológica: el Taylorismo anuncia un nuevo nivel inédito en la lucha de clases. Interesante que Gramsci discrepe con el “militar-taylorista” Trotsky (y por elevación con el “ultrataylorista” Stalin) sobre este punto en particular, afirmando que dar la supremacía a la industria y a los métodos industriales americanos, “acelerar en métodos coercitivos la disciplina y el orden en la producción, de adecuar los hábitos a las necesidades del trabajo”, sin las condiciones materiales de EE.UU., “habría desembocado inexorablemente en una forma de ‘Bonapartismo’…”, las soluciones propuestas por Trotsky “eran erróneas, aunque sus preocupaciones eran justas… el modelo militar se había convertido en un prejuicio funesto, los ejércitos de trabajo fracasaron.” El Americanismo no podía simplemente ser importado y adoptado sin más, ya que en él se encuentran indisolublemente unidos formas de conciencia (sentido común) y “modos de vida” (reproducidos por el mismo Estado) con los nuevos métodos de trabajo. Como para Gramsci el consentimiento comienza en la producción, la hegemonía se construye siempre desde la fábrica (“L’egemonia nasce dalla Fabbrica”), la reproducción y ampliación del Americanismo a toda la sociedad se transforma lentamente en una función del Estado (funzione di Stato), y luego en “ideología estatal” (ideologia statale), en parte de su reproducción ampliada, ya que una vez establecida, para que la clase dominante pueda ejercerla a voluntad no se necesita más que “una cantidad mínima de intermediarios profesionales de la Política y de la Ideología.” El Taylorismo para Gramsci no es otra cosa que “una coacción sobre las masas trabajadoras para conformarlas a las necesidades de la nueva industria”, y subraya, con un eco inconfundible sobre lo que sucede en la URSS, que “la adaptación a los nuevos métodos de trabajo no puede producirse sólo por coerción: el aparato de coerción necesario para obtener tal resultado costaría ciertamente más que los altos salarios.”[2]

Tampoco Gramsci tiene dudas de la esencia oculta del Americanismo, su núcleo racional: “La ley de la Tendencia Decreciente descubierta por Marx estaría, pues, en la base del Americanismo, o sea: del ritmo acelerado en el progreso de los métodos de trabajo y de producción y de modificación del tipo de obrero (tipo di operaio).”[3] Es el teorema de primera aproximación de Marx, así le llama Gramsci a la Ley marxiana,[4] el que nos permite entender críticamente al Taylorismo y al Fordismo, que en suma simplemente son “un intento de superar esta primera aproximación” marxista. Como mecanismo de contratendencia, “la industria de Ford exige una discriminación, una calificación, en sus obreros que las otras industrias todavía no exigen, un tipo de calificación de nuevo género, una forma de consumo de fuerza de trabajo y una cantidad de fuerza consumida en el mismo tiempo medio que son más gravosas y más extenuantes que en otras partes”,[5] por lo que Gramsci duda incluso de la autodenominación ideológica burguesa de “racional” y “científico” de un método sofisticado de explotación, y, mirando de reojo la experiencia soviética, se pregunta “si el tipo de industria y de organización del trabajo y de la producción propio de Ford es ‘racional’, esto es, si puede y debe generalizarse o si por el contrario se trata de un fenómeno morboso que hay que combatir con la fuerza sindical y con la legislación.” Si la respuesta es que es racional (más progresivo que su anterior figura, el obrero artesano) y debe generalizarse, tal como se hizo en la URSS, y se intentaba en toda Europa, Gramsci señala que “no puede suceder únicamente con la ‘coerción’, sino sólo con una combinación de coerción (autodisciplina) y de persuasión, también bajo la forma de altos salarios, o sea de posibilidades de mejor nivel de vida, o quizá, más exactamente, de posibilidades de realizar el nivel de vida adecuado a los nuevos modos de producción y de trabajo”. Precisamente lo contrario de su implantación acrítica en la URSS. El Americanismo importado mecánicamente ignora que éste “exige un ambiente determinado, una estructura social determinada (o la voluntad decisiva de crearla) y un determinado tipo de Estado. El Estado (del Americanismo) es el Estado Liberal”, con lo que Gramsci establece la conexión en la Kritik entre Economía-Política, ya que el Taylorismo no es sino la otra cara de la forma-estado basada en la lógica de la “libre iniciativa y del individualismo económico que conduce con sus propios medios, como ‘sociedad civil’, por su propio desarrollo histórico, al régimen de concentración industrial”.

Pero tanto en la URSS (como en la Italia fascista) faltan los elementos básicos de este ambiente capitalista determinado. Gramsci no duda en definir que “toda la ideología fordiana de los altos salarios es un fenómeno derivado de una necesidad objetiva (necessità obbiettiva) de la industria moderna que ha alcanzado un determinado grado de desarrollo y no un fenómeno primario (lo que sin embargo no exime del estudio de la importancia y las repercusiones que la ideología puede tener por su cuenta).” La fantasía burguesa que el nuevo obrero-masa del Taylorismo sea finalmente un mero “gorila amaestrado” entre relaciones de producción racionalizadas representa en realidad, como lo demuestra su despliegue conflictivo en Europa y en la misma URSS, “un límite en una cierta dirección”.[6] La respuesta al tema de la productividad creciente y a la velocidad en la cadena de producción era una cuestión determinada únicamente por la capacidad de resistencia de los trabajadores, no existía ningún kantiano “imperativo técnico”. La recomposición de clase del obrero artesanal al obrero-masa, auténtica y profunda revolución pasiva, abría para Gramsci una nueva etapa en la morfología de la lucha de clases, no su apaciguamiento o fin. No es un momento absoluto, no es el Fin de la Historia, ya que aunque puede mantener en pie una opresión y una determinada hegemonía, no puede impedir que ella sola pueda sostenerse sin el ejercicio de un permanente trabajo de control en la fábrica. Las nuevas tareas políticas a las que nos enfrentamos con el Americanismo son el generar una anti-revolución pasiva.

Gramsci y Lenin: en 1958 en la Iº Conferencia de Estudios Gramscianos, Palmiro Togliatti, secretario general del PCI y compañero, ratificaba el factum de la ortodoxia oficial acerca de la relación del pensamiento gramsciano con el Marxismo-Leninismo.[7] Afirmó con toda su autoridad política y personal, compañero de ruta del sardo desde la época de Ordine Novo, que entre 1919 y 1922 había leído y estudiado el corpus esencial de Lenin, relatando la lista de obras teóricas y prácticas en este orden: ¿Qué Hacer? de 1902; Un paso adelante, dos pasos atrás de 1904; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática de 1905; El Imperialismo, fase superior del capitalismo de 1916; El Estado y la Revolución de 1917; La revolución proletaria y el renegado Kautsky de 1918; El desarrollo del capitalismo en Rusia de 1899 y Materialismo y Empiriocriticismo de 1908. Fruto de esta aplicación escolar fue la aceptación total de la Gran Teoría embebida en esos textos, el abandono definitivo del “Crocianismo”, y, en especial, subraya Togliatti, en abrazar la doctrina leninista del partido.[8] Gramsci llega al kairós, al acontecimiento histórico de la fundación del PCI en 1921 (de eso trata esa precisión sobre las fechas de la iluminación gramsciana que obsesiona a Togliatti), como una suerte de Minerva ortodoxo, nacido ya armado con espada, casco y escudo auténticamente leninistas. Tal la leyenda forjada por el PCI después de 1945, que no puede calificarse sino de una tosca reconstrucción político-mítica cuyo fin es legitimar al propio Togliatti y a la línea “stalinista” durante los 1930’s y 1940’s. Gramsci, como Lenin en la URSS, es subsumido en una auténtica ciencia de la legitimación de una táctica política y de un realismo geopolítico. Es un nuevo santo en el altar del Dia-Mat. Vimos anteriormente cómo en cuestiones clave de la construcción del Socialismo en la URSS, control obrero y racionalización taylorista, Gramsci se apartaba de las posiciones leninistas de entonces. Ya que estamos comprendiendo los esfuerzos de Gramsci por recuperar un Marx “auténtico”, podemos también entrelazar su trabajo político-filosófico de reconstrucción-recuperación de la Kritik marxiana con su relación con Lenin.


[1] En: Quaderno 4, XIII, #52, “Americanismo y Fordismo”.

[2] Ibídem.

[3] En: Q7; #34, apartado que lleva el título de: “Caduta tendenziale del saggio del profitto”.

[4] Gramsci califica la Ley sobre la tendencia decreciente de la tasa de ganancia enunciada por Marx en  Das Kapital de “teorema di prima approssimazione”.

[5] En: Quaderno 22, V, #13, “Los altos salarios”.

[6] En: Q4,#49; #76.

[7] Togliatti, Palmiro: “Il Leninismo nel pensiero e nell’azione di A. Gramsci: Appunti” y “Gramsci e il leninismo; en: Studi gramsciani: Atti del convegno tenuto a Roma nei giorni 11-13 gennaio 1958; Editori Riuniti & Istituto Gramsci, Roma, 1958, respectivamente pp. 15-35 y 419-444.

[8] Togliatti, P.; ibidem, p. 16-19.

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