Cárcel común, perpetua y efectiva

Genocidas: a cumplir sus condenas en la cárcel

Revocatoria de la concesión de una prisión domiciliaria y rechazo de dos pedidos de domiciliarias.

Mientras la vicepresidenta Victoria Villarruel viaja por Jujuy y comparte un acto en el Cabildo, que fue centro clandestino de detención durante la última dictadura (hecho que fue repudiado por organismos de derechos humanos de la provincia), se conocen algunas buenas noticias.

El 23 de agosto se conoció que se revocó el beneficio de la prisión domiciliaria al represor Julio Héctor Fermoselle, que actuó en el Servicio de Informaciones de Rosario durante la dictadura militar, condenado a prisión perpetua en una de las tres causas por las que se lo enjuició, hasta el momento.

En un dictamen, en el cual se hizo lugar a lo solicitado tanto por el titular de la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Rosario como por las querellas de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, donde se aclara que la edad de 70 años no es una circunstancia legal por la cual el imputado deba cumplir su prisión en su domicilio, así como la gravedad de las imputaciones que pesan sobre él, avalen ese beneficio. A renglón seguido, el represor vuelve a la cárcel.

Al día siguiente, se conoce el rechazo al pedido de prisión domiciliaria de los imputados represores de la ex ESMA, José Luis Guarrochena y Luis Ambrosio Navarro. En esta oportunidad, el dictamen fue de la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal. Ambos también se encuentran condenados a prisión perpetua por su actuación sobre víctimas alojadas en ese centro clandestino. El primero de ellos actuó con la “chapa” del Servicio de Inteligencia Naval sobre la vida y la integridad física de 400 víctimas. El segundo fue aviador naval en la ESMA durante los años 1978/79.

En los fundamentos que niegan el pedido de prisión domiciliaria de ambos (resuelta con una sola disidencia de las autoridades judiciales, en el caso de Navarro), el tribunal resalta que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y también señalan el peligro de posibilidad de fuga.

Una mala noticia para quienes tramaron la visita al penal de Ezeiza para entrevistarse con los genocidas de alto rango que intentan obtener la prisión domiciliaria (o la libertad), intentando pasar por encima de las inmensas conquistas que se lograron con mucha lucha, esfuerzo y convicción.

Con esos mismos valores deberemos seguir enfrentando todos los intentos de hacernos retroceder. Aunque nos pongan muchos “palos en las ruedas”, no lo lograrán.

Estos dictámenes “minúsculos”, pequeños en su dimensión, pero importantes en calidad, ya que son posteriores a esa visita repudiable (y a discursos más que repudiables), nos alientan aún más a seguir la lucha para que todos los genocidas sigan (y vuelvan los que tienen otorgado el beneficio) al lugar donde tienen que estar: la cárcel común y efectiva.

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