Galperín y los “libertarios” comegente

Recientemente causó revuelo el enfrentamiento vía Twiter (por ahora) entre el dueño de Mercado Libre, Marcos Galperin, y el sindicalismo, en este caso el gremio bancario, ya que su secretario general, Sergio Palazzo, había reclamado que los empleados de Mercado Libre que trabajan ofreciendo servicios financieros como Mercado Pago se encuadraran en la actividad bancaria. Para qué. Autoritario, patotero, extorsionador, fue lo menos que replicaron Galperin, otros empresarios ahora en campaña por la reelección de Macri y el propio presidente. Lo curioso fueron los argumentos “liberales libertarios” que esgrimió Galperin, y que son sólo una muestra de un perfil ideológico muy definido en este tipo de empresarios. Pero para entender de dónde viene, empecemos haciendo un poco de historia.

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Los liberales argentinos no siempre han sido muy fieles a la doctrina. En lo estrictamente económico sí, porque históricamente, desde el siglo XIX, han sido en general librecambistas (esto es, partidarios del libre comercio, sin trabas arancelarias). Esto es muy explicable porque los pensadores liberales locales fueron representantes directos de la oligarquía agroganadera argentina, cuya máxima aspiración era vender sus productos en el mercado mundial. Como el campo argentino siempre fue “competitivo” en la división mundial del trabajo, el libre cambio es el mejor de los mundos para los terratenientes.

Pero en el siglo XX se da un cambio en el pensamiento liberal clásico. A instancias de las crisis del capitalismo, las guerras mundiales, el desastre de la crisis iniciada en 1929 y el surgimiento de la “amenaza comunista”, los liberales debieron aceptar (siguiendo a Keynes) un mayor rol del Estado capitalista que el que habitualmente habían predicado. Esto se tradujo, desde la posguerra, en el desarrollo del “Estado de bienestar” y una serie de cambios en la configuración de las economías capitalistas que dejaron bastante maltrecha la idea de un capitalismo puramente de mercado. En oposición a estas ideas, una vertiente “fundamentalista de mercado” (representada por el ultraliberalismo de la Sociedad MontPélerin, Karl Popper, Friedrich von Hayek y otros) siguió demonizando el “dirigismo estatal” y aborreciendo los instrumentos keynesianos. Pero eran una clara minoría.

Fuera de lo económico, el liberalismo europeo y anglosajón pasó a darle un lugar mayor en la doctrina (la realidad es otro cantar) a los derechos y libertades individuales, con una mayor tolerancia política y religiosa (siempre que no se colaborara con el “peligro comunista” desde ya).

Estas corrientes nunca fueron decisivas en el liberalismo argentino del siglo XX, especialmente de su segunda mitad. Los más jóvenes puede que no los conozcan, pero el principal adalid y defensor de las políticas económicas liberales, ya en los 50, fue Álvaro Alsogaray, promotor de privatizaciones, desregulaciones y ataques a la clase trabajadora desde su lugar de ministro o desde el púlpito. En lo ideológico, el más conocido y mediático (primero desde la prensa escrita y, desde los 70, en televisión) de los liberales fue el periodista y profesor Mariano Grondona. Desde el aura intelectual que le daba su cátedra en la UBA y aprovechando su difusión televisiva, fue el encargado de sostener en lo conceptual la doctrina liberal.

Lo curioso del caso, visto desde el liberalismo europeo, es que estos “liberales” sólo merecían ese nombre por su pensamiento económico: en todos los demás aspectos, se trataba de archiconservadores reaccionarios. La democracia liberal no les generaba ningún entusiasmo por sus potenciales debilidades en la lucha contra el comunismo, y en lo cultural, no se separaban un milímetro del oscurantismo de la Iglesia. Es así que militares católicos como Alsogaray o católicos militantes como Grondona, que fue defensor y/o promotor y partícipe de absolutamente todos los golpes de Estado militares del siglo XX en Argentina, pasaron a ser sinónimo de “liberalismo argentino” durante décadas.(1)

 

Los “libertarios” asoman la cabeza

Con la llegada de la globalización, la caída del Muro de Berlín y el clima posmoderno ambiente del triunfo definitivo del capitalismo, volvieron con todo los fundamentalistas de mercado, ahora autodenominados “libertarios” o incluso “anarco-capitalistas” por su defensa irrestricta de la “libertad del individuo” y del mercado como lugar de encuentro de los individuos frente a casi cualquier institución o forma de organización colectiva (pronto veremos con qué excepciones).

Aunque sigue existiendo una diferencia conceptual y política entre el liberalismo de “centro” que sigue reconociendo la necesidad de ciertas formas y mecanismos de intervención estatal (como el de la revista TheEconomist, decana de la doctrina liberal desde la época de la Ley de Granos en la década de 1840) y los “libertarios”, las proporciones ya no son las mismas. Desde que Ronald Reagan y, especialmente, Margaret Thatcher rehabilitaran el ultraliberalismo (2), ese credo ya no es minoritario sino que disputa la hegemonía con el liberalismo tamizado por Keynes. Y en el plano universitario, la llamada Escuela de Chicago (donde se formaron los más conocidos economistas neoliberales argentinos) fue cuna de una seguidilla de premios Nobel de Economía que marcaron tendencia en el pensamiento académico global en la disciplina.

Digamos que fue justamente la escuela neoliberal de Chicago la que definió un rasgo que haría tendencia: el ultra liberalismo económico adopta tal rango de precedencia sobre el liberalismo político o cultural que sus gurúes no vieron ninguna contradicción en defender a la vez el programa de apertura económica con libre mercado y a las dictaduras sangrientas que implementaban ese programa. Así, el padre del neoliberalismo, el premio Nobel Milton Friedman, fue muy sonriente al Chile de Pinochet a asesorar, promover y defender la “libertad” de los mercados, ya que no de los ciudadanos chilenos.(3) Con semejante antecedente, los émulos argentinos de Friedman, los llamados “Chicago boys”, fueron entusiastas asesores, funcionarios y defensores de la dictadura militar.

Por otra parte, y a tono con los cambios culturales de la globalización y la posmodernidad, los liberales europeos pasaron a defender causas vinculadas a derechos civiles e individuales como la legalización de la marihuana, del aborto, de la eutanasia y de las relaciones homosexuales. Desde ya, nada de esto se aplica para los oscurantistas  liberales argentinos, que en los 90 y aun después siguieron viendo con tanto sacrosanto horror como los militares de la dictadura de Videla al consumo de drogas, a la cultura rock y a todo lo que no fuera estricta heterosexualidad.(4)En ese sentido, los “libertarios” argentinos nunca fueron muy conocidos por su compromiso con las libertades individuales. Más bien, lo que siempre les interesó más fue la libertad de los individuos para crear empresas, ganar plata y olvidarse del resto.

 

Los empresarios de la “nueva economía digital”, campeones de la libertad

Si hay un sector de la clase capitalista que ha abrazado sin reservas la ideología liberal “libertaria” son los mega empresarios de las compañías tecnológicas. Son los abanderados del “capitalismo software”, liviano, grácil, móvil, globalizado, sin ataduras a las pesadas fábricas del capitalismo industrial… ni a las leyes laborales, ni a los trabajadores, esa rémora del siglo XX. La “economía de plataformas” de este “capitalismo software” se basa en ofrecer servicios sin atarse a la propiedad de bienes físicos. Así, la mayor cadena hotelera del mundo, Airbnb, no tiene un solo hotel; la mayor compañía de servicios de viaje del mundo, Uber, no tiene un solo taxi, etc.

Comparten varios rasgos. Son, por lejos, los capitalistas más exitosos en términos de ganancias (es sabido que las tecnológicas tienen tasas de ganancia y ritmos de capitalización bursátil mucho mayores a los de las compañías tradicionales, con una proporción de capital fijo y de empleos muy inferiores. Odian a toda forma de acción colectiva, especialmente sindical, y toda forma de regulación estatal, que aceptan siempre a regañadientes y bajo protesta. Detestan pagar impuestos y se especializan en maniobras de evasión fiscal a gran escala, usando paraísos fiscales y radicando el domicilio legal en los países con más bajos impuestos (como Apple con Irlanda, lo que le valió una multa de 14.000 millones de euros, que así y todo fue negocio). Tercerizan todo lo que pueden la fabricación de hardware en países de bajos salarios y pésimas condiciones laborales. Sienten el más absoluto desprecio por quienes trabajan en sus empresas, a los que por otra parte jamás reconocen como “empleados” ni menos todavía como “trabajadores”, sino que son invariablemente designados como “colaboradores” o incluso “asociados”, a tono con la ideología delirante de que las relaciones laborales son cosa de “individuos” y no de clases. Buscan disimular esta avaricia feroz con obras, fundaciones y mensajes filantrópicos. Y, para terminar la lista aquí, aunque podríamos seguir, cuanto más grandes y poderosas son esas compañías, mayor es la megalomanía galopante, el mesianismo y la ideología brutalmente antidemocrática de sus dueños y CEOs. Ya veremos cómo el representante argentino del rubro, Marcos Galperin, tilda todos los casilleros.

Pero empecemos por el mayor de todos, Jeff Bezos, de Amazon. Se propone como gran benefactor de la humanidad, excepción hecha, claro está, de sus “colaboradores” en los “centros de cumplimiento”, a los que exprime como limones y lleva a la destrucción física y psicológica, con salarios más bajos que el promedio y tasas de rotación altísimas que, por supuesto, no importan porque carne de esclavitud sobra.(5) Pero Amazon lleva estas relaciones a todo lo que toca. Por ejemplo, hace poco compró la compañía alimenticia yanqui Whole Foods. Pues bien, casi enseguida llegaron las denuncias de videos de formación gerencial para detectar actividad sindical, desalentar afiliación a sindicatos y sembrar el miedo al cierre de la sucursal si entran los sindicatos. Veamos algunas perlas textuales de esa formación de directivos y capataces (perdón, “líderes de equipo”): “Tener un sindicato perjudica la competitividad, no tenemos los mismos valores”; “el sindicato corta la relación directa entre gerentes y asociados”; “los sindicatos eran algo bueno hace años, pero ahora no hacen falta porque el gobierno hizo leyes laborales” (The Guardian, 29-8-18).

La voluntad de explotación de la mano de obra es universal, pero donde posiblemente haya cobrado mayor vuelo es en China, sede de al menos cuatro de las diez mayores compañías tecnológicas del mundo. Allí es común la llamada cultura “9-9-6”: trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche 6 días por semana. Como observa una columnista garca admiradora de estos garcas, “se puede argumentar que tanto tiempo de trabajo puede destruir la creatividad [y la cabeza, y el cuerpo. MY]. Pero la cultura 9-9-6 en China no va a desaparecer. La economía tecnológica está creciendo demasiado rápido y las oportunidades son demasiado grandes como para relajarse. (…) La primera generación de emprendedores de internet chinos, incluyendo a Robin Li de Baidu, Jack Ma de Alibaba y Pony Ma de Tencent [respectivamente, el Google, Amazon y Whatsapp chinos. MY] son héroes del emprendedurismo chino. Y Jack Ma es un entusiasta del sistema 9-9-6” (R. Fannin,Forbes, 5-5-19).

Pero en cuanto a mesianismo y megalomanía protonazi, o post nazi, no hay como Peter Thiel, fundador de Pay Pal (el modelo de Mercado Pago) y miembro del consejo de administración de Facebook. Siempre quiso crear una nueva moneda mundial (algo como lo que intenta ahora Facebook con Libra), propone la creación vía Facebook de comunidades espontáneas que reemplacen a los estados, pero sobre todo está convencido de que “libertad y democracia son incompatibles”. ¿Por qué? Porque democracia es estatismo, y por lo tanto genera “dependencia del Estado de bienestar y emancipación de las mujeres” (sic!). En 2009, decía que “el destino del mundo puede depender del esfuerzo de una sola persona que construya y propague la maquinaria de libertad que haga al mundo seguro para el capitalismo”. Y en 2014 este “libertario” despreciaba la libre competencia y celebraba el poder de los “monopolistas creativos”. No es de extrañar que los liberales clásicos, horrorizados, hayan denunciado su mutación a un “corporativismo nietzscheano que cree en el poder de los emprendedores talentosos para cambiar por el mundo con su puro intelecto y voluntad” (The Economist, 4-6-16).

En realidad, este elitismo archiclasista, misógino (6) y megalómano tiene sus antecesores en la Biblia de los libertarios yanquis y de todas las latitudes, la delirante Ayn Rand, rusa emigrada que defiende este credo de que los empresarios son individuos superiores a los que todo el resto de la sociedad debe rendir pleitesía y ceder el paso.

 

Galperin, el modelo macrista y la libertad de explotación

Con estos antecedentes es posible poner en contexto el pensamiento de Galperin. Recordemos que Mercado Libre es, sencillamente, la empresa de origen argentino con mayor valor de mercado: 30.000 millones de dólares, cuatro o cinco veces más que un gigante del “capitalismo hardware” como YPF. Sólo en el primer trimestre de este año tuvo ganancias por casi 500 millones de dólares, un 47% más que el año pasado. Cotiza en el índice NASDAQ (tecnológicas) de Wall Street desde 2007. Tiene 7.000 empleados en América Latina y 4.000 en Argentina. Y la cantidad de representantes gremiales de esos trabajadores es exactamente cero. No tiene un solo delegado sindical.

De allí que Galperin se haya negado a que sus trabajadores financieros sean encuadrados en el gremio bancario, o que sus trabajadores de logística pertenezcan a Camioneros. Inclusive hubo una negociación con Cavalieri, de Comercio, cuando hubo un intento de elección de delegados en 2011. No sabemos los términos de la negociación… pero delegados no hubo.

Como tampoco hay respeto de los aumentos de paritarias del propio gremio de comercio. Pasa que, según parece, los empleados (perdón, “colaboradores”) de ML deben estar tan agradecidos de trabajar en esa empresa pionera que el sueldo no interesa mucho. Por eso el propísimo Galperin, en reunión con sus empleados en plena crisis inflacionaria el año pasado, les revoleó este inolvidable concepto liberal:“Si realmente su prioridad es el sueldo, y les molesta que el aumento haya sido del 5% en vez del 6% u 8%… entonces MercadoLibre no es el lugar para ustedes”. ¡Miralo al denunciante de extorsionadores!

A todo esto, el vicepresidente de la cámara que agrupa a las “fintech” (empresas financieras tecnológicas no bancarias), Alejandro Cosentino, que además es CEO de la plataforma colaborativa de créditos Afluenta, salió a defender a Mercado Libre con este argumento: “Palazzo habla de nuestra actividad sin conocerla. Lo que quiere es juntar una vaca y un hipopótamo, no tiene sentido encuadrar a los empleados (de las fintech) en la actividad bancaria. Aunque no es un universo homogéneo, hoy en su mayoría hay empleados de comercio”. Se ve que Cosentino y Galperin deben creer que un empleado que maneja transacciones financieras electrónicas se parece mucho menos a un bancario que a un repositor de góndola de supermercado, y no tienen problemas en mezclar vacas con crisantemos.

La ventaja para Galperin es que siempre hay algún burócrata dócil y bien dispuesto que salve el honor de los sindicatos. Hace meses nomás, en marzo, Mercado Libre firmó un convenio para sus trabajadores de logística con el Sindicato de Trabajadores de Carga y Descarga que impone unaflexibilización laboral total al mejor estilo brasileño, con vacaciones fraccionadas, banco de horas y otras lindezas. Como dijo otro “libertario”, el fascistoide Espert, en el cierre de su discurso de lanzamiento de campaña: “¡Viva la libertad!”

Irónicamente, Galperin, que acusa a Palazzo y Moyano de “extorsionadores”, aprovechó para ejercer la extorsión él mismo amenazando con mover su filial a Uruguay si le cambian las “reglas de juego” que hoy lo favorecen. Y, por supuesto, este adalid del emprendedorismo y la meritocracia, el campeón de las virtudes del “individuo” al que “nadie le regala nada”, ha recibido de parte del Estado el hermoso regalo de exenciones impositivas previstas por la “ley de economía del conocimiento”, aprobada hace semanas nomás, que ofrece todo tipo de ventajas fiscales y una tasa reducida del Impuesto a las Ganancias de sólo el 15%, cuando cualquier asalariado de cuarta categoría paga hasta el 35%.

No hace falta decir que Macri se hace pis encima cuando habla de ML y Galperin, empresa y empresario a los que considera verdaderos modelos de lo que debe ser el capitalismo argentino. Por ejemplo, el modelo educativo debe apuntar, según Macri, a generar“un país de 40 millones de emprendedores”. En cuanto a utopismo mesiánico, es casi más libertario que Galperin.

La concepción típica que tienen del trabajo y de los derechos laborales las compañíastecnológicas, cuyos ejemplos internacionales hemos citado, se replica a la perfección en Galperin: al día siguiente de la apertura del flamante Centro de Desarrollo ubicado en Polo Dot, hace menos de un mes, se filtró un audio donde dice que  “cinco empleos son cinco problemas y cien empleos son cien problemas” en Argentina, en referencia a que “generar empleo es muy difícil por el marco laboral”. Por eso es uno de los estandartes de la campaña “por una reforma laboral como en Brasil”, porque el modelo laboral argentino “atrasa 100 años”. Pues el modelo laboral galperiniano atrasa más todavía, porque remite a las relaciones laborales de la Revolución Industrial de la primera mitad del siglo XIX.

Finalmente, habíamos prometido que Galperin llenaba todos los casilleros del ideario “libertario” de las tecnológicas, y eso incluye el total desprecio por las formas democráticas porque, vean ustedes, estos genios emprendedores saben más que todos. En uno de sus tuits, Galperin nos ilustra que “la democracia capitalista está muy cuestionada, no anda muy bien. En Estados Unidos anda muy bien pero se ha puesto muy autoritaria y eso puede ser necesario. Yo creo que el mundo del consenso no funciona cuando sos una democracia y tenés que rendir examen y negociar contra un sistema autoritario que no tiene que rendir exámenes”. La referencia es a China y su sistema autoritario.(7) Pero lo curioso es que este “liberal”, en vez de considerar el sistema autoritario chino como algo malo per se que debe combatirse, sólo lo ve como un competidor desleal cuyas ventajas hay que anular, si es necesario, adoptando los mismos criterios antidemocráticos del rival.

En este terreno, a no dudarlo, Galperin debe ser de la misma opinión que José Luis Espert: el Estado debe retirarse de un montón de actividades y responsabilidades, incluidas las de bienestar social, pero eso sí, las Fuerzas Armadas, la policía y demás fuerzas de seguridad, por favor, bien surtidas. Casi coincidirían con la definición desnuda del Estado capitalista, según Engels: “Bandas armadas en defensa de la propiedad”.

Tal ha sido el vagaroso itinerario de la rama extrema del liberalismo: desde la supuesta libertad infinita para todos los individuos hasta el atrincheramiento de los empresarios mesiánicos defendidos por las armas del Estado contra las hordas colectivistas. Si alguna vez Lenin definió a los anarquistas como “liberales con 40 grados de fiebre”, estos “liberales libertarios” son, en cambio, fascistas que todavía conservan la cabeza fría. Como vienen las cosas, no falta mucho para que empiecen a calentarse.

 

Notas

  1. Hubo, por supuesto, muchos otros representantes del liberalismo argentino, por lo general con apellidos de rancia estirpe oligarca (Benegas Lynch, Beccar Varela, Miguens, Martínez de Hoz) y que casi siempre compartían con Alsogaray y Grondona tanto su rancio conservadurismo católico como su adoración por las Fuerzas Armadas.
  2. Una memorable formulación del liberalismo thatcheriano acuñada, que sepamos, en esa época, fue “la sociedad no existe, lo que existe son los individuos”. Sentencia que sintetiza de manera admirable la tradición filosófica nominalista-empirista de las islas británicas aplicada a la economía.
  3. Recomendamos en este tema, por su carácter gráfico, el film documental “La doctrina del shock”, basado en el libro homónimo de la canadiense Naomi Klein.
  4. No menos memorable fue la primera invitación de Grondona a su programa de TV a Carlos Jáuregui, fundador de la Comunidad Homosexual Argentina. La cara de pánico físico al “contagio” del venerable liberal fue para la antología. Y, por supuesto, para “escuchar las dos campanas”, fue invitado un “especialista” australopiteco que explicaba con toda seriedad la “enfermedad” sexual de Jáuregui…
  5. Exponemos esto con más detalle en nuestro texto sobre economía mundial publicado en la revista SoB 32/33.
  6. Que nadie crea que la misoginia es un rasgo idiosincrático del bueno de Thiel. Toda la cultura “emprendedora” de Silicon Valley es profunda y, en muchos casos, explícitamente machista. Sin ir más lejos, Google fue denunciada repetidas veces por una cultura donde las mujeres son discriminadas en el reclutamiento, acosadas y peor pagas.
  7. Otro elemento común a la cultura emprendedora libertaria de Silicon Valley es la histeria antichina, lindante con el racismo. Sin ir más lejos, el citado Thiel denunció esta semana nada menos que a Google por “traición” por haber hecho negocios con China, y pidió que esa compañía fuera investigada por el FBI y la CIA. Están verdes las uvas, ¿no, Facebook? Como Zuckerberg y Cía. no encontraron forma de entrar al jugoso mercado chino, ahora resulta que los que se las ingeniaron son traidores a la patria…

 

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