Pocas definiciones antes de la asunción de Trump

G20: diplomacia insípida con guerras y crisis como telón de fondo

La Cumbre del G20 en Río de Janeiro se saldó con declaraciones dibujadas que no comprometen a nadie. La sombra de Trump sobre el tablero y la escalada bélica en Ucrania prometen nuevas y más duras crisis tras la escenificación de un irreal consenso globalizador. 

Pocas noticias concretos salieron de la Cumbre. Con un Biden absolutamente desdibujado (el resto es una pura formalidad), las discusiones reales quedaron aplazadas y se las cubrió con una fina capa de formalidad y diplomacia que ninguno de los presentes se creyó demasiado.

Con el protagonismo de ser país anfitrión, Lula da Silva maniobró interminablemente para que la declaración final contuviera formulaciones suficientemente abstractas e indeterminadas para no saldar los pleitos abiertos entre ninguno de los contendientes. Los puntos insoslayables del debate internacional eran 3: la guerra en Ucrania, la guerra genocida del sionismo en Medio Oriente y, bastante por detrás, el cambio climático. Todo sobre el trasfondo del anunciado recrudecimiento del conflicto geopolítico EEUU – China que promete la victoria electoral de Trump.

Pocas definiciones en una cumbre de transición, a la espera de la asunción de Trump.

Diplomacia y papel mojado

Sobre el tema Gaza, la declaración final hace un llamamiento genérico al «alto al fuego», así como a agilizar la entrada de ayuda humanitaria que no menciona ni a Israel (el impulsor genocida de la ocupación sobre el territorio palestino) ni a Egipto, el otro país con control de pasos fronterizos hacia la Franja. Esto mientras la entrada de ayuda humanitaria se encuentra prácticamente bloqueada desde hace meses y se multiplican las noticias de saqueo sobre los cargamentos de recursos que nunca llegan a la población desplazada.

Respecto a Ucrania, la declaración pide una «paz justa y duradera» sin mencionar ninguno de los eventuales términos de dicha paz, como la integridad territorial de Ucrania. La formulación fue un favor de Lula hacia el putinismo. El brasileño maniobró en la confección del documento para evitar formulaciones más duras, que señalaran directamente a Putin, como pretendían las potencias de la OTAN.

La nota de discordancia al respecto la dieron el alemán Olaf Scholz y el francés Emmanuel Macrón. «Es demasiado poco cuando el G-20 no encuentra las palabras para dejar claro que Rusia es responsable» dijo Scholz. Macron por su lado apuntó directamente a Lula: «El comunicado fue cerrado por el presidente Lula. No estuvo a la altura de la posición que podríamos haber tenido».

Un Milei disimulado a la espera de Trump

Otro punto de ruptura esperable era la mera presencia del ultraderechista delirante Javier Milei. Pero la ausencia de Trump le impuso un bajo perfil a este nefasto personaje, que no le quitó su firma al documento final que sugería la introducción de un gravamen a las grandes fortunas.

Se trata obviamente de un gesto mediático sin consecuencias (no regirá ninguna obligación para que los países apliquen individualmente esta medida) pero que podría haber hecho saltar el fusible mileísta. Pero primó la mesura para un Milei que buscaba el visto bueno de los mandatarios de las potencias de la OTAN, quienes fueron predispuestos a mentener la ficción del status quo globalizador.

Otro momento de realpolitik mileísta fue el acuerdo alcanzado con Brasil para la exportación de gas desde Vaca Muerta hacia el gigante sudamericano. La operación se haría a través de los gasoductos bolivianos y buscaría alcanzar una proporción de 30 millones de metros cúbicos de gas (la misma cantidad que Brasil importaba desde Bolivia) desde 2030.

Milei tampoco saltó respecto a la inclusión del tema ecológico en la declaración, aunque pocas horas antes se retiró de la conferencia sobre cambio climático de Bakú. El novel Canciller argentino, Werthein, llegó a declarar que la Argentina «no ha decidido salir del Acuerdo de París». Aún cuando toda la «Agenda 2030″ climática fue ya señalada como un enemigo por el propio Milei.

Fue un gesto más de mesura ficticia para una Cumbre marcada por el aplazo de los choques. No hace falta más que contrastar las armoniosas palabras de la declaración final (que llama al fortalecimiento de la multilateralidad geopolítica) con las brutales muestras de crisis a nivel global, con la emergencia constante de nuevos focos de conflicto y nuevas figuras, formaciones y gobiernos ultra que le declaran la guerra al status quo globalizador de las últimas décadas.

Lo mismo sucede al ver la agenda de Trump, quien acaba de ser electo en la primera potencia mundial y promete agudizar las contradicciones con China. A la vez que introduce inagotables elemento de irracionalidad y barbarie sobre su futura gestión al posicionar a personajes estrafalarios y reaccionarios en su Gabinete. Es el caso del propio Elon Musk, una suerte de ministro ideológico de la super explotación, un secretario de Salud declaradamente antivacunas o un eventual responsable del Pentágono que quiere reinstalar una plantilla 100% masculina en un sector de la burocracia militar estratégico para el imperialismo yanqui.

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