Fascistas libres: Trump y el indulto a los responsables del Asalto al Capitolio

Como uno de sus primeros actos de gobierno, Donald Trump le puso la firma a un indulto que alcanza a unos 1.300 ultraderechistas del asalto al Capitolio en enero de 2021. El manotazo golpista había sido largamente fogueado por Trump hasta que los sectores más rabiosos de su base política intentaron tomar el edificio del Parlamento estadounidense.

Trump y la tierra de los fascistas libres

La medida alcanza a cientos de trumpistas que permanecían en su mayoría en probation o a la espera de condenas. Varios incluso habían terminado de cumplir condenas. Algunas de ellas fueron irrisoriamente cortas, de pocos meses o semanas. Trump ordenó además que el Departamento de Estado desestime los casi 300 casos que quedaban pendientes a la espera de juicio. Para estos cientos de trumpistas de choque, el indulto trumpista significa una rehabilitación política e institucional para volver a actuar.

Keith Packer, uno de los nazis indultados por Trump, durante el asalto al Capitolio. Su buzo dice «Campo Auschwitz. El trabajo libera». Es un festejo descarado del principal campo de exterminio de los nazis.

Así lo manifestaron los indultados. Jacob Chainsley, conocido como el chamán de QAnon, festejó su indulto con un mensaje en las redes sociales. «Gracias presidente Trump» decía el twit. «Ahora voy a comprar algunas malditas armas». Entre los efectos institucionales de los perdones completos firmados por Trump se cuenta la rehabilitación del «derecho civil» de comprar armas y cargar armas de fuego.

El indultó también alcanzó a 14 trumpistas identificados como organizadores de grupos ultraderechistas de corte supremacista. Estos grupos de neonazis silvestres no son nuevos en EEUU pero bajo el primer Trump se vieron habilitados a actuar impunemente desde su asunción. Basta recordar la masacre de Charlottesville, cuando grupos ultraderechistas atacaron violentamente una manifestación antirracista.

Entre estos personajes nefastos se cuentan Stewart Rhodes, organizador del grupo conocido como «Oath Keepers» («los Juramentados») y Enrique Tarrio, líder de los «Proud Boys» («Chicos orgullosos»). Ambos cumplían sentencias largas, de 18 y 22 años, bajo el cargo de «conspiración sediciosa». Fueron liberados sin más 24 horas después de la asunción de Trump.

Rhodes era un conocido organizador ultraderechista de Texas, uno de los bastiones de la derecha post confederada ultra racista. Rhodes no ingresó al Capitolio, permaneció fuera del edificio dirigiendo la acción de su grupo mediante handy. Se probó que había almacenado armas de fuego en cantidad en un hotel de Virginia, en el sudeste del país. Se sospecha que la intención era trasladar este arsenal a Washington D.C., sede del Capitolio.

Miembro de los Proud Boys en el año 2020. La sigla «6MWE» en su pecho significa «6 millones no fueron suficientes», haciendo referencia al Holocausto.

Tarrio fue identificado como «el máximo organizador de la conspiración» para tomar el Capitolio. Es un ultraderechista de Miami con origen latino que organizó a la vez la plataforma Latinos for Trump y presidió los Proud Boys, una organización supremacista blanca que promueve la ideología delirante del white genocide. Este grupo fue parte de las marchas neonazis de Charlottesville.

Trump 2.0

El indulto trumpista no significa otra cosa que la rehabilitación política para la violencia ultraderechista. Trump liberó a 1.300 de las peores lacras de la sociedad estadounidense y les dio licencia para volver a sus funciones.

El Asalto al Capitolio en 2021 configuró un intento trumpista de operativizar un golpe de Estado, con las bandas y grupúsculos ultraderechistas que actuaban bajo el paraguas de Trump como fuerza de choque. El intento fracasó en pocas horas pero dejó una marca candente sobre el desarrollo político estadounidense. No había precedentes de una incursión sobre el Capitolio desde la invasión británica de 1814.

Trump volvió a la presidencia con una marcada acentuación de sus elementos más agresivos. El indulto a los golpistas encaja a la perfección con la primeras señales y discursos del presidente ultraderechista, que insinúan una política externa mucho más agresiva. Pero todavía está por verse hasta dónde podrá pasar Trump de las palabras a los hechos. La rehabilitación de la violencia derechista en el país trae a colación que la agresividad trumpista también será, en mayor o menor grado, interna (como lo saben miles de migrantes, personas negras, LGBT, mujeres y trabajadoras a lo largo y ancho de EEUU).

Los grupos ultraderechistas, supremacistas y neofascistas que Trump cobija tienen una larga historia en el gigante norteamericano y su raíz es justamente el rasgo imperialista interno de la potencia yanqui. Por eso abrevan en las plataformas de odio racista, xenófobo y misógino que los distinguen.

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