Espert: el camino que va del liberal al proto fascista

Hace algunos días, el liberal lanzó su candidatura con fuertes declaraciones derechistas contra los derechos de los trabajadores, la lucha contra la impunidad a los genocidas de la dictadura y el derecho a la protesta. Su programa es el de un capitalismo brutal de esclavización descarada de los trabajadores aplastando a sus organizaciones. Se trata de uno de los polos extremos de esta elección dominada por el “centro político”. El polo opuesto es la izquierda. Su discurso y su política es el de una indisumulada transición del liberalismo al proto fascismo.

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Por supuesto que el fenómeno derechista en Argentina es mucho más pequeño que el de Bolsonaro en Brasil. La situación local es muy diferente a la del país vecino. De todas maneras, Espert busca emular el fenómeno político bolsonarista.

El discurso de su lanzamiento de campaña pasó en una transición sin disimulación alguna de las declaraciones liberaloides a las fascistoides. Responsabilizó de la crisis a las leyes laborales, reivindicando el “derecho” de los empresarios a la explotación sin límites como motor del “crecimiento económico”:

«Hay que tener otra legislación laboral. Hay que ir contra el gasto público y hay que ir contra el sindicalismo porque las leyes laborales que tenemos no sirven. De la mano de las leyes laborales actuales hemos terminado armando una caterva de sindicalistas corruptos y trabajadores cagados de hambre».

Cuando los liberales en transición al proto fascismo hablan de “leyes laborales que no sirven” y contra “el sindicalismo”, conocimientos básicos de historia deberían bastar para hacernos saber qué quieren. Los momentos de esplendor que reivindican estos ideólogos son aquellos en los que la organización sindical era ilegal y se trabajaba por sueldos de hambre con jornadas laborales de 12, 13 y más horas, con situación habitacional de hacinamiento en los conventillos. Un pasado verdaderamente glorioso.

Si bien la burocracia sindical es en efecto un parásito que vive de las organizaciones obreras, no es realmente a ella que personajes contra Espert se enfrentan. Muy por el contrario, los dirigentes sindicales tradicionales vienen siendo un muy efectivo agente de reforma laboral de hecho. Recordemos el muy reciente caso de Ecocarnes, en el que la patota de Fantini intervino contra los trabajadores para imponerles… un programa espertiano: quita de derechos, flexibilización, etc.

Los liberales en transición al proto fascismo no son enemigos de la burocracia sindical sino de las organizaciones obreras como tales, se oponen a toda forma de organización colectiva de defensa de los intereses de los trabajadores. Su ley, como lo es y fue la de los liberales clásicos y la de los fascistas clásicos, es aplastar toda resistencia a la explotación capitalista.

Cuando se quejan del “gasto público” hay que parar los oídos para no escuchar jamás queja alguna de parte de ellos del barril sin fondo de los bancos. A ellos se está yendo todo el déficit fiscal de la Argentina macrista. Y no obstante, su obsecuencia y servilismo con los ricos es directamente proporcional a su despotismo brutal con los derechos de los de abajo. Cuando habla de ir “contra el gasto público” nos habla de recortar en salud, educación, jubilaciones para pagar puntualmente los montos estatales de cantidades monstruosas que van a los bolsillos de los bancos vía deuda pública. Dejemos dicho brevemente que el relato absurdo de la relación directa entre “decadencia económica” y “gasto público” choca fuertemente con los “datos” de los que tanto les gusta hablar: los países con el gasto público más bajo del mundo en relación al PBI son los paraísos terrenales del “desarrollo” de Yemen, Guatemala, Nigeria, la República Centroafricana, el Congo y Bangladesh. Y el gasto público de Argentina (39%) está por debajo del de países como Francia (56%) y Bélgica (52%). Las razones de la crisis están en otro lado y los dogmas liberales no pueden explicarla (a pesar de sus afirmaciones de autosatisfacción insistentes, desaforadas y completamente desalineadas con el mundo real).

Dejemos mencionado aquí que los primeros años del gobierno fascista de Mussolini estuvieron cruzados por una política económica similar: liberalización de los movimientos de capitales, privatización masiva de los seguros sociales (como fueron la AFJP), eliminación de impuestos a los empresarios, privatización total de la telefonía. Todo esto con la necesaria liquidación de las organizaciones sindicales por la fuerza militar. El “dirigismo” estatal surgió recién en vísperas de la guerra mundial y debido a ésta, característica que compartió en esos años la política económica de todas las potencias enfrentadas.

Su discurso contra la corrupción del kirchnerismo podría tal vez tener algo de credibilidad si no tuviera entre los partidos impulsores de su candidatura a la UCeDé de los tristemente célebres (por corruptos indisimulables) Alsogaray. Igualmente novelesca es su insistencia en torno a la “decadencia de los últimos 70 años” teniendo en sus filas a ese partido, que le puso ministros a las dictaduras militares bananeras de Aramburu y Onganía. Igualmente desopilante es su propuesta de “desarrollo” en torno a la liberalización completa de los intercambios internacionales, en el que el país produce sólo en los terrenos en los que es internacionalmente competitivo: en nuestro caso, el agro. No hay país imperialista/desarrollado que no haya pasado por una etapa proteccionista de su industria. Raro desarrollo el que implica convertir a la mayoría de los trabajadores en arrieros y peones rurales.

A contramano de su prédica contra el gasto público, prometió también triplicar el presupuesto militar. ¿Para qué semejante cosa en un país que está muy lejos de estar en guerra?

«Vamos a limitar el derecho de huelga en la educación. Baradel, vas a tener que hacer paro en Indochina con nuestro gobierno. Vas a terminar preso si dejás a los chicos sin clase».

«Ningún piquetero va a cortar las calles con nosotros. Piquetero que corta la calle va preso».

“Si hacés un corte de ruta vas a terminar preso».

Su promesa entonces: recortar en educación y meter preso al que proteste, recortar derechos laborales y meter preso al que proteste, recortar subsidios a los más pobres y meter preso al que proteste. Rara “libertad” la defendida por los liberales, que necesita de la militarización de la mayoría de la sociedad a la que empobrece para poder hacerse valer. Espert reivindica así el histórico rol de las Fuerzas Armadas en Argentina: aplastar las disidencias internas en beneficio de una parte ínfima de la población, la más rica. Por eso no debe sorprender lo que dice respecto a los genocidas: “Me tenés podrido (por Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo) con tu defensa de los subversivos y asesinos. Nosotros nos vamos a ocupar de las víctimas del terrorismo».

Cerró su discurso con una típica prédica liberal: “Primero está el individuo, por eso somos liberales». Claro que no se trata del “individuo” que no quiere trabajar 15 horas por un salario apenas de subsistencia, del joven que quiere desarrollarse en la educación pública, de la mujer que no quiere morir en un aborto clandestino. El único individuo que existe para Espert y los suyos es el empresario, el rico explotador del trabajo ajeno. Y a quien no le guste: botas, bastón y verde oliva.

Todo el perfil de Espert es el de un provocador que pretende calzarse el saco de Bolsonaro y Trump. Busca envenenar la conciencia de amplios sectores (sobre todo de la juventud) que, cansados de la falta polarización entre macrismo y kirchnerismo, aparecen confundidas respecto a los responsables de la crisis que atraviesa el país. Busca así dirigir la bronca de una parte de los sectores populares (y también de empresarios explotadores) contra los trabajadores.

El mundo está viviendo un fenómeno creciente de cuestionamiento al sistema, el movimiento de mujeres, la respuesta juvenil al cambio climático, incluso una creciente simpatía por el socialismo. Frente a esta incipiente radicalización política de la juventud, fenómenos como Espert vienen a tratar de conjurar este fantasma de cuestionamiento al capitalismo. Son el polo opuesto de las creciente luchas progresivas de la juventud. Una parte de la base social de estos personajes de la derecha son jóvenes hombres (en general de clase media) que se oponen defensivamente y de manera reaccionaria al movimiento de mujeres en ascenso. No es nada casual que en las movilizaciones celestes se paseen juntos la propaganda liberal, el evangelismo y el antisemitismo pro nazi.

Por el momento las declaraciones de Espert no pasan de las bravuconadas: la correlación de fuerzas en Argentina no dan lugar por ahora para semejante monstruosidad. En las encuestas está muy debajo de la posibilidad de gobernar.

La campaña electoral de Manuela Castañeira y el Nuevo MAS asume como una de sus tareas la de denunciar que la candidatura de Espert es enemiga de los trabajadores, las mujeres y la juventud. Su modelo es de un capitalismo ultra liberal militarizado que sólo busca la esclavización de los explotados y oprimidos. Planteamos que el crecimiento de la crítica a la política tradicional, anti sistema, sólo puede tener un canal progresivo en el cuestionamiento al capitalismo, en la pelea contra las relaciones sociales autoritarias, a la opresión de las mujeres y el colectivo LGBT. Llamamos a la juventud trabajadora a orientar sus aspiraciones en relanzar la perspectiva de la revolución socialista.

6 COMENTARIOS

  1. Bien por Espert !!! Hay que aplastar la ponzoña comunista y peroncha que ha llevado al país a este profundo abismo con un pueblo empobrecido y políticos, militantes y punteros, opulentos. Basta del pelotudismo de izquierda que expone el que escribió está nota llena de los lugares comunes típicos de un pasquín
    zurdo como esta porquería.

  2. Chicas, no escriban nada de éste, más bien déjenlo y rueguen que pueda presentarse a elecciones, le restará votos al pirata.

  3. Los comentaristas demuestran que el diario tenía razón, escupen su odio de ultraderecha y su deseo por una nueva dictadura cívico-militar que expanda el Estado, pero solo en sus facultades represivas trayendo pobreza y devastación a la econocmía del país.

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