Puede parecer un chiste, pero no lo es. La Sociedad Rural se quejó este martes de que «el Estado les cede a algunos las tierras que son de todos». Lo hizo su presidente, Nicolas Pino, apropósito de la decisión del Estado Nacional de ceder terrenos a comunidades mapuches de la provincia de Mendoza.
Sin darse cuenta de lo que estaba diciendo, el presidente de la SRA detalló a la perfección la manera en que los terratenientes y latifundistas de nuestro país se quedaron con las tierras, favorecidos por el Estado oligárquico de principios de siglo.
Pero claro, cuando se trata de darle tierras a población mapuche, resulta que sí se embanderan en defender las tierras «de todos» e incluso tienen la caradurez de denunciar que se las quedan «algunos». La Sociedad Rural agrupa históricamente a unas pocas familias de terratenientes que concentran la propiedad de la tierra en nuestro país.
De hecho, la mayoría de ellos ni siquiera son productores, sino que arriendan sus tierras, viviendo como parásitos pura y exclusivamente de la renta.
Pino se refirió a la medida del gobierno en un acto en la provincia de Chubut, donde aprovechó para lanzar las clásicas diatribas «en defensa de la propiedad privada» y exigir la baja de impuestos.
Pino y la SRA defienden la propiedad privada cuando se trata de la suya propia, porque cuando se trata de restituir mínimamente una parte del reclamo mapuche no duda en defender la propiedad «de todos».
Demás está decir que la concentración de la tierra en nuestro país en unas pocas familias es uno de los principales rasgos del capitalismo atrasado, semicolonial y dependiente de nuestro país.
Como señalaba Marx ya en 1872, en un artículo titulado La nacionalización de la tierra (publicado en Izquierda Web), «La propiedad de la tierra es la fuente original de toda riqueza y se ha convertido en el gran problema de cuya solución depende el porvenir de la clase obrera». Frente a las imperiosas necesidades de la población, sobre todo en este contexto de ajuste y pobreza, la nacionalización de la tierra se vuelve una necesidad social, contra el pretendido «derecho natural» a la propiedad privada que defienden los patrones: «Lo que nos hace falta es un crecimiento diario de la producción, y las exigencias de ésta no pueden ser satisfechas cuando un puñado de hombres se halla en condiciones de regularla a su antojo y con arreglo a sus intereses privados o de agotar, por ignorancia, el suelo.»