Entre la descomposición, la contención y la caldera social 

La coyuntura argentina a la luz de la situación mundial.

“La baja de la pobreza estadística, encuentra un piso en la denominada pobreza estructural, que hoy en la Argentina está compuesta al menos por un 35% de la población. Y la novedad de los últimos años es que ese tercio de las clases más bajas está definitivamente desenganchado de las dinámicas económicas y sociales que rigen en el resto de los estamentos. Es una fractura social que empezó como un desgarro tras la crisis de 2001-2002, se profundizó como consecuencia de la pandemia y ahora terminó en una ruptura, en un quiebre que por momentos parece irreparable. Esta boleta impaga va a la cuenta de buena parte de la dirigencia que gobernó el país en las últimas décadas” (Jorge Liotti, La Nación, 16/02/25)

Mañana, 1º de marzo, arranca formalmente el año legislativo en la Argentina. Sin embargo, el año político comenzó exactamente un mes atrás, el 1º de febrero, con la movilización contra los dichos misóginos y oscurantistas de Milei en Davos. Las circunstancias operadas en la segunda quincena de enero, luego del discurso mileísta envalentonado con la segunda asunción de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU., amenazaron con abrir una crisis política, que luego se diluyó por la contradicción entre la masividad de la movilización y la dirección que ésta tuvo, desde el “peronismo mostri” hasta el PTS, que hicieron lo imposible para que la marcha nunca llegara a la Plaza de Mayo y para que no hubiera palco ni documento ni continuidad de dicha movilización.[1]

Un segundo evento de potencial crisis política ocurrió la semana pasada con el cryptogate. Tuvo un evidente efecto superestructural al desnudar el carácter específico del personal gubernamental mileísta,y generó, los primeros días, mucha bronca por abajo entre amplios sectores al ver de cuerpo entero a un gobierno estafador. Sin embargo, con el correr de los días la cosa se fue diluyendo, estrellándose contra el muro de contención que permite la gobernabilidad de Milei: el efecto combinado de la acción del régimen político y del peronismo y la CGT, que trabajan día y noche por la gobernabilidad del país y para que el único elemento de “arbitraje” sea el calendario electoral 2025 y 2027. Nada debe salirse de este curso por nada del mundo, aunque,en el ínterin, el país descienda a las profundidades de la descomposición social.

1- Un gobierno parasitario

Milei parece encarnar de manera demasiado directa a un sector parasitario del capital ficticio. Uno demasiado lumpen, de los que se dedican a apropiarse de parte del plusvalor de otros sectores capitalistas. Se llama “punción de plusvalor”, como lo explicaba el economista marxista francés Michel Husson.

Si los fondos de inversión ya tienen un componente importante de capital ficticio, estos sectores vinculados a las cripto son aún más parasitarios y ficticios. Hay que recordar que sectores como estos, aunque más poderosos, fueron parte crucial de la crisis del 2008.

Esto es entonces un problema para la clase capitalista argentina. Porque ellos quieren que Milei haga las contrarreformas, es su frontman: medio estúpido, medio impresentable, una suerte de “discapacitado emocional” que viene muy bien para estas circunstancias.[2] La burguesía, sin embargo, tampoco quiere que Argentina se convierta en un país bananero, porque eso no facilita las inversiones; evitar esto con Milei es la cuadratura del círculo. Lograr inversiones extranjeras en un país bananero es complicado, quizás por eso lo que se está viendo es adquisición de empresas por parte de capitales “nacionales”. Saqueo y extractivismo con Milei, seguramente, pero no necesariamente todo lo demás. Es difícil construir credibilidad con eventos como el criptogate y, más en general, con los “manotazos bonapartoides” al estilo del impresentable Donald Trump, a estas horas con la designación mediante una maniobra leguleya de los nuevos Supremos (Mansilla y Lijo).

El capital internacional le tiene horror a la falta de credibilidad. El mundo está cambiando mucho, pero los flujos financieros siguen sin estar territorializados, siguen desregulados y globalizados (en ese terreno no rige la guerra comercial, por ejemplo). Y que Milei sea tan extremadamente lumpen no les ofrece garantías, y entonces se convierte en un problema (el FMI todavía está dando vueltas con el acuerdo supuestamente “ya cerrado” con la Argentina). La criptoestafa fue parte de eso. ¿Cómo vas a ser tan idiota de ser parte de una estafa que queda expuesta a las tres horas de ser lanzada? En ella, además, Milei fue absolutamente necesario para que la cotización volara y luego se derrumbara.

Todo pasa de largo en la actual coyuntura reaccionaria, salvo para la prensa y los sectores burgueses más serios que no saben cómo arbitrar entre su apoyo a Milei y sus desaguisados “anti-republicanos”, que les dan preocupación e incomodidad; pero el criptogate, aunque fuera por unos días,resultó incómodo para la burguesía y para el establishment político y mediático que lo sostiene. Jonatan Viale, un joven periodista mercenario que se prestó al juego mileísta de la impunidad, terminó, sin embargo, tratando a Milei como a un idiota en las partes de la entrevista que no se suponía que salieran a la luz.[3] “Vos sos el presidente”, decía con insistencia y el desparpajo del “vos” a la figura presidencial, y Milei no se hacía cargo. Y después se filtró el video en TN y quedó todo peor que como estaba. ¡En un video grabado justamente para no cometer errores!

El principal problema es que todo esto puso en evidencia que el gobierno es frágil. No el régimen político que lo sostiene, que está fortalecido frente a las masas, por eso la situación sigue siendo reaccionaria; pero sí el gobierno.[4]

Nuestras definiciones las hemos construido a partir de aproximaciones sucesivas y con un ojo puesto en el contexto internacional, igualmente reaccionario. Por ejemplo, el de Trump es un gobierno de extrema derecha “como” el de Milei, pero está lejos de ser un gobierno frágil: es el gobierno de la impunidad y el garrote. Además, Trump viene de otro sector de la burguesía, marcadamente distinto: la industria inmobiliaria de Estados Unidos, parasitaria pero no ficticia. Trump es un estafador serial, pero no es lo mismo. Todo el mundo afirma que es “transaccional”, y se nota: le interesan cosas materiales, territorios, materias primas, “hard power”, etc., lo del mundo cripto no lo roza realmente. Elon Musk también tiene muchos elementos de parásito, pero Tesla y SpaceX están muy lejos de ser industrias parasitarias como tales. Y, aunque tienen rasgos muy parecidos a Milei, los magnates de la inteligencia artificial tampoco son representantes de una industria meramente parasitaria: la IA es una enorme fuerza productiva basada en fuerzas destructivas –el extremo desgaste de recursos naturales–, que puede revertir tanto en una fuerza realmente productiva como en algo inmensamente destructivo.[5]

El de Milei quedó al descubierto como un gobierno frágil, pero eso no necesariamente significa algo sino hay ascenso de la lucha de clases. Es evidente que todas las fuerzas del régimen actúan para que gobierne, al menos hasta 2027. Además, tiene a su favor las fuerzas inerciales de la situación política: la bancarrota del peronismo, la complicidad con la gobernabilidad, etc.

No está para nada claro que esta crisis política, ni otros escándalos como la designación por decreto de los Supremos, se conviertan en una tendencia que vaya a durar todo el año, Los escándalos sin fin caracterizan al gobierno, pero no se sabe qué efectos reales tendrán.

2- Una situación indefinida

No se puede saber todavía hacia qué tipo de año político vamos. Hay cosas que favorecen al gobierno y otras que no: no hay todavía una resultante. Estamos a comienzos de marzo y es prematuro dar una definición decómo va a ser el año político. Por ejemplo, la CTERA acaba de hacerle un gran favor al gobierno al levantar el paro de “no inicio” de clases; ¡la burocracia en su conjunto juega día y noche a la contención social!

Milei tiene cosas a su favor, pero también en contra. Cómo se va a conjugar eso en este año electoral, todavía no lo sabemos.

A su favor, Milei tiene el apoyo de Trump, y en este momento eso es importante, porque la coyuntura internacional es una porquería reaccionaria. Es una coyuntura difícil, y Milei está subido a la ola trumpista.

Otro elemento que tiene a favor es que el régimen político lo sostiene, aunque ahora un sector se ausente de su inauguración del año legislativo, un gesto sobre todo para la TV. No es casualidad que todo lo que no quiere que se vote en el Congreso, no se vota. Es que el régimen político no tiene a nadie más que vaya a hacer lo que está haciendo Milei. Como ya señalamos, las circunstancias encontraron la persona perfecta para el trabajo sucio: transformar a la Argentina en un rompecabezas de explotación, saqueo y heteronomía social.[6] Su política económica está siendo de saqueo, de liberalizar todo. Ahora cualquiera puede vender remedios sin ningún tipo de control, te pueden vender carne podrida.

No se puede hacer la lista de las estafas que ahora puede hacer la burguesía en cualquier negocio, porque no termina más: ese es el verdadero significado de la “desregulación”. Ahora convierten al Banco Nación en una sociedad anónima. Es algo parecido a lo que se hizo con YPF o Petrobras. Lo hacen para que ingresen capitales y puedan sacar una tajada de un banco que hasta ahora era puramente estatal: todo debe ser entregado al saqueo del capital privado.

Otra cosa tremenda que Milei tiene a su favor es el rol abiertamente traidor de las direcciones. Lo que se está viviendo a nivel internacional es una ola de desmoralización producida por los gobiernos “progresistas”. El Partido Demócrata en Estados Unidos, la socialdemocracia en Alemania (PSD)[7], etc. Lula en Brasil en este momento tiene una aprobación del 24%…

La Argentina tiene la particularidad de que el peronismo sigue siendo muy fuerte. Tienen una fuerza militante que hoy en día el PT no tiene. El tercer gobierno de Lula es una bancarrota. Y ahora el peronismo quiere copiar a Lula, volver después de la catástrofe sin resolver ninguna de sus consecuencias (esas son las “teorizaciones” de revistas frentepopulistas como Jacobin, que alientan al frente de todo el mundo detrás del peronismo).[8]

Los gobiernos “progresistas” tienen el problema de que se aferran al mundo de la globalización, y ese mundo está desapareciendo (ver “La geopolítica del trumpismo”, izquierda web). Y frente a esa realidad no tienen una salida. ¿Cuál es el programa de los progresistas? ¿Qué nuevo mundo proponen? No tienen una respuesta porque no están dispuestos a romper con el capitalismo tal como es hoy. Ni siquiera quieren tener una orientación nacionalista burguesa: se aferran al mundo de la democracia burguesa neoliberal, del que ellos eran su pata izquierda. Y ese mundo está comenzando a terminarse. Cuando sos la pata de una mesa que se rompió, ya no tenés ninguna perspectiva…

Por otra parte, Milei tiene en contra la fragilidad del esquema económico. El dólar está atrasadísimo. Dicen que quieren eliminar el cepo, pero si llegaran a hacer eso el dólar se dispararía automáticamente. Los precios relativos están todos distorsionados. En la Argentina sigue, realmente, sin haber precios. Es una aberración que en términos de dólar sea uno de los países más caros del mundo, fortaleza artificial de la moneda (el peso) que no expresa ni la productividad relativa del país (miserable), ni la calidad de los bienes y servicios que se prestan: es todo una berretada.

La decadencia económico-social de la Argentina es un subproducto de la globalización: al no tener las condiciones de hiperexplotación que reinan en gran parte del mundo, los capitales se fueron. La decadencia, el deterioro del país, es producto de eso. Restablecer unas relaciones de fuerzas adversas a los explotados y oprimidos es la condición de posibilidad para que los capitales vuelvan, supuestamente, pero en el ínterin se está afectando el entramado industrial.

Ese entramado todavía relativamente moderno, con un país no tan afectado por la desindustrialización como Brasil o los Estados Unidos (sin dejar de ver las envergaduras económicas relativas de la comparación), es lo que intenta destruir Milei con su parasitismo. Se verá si esto abre brechas con la pusilánime burguesía industrial “argentina” o no; se verá cuál será su esquema de negocios. Se verá también si el capital privado se mete para “modernizar” el país (algo muy dudoso).

El far west de la guerra de todos contra todos que es el GBA, del cual habla el editorialista de La Nación Liotti con preocupación, es el producto de las tendencias agregadas al deterioro del país burgués que, con alzas y bajas, tiene varias décadas. La Argentina se acomodó a la globalización vía el submercado del Mercosur, que le permitió sostener determinadas industrias. Al mismo tiempo, el boom de las commodities dio lugar al boom y modernización de la producción agraria, y también está el boom extractivista actualmente en curso.

Cómo quedara todo esto con la destrucción mileísta, todavía no se sabe: descomposición social y desmoralización, o explosión social y nuevo ciclo de lucha de clases: esas son las hipótesis de trabajo, sobre la base de que las relaciones de fuerzas no han sido todavía del todo cuestionadas.

Escribas como Mosquera pueden titular sus textos miserables “¿Qué nombre le ponemos a la derrota bajo Milei?” (¡se ve que el muchachito no tiene una base militante!), teorizando sobre la “derrota en frío” y absolviendo al peronismo de sus crímenes políticos a repetición, pero la realidad es que si la coyuntura, incluso la etapa, son adversas, si hay crisis de dirección y falta de referencias alternativas entre las masas, si casi todas las fuerzas políticas juegan al son del juego electoral (desde la “oposición” colaboracionista hasta el PTS pasando por el peronismo y la CGT)[9], las relaciones de fuerzas aún no han sido probadas abiertamente; hay reservas, capas geológicas de relaciones de fuerzas que en el texto que nombramos arriba podríamos señalar como una cierta “microfísica del poder” que los apóstoles de la derrota no ven (¡no pueden verla porque no hacen militancia de base!).[10]

En el contexto anterior está la brutalidad de la crisis social, de la vida social de cada día.[11] Algo emblemático a contra-tendencia, ejemplo de “microfísica del contrapoder”, fue la acción independiente de los repartidores de Moreno, municipio del GBA, que se metieron en grupo a recuperar una moto robada. Es una acción independiente de autodefensa que hay que defender, como hizo públicamente el Sitrarepa en los medios de comunicación. Que hayan entrado y salido recuperando la moto es una cosa completamente novedosa.

Algo todavía indefinido es cuánto persiste la confusión que reina entre millones respecto a lo que significa este gobierno. Todavía tiene un grado de apoyo bastante alto. Aunque no está claro si realmente lo va a beneficiar la suspensión de las PASO; para octubre falta mucho, es un período de tiempo imposible de aventurar de acá a las elecciones. Por ahora, el criptogate tuvo alguna consecuencia. Lo que es evidente es que modifican el régimen electoral según les convenga. Lo que también está claro es que la suspensión de las PASO les genera problemas a las coaliciones, en particular a las que venían controlando la política argentina en la última década. Pero la suspensión de las PASO no puede salvar por sí misma al gobierno si se siguen acumulando los problemas.[12]

Lo cierto es que el régimen electoral más democrático de la historia reciente fue el que hubo inmediatamente después del Argentinazo. Era mucho más fácil poder presentarse a elecciones y hacer campaña electoral.

Por otra parte, un elemento que dificulta muchísimo que se le pueda pasar factura por abajo al gobierno, un problema muy grave, es la dirección del peronismo. Son unos cómplices canallas de la gobernabilidad que solo hacen acting en el Congreso Nacional y se niegan a llevar adelante ninguna medida de lucha real que vaya por fuera de las efemérides del 8 y el 24 de marzo.

Se habla mucho en los análisis de la izquierda marxista internacional acerca de los rasgos de los nuevos extremos políticos (la nueva extrema derecha). Pero se habla demasiado poco de la bancarrota de las viejas direcciones socialdemócratas y nacionalistas burguesas. Al parecer, ahora resulta que las direcciones no existen, que el problema de dirección no explica nada, que los Lula que en el mundo hay sólo cometen “errores” (Arcary dixit).

Se olvidan, o quieren olvidarse –con su nueva teoría abiertamente contraria a ese folleto extraordinario de Trotsky, “Clase, partido y dirección”–, de que las direcciones juegan un papel histórico. Más capituladores y anti-científicos, imposible: todos los males son atribuidos a las masas mismas, tal cual hace la burocracia.

Cuando fue la ola neoliberal, estas direcciones se pasaron con alma y vida a ese rumbo. Ya no son lo que eran. Ahora son una bancarrota de desmoralización de toda la gente que tienen alrededor, y son de los principales responsables de la situación reaccionaria que se vive. El derrumbe de la Argentina es un subproducto de la gestión kirchnerista, su prédica de un Estado de “cartón pintado”.[13] Y después no entienden qué pasó y se quedan pasmados con la elección de Trump.

Esa bancarrota, a nivel internacional, hace muy difícil que podamos aplicar la táctica del Frente Único; hay que intentarlo en cada caso concreto donde sea real y posible, pero no como un mantra en abstracto para hacer pasar cualquier cosa, embellecer cualquier capitulación. Porque se niegan sistemáticamente a movilizar.

Por otro lado, las payasadas del Congreso amenazan con desprestigiar por derecha a la propia democracia burguesa, ¡un desarrollo peligroso que avala el bonapartismo de los Trump, los Bolsonaro o los idiotas como Milei! Por ejemplo, las acusaciones de que el senador radical Vischi, que había apoyado la investigación a Milei por el criptogate, vendió su voto para finalmente votar en contra de la formación de una Comisión Investigadora en el marco parlamentario. Y esos escándalos se pueden capitalizar por extrema derecha. Es un problema: están desprestigiando a la democracia burguesa por derecha al mostrar a cielo abierto la impotencia del Congreso Nacional para nada que no sean payasadas (un acting al cual se presta también el FITU al no encontrarle la vuelta al tan declamado pero menos practicado “parlamentarismo revolucionario”).[14]

Lo peor es que en este momento no hay grandes luchas que contrarresten todo esto. La oportunidad que abrió la movilización del 1º de febrero contra el discurso de Milei en Davos fueron anestesiadas por la acción consciente de sectores del peronismo y el seguidismo del FITU. Nuestro partido fue el que logró en la Asamblea de Lezama que la movilización saliera, pero luego se armó un frente único contra nosotros para evitar que existieran documento y palco, es decir, que la movilización tuviera continuidad y progresión.[15]

Así, las presiones sobre la izquierda son muy fuertes. Quedó claro el año pasado. Comenzó muy agobiante tras el triunfo de Milei, pero después todo fue diferente cuando comenzaron a darse las grandes movilizaciones, como la universitaria; también en los enfrentamientos de vanguardia en el primer semestre frente al Parlamento contra la Ley Bases.

A la vez, contradictoriamente, este es un momento de debate y politización. Este es un elemento a favor y parte de la “microfísica del poder”: hay muchísimo espacio por abajo para la construcción revolucionaria, porque hay multitud de personas sin representación política a causa de la “bancarrota” del kirchnerismo, y por la pérdida de densidad militante y politización de la izquierda (en esto el PO hace escuela, ver el vergonzoso video invitando a su campamento de la juventud), la lumpenización del PTS, etc.

Lo que está ocurriendo, mundialmente y también en la Argentina, es que la extrema derecha polariza. Y de esa polarización, tanto ideológica como política y práctica, surge la bipolaridad: la reapertura de la historia, del debate político estratégico, el espacio para los planteos anticapitalistas, el repudio mundial a la masacre en Gaza, etc., son combustibles para la politización de todo un nuevo sector de las nuevas generaciones: para el recomienzo en curso de la experiencia histórica que también ocurre en la Argentina y que se expresa en gran medida en la juventud estudiantil.

Por eso también es importante el rol que puede cumplir en las discusiones actuales nuestro Campamento Anticapitalista, que es parte de la reapertura de los debates ideológicos. Los debates y la politización preanuncian el mundo que viene: esta nueva era de los extremos, ¡esta nueva era en la cual barbarie y revolución se miran la cara frente a frente!

3- Geopolítica, guerra civil y revolución

Nada indica que la situación de extrema derecha no tenga respuesta. Como ejemplo más emblemático está la resistencia en Palestina. Pese a que lo que sucede en Gaza es un genocidio, no una guerra, parte de la respuesta de Hamas tiene elementos de guerra civil defensiva: ojo por ojo, diente por diente, sangre por sangre. La conciencia de los milicianos de Hamas es yihadista, pero sus acciones son una respuesta a la brutalidad del sionismo, que asesina con impunidad en medio de su política de apartheid, limpieza étnica y genocidio.

Hamas convirtió la entrega de los rehenes muertos en una manifestación política de denuncia del genocidio, diciendo claramente que la responsabilidad de las muertes recae en el gobierno genocida de Netanyahu, en sus bombardeos. El acto de entrega de los cuerpos de los rehenes, que fueron asesinados por los misiles sionistas, se convirtió en una representación gráfica de lo que está pasando: una circunstancia de sangrienta guerra civil. Hicieron responsables de las muertes de los rehenes al gobierno de Israel. Y, a la vez, pusieron sobre la mesa la cuestión de los más de 70 mil muertos y 100 mil heridos palestinos. Los regímenes políticos, a nivel internacional, lloran a las víctimas del sionismo pero ocultan la masacre que viven los palestinos.

Es un cambio con respecto a años anteriores. La respuesta a la invasión de Iraq no llegó a ser “nada real” (exageramos), mientras que las acciones militares palestinas se convierten en resistencia real a la violencia colonial, en guerra civil. No tiene nada que ver con el yihadismo del atentado a las Torres Gemelas, que no tenía otro objetivo que imponer el terror en la población civil: no tuvo ningún contenido anticolonial ni antiimperialista, fue un acto puramente reaccionario, y por eso lo repudiamos en su momento.

La cuestión de los rehenes se ha convertido en algo de vida o muerte para el pueblo palestino. Tanto Netanyahu como Trump ya dejaron bien claro que su plan es la limpieza étnica completa de Gaza: ¡en cuanto Hamas entregue el ultimo rehén, una nueva ola de barbarie se descargará nuevamente contra el pueblo gazatí! (esa es la trampa de la tregua). El absurdo plan trumpista de convertir Gaza en un “resort turístico” es una de las formas más cínicas de limpieza étnica en muchos años. Si lo van a poder hacer o no, es otra cuestión.

En Ucrania, da la impresión de que el conflicto está muy militarizado (es decir, sin elementos de guerra civil) y la gente está desmoralizada. Por eso no hay respuesta frente a las bravuconadas de Trump cuando escenifica entregarle territorio ucraniano a Putin.

Pese a todo, la situación está tan dinámica, es tan cambiante, que, repetimos, hay mucho espacio por abajo para el debate y la construcción.

El problema de la dirección es clave en este momento, porque la situación es muy mixta y fluida, y hay momentos en los que se puede torcer el rumbo de la gobernabilidad.

Las crisis políticas no tienen consecuencias por sí solas. Es evidente que el criptogate fue una cachetada para el gobierno. Pero si nadie aprovecha para cobrárselo, no sirve para nada. Para parar a Milei está el gravísimo problema del tapón de las direcciones tradicionales y la gran tarea del momento, a nivel nacional e internacional, es luchar contra ellas.

Nuestra hipótesis no pasa tanto por el frente único para lograr realmente el desborde, pasa por la huelga de masas al estilo Rosa Luxemburgo, la irrupción desde abajo, independiente, para pararle la mano a la extrema derecha: la revolución y la guerra civil.

Y para un escenario de ese tipo, aunque sea “de bolsillo”, en pequeño, debemos preparar a la militancia de nuestra corriente internacional y de nuestro partido.


[1] La política del PTS es un mix de frente único por arriba, instrumentalismo, afán electoralista de figurar, ataque permanente al NMAS y creciente lumpenización en su filas. Si el PO se adaptó en su construcción al piqueterismo –y está pagando hoy las consecuencias de esto con su extremo debilitamiento–, el PTS es el ejemplo de una adaptación a todo tipo de elementos lumpenizados, autonomistas, discurso prostituyente, falso “liberalismo” en las relaciones humanas, etc., todo lo cual habilita canales para la suma de marginales.

[2] Hay veces que la realidad encuentra su “personificación”. Un poco como ocurre a nivel internacional con Trump, los deseos de la burguesía argentina de acabar con las relaciones de fuerzas, las conquistas de las masas que vienen desde 1983 y 2001, encuentran su personificación en una persona carente de toda empatía, una suerte de “idiota anti-empático” como Milei, que funciona como una personalidad de “teflón” separado de las dinámicas reales y que habita en esa otra galaxia artificial llamada “redes sociales”. Su “potencia” no es la de su propio poder, sino del que le otorgan todas las instituciones del régimen y el peronismo, además de la CGT.

[3] Este es otro ejemplo de la descomposición social del país burgués: nada se hace bien, ni siquiera la cobertura de un bochorno del gobierno, que se transforma en un doble bochorno.

[4] Que el régimen esté fuerte no quiere decir que esté legitimado ni que goce de prestigio, todo lo contrario. Quiere decir que las masas se muestran –de momento– en cierto modo “impotentes” frente a su imperio.

[5] Los Musk y todos los titanes de esta industria la piensan como se piensa el “Gran Hermano” de Orwell: para hacer de la sociedad no un sujeto más autónomo y autodeterminado sino lo contrario: una inmensa distopía donde los humanos no controlen nada (entre ellos puede haber algún mega-millonario filántropo pero no hemos estudiado el tema lo suficiente).

[6] Cuando Myriam Bregman sigue presentando a Milei como un “gatito mimoso” lo único que hace es lavarles la cara a sus amigos del kirchnerismo. Si con Milei no pasa nada, si nada se procesa con él, qué problema hay con esperar al 2027… El PTS se ha transformado en una de las expresiones más reaccionarias de la izquierda argentina.

[7] ¡Atención que las elecciones en Alemania fueron muy distintas de un mero “ascenso de la extrema derecha” como lo presentaron los medios!

[8] Los intelectuales que inclinan la cervical ante los hechos consumados, los posibilistas, dan asco.

[9] La histeria del PTS contra el NMAS se redobla siempre en los años electorales, qué casualidad…

[10] Encontramos en esta definición de Foucault un buen punto de apoyo para algo que está ocurriendo: la multitud, a nivel internacional y nacional, de manifestaciones de resistencia frente a la ofensiva de la extrema derecha.

Lógicamente, usamos el concepto en un sentido opuesto al de Foucault, lo revertimos dialécticamente respecto de la intención original del autor (un operativo semejante al que hemos hecho con el concepto de “no contemporaneidad” de Ernest Bloch). Si Foucault lo utilizaba para dar cuenta de las formas de poder “desestatizadas”, de las imposiciones de poder en las instituciones escolares o médicas, nosotros usamos el concepto en el sentido del espesor social de las relaciones de fuerzas, de las manifestaciones de “contrapoder” (todo esto lo decimos de memoria, no hemos tenido tiempo de revisar el texto de Foucault Microfísica del poder).

[11] Este brutalismo está en todo: en los barrios, en los medios de “transporte”, en los lugares de trabajo, en la guerra de todos contra todos por abajo. Brutalismo propio de una situación reaccionaria en la apertura de esta nueva era de los extremos, que todo lo baña.

[12] La posición del FITU aferrada a las PASO ha sido una vergüenza. Es evidente que lo hicieron por pura conveniencia. Tan escandaloso fue su comportamiento que no fueron capaces siquiera de presentar un proyecto de ley alternativo que planteara una modificación del régimen electoral en sentido progresivo. Se limitaron, simplemente, a defender el régimen proscriptivo vigente por la sola razón de que los beneficia contra nuestro partido.

[13] Y con esta gente quieren que la izquierda ponga en pie un nuevo frente de conciliación de clases titulado tramposamente “frente antifascista”, al estilo de los frentes populares de los años 30. Ahí está el resultado de esta genial “estrategia”: ¡Lula, blando con los poderosos y duro con los explotados y oprimidos, está en su peor índice de popularidad en toda su historia!

[14] Como siempre, es el PTS el autor de estas autoproclamaciones vacuas, aburridas.

[15] Durante la marcha mucha gente se preguntaba por qué la columna “no lograba llegar a Plaza de Mayo”… y es que el peronismo y sus adláteres en el sector, como la “columna Mostri”, se encargaron de ello.

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