En alerta frente a Milei

Texto preparado a partir de un informe el domingo pasado (26/11) en el CC del Nuevo MAS.

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Alerta Milei

A pocos días de asumir el gobierno, con todo el régimen político trabajando para su entronización y en medio de un Congreso Nacional fragmentado, Javier Milei tiene cerrado su gabinete luego de semanas de marchas y contramarchas.

Se trata de un gabinete extremadamente reaccionario –o de extrema derecha, se verá en la experiencia– cuya primera tarea es el lanzamiento de un shock económico anti-obrero y anti-popular del cual, al cerrar este editorial, todavía no se sabe exactamente el alcance de las primeras medidas, aunque serán duras.

Las primeras medidas son las que hemos señalado y que están en boca de todos los analistas: una devaluación del peso oficial que podría llegar hasta los $650/700 en una primera etapa, incrementando la sensación híper inflacionaria en la cual se vive hace meses y que significará un nuevo y fuertísimo ataque al salario, y la llamada “ley ómnibus”, un paquete de medidas en el cual se adelanta una fuertísima reducción del gasto fiscal así como despidos de importancia entre las y los trabajadores del Estado.

En estas líneas continuaremos el análisis que venimos realizando sobre lo que se viene con el nuevo gobierno de Milei, además de desarrollar aspectos de la orientación para un primer momento que seguramente será difícil, defensivo (aunque posteriormente podría girar bruscamente en sentido contrario).

  1. Una crisis que es la suma de todas las crisis

Lo primero es dar cuenta más profundamente del contexto en el cual llega Milei al gobierno. El contexto es el de una nueva crisis histórica en la economía del país, además de una grave crisis social herencia de la fracasada gestión del FdT. No entraremos en este texto en los detalles específicamente económicos de la cuestión, pero lo que está claro es que una forma de regulación económica, vinculada a la administración de la economía por la vía inflacionaria, entró en crisis acercando al país nuevamente a una hiperinflación.

La falta de divisas del país, heredada tanto de problemas estructurales como de haber legitimado el gobierno de Alberto Fernández la deuda impagable contraída por Mauricio Macri, agotaron las reservas del país.[1]

Tal es el extremo al cual se llegó que la vivencia cotidiana es de una híper inflación: hace meses que no hay precios y la carrera de remarcaciones no para. Sobre todo en esta transición que ya termina –que tuvo elementos, dicho exageradamente, de “vacío de poder” sobre todo en sus primeros días– entre un gobierno y el otro, se ha desatado una carrera loca por los precios que además está en referencia con la devaluación del dólar oficial que se viene (la pérdida de referencia en los precios no se sabe si multiplicará o “atenuará” el impacto popular de la nueva devaluación).[2]

Hoy el dólar oficial está en torno a los $385 mientras que los dólares financieros y el dólar blue se están alineando en torno a los $900 (promedio). Sin embargo, muchos analistas señalan que el dólar oficial de referencia histórico debería estar en torno a los $650, pero es imposible saber en qué cifra fijará el nuevo gobierno mileidista el tipo de cambio; la especulación es que sería, efectivamente, $650, según declaraciones de futuro ministro del Interior, Francos, que de todos modos se atajó afirmando que él “no es economista”. Y hoy trascendió que posteriormente podría venirse una nueva tanda devaluatoria.

Sí se sabe que el plan dolarizador aparece en este primer momento “archivado”, entre otras razones de peso porque requeriría una devaluación muchísimo mayor y porque, detalle no menor, requeriría de un aporte de divisas frescas de una magnitud que no está en los cálculos de nadie.

También aparece archivada –en este primer momento– la idea de “cerrar” el BCRA, cuestiones que colocan cierta medida a las cosas al menos en términos generales.

De cualquier manera, lo que nos interesa acá es precisar un concepto acerca de la “sobre-votación” de Milei del 56% en el balotaje (exagerada sideralmente por las reglas de juego del balotaje y el arbitraje a derecha del régimen).

Por un lado, está el elemento “plebiscitario” que esgrime Milei para justificar su ataque de shock y reclamar que aun con una representación minoritaria en las cámaras se le vote todo lo que pide. El show de hacer el discurso de inicio del mandato fuera del Congreso Nacional y no en el recinto –algo sin antecedentes históricos, aunque habrá que ver cuánta gente reúne– va en el mismo sentido: hacer jugar plebiscitariamente su “exagerada” y, hasta cierto punto, heterogénea votación.

Sobre esto último podemos señalar que a pesar de ser un voto que se decantó de manera reaccionaria (aunque tenga contradicciones y falsas expectativas que se chocarán con la realidad al menos para algunos segmentos de este voto), y no haberse dado en el núcleo más orgánico de la clase obrera, que votó por Massa contra Milei y en defensa de sus derechos –algo que el PO y el PTS se negaron a reconocer–, expresa algo que va más allá de lo meramente electoral.

Expresa, de manera reaccionaria y por derecha, la crisis del capitalismo argentino y de una forma de regulación económica inflacionaria que no dejó de ser un tributo a las relaciones de fuerzas, relaciones de fuerzas que Milei se propone desafiar en un grado cada vez más decidido hacia una política de shock económico.

La crisis que vive el país es una crisis excepcional. Una suerte de “crisis de todas las crisis”, porque se trata de una crisis económica (inflación en niveles de casi el 200% anual), social (pobreza en un 40%), el crecimiento de la precarización laboral, crisis de la educación y la salud, crisis de la infraestructura nacional, una crisis política del sistema de partidos (sobre todo de Juntos por el Cambio, el peronismo es todavía un interrogante), extractivismo y crisis climática, etc.[3]

La suma de esas crisis, en un contexto de contención por parte de las direcciones tradicionales de la lucha de clases y por parte del régimen político, que operó todo el año hacia la derecha, es lo que dio lugar al minoritario gobierno de Javier Milei, el cual, como si fuera una “ley de la naturaleza” (en realidad, ley del mercado) “dejará correr” un duro ajuste económico en la búsqueda de otro tipo de regulación: una economía recesiva, lo que implica ajuste y despidos; es decir, un ancla distinta que la economía inflacionaria.

El contrapeso a todo esto es que, primero, la materialidad de la sociedad tiene que legitimar un ajuste de este tipo y eso no es tan fácil –aunque en un primer momento parece dominar el reflejo de “dejarlo a ver qué hace”– y, segundo, que si bien las condiciones inflacionarias ayudan a hacer pasar un ataque de este tipo, el desafío puede ser demasiado grande y el país estallar en “mil pedazos” aunque eso tome algún tiempo antes de producirse.

Todos los desarrollos están para ser probados, como hemos señalado varias veces, porque el procesamiento exprés de esta suma de todas las crisis por la vía electoral tiene que traducirse ahora en un procesamiento por la base de la sociedad, en las y los trabajadores, y de esto es imposible adelantar una resultante aunque la coyuntura inmediata se presente como defensiva.

También es un hecho –aunque de otro orden– que la burguesía puede dividirse frente a Milei en tanto que gobierno minoritario. Un sector burgués puede ganar dinero y regularse por la vía extrema neoliberal: los sectores financieros, extractivistas, el agro, etc.; pero el sector de la industria, de importancia sobre todo en los núcleos del proletariado industrial, no puede funcionar sin algún tipo de protección.

De cualquier manera, la burguesía va a estar férreamente unida en la devaluación y el ataque relativo al achicamiento y los despidos en el Estado.

Nada de esto niega que existe una inmensidad de interrogantes acerca de la evolución de la gestión mileidista y los elementos de mediación en relación a lo que se viene: se trata de un ataque de shock contra los trabajadores que plantea un primer escenario defensivo aunque su resultante es incierta y terminará dirimiéndose en las calles.

  1. Un plan de guerra contra los trabajadores

Señalamos desde agosto que el plan que adelantaba Milei era una declaración de guerra contra la clase trabajadora. Es un hecho que en el camino Milei parece haber ido postergando algunas de sus medidas más audaces por no tener volumen político para ello, al menos de momento, como la dolarización o el cierre del BCRA (dos medidas que van de la mano).

Sin embargo, eso es secundario en estos momentos. Con idas y venidas en la constitución del gabinete, la base parlamentaria para su gobierno y demás, de todo modos está configurándose un ataque en regla contra la clase trabajadora amparándose en la señalada base “plebiscitaria”: “sacamos el 56% de los votos y dijimos lo que íbamos a hacer, así que ahora nos tienen que apoyar”.

Sin entrar en detalles técnicos, hay medidas de dos tipos diferentes, ambas profundamente anti-obreras y anti-populares. Por un lado está la señalada devaluación, que reducirá los salarios reales de inmediato a la mitad; hay mucha fragmentación salarial, no todo el mundo gana miseria aunque también es verdad que apareció el fenómeno de los trabajadores pobres.

Pero cualquiera sea el nivel salarial que se tenga el zarpazo sobre el salario real vendrá inmediatamente en cuanto se deje correr la devaluación –se verá hasta qué nivel se la deja correr, si será en dos etapas o qué–. Además, repetimos, ya mismo el salario se está desvalorizando hora tras hora por la remarcación de precios.

Respecto de los aguinaldos, la situación es dispar aunque el gobierno saliente adelantó fondos para que puedan pagarse. Pero el escenario nacional es demasiado fragmentario para que podamos tener una apreciación clara en este texto.

En segundo lugar, ya comenzaron en determinados lugares las amenazas de despidos, así como adelantos de vacaciones, suspensiones con la excusa de la “falta de importaciones” con pagos al 70%, etc. Es difícil sistematizar en cuántos lugares está ocurriendo esto, todavía no parece ser masivo, pero en todo caso es otra señal de alerta en contraste marcado con la situación en la cual veníamos en la Argentina desde hace muchos años, en la cual no ha habido mayormente despidos (Mondino ha señalado, en modo ataque, que el nivel de empleo en la Argentina es artificial e “improductivo”).

En tercer lugar, está la “ley ómnibus” que se presentaría a extraordinarias inmediatamente de asumido Milei, por intermedio de la cual se comenzará por un durísimo ataque al sector estatal. Acá está la trampa demagógica de que Milei haya hecho campaña contra la “casta”: la gente cree que se trata de un ataque a los “políticos”, pero en realidad será un ataque a las y los trabajadores estatales. Se habla de la posibilidad de 65.000 despidos en el Estado Nacional comenzando por los contratados; Cúneo Libarona, futuro Ministro de Justicia, ha hablado de que reduciría el personal del ministerio en un 33%, pero hay que verlo.

Luego está la serie de privatizaciones y contrarreformas que podrían venirse. Hay que poner atención en este punto: no todo puede pasar así porque sí, aunque las bancadas “opositoras” hablan de “oposición responsable”, darle “gobernabilidad al nuevo gobierno”, etc. El ajuste macroeconómico que pasaría como “ley de la naturaleza” (ley del mercado, repetimos) no requiere de tratamiento parlamentario, pero las contrarreformas sí lo requieren; decimos esto alertando que, de todas maneras, para enfrentarlo hay que partir de organizarse desde abajo en los lugares de trabajo, porque sin eso no existe ninguna posibilidad de resistencia.

La burguesía y las cámaras legislativas pueden alinearse felices con dichas contrarreformas, pero tampoco es sencillo que todo pase sin pena ni gloria.

Una vez más: pasado un primer momento de impacto, sin duda la clase trabajadora comenzará a reaccionar, y eso meterá presión sobre todo el resto del sistema político. La burguesía puede mantenerse firmemente unida alrededor del ataque que viene, o dividirse, depende de cómo vaya procesándose este ataque en la lucha de clases.

Un problema central acá es que la burocracia sindical, sobre todo la CGT pero también la CTA, no han movido un dedo en todos estos años[4]. Han vivido del mecanismo de las paritarias y de la “compensación salarial” –lo que no evitó el deterioro salarial de conjunto, evidentemente–, pero ahora no se sabe si el gobierno mileidista les habilitará paritarias ni en qué nivel.

La CGT, las dos CTA y los movimientos sociales todavía oficialistas escenificaron días atrás una reunión de “unidad” contra el gobierno “semifascista”[5] y dicen que realizarán “la resistencia en las calles”.

Se pusieron en “estado de alerta” con un pliego de reclamos que incluye las paritarias, los despidos, la legislación laboral, la “defensa de los derechos sociales”, pero con palabras no alcanza: hay que verlos actuar en los hechos y ya sabemos lo traidores que son.

Sin embargo, al ser, nos guste o no, las direcciones mayoritarias del movimiento obrero, hay que evitar una posición sectaria que impida la unidad de acción en caso de que pueda darse. Las tácticas de exigencia y denuncia, de frente único y unidad de acción, siempre manteniendo nuestra política y perspectiva independiente, se ponen a la orden del día en esta inicial coyuntura defensiva.

La idea que hay que retener acá es que Milei se inclina por una orientación de shock. Milei prepara un zarpazo, sobre todo económico y social –aunque no exento de represión, se verá hasta qué nivel– y hay que prepararse para eso: organizar desde abajo la defensa activa y la resistencia a lo que adelanta preparando así la contraofensiva, tomar las calles contra su ataque.

No existe tarea más importante que alertar frente a lo que se viene en todos los casos donde esto sea posible (asambleas, reuniones de activistas, etc.), y al mismo tiempo señalar que se lo puede enfrentar, que es muy factible que le estalle el país, que no puede llevarse puesta a la sociedad, que existen todo tipo de mediaciones e intereses afectados para lo que quiere hacer, etc.

  1. Gobierno, régimen político y relaciones de fuerzas

¿Qué contradicción existe a todos estos desarrollos? Como señalamos en textos anteriores, se trata de un gobierno minoritario.[6] Es escuálido en diputados y senadores y no tiene ningún gobernador. Cristina Kirchner, en una traición mayúscula, salió a decir que “a la LLA le corresponde la presidencia de ambas cámaras” para lavarse las manos del balance desastroso y traidor de los K: “yo siempre he respetado la voluntad popular”, afirmó.

Más allá de esto, y a pesar del compromiso de la mayoría de los partidos del régimen y las instituciones con la necesidad de “asegurar la gobernabilidad”, la debilidad institucional de Milei es un hecho que no puede dejarse de lado en el análisis. Hay que medir las fuerzas propias y las del enemigo.

Las dificultades en la constitución del gabinete y la presidencia de las cámaras (cosa que ya ha logrado) refleja al menos dos tipos de problemas: uno es la veleidad “enclenque” de un partido minoritario y lleno de arribistas como LLA, que se pelean por los puestos de importancia.

Pero sospechamos que existe otro tipo de problema: el grado de ataque que se apresta a lanzar Milei. Milei prepara un plan de guerra contra las y los trabajadores al cual muchos le darán apoyo pero no tantos quieren comprometerse de manera directa.

Todo tiene medida y proporciones. Necesita una mayor base de sustentación que la que tiene. El 56% que obtuvo es una votación abrumadora… pero no dejan de ser sólo votos. Obviamente, le dan una “legitimación plebiscitaria” a sus planes, un elemento extremadamente reaccionario. Pero con los votos de un balotaje no alcanza para afirmar un gobierno.

De ahí los problemas e indefiniciones que siguen escuchándose alrededor del alcance de las medidas que anunciará, al menos en un primer momento.

Por ejemplo: Bullrich y Petri en Seguridad y Defensa son un combo represivo pero no de extrema derecha –aunque hay que prepararse para un mayor intento represivo, sin duda alguna–.

Las dificultades que expresó la constitución del nuevo gabinete muestra las fragilidades de un gobierno muy minoritario para el durísimo plan que se trae debajo del brazo.

Desde el minuto uno señalamos que era un error caracterizar a Milei, como hizo el PTS, de “gatito mimoso”, o como hizo el PO, que se jugó a que “ganaba Massa” y todavía sigue ordenándose alrededor del gobierno saliente y no del entrante.[7]

Por nuestra parte, alertamos sobre la “declaración de guerra contra la clase obrera” que expresaba su candidatura y señalamos que presentarlo como un gobierno “débil” desarmaba, aunque tenga enormes problemas e inconsistencias que operan como factores mediadores.

Por un lado, es un gobierno peligroso. Pero el hecho de que pueda hacer estallar el país si se pasa de rosca, el elemento de “apuesta” que entraña, otorga un evidente elemento de inestabilidad.

Por lo demás, es un gobierno minoritario como ya señalamos. ¿Qué significa esto? Significa que la burguesía puede alinearse detrás de él y también dividirse; que su base de sustentación es endeble y que quizás no todo el mundo esté dispuesto a pagar el costo político de sus medidas aunque se haya escuchado mucho el mantra de la “gobernabilidad” en los últimos días.

Esto dependerá del nivel en que se desarrolle la lucha de clases; de las presiones que dicha lucha de clases imponga sobre el conjunto de los desarrollos.

Todo debe probarse en la experiencia y es la experiencia misma la que nos dará los alcances y límites de las cosas. Esto no podemos resolverlo en el análisis, deberá probarse en la lucha de clases.

El análisis respecto de la relación entre el gobierno y el régimen tiene importancia para no impresionarse frente al nuevo gobierno. Para nada hay que disminuir los peligros que entraña, pero sí medir sus alcances y límites.

El triunfo electoral de Javier Milei no significa un cambio de régimen político en el país; como señalamos en “Un análisis materialista del gobierno de Javier Milei”, es, en principio, un gobierno ultra reaccionario dentro del régimen político existente.

Desde ya que nos encontramos frente al gobierno más derechista que ha dado el régimen de la democracia de ricos en 40 años. Pero sería adelantarse demasiado hacer ahora una definición cerrada de su carácter. El gabinete es extremadamente reaccionario y con mucho peso del sector financiero, aunque con figuras propias del régimen político. Pero Milei no deja de ser una figura de extrema derecha, así que hay que verlo caminar evitando por todos los medios el impresionismo.

Señalamos en nuestro primer texto posterior al balotaje que hay que diferenciar entre los dichos y las palabras del mileidismo. Parte de la mecánica de estos gobiernos de derecha extrema es jugar todo el tiempo a asustar, crear “climas”.

Pero no hay que dejarse impresionar: el carácter del gobierno lo da su conformación real. Y, como señalamos ya en otros textos, su base de sustentación no es la de Trump ni la de Bolsonaro. Trump tiene atrás al Partido Republicano, partido centenario del bipartidismo yanqui.

Por su parte, Bolsonaro tenía atrás –amén de otros puntos de apoyo que no podemos desarrollar acá– a unas FFAA brasileñas incomparablemente más fuertes que las argentinas que le dieron ministros y funcionarios en toda clase de cargos a su gobierno.

En el caso del mileidismo, la representante de las FFAA en su gobierno es Victoria Villarruel, pero por el momento esta figura aparece relativamente “raleada” en la conformación del gobierno: Bullrich y Petri van a Seguridad y Defensa y no la gente de Villarruel. No le vemos envergadura real por el momento para hacer más que gestos testimoniales.

Esto no quiere decir que por abajo no haya polarización. Señalamos en su momento que la barbarie en las palabras antecede a la barbarie en los hechos. También que dichas palabras tienen que traducirse en hechos, que por ahora han ocurrido sólo muy marginalmente.

Desafiar el régimen político, el castigo a los genocidas, las conquistas democráticas (en materia de libertades democráticas y derechos de organización), la conquista del derecho al aborto y el matrimonio igualitario, etc., no es tan sencillo.

No negamos que pueda ocurrir si el gobierno de Milei se fortalece. Pero sería tocar otras “fibras sensibles” que también expresan relaciones de fuerzas y consensos “tranversales”, por lo que que muchos analistas aconsejan a Milei “dejarlas de lado” y dedicarse a lo principal que quiere la burguesía: el ajustazo económico.

Muchos intelectuales de la izquierda quieren sacar conclusiones por adelantado del gobierno en ciernes de Milei. Se anticipan demasiado. Pierden de vista que falta en la Argentina un procesamiento por parte de la lucha de clases de todo lo que adelanta Milei.

La comparación con Brasil es pertinente porque es cercana. Brasil procesó la llegada de Bolsonaro desde el 2013, o al menos desde el golpe parlamentario que destituyó a Dilma Rousseff a mediados de 2016.

Acá no ha pasado nada parecido, aunque sí un larguísimo y extenuante año electoral arbitrado hacia la derecha y sin gran lucha de clases.

Es verdad que ha habido una cierta degradación en las relaciones de fuerzas, sobre todo en materia de fragmentación laboral del movimiento obrero. Pero las herencias del 2001, y ni hablar de 1983, sus conquistas sociales y democráticas, no fueron puestas a prueba todavía.

La elección de Javier Milei expresa cuán a la derecha está el interior del país, una suerte de “revancha” del país inorgánico contra el país orgánico expresado en los núcleos más concentrados de las y los trabajadores.

Pero no se pueden adelantar conclusiones de procesos no concluidos a partir de un resultado electoral, por impactante que sea el mismo.

El balotaje parió un resultado electoral extremadamente a la derecha, eso es así. Y adelanta un ataque económico y social de enorme magnitud, eso también es un hecho. Sin embargo, sería completamente erróneo adelantarnos a una resultante que tiene que ser procesada en la lucha de clases y que tiene todos los grises y mediaciones de los cuales venimos intentando dar cuenta.

  1. La traición del peronismo

Nos detendremos ahora en la traición histórica que acaba de consumar y está consumando el peronismo. No tuvieron un programa alternativo al ajuste inflacionario sin fin y legitimaron la deuda con el fondo contraída por Macri; jamás sacaron los pies del plato del capitalismo porque son sus administradores, al menos en la forma que tenía el capitalismo argentino hasta el momento, veremos cómo sigue la historia. Pero además, su rol institucional asegurándole una transición “pacífica” al gobierno de Milei es una traición en sí misma.

La campaña hacia el balotaje de Massa jugó la carta “democrática” y social pero perdió por nocaut por la pésima situación económica y social del país.

Ahora el gobierno del Frente de Todos se retira de la escena sin pena ni gloria, Massa y Alberto se escapan del país. El kirchnerismo jugó al triunfo de Milei porque no tiene un programa alternativo, sólo administrar las miserias del capitalismo argentino.

Cristina se juega la carta de Lula en Brasil, dejar que Milei gobierne “tranquilamente”, y sobre los despojos que deje, que el peronismo pueda volver al gobierno…

No parece claro que el peronismo se vaya a dividir, aunque cada cacique territorial juegue su juego. Se presentó de manera unificada en las elecciones y tiene enorme poder territorial y sindical. Sin embargo, hay semiplena prueba de que votarán divididos en el Congreso.

Lo que es un hecho es la crisis enorme de JxC y el radicalismo, aunque tampoco hay de momento definiciones de peso sobre su reconfiguración.

En todo caso, el “estallido” del sistema de partidos tradicionales (sobre todo, insistimos, Juntos por el Cambio) en lo inmediato parece jugar a favor de Milei, pero mucho dependerá de la evolución general de la lucha de clases.

  1. La política de la izquierda durante las elecciones

La mayoría de la izquierda desarmó durante toda la campaña electoral. Abordaron de manera rutinaria lo que no es rutinario. En su momento le señalamos al PTS que estaba realizando una campaña electoral normal en condiciones anormales, las que se abrieron luego del triunfo de Milei en las PASO.

También insistimos en que había que orientarse a lograr una respuesta extraparlamentaria, no puramente electoral, frente al fenómeno de Milei. Una y mil veces insistimos en que la crisis económica y social del país podía parir un fenómeno como el que se apresta hoy a gobernar.

Al final de una campaña electoral extraordinaria encabezada por nuestra compañera Manuela Castañeira, donde nos esforzamos al máximo por un programa claramente anticapitalista y clasista con el planteo de $500.000 de salario mínimo, dimos un giro “anti-electoral” anticipándonos a la situación extraordinaria que parecía venirse (¡y que se vino!).

Fue un gravísimo error político que Miriam Bregman desarmara en el debate presidencial con la caracterización de Milei como “gatito mimoso”; no alertó sobre el problema que significaba Milei, más allá de todos los límites que tiene y del carácter minoritario de su gobierno.

Por su parte, el PO sacó una declaración política después de la primera vuelta haciendo lo que no se debía hacer: jugándose a un pronóstico electoral, que era que las elecciones las tenía ganadas Sergio Massa.

Por lo demás, la posición de voto en el balotaje de ambas corrientes fue una vergüenza. El PTS y el PO igualaron en la táctica electoral lo que es inigualable: la eventualidad de dos gobiernos burgueses muy distintos, uno normal como el de Massa y otro de cuasi extrema derecha como el de Milei. No supieron apreciar los matices ni ver los peligros que entraña –aunque esté todo abierto y todo tiene medidas y proporciones en la lucha de clases– un gobierno de Milei.

Nuestro partido llamó con claridad a no votar a Milei. Además, planteamos que no había que darle la menor confianza a Sergio Massa y que, salvo Milei, dábamos “libertad de acción”. Diferenciamos en la táctica lo que es diferente en la política, en el análisis y en la orientación.

Lógicamente que un gobierno de Sergio Massa hubiera aplicado también un duro ajuste. Pero no hubiera configurado un peligro como el de Milei, cualquiera sea el futuro de este.

No alertar sobre Milei, no tener una política extraparlamentaria para frenarlo, fue un grave error de estas corrientes.

  1. Defensa activa

La tarea del momento es preparar la respuesta a los duros ataques que se apresta a lanzar Javier Milei. En los lugares de trabajo hay preocupación, y se entiende. La amenaza de deterioro salarial, la amenaza de despidos en el sector privado y público, los estados de alerta y movilización que ya se anunciaron en los medios públicos sujetos a privatización, la preocupación entre la docencia, etc., son todos elementos que configuran un estado de alerta y movilización frente a las medidas que se apresta a lanzar el nuevo gobierno.

La primera tarea es alertar frente al gobierno que viene. Señalar que el gobierno de Milei es un peligro y que más allá de su carácter minoritario se apresta a lanzar un enorme ataque.

Esto no significa que se pueda hacer cualquier cosa. Hay que lograr anuencia para la acción, tener presente que en un primer momento habrá expectativa por lo que anuncie Milei: es la experiencia la que nos dará la justa medida de las acciones que propongamos.

En la tradición del marxismo revolucionario, las herramientas son clásicas y están probadas por la lucha de clases histórica: la unidad de acción y el frente único son fundamentales para enfrentar los ataques que vienen. Hay que apoyarse en la experiencia de la propia clase trabajadora. Hay que impulsar la respuesta pero no inventar nada. No hay que estar ni un milímetro por delante ni uno por detrás de las relaciones de fuerzas reales.

Es casi seguro que la burocracia va a intentar traicionar. Pero son la dirección del movimiento de masas y pueden recibir presiones por la base. Además, el gobierno mileidista puede hacer todo tipo de maniobras pero también afectar sus intereses. Hay que demostrar que es la burocracia y no la izquierda la que se niega a la unidad.

La orientación del primer momento es defensiva: la defensa activa. Hay que tomar nota de que no es una situación exactamente igual a ninguna de las anteriores en las últimas décadas. En principio, lo que se adelanta es más agresivo, sobre todo porque venimos de dos décadas marcadas por el contexto del Argentinazo.

La primera tarea es plantear: ¡con nosotros no te metas! Incluso en muchos lugares de importancia del interior del país, donde se votó por Milei entre las y los trabajadores, nadie se espera lo que se viene. No hay que pelearse con los votantes de Milei, sino con Milei y su gobierno, que es algo muy distinto.

A partir de la respuesta lugar por lugar, hay que ir construyendo una respuesta más de conjunto, una coordinación real de los sectores que salgan a luchar, lo mismo que apoyar a todos los sectores que estén en lucha para constituir un polo independiente que tomará la forma que diga la experiencia y que puede llegar al desborde de la burocracia.

Como no se puede confiar ni un milímetro en la burocracia sindical, la orientación por abajo es la primera y fundamental: donde haya una respuesta, donde un sector diga “¡A mí no me toques!”, hay que rodear de solidaridad a ese sector.

Lógicamente que los sectores donde dirige la izquierda, gremios, comisiones internas, centros de estudiantes, el movimiento de desocupados independiente, etc., son puntos de apoyo para esto. La conquista reciente de la UEPC de Córdoba capital, uno de los sindicatos docentes más grandes del país, es sin duda un punto de apoyo importantísimo para ello.

En este marco, hace falta también una política de exigencia a la burocracia sindical (denuncia y exigencia). Sin depositar un gramo de confianza en ella, hay que exigirle medidas de lucha por gremio y nacionales y un paro general activo contra el ajustazo o cualquier otro zarpazo que lance el gobierno mileidista.

Hay que tomarles la palabra: ¿dijeron que harán “la resistencia en las calles”?, pues bien, que convoquen entonces a medidas de fuerza nacionales.

Habrá que acompañar la experiencia que haga la clase trabajadora, sus tiempos, que tendrán que ver con cómo caen y cómo se responde a las medidas de Milei, cuánto tendrán de maniobra para dividir a las y los trabajadores, etc. Se viene de muchos meses “aspirados” por las elecciones y quizás en un primer momento cueste salir más de conjunto. Habrá que aguantarse ese momento.

Sin embargo, también es probable que sus medidas caigan pésimo y que la realidad pegue un giro de 180 grados. Es muy difícil anticiparse porque tampoco se sabe de manera certera cómo será el ordenamiento de sus medidas. Pero hay que ponerse en guardia.

 


[1] Se habla de que Caputo estaría juntando en el exterior una suerte de “préstamo” para cubrir con divisas los primeros meses de Milei. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta la magnitud de esos fondos, lo que evidentemente, además de conformar un gobierno que comienza con un nuevo endeudamiento (una nueva entregada), tendrá efectos macroeconómicos muy distintos dependiendo de su magnitud.

[2] Todo el análisis de la coyuntura argentina después del triunfo de Milei se hace más complejo aún debido al trasfondo de semejante crisis económica y social con pocos antecedentes.

[3] Además de todos los aspectos ultrarreaccionarios de Milei, hay que dejar asentado, dato no menor, que es negacionista del cambio climático.

[4] Macri acaba de salir a atacarlos con eso: “no movieron un dedo contra Alberto Fernández y ahora que Milei ni asumió ya están diciendo que van a tomar medidas de fuerza”.

[5] La caracterización del gobierno como “semifascista” es exagerada y deja las cosas demasiado a la defensiva.

[6] El acuerdo directo logrado en la integración del gobierno ha sido con el sector de Patricia Bullrich, aunque a pesar de las contradicciones Macri parece apoyarlo como “desde afuera”.

[7] El PO tiene la falsa idea de que no se puede alertar frente al gobierno que viene porque “muchos trabajadores lo votaron”. Pero eso es un error completo: no se trata de ser sectarios con las y los trabajadores que votaron a Milei (minoritarios entre la clase obrera más orgánica), sino de alertar frente al gobierno que viene, que es algo muy distinto.

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