Elecciones en Turquía – Gran votación de la izquierda kurda y retroceso de Erdogan

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El domingo 7 de junio se llevaron adelante las elecciones parlamentarias en Turquía. El resultado que arrojaron, significó la pérdida de la mayoría absoluta por parte del gobierno islamista de Erdogan y su partido AKP (“Partido de la Justicia y el Desarrollo”), si bien sigue siendo la fuerza más votada del país con un 40 por ciento de los votos.  Esto significa una caída de diez puntos (más de seis millones de votos) en comparación tanto con las elecciones parlamentarias de 2011 como con las presidenciales de 2014.

Con estos resultados, el AKP deberá (por primera vez desde 2002) pactar con otras fuerzaspara formar gobierno, cosa que por el momento no está claro que pueda ocurrir. En caso de fracaso de las negociaciones, se abriría una crisis política que puede incluir el llamado a nuevas elecciones.

Por otro lado, el fracaso en obtener la mayoría parlamentaria limita fuertemente las ambiciones de Erdogan de reformar la Constitución e impulsar un régimen presidencialista, con el objetivo de concentrar aun más el poder.

Pero el elemento más interesante de la votación son los resultados obtenidos por el partido de izquierda kurdo HDP (siglas en turco de “Partido Democrático del Pueblo”). Fundado en 2012, realizó una enorme votación, conquistando el 13 por ciento de los votos (más de seis millones de personas), y siendo la cuarta fuerza más votada en estas elecciones. Esto le proporcionará una representación parlamentaria de 80 diputados, 45 más que los que obtuvieron en las elecciones de 2011 sus antecesores políticos.

El sistema electoral turco plantea un piso del 10 por ciento de los votos para que los partidos puedan ingresar como tales al parlamento. Previamente a estas elecciones, los grupos que ahora conforman el HDP presentaban candidatos inscriptos como independientes y no como partido, lo que les proporcionaba una representación menor. Con los resultados obtenidos en esta elección, el HDP logró superar por primera vez el piso brutalmente proscriptivo del 10 por ciento e ingresar al parlamento como partido propiamente dicho.

El HDP es una organización política surgida fundamentalmente a partir de la lucha del pueblo kurdo (minoría étnica en Turquía) por su autodeterminación. Pero su programa excede la cuestión puramente nacional, adoptando una ubicación global “democrática radical” y de “izquierda anticapitalista”.

Es decir, se trata de una formación con rasgos similares a los Syriza en Grecia, a Podemos en España y a las formaciones del “Partido de la Izquierda Europea” en general. En todos esos casos, no son organizaciones de la izquierda socialista revolucionaria (con posiciones de independencia de clase), sino variantes reformistas que apuestan al desarrollo de una salida en el marco del régimen existente. Pero al igual que en los otros casos mencionados, la alta votación del HDP señala con toda claridad un giro político a la izquierda de amplias porciones del electorado, que rompe con las formaciones políticas tradicionales y busca a través del voto una salida a las políticas neoliberales, la “austeridad” y su régimen político excluyente.

El HDP, además, es parte de la misma tendencia político-ideológica de los kurdos de Kobane, que enfrentaron y vencieron al Estado Islámico. Encarna no sólo la pelea por la autodeterminación de los kurdos, sino la de todas las minorías étnicas y religiosas, a las que llevó en sus listas a través de referentes de las distintas comunidades.

Taksim y Kobane

Para entender la caída de votos de Erdogan y el ascenso electoral del HDP, hay que partir de dos importantes experiencias políticas que marcaron a fuego a los jóvenes, los trabajadores y las mujeres de Turquía; y a la población kurda (tanto de Turquía como del resto de la región).

La primera de ellas fue la rebelión de Plaza Taksim, en junio de 2013[[1]]. Este estallido tenía todas las características del ciclo internacional de las rebeliones populares, tales como la “Primavera Árabe” y los indignados de España. Allí la juventud salió a enfrentar al gobierno de Erdogan, que quería avanzar en la destrucción del espacio público (Parque Gezi) en beneficio de los intereses inmobiliarios capitalistas. Pero el estallido actuó como catalizador de un descontento social más amplio, especialmente contra las políticas represivas de Erdogan y la profundización de la opresión religiosa por parte de su gobierno islamista.

Las protestas de Taksim, verdaderamente multitudinarias, fueron reabsorbidas tras una fuertísima represión estatal. Pero marcaron un “antes y un después” en la conciencia de toda una generación: la recuperación de los métodos de movilización en las calles, la organización desde abajo, el cuestionamiento del régimen, etc.

La segunda gran experiencia política fue la resistencia por parte de los kurdos de Kobane (en el norte de Siria, limitando con Turquía) contra la ofensiva militar del Estado Islámico (EI). Durante cuatro meses, las milicias de Kobane enfrentaron y mantuvieron a raya a las hordas del EI, hasta que lograron derrotarlas completamente y emprender una contraofensiva que continúa hasta el día de hoy. Los kurdos de Turquía jugaron un rol muy importante de apoyo político y material a la resistencia de Kobane. El triunfo de la resistencia contra el EI generó un enorme impacto, no sólo entre los kurdos, sino en todos los sectores de la población turca opuestos a la opresión religiosa y al jihadismo.

El HDP logró su importantísimo éxito electoral porque consiguió darle un canal de expresión política a estas dos grandes experiencias. Por un lado, apareció como el portavoz de un importante sector  de los “indignados” turcos, de la juventud que se resiste contra el gobierno de Erdogan. Por otro lado, capitalizó la enorme solidaridad de amplios sectores de la población (kurdos, de otras minorías étnicas y religiosas, y de los laicos y progresistas) con la resistencia de Kobane.

En segundo lugar, el HDP se benefició de una tendencia internacional al ascenso electoral de la izquierda. Los triunfos de Syriza en Grecia y de las “candidaturas populares” (apoyadas por Podemos) en las municipales españolas  generaron también un viento favorable.

Por último, pero no menor, se vienen desarrollando en Turquía importantes luchas del movimiento obrero. Los últimos meses se llevaron adelante huelgas de miles de trabajadores en la industria metalúrgica, que lograron paralizarla completamente. El Primero de Mayo hubo grandes enfrentamientos entre los sindicatos y la policía, que intentó impedir la movilización. En los últimos años se acumularon varias experiencias de lucha, entra ellas las de los mineros que pelean contra las terribles condiciones de trabajo (causantes de cientos de muertes).

El importante resultado electoral del HDP es la expresión política de todos estos elementos, y al mismo tiempo un factor para su desarrollo por el impacto que pueda producir en grandes sectores de la población.

[1].- Ver la Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie, 04/06/2013: “Turquía – Una nueva rebelión popular estalla en el país que es puerta de paso entre Oriente y Occidente”.

El recomienzo histórico

De conjunto, lo que ocurre en Turquía es un claro exponente de lo que desde la corriente Socialismo o Barbarie definimos como el recomienzo histórico de las experiencias de lucha de los explotados y oprimidos. Es el ingreso a la lucha de nuevas generaciones que, partiendo de un bajo nivel político –por la ruptura de los hilos de continuidad con la experiencia histórica de las generaciones anteriores–, vuelven a acumular sus propias experiencias, sus propias conclusiones políticas, sus propios saldos organizativos.

Esto comienza lentamente a revertir la reaccionaria relación de fuerzas heredada de la “contraofensiva neoliberal” de los años ochenta, las derrotas en serie del movimiento obrero, y la “crisis de subjetividad” provocada por la caída de la Unión Soviética en los noventa y la restauración capitalista generalizada en los ex “países socialistas”. Este “recomienzo histórico” tuvo un importantísimo estímulo a partir de la crisis económica mundial de 2008 y el consiguiente estallido de la rebeldía en muchísimos países, desencadenada en 2011 por la “Primavera Árabe”.

La nueva situación, aunque no exenta de grandes contradicciones y límites, presenta elementos más favorables para el desarrollo de la izquierda en gran parte del globo.

Esto, por un lado, reabre el debate estratégico entre las variantes reformistas (como el HDP, Syriza y Podemos) y las variantes revolucionarias, socialistas (como la que impulsamos desde la corriente Socialismo o Barbarie). Pero, por sobre todo, implica una importantísima oportunidad (que debe ser aprovechada hasta el final) para la construcción de organizaciones políticas de izquierda, que puedan comenzar a tallar en la situación y las luchas sociales y políticas de los distintos países y regiones.